II
Bajando las escaleras y siempre alerta mirando hacia atrás que nadie me esté siguiendo, a poco me detengo en una puerta abierta, escucho una radio, una emisora, una voz y un mensaje.
-Marcando las 2:PM, nos encontramos a las fueras del cementerio jardín de la paz, dando el último adiós a un hijo, a un padre, a un amigo, lamentamos la muerte del joven Mateo que en paz descanse junto a su pequeño hijo Lucas, expresando nuestra condolencias a los más ha llegados.
Me deslizó por la pared mientras presiono mis oídos con mis manos, me niego a seguir escuchando, aceptar la verdad, muevo frenéticamente mí cabeza.
Cuando se dio esto..
En que momento ...
—Esto no puede estar sucediendo.
Esto no puede ser verdad..
—¡Ellos no pueden estar muertos!—susurro con mis ojos llenos de lágrimas.
Me pongo en pie, ignorando lo que acabo de escuchar, solo me enfoco en salir de este lugar necesito verlo con mis propios ojos a ellos, necesito ir a ese maldito cementerio, esto es una maldita farsa.
Luego de diez lentos y arduos minutos logro encender el auto que voy a tomar prestado por un par de segundos, piso el acelerador ingresando a las calles para dirigirme al cementerio, saltando algunas luces en rojo y excediendo la maldita velocidad, alrededor del cementerio las calles están llenas de auto, no encuentro un lugar donde estacionarme correctamente, a estás alturas eso no importa, abandono el carro en medio de la calle, tropezando y empujando llego hasta la capilla que se encuentra en el centro del cementerio que por motivos de seguridad y privacidad se encuentran cerradas al público.
Hay demasiada gente debido a que Mateo le gustaba donar dinero a hospitales, orfanatos, era un hombre importante en la industria.
Las imponentes puertas se abren, dos cajas se posicionan en lo alto siendo cargadas por ocho hombres altos y corpulentos, sin palabras, sin aliento, sin algún control de mí cuerpo caminó lentamente hasta llegar a las bóvedas.
Veo a Liliana, llorar desconsolada mientras su madre la sostiene, cuando ella fija su vista en mí, su llanto se detiene, su cuerpo se balancea hacía adelante y corre hacía mí, tira de mí cabello zarandeando mí cuerpo.
—!Desgraciada por tu culpa mí Lucas está muerto, mí hijo y también mí esposo¡—clavo mis uñas en sus manos, en un intento de que su agarre afloje mi cabello, lo consigo.
Me alejo unos pasos de ella, negando con la cabeza.
—¡Claro que es tu culpa! ¡ Insistias tanto en la maldita cena, por tu cumpleaños!—vocifera—¿!Porque no llegaron a dormir a mí casa y se quedaron en la tuya!?.
Mis ojos se llenan de lágrimas, por sus palabras, ella tiene razón.
—Porque yo se los pedí —susurro cayendo de rodillas, lastimando mis piernas.
—!Dime que mí hermano no está muerto, dímelo porfavor!—agarro sus manos.
—!Dime que mí hermano no está muerto!—grito a punto a de perder la cordura.
Ella cae de rodillas ,al igual que yo, llora con fuerza.
—!Es tu culpa!—llora y golpea débilmente mí cuerpo.
Una ráfaga de viento me hace estremecer de frío, el cielo se ha tornado de un color oscuro y a los segundos varias gotas descienden del cielo.
—Liliana vamos querida, tienes que ser fuerte—anima acercándose Leydi, mamá de Liliana, quien luce demacrada.
Con pocas fuerzas hago a un lado a Liliana para ponerme en pie, lentamente me acerco a las bóvedas, donde ya han introducido y sellado las cajas de ambos, la foto de Mateo con su fecha de nacimiento adorna el pequeño sellado junto a su fecha de muerte.
S rostro adorna un feliz sonrisa, cálida, toco la foto con mí mano.
—Hermano esto solo es un hasta luego—susurro, mientras me limpio las lágrimas que caen por mí rostro.
—Te juro, por mí vida que encontrare al maldito que te hizo esto a ti y a Lucas, lo haré conocer el infierno, lo haré rogar, por haberse metido con mí familia, por haberme arrebatado lo único que tenía en esta vida, va a pedir no haber nacido—sonrío.
—Lo encontrare—asiento con la cabeza varias veces —Tengo que encontrarlo.
Fijo mí vista por los alrededores, al sentirme observada y a la vez incómoda, me topo con unos ojos que emiten un color dorado tan intenso como el mismo sol, quien se oculta tras los árboles.
Trago con fuerza al sentir seca mí boca, cuántas horas tengo sin ingerir agua, quito la vista de ese par de ojos para darme la vuelta, y salir del cementerio.
Afuera del cementerio sentada en las veredas, veo las personas correr por la lluvia que se ha desatado, me relajo bajo la lluvia, terminaré resfriada pero eso es lo de menos.
Solía jugar debajo de la lluvia con Mateo, y mamá siempre nos regañaba cuándo terminábamos resfriados postrados en una cama, luego de habernos advertido.
—Veronica—giro mí cabeza al escuchar mí nombre ser pronunciado.
—Samuel, que haces aquí —inquiero dudosa.
—No, tu que haces aquí debajo de la lluvia, acaso quieres morir con pulmonía—se acerca con una sombrilla sentándose a mí lado.
Samuel un amigo de la infancia , casi como un hermano, puedo notar sus ojos un poco rojos, y sus manos vendadas.
—Si con eso Mateo y Lucas volvieran a la vida entonces prefiero morir para que suceda—suspiro un poco.
Apoyo mí cabeza en su hombro, lágrimas silenciosas caen nuevamente por mí rostro, de una manera tratando de llevarse mí dolor.
—Se que duele y es algo de no creer, pero porque a ellos, ellos que hicieron, Lucas era un niño solo tenía cinco años—digo confusa, tratando de entender.
—La policía está trabajando en ello, me avisaron que te negabas a cooperar con ellos, además perdona por no haber ido al hospital a verte, tenías prohibidas las visitas.
—Samuel, quiero que me ayudes a encontrar al asesino¡Porfavor!—le pido mirándolo a los ojos mientras tomo sus manos.
Lo veo dudar por unos segundos hasta finalmente aceptar.
—Lo haré, pero no vistes nada de lo que sucedió, no viste a nadie, la policía afirmó que estabas desmayada sobre el suelo a un lado de Mateo y Lucas—expresa tomándome por los hombros.
Arrugó mí frente, en que momento, yo en el suelo.
—No recuerdo absolutamente nada—niego, forzando mí mente a recordar.
***************
—Damián, cuando regresaras la manada es un desastre—vocifera mi amigo Joel a travez del teléfono.
—Cuando a mí me de la gana, talvez en unas dos semanas, ah y prepara todo, encontré a mí Luna—corto la llamada, sin esperar su respuesta.
Recuesto mí cuerpo en el respaldar de la silla, mientras agarró la ropa interior de mí luna, la miro fijamente, color rojo, la pongo en mí rostro y aspiró su aroma, tan único.
Eres nuestra Verónica, solamente nuestra.
Escucho a mí lobo.
Mí mente divaga por unos segundos,
Tu luna será tu mayor perdición, te hará conocer el infierno en carne viva.
Ella te destruirá y todo será por tu culpa.
Fueron las palabras que algunas vez me dijo la bruja.
Veronica, quiero ver eso.
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