Capítulo dieciocho | Closer


—Esto es... genial—mencionó por enésima vez señalando una de las pinturas sin terminar que Fred tenía en uno de los estantes de su estudio. El creador de aquello levantó la mirada ante las palabras y asintió agradecido nuevamente, dándole un sorbo a la botella de agua y esperando a que dijera algo más.

Después se dio cuenta que el otro chico no lo veía así que levantó la voz—: Gracias. —respondió sin dejar de mirarle con atención, desde un banquillo recargado en la pared, no sabía qué sentir realmente. Park parecía que evitaba mirarle a los ojos y a esas alturas ya se lamentaba que aquello fuese de esa manera. Era la primera vez que pasaban más de cinco minutos en la misma habitación sin Sue o Eleanor con ellos, y era la primera vez que lo veía desde que Sue aseguró por primera vez en su vida que tenía un novio serio.

¿Se evitaban? Era evidente. ¿Sabían exactamente por qué? Quizá, no era un tema que estaba a discusión a menudo y Sue siempre era quien tenía la última palabra en cuanto aquello era mencionado.

Fred recuerda escuchar el nombre de Park y sentir cólera al instante aunque no lo conociera, porque crearse una competencia imaginaria con él por la madre de su hija parecía realmente coherente al principio, pero el chico parecía realmente ajeno a todos sus pensamientos homicidas que probablemente pasaron por su mente cuando Sue lo rechazó por él aquella noche en la cocina de la casa de su padre.

Comenzó a mover su rodilla buscando aligerar el ambiente y por accidente golpeó su cabeza contra la pared detrás, Park le miró y Fred se rió de sí mismo.

—Están tardando—fue lo único que atinó a decir señalando hacia adentro donde Sue estaba cambiando el atuendo de Eleanor, el chico asintió pero no dijo nada más.

Lucía bien, eso lo único que podía decir, lo único que su ego le permitiría soltar aunque haya perdido a Sue hace tanto que en realidad no tuviese sentido guardarse sus verdaderas opiniones. Park solo estaba de pie observando las pinturas, concentrándose en todo menos en él y no lo culpaba, nunca fue realmente amable y conociendo a Eleanor, era muy probable que la niña le mencionara todas las ocasiones en las cuales él expresó su descontento ante su relación ella. Sabía que Park era una persona tranquila y le costaba encontrar algo malo ante esa apacible y agradable personalidad que Eleanor tanto quería y que distaba mucho de la suya; no había nada malo en él para sentirse mejor consigo mismo.

Recordaba su cabello oscuro más corto pero ahora tenía un flequillo que cansadamente hacia a un lado cada cierto tiempo y podría jurar que era más delgado de lo que se en realidad se veía debajo de ese enorme abrigo. Probablemente eran estragos de su último trabajo y se preguntó si él podría hacer algo como tal. No, realmente no haría algo así.

Suspiró y le dio otro trago a su botella de agua.

Debía ser especial pues ganarse un lugar en el corazón de Sue y Eleanor por iniciativa propia era algo que Fred no podía reprochar en lo absoluto. No había nada qué reprochar en realidad, nada que no fuese más allá de sus celos causados por el ese ego dañado que dejó de importarle hace tanto.

—¿Qué cuenta el medio oriente? —habló Fred ésta vez, más alto de lo que esperó y por la expresión reacia que el chico puso ante la pregunta se lamentó de decirlo de aquella manera.

—Ah...—se giró un poco para quedar de frente al rubio, sin saber qué decir realmente.

—Digo—se apresuró a añadir—, fuiste a ése lugar... a documentar un conflicto, ya sabes—dudó—, ¿no es así?

Park rió, nervioso.

—Si—rasco el puente de su nariz y frunció sus labios—, no es un lugar muy feliz ahora mismo, hay cosas que nadie debería vivir—aclaró su garganta—. Debía quedarme más tiempo pero tuve un par de inconvenientes.

—Sue me dijo que te lastimaste.

—Sí, fui empujado por accidente por tratar de conseguir un buen ángulo y me astillé un par de costillas, pero ya estoy bien. Para ser mi primera vez en esa situación me fue bien, mi maestro y quien me guiaba escribió una buena recomendación y usarán algunas de mis fotografías para documentales.

—Imagino que no fue bonito.

Park negó.

—Hacer arte de la guerra y en medio del sufrimiento ajeno... Comienzas a apreciar muchas cosas.

Ambos guardaron silencio tras eso, Fred miró al suelo frunciendo sus labios buscando algo más. Levantó la mirada nuevamente hacia él y vio el pequeño maletín que colgaba de su hombro.

—Yo sé algo de fotografía, lo básico podría decir, como algo de aficionado.

—Sue me había comentado algo al respecto—asintió.

—Creo que todo lo que sabemos del otro es porque Sue no los contó—bromeó.

—No sabía si era correcto preguntarle cosas de su ex pareja—hizo lo mismo.

—Sí, creo que tampoco lo es por preguntarle por su pareja actual—silbó—, ¿Solo te llamas Park? —señaló.

—No me llamo Park.

—¿Y por qué todos estos años te he llamado Park?

—Park es mi apellido—rió.

—¿Y cuál es tu nombre?

—Hyeong-Jun.

—¿Hyeong-Jun Park?

—Park Hyeong-Jun—corrigió.

—Ah—Fred asintió—. ¿Puedo seguir llamándote Park?

—Esa era mi idea. —volvió a reír.

—¿Siempre viviste aquí?

—No, vivo aquí desde que tenía catorce—rascó su nuca—, transfirieron a mi madre en su trabajo y decidí venir con ella. Después se casó y nos quedamos aquí permanentemente.

—¿Y eso fue hace...?

—Dieciséis años. —dudó al hacer las cuentas en su mente.

—¿Qué? —dijo casi ofendido.

—¿Qué? —repitió mirando hacia atrás creyendo que quizá Fred había visto algo para tal reacción.

—Todo este tiempo creí que Sue se estaba aprovechando de alguien menor, oh Dios.

—Cállate, Fred—Sue salió de la puerta que llevaba al taller del rubio, de la mano de Eleanor quien la soltó de inmediato.

—¡Park! —Eleanor interrumpió la respuesta de Fred cuando comenzó correr hacia el chico, éste simplemente se inclinó y recibió a la niña con un abrazo.

—No es mi culpa, las apariencias engañan—se excusó—: ¿Llevas la ropa sucia?

—Sí, no creo que pueda quitar tantas manchas de esa ropa, ¿por qué dejas que tome tanto jugo?

—No sabes el drama que hace cuando no se lo doy.

—Y ese drama tienes que soportarlo hasta que ella resuelva como calmarse.

—Sabes que soy débil—se cruzó de brazos.

Sue resopló y acomodó mejor la pequeña mochila con las cosas de Eleanor sobre su hombro izquierdo, revisó la hora en su teléfono y miró a Park—: ¿Ya le dijiste? —suspiró.

—¿Decirme qué? —el rubio frunció sus cejas ante el silencio que habían experimentado durante casi diez minutos en los cuales apenas si intercambiaron palabras.

Sue rodó los ojos hacia Park, harta, como si ambos ya hubiesen discutido el asunto. El chico de cabello oscuro cerró sus ojos sonriendo ante la presión de Sue y se puso de pie cargando a Eleanor como si quisiera ocultarse con eso.

—¿Sucede algo? —inquirió Fred.

—Viviremos juntos—dijo ella dándole inicio a la cuestión.

—¿Qué? —casi gritó Eleanor de la alegría abrazándose más a Park.

—¿Qué? —habló Fred después en un tono más bajo de lo habitual, sin dejar de mirar a su hija quien parecía no darse cuenta de lo que implicaba aquello.

—No lo dijimos antes porque aún no era un hecho y Park esperaba hablar contigo al respecto.

—¿Por qué? —Fred quiso reír soltando sus nervios como gracia aunque por dentro quisiera simplemente gritar que no—. Digo, ¿qué tengo que ver yo ahí? —se cruzó de brazos rápidamente y rápidamente dejó caerlos otra vez, ansioso tomó asiento nuevamente—. No tienen por qué pedirme permiso—miró a Sue.

—No se trata de Sue—Park fue el que habló, interrumpiendo a la chica quien era la única que tenía ánimos de establecer los límites—. Yo... Yo entiendo que eres más importante que yo en la vida de Eleanor—dijo, frunció sus labios levantando un poco más a la pequeña que le miraba con atención tratando de entender—, quería hablar de ella contigo y sobre lo que significamos para ella. Quería saber cómo te sentirías con esto.

—Eleanor es muy cercana a ti, no creo que cambie mucho realmente—Fred se apresuró a decir ante el pequeño discurso que Park intentó dar—. Ella decide lo que ella desea, si ella es feliz contigo, ¿qué puedo hacer?

Los tres miraron a la pequeña quien ahora no dejaba de observar a su padre con algo de tristeza pero Fred lo único que hizo fue sonreírle para que ella entendiera que estar feliz con la compañía de Park no era algo malo.

—A mí me gusta mi familia así—dijo—, porque no es aburrida.

—No tienes una familia normal—Fred comentó, causándole gracia.

—Yo los quiero mucho a los dos—siguió hablando—, puedo quererlos a los dos, yo puedo quererlos a todos—miró a ambos pero tanto Park como Fred no dejaban de intercambiar miradas como si tratasen a aminorar la seriedad de la decisión.

—Lo sabemos, El—Sue le dijo, riendo y colocándole una bufanda alrededor del cuello —. Se nos hará tarde. —recordó lo que harían terminando con el pequeño silencio que se hizo tras las palabras de la niña.

—Solo iremos al cine y quizá después a pasear un rato a...—comenzó a decir a Fred.

El rubio frunció el ceño y se puso de pie metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones repletos de manchas de pintura como la ropa que Eleanor se acababa de quitar. Notó como Park se retractó al instante y decidió aclarar su garganta para calmar cualquier malentendido.

—¿Por qué siento que me estás pidiendo permiso? —comentó.

—Lo siento como un deber, por Eleanor—aclaró, un tanto dudoso por la reacción.

—Está bien—Sue dijo sin importancia.

—¡Adiós, papá! —Eleanor movió su brazo como despedida y le lanzó besos con su mano que Fred fingió atrapar—, ¡Te veo mañana!

—Pórtate bien, y no te aproveches—les siguió cuando fueron a la salida.

Eleanor siguió despidiéndole con sus manos hasta que se cansó y pasó su atención a Park. Fred bien podía deducir que ella comenzaría a hablar de todo lo que hizo en el día o de todas las palomitas que piensa comer en el cine, dejó de escucharla cuando doblaron la esquina pero él se quedó con la última imagen en su cabeza. Esa donde Park cargaba a una emocionada Eleanor en sus brazos al mismo tiempo que tomaba la mano de Sue sabiendo completamente que era correspondido y comenzó a preguntarse por qué aquello tuvo que ser así.

Dejó de verlas y dolió un poco, por un instante, como si en realidad hubiesen usurpado su lugar en la vida de ambas aunque en realidad nada haya cambiado como tal. Solo fueron palabras, ideas y recordatorios de que la vida continúa y estar cómodo ya no era una opción a esas alturas, quizá, quiso creer, eso fue el detonante de su malestar.

Respiró hondo buscando algo más en que pensar cuando se giró para entrar a su pequeño estudio pero se detuvo cuando escuchó la puerta abrirse nuevamente, buscó al dueño de ese ruido y se encontró con un rostro conocido causándole cierta sorpresa.

—Vaya, no me digas que olvidé otra cosa en la tienda—enarcó una ceja.

—No, en realidad me dejaste una duda—dijo ella quitándose el abrigo tras entrar en calor adentro.

—¿Ah si? ¿Cuál? —fue hasta el banco donde estaba sentado cuando Sue y Park estaban ahí y lo tomó para llevarlo a su lugar dentro de su estudio.

Ella se quedó en silencio observando todo lo que había ahí sin pena alguna y a Fred no le quedó más que esperar de pie a que ella dijera algo. Aclaró su garganta llamando su atención y ella rió señalando uno de las tantas pinturas que el rubio tenía ahí y que vendía como decoración.

—Conozco ese lugar—fue lo único que dijo.

—¿Y la duda?

—Ah, ¿enfermaste?

—¿Viniste hasta aquí para preguntarme eso? —entró a su estudio para seguir acomodando sus cosas pues ya casi era hora de irse a casa.

—En realidad no me queda tan lejos y si tardé en recordar donde fue que compré esa pintura de mi ex novio y yo—le oyó decir. Fred se asomó por la puerta y le miró desconcertado a lo que ella rió tras verle de reojo, indagando con atención en las creaciones del rubio tal vez buscando una razón más acertada—: Busqué tu contacto y después usé Google Maps, soy mala para ubicarme—dijo después.

—Bien—salió nuevamente—, ¿en qué puedo servirte?

—¿A esto te dedicas? —señaló.

—¿No es obvio? Me has pagado por ello.

—Pensé que era una opción para obtener dinero extra, pero no niego tu talento.

—Es un poco de eso. Tengo la esperanza de ser restaurador y en algún momento curador, pero eso está por verse.

—Suena importante.

—Es importante depende al mundo al que perteneces.

Ella asintió dándole la razón.

—Busco algo para mi nuevo departamento—comenzó a explicar aún husmeando—, buscar decoraciones que no combinan para un departamento pequeño es un pasatiempo que desarrollé pero no quiero darme cuenta que en realidad soy acumuladora... Pero éste me agrada—se acercó a una pintura—, muy bonita réplica de El árbol de la vida, ¿contiene oro? —la tomó.

—¿Me recuerdas tu nombre? —se cruzó de brazos.

—Arielle—extendió el brazo hacia él—, Arielle Louise Grant, te estornudé en la tienda de vestido de novias.

—Eso si lo recuerdo—se acercó hacia ella, dudó en tomar su mano por la extraña formalidad y raro momento en sí—. Fred Gainsbourg—terminó aceptando el apretón.

—¿Por Frédéric Chopin? —inquirió.

—Lo desconozco en realidad, nunca he preguntado de donde salió el nombre, ni siquiera sé si a mis padres les gusta la música clásica... En realidad no sé mucho de ambos, solo que mi papá es muy aburrido.

—Probablemente le guste la música clásica entonces—bromeó—. Wow, me gustaría poder pintar algo así—siguió observando los cuadros.

—Es cuestión de práctica.

—No puedes negar que a veces la gente solo nace con talento y ya, yo quisiera ese talento, haría mi vida más fácil.

—¿Por qué dices eso?

Ella le miró un tanto triste, casi con un puchero fingido en sus labios como si aquello le atormentara más de lo normal. Fred notó como todos los gestos de su hablar eran guiados por sus despeinadas cejas y su nariz se movía por sí sola cuando éstos cambiaban repentinamente; llevaba el cabello húmedo y recogido, y casi podía decir que se puso lo primero que encontró en su camino para vestir pero aun así aquello congeniaba a la perfección por más extraño que pareciera.

Por un momento se preguntó a sí mismo qué era exactamente aquel momento hasta que ella interrumpió aquello.

—Soy modista fracasada—informó—, me gusta el arte en la moda y hasta cierto punto lo extravagante, tengo muchas ideas en mi cabeza pero soy un asco para mis bocetos, nunca aprendí a dibujar en la universidad. Me gustaría culpar a mis maestros pero en verdad soy un asco, a veces solo no tienes ese talento aunque lo necesites. ¿No te ha pasado?

—¿Nunca intentaste ser otra cosa?

—Quería maquillar cadáveres pero soy muy susceptible a los olores fuertes, una vez tuve una compañera de piso que siempre dejaba sus zapatos de ejercicio en el baño y dejaba los sofás repletos de migajas de comida, hui de ahí en cuanto tuve la oportunidad.

—Vivo con una chica que es médico y cuando aún estudiaba a veces llegaba apestando a líquidos extraños con los cuales mantienen cadáveres para que no se descompongan.

—Debe ser una persona con un sentido del olfato y gusto muy malo.

—Salió con mi mejor amigo, claro que lo tiene—bromeó.

—¿Olía muy mal?

—Hablaba del mal gusto.

Ella carcajeó—: No imagino como serás con tus enemigos.

—Soy mejor persona debo decir.

—¿Y la pequeña que te acompañaba en la tienda?

Fred esbozó una sonrisa reacia esperando a que ella olvidara la pregunta pero ante la insistencia de sus ojos solo terminó por hacer una mueca con sus labios como si tocara un tema sensible, y Arielle se lamentó al instante pero Fred negó con su cabeza indicándole que estaba bien. Ya no podía ser tan infantil, fue lo que se recordó.

—Con su otro papá—fue lo que salió de su boca tras la pequeña introspección de la cual no aprendió nada.

—Oh, una relación homoparental, no lo pensé de esa manera, no desde que me dijiste que no eras gay—le miró fijamente, quedando frente a frente. Fred solo prestó atención a la sombra azul que cubría gentilmente sus párpados y que no era tan alta como la recordaba. Tal vez usaba tacones aquella vez o solo fue la impresión de la proximidad; miró hacia abajo, sus botas quizá le añadían unos cinco centímetros.

—¿Qué? —dijo después de comprender lo que ella dijo.

—La pequeña—le recordó—, creí que era tu hija.

—No—se apresuró a decir—, bueno, sí es mi hija. Con otro papá me refiero al novio de su madre.

—Ah—Arielle asintió comprendiendo el pequeño lío y regresó su atención a las pinturas, tomando en sus manos la réplica que había elegido momentos antes—, no suenas muy feliz con la idea.

—Aún tengo que acostumbrarme.

—Pero ella sí debe ser muy feliz—le señaló la pintura indicándole que se llevaría esa, Fred asintió tomándola para poder revisar el precio que había elegido y tenía en una etiqueta por la parte de atrás—. Imagínate tener dos personas que te quieran de tal manera. Tiene mucha suerte, ¿no lo crees?

—Lo admitiré aunque los celos me quieran comer vivo cada vez que siento que mi hija me cambia. —bromeó.

—¿Celos por tu hija? Suena a que te da miedo perder ese tipo de amor.—mencionó de la misma forma que él, rió por lo bajo y buscó en su bolso tras ver el precio que Fred indicó. El rubio optó por solo reír también ignorando que aquello había llegado como una bala a su subconsciente recordándole que el problema de todo eso era solo él.

—¿No es que todos tenemos miedo de perder un poco de amor? —enarcó una ceja recibiendo la cantidad de dinero específica de parte de ella.

—Tener miedo a perderlo es solo porque sentimos que no lo merecemos, o eso es lo que creo yo—inclinó un poco su cabeza hacia la izquierda y miró al techo como si quisiera encontrar otra buena razón para demostrar el punto—. Qué fastidio vivir con esa incertidumbre pero, claro, no puedo hablar por todos. A veces nuestras experiencias machacan todo lo placentero en sentir amor, ¿te ha pasado? —tomó el cuadro que ahora le pertenecía de las manos de Fred.

—Supongo que sí. —admitió.

—Lamento si hablo mucho, es de familia—sonrió en grande—. Siempre me sacaban de clases por hablar pero a veces no lo puedo evitar, mamá siempre me decía que la hartaba y me mandaba a charlas con mis vecinos que eran un matrimonio de ancianos solitarios que—frunció el ceño de repente—, debo llevarles flores hace mucho que no los visito.

—¿Murieron?

—Hace años—intentó contar pero no lo dijo—. Ah, hablando de ancianos, mi mamá cumplirá años y ya estoy harta de darle los mismos regalos de siempre así que venía a solicitar tus servicios.

—En serio te creí cuando dijiste que me buscaste porque te interesaste en mi salud.

—Es cortesía.

—¿Qué quieres regalarle?

—Mamá ama a los gatos.

—Regálale un gato.

—Tiene siete.

—Eso es mucho pelo.

—¿Verdad? Comenzó a adoptarlos cuando me fui de casa, en fin—suspiró—, quisiera una pintura de cada uno de sus gatos, los ama demasiado y sé que le encantará.

—¿Uno por uno?

—En lienzos pequeños—añadió—. Aún tengo tu contacto, te pasaré fotografías.

—Entonces viniste hasta acá a decirme que pinte a los gatos de tu mamá...

—¿Qué? ¿Esperabas algo más?

—No, digo—frunció el ceño analizando aún más el momento y después se cruzó de brazos—, bien—terminó diciendo ahorrándose todos los comentarios que había ideado en ese par de segundos.

Arielle esbozó una sonrisa sosteniendo con fuerza la pintura que había comprado y dio un par de pasos hacia atrás sin perder de vista a Fred ningún segundo, él hizo lo mismo pero quizá la profundidad de aquella interacción no tenía el mismo significado para ninguno de los dos.

—Te mando un mensaje para ver los detalles, tengo que irme—fue lo único que dijo al notar que el rubio trataba de leer todo en ella pues aun no salía de aquel trance, por primera vez en aquellos cinco minutos se sintió nerviosa y pequeña.

—Bien—habló, serio y sin poder entender aún—. Gracias—añadió.

—Bien—repitió, yendo hacia la salida— y no te preocupes, ella no dejará de quererte—sonrió en grande nuevamente antes de abrir. Fred simplemente asintió agradecido por sus palabras y ella lo entendió. Salió de ahí.

—¿Qué? —Fred se dijo así mismo cuando la vio marcharse.




—¡Gracias al cielo! —oyó desde el suelo cuando giró por el corredor. Wesley se detuvo en seco tratando de adivinar la situación pero los ojos exhaustos de Claire quien estaba recargada en la pared al lado de la puerta principal del departamento lo hizo reír.

—¿Qué sucede? —preguntó acercándose, respiró hondo un tanto agotado por el esfuerzo de haber subido todas esas escaleras y se quitó el abrigo.

Claire le miró hacia arriba, mantenía algunos libros sobre su regazo con las piernas estiradas estorbando en todo el corredor y un galón de jugo de uva a un lado casi a la mitad. Podía ver las gotas caer de la botella y le sorprendió un poco que estuviese bebiendo algo tan frío en esas épocas del año.

—Olvidé mis llaves, otra vez—fue lo único que dijo sin siquiera moverse. Wes miró hacia la puerta y después a ella nuevamente entendiendo—, dime que aún tienes las tuyas.

—No, no las tengo. —hizo una mueca.

—¿Qué? —cerró sus ojos y golpeó su cabeza con la pared a propósito—. ¿Por qué? Siempre has tenido tus llaves.

—Fred me las confiscó antes de Navidad porque había perdido las suyas y nunca me las regresó—se acercó lo suficiente como para quedar a su lado y se inclinó, quedando de cuclillas—. Lamento no ayudar, también necesitaba entrar. ¿Les llamó? —buscó su teléfono celular en el bolsillo del abrigo.

—Ya lo hice, Silver siempre ignora las llamadas, es caso perdido y Fred está ocupado, dijo que en media hora vendría pero ya pasó ese tiempo. Llamé al casero pero es domingo por la noche—le miró harta—, nadie me quiere ayudar.

—¿Vamos donde Fred para que te de las llaves?

—Realmente no me quiero mover.

—¿Por qué?

—Hace frío.

—Bien—frunció el ceño—. ¿Y el jugo es para que te caliente un poco o cómo funciona la termodinámica en ti?

Claire volteó hacia el jugo sin terminar y que compró en una farmacia mientras caminaba hacia casa, jugo que bebió sin parar hasta que supo que no podría entrar en la próxima media hora. Suspiró y miró de nuevo hacia él.

—Tengo que hacer pipí—fue lo único que dijo.

—Se lo pudiste pedir a un vecino.

—No tenía ganas cuando llegué, eso es reciente y siento que si me muevo perderé esa batalla.

—Vamos—Wesley rió y Claire le miró molesta, así que calló—, no creo que sea para tanto.

—No le pediré a un vecino que me preste su baño.

—¿Por qué no? —se puso de pie nuevamente, ubicándose en la pared frente a ella para poder sentarse ahí también.

—Es importante.

—Es importante que tu vejiga no explote.

—No, es importante porque necesito orinar en una prueba.

—Oh. —dijo en voz baja dejándose caer ahí. Claire mantenía sus ojos cerrados tras decir aquello; no supo deducir si se trataba de vergüenza o de simple desesperación—. ¿Tengo permiso de decir Felicidades si es positivo?

—No—fue lo único que dijo—. ¿Por qué quieres entrar? —señaló la puerta cambiando de tema.

—Olvidé el cargador de mi computador ayer—rascó su mejilla y suspiró.

—¿Y los gemelos? —preguntó.

—Con Camille, debo recogerlos a las ocho—buscó ver la hora en su teléfono y se perdió en ello.

Claire solo asintió recodando haberlo visto por ahí pero no dijo más. Trataba de concentrarse y en desear que alguien llegara con una llave para poder entrar y quitarse la incertidumbre de encima. Solo era una opción, algo que se le ocurrió mientras comprara sus vitaminas esa tarde pues creía que su debilidad de los últimos días se debía a su mala alimentación hasta que recordó que día del mes era.

—Y... —Wesley interrumpió sus pensamientos—, ¿cómo lo llamarás?

—Wes—sentenció molesta.

—Qué halago.

—Hablo en serio.

—Lo siento—intentó no reír—, ¿tienes algún plan?

—No sería una gran sorpresa—mordió su dedo índice—, pero tampoco está en el plan ahora.

—¿Y Roel sabe algo?

—No.

—¿Y piensas contarle?

—No lo creo...—quiso patalear—, no sé por qué te dije—le miró de mala gana.

—Yo no te obligué—se excusó.

—Entré en desesperación.

—Está bien, Claire—dijo, buscando transmitirle algo de paz—, no le contaré.

—Ni siquiera hablas con él.

—¿Ves que no lo haré?

Claire quiso reír pero se lo prohibió pues eso causaría que perdiera la batalla que estaba controlando desde hace poco más de diez minutos; Wesley si se permitió hacerlo aunque realmente no sabía qué hacer o como sentirse con dicha información. No quiso preguntar más y decidió matar aquel momento quedándose en silencio esperando a que alguien más llegara pronto; Claire agradeció el silencio. Pensó en las numerosas situaciones y cambios que representarían aquel suceso, pensó en lo irónico, por no decir casi satírico, que Wesley lo estuviese presenciando. Todo había estado dentro de su mente desde que compró la prueba cuando venía a casa, ni siquiera se había puesto a meditar el problema hasta que Wes apareció en el corredor como si fuese un golpe de realidad que la hizo caer en el suelo tal y como estaba cuando llegó y tuvo que mirar hacia arriba para poder verle el rostro.

—¿Me invitan a sentarme ahí? —oyeron la voz de Silver al otro lado del corredor. Ambos voltearon casi por arte de magia y la chica menor de pronto se sintió atacada—. ¿Por qué esas caras? —se acercó.

—¡Abre! —Claire señaló la puerta y después comenzó a golpearla con la mano—. ¿Por qué no respondes el teléfono? —le regañó mientras Sil buscaba sus llaves.

—Sabes que no me gusta hablar por teléfono—dijo de mala gana—. Hola Wes—saludó mirando por encima de su hombro y él simplemente hizo un movimiento con la mano creyendo que si decía algo terminaría con un regaño también.

—¿Y qué si alguien está muriendo?

—¿Puedo salvar a alguien que ya está muriendo por teléfono? —abrió.

Claire no respondió, simplemente se puso de pie lo más rápido que su condición le permitió y corrió hacia adentro casi empujando a Silver.

—Técnicamente...—Wesley quiso decir algo pero se ganó una mirada de pocos amigos de la chica de cabello oscuro y decidió callar, tomó la botella de jugo sin terminar que Claire dejó y se puso de pie—. Bebió mucho jugo—aclaró ante la mirada de duda por el objeto.

—Tiene una vejiga muy pequeña—dijo entrando antes que Wes, dejando sus cosas en el sofá.

—Igual la llenó demasiado—le siguió, para después dejar el jugo en la mesa del comedor y buscar lo que había olvidado.

—¿Por qué siempre dejas cosas aquí?

—No lo sé, llego a pensar que aun siento que vivo aquí y no me parece mala idea dejar las cosas por ahí—movió los cojines del sofá sin éxito.

—Ah—Silver hizo una mueca y se cruzó de brazos, balanceándose sobre sus pies—. Oye, ¿qué te gustaría de cumpleaños?

—Que la vida me deje en paz.

—¿Crees que cueste menos de 100 dólares eso?

—Uh, mi otra opción era un millón de dólares.

—Le pides mucho a alguien con un trabajo de medio tiempo.

—No tienes qué comprarme nada.

—Tú me has dado regalos de cumpleaños.

—¿Ah sí? —paró de buscar.

—Una vez me regalaste los lápices de colores de tu hermano mayor.

—Es porque peleé con él.

—Aun así—dejó caer sus brazos—, éste año me he propuesto ser más detallista y considerada con las personas y eres el primero de nosotros en cumplir años.

—Pero sí eres considerada con las personas—continuó buscando—, ¿qué quieres demostrar? —se puso de rodillas en medio de la sala ya muy harto.

—Qué tengo sentimientos, tal vez—dudó y después rió—, aprender a que puedo demostrar cariño—siguió tratando de formular una explicación.

—Vaya, al parecer Félix está sacando tu lado dulce. ¡Si! —gritó cuando encontró su cargador debajo del sofá grande.

—No es por él.

—¿Ah no?

—Me convencí de que explotar de amor es bueno, acostumbrarte a la nada solo porque no es tristeza o algún sentimiento negativo no es precisamente muy saludable. Es como si tuviésemos miedo de todo lo que sentimos solo porque preferimos la calma.

—Para serte sincero extraño la calma. —se puso de pie con el cargador en sus manos y se acercó a ella—. Pero me alegra que decidas cambiar por ti, Sil. —la rodeó con uno de sus brazos y la apretujó hacia él como broma, cosa que le hizo reír—. Hey—llamó a Claire en cuanto la vio salir del pasillo cuando pararon el pequeño abrazo.

—Hey—dijo la rubia tras un largo suspiro repleto de tranquilidad y Wesley tomó aquello como una buena noticia.

—¿Te vaciaste? —Sil bromeó.

—Si, sí—respondió ella de mala gana.

—Me tengo que ir—anunció el castaño, señaló a Sil—: Tú, regálame unas baquetas nuevas, y tú—ahora a Claire—: Felicidades.

 Closer - Travis


No tengo mucho qué decir solo que son alrededor de 5 mil palabras y no sé como pasó porque lo he tomado como un interludio. 

Si sigues esperando a que éste libro termine quiero decir que te quiero mucho. 

No hay muchos pretextos, es solo la vida y yo misma. Quería subir ésto antier porque era 09 de noviembre que, igual no se confirma en ninguna parte del libro pues solo se especifica que es noviembre, que fue el día en el que Wes y Fred buscan a un nuevo compañero de departamento y pues, UNMCP comienza. Peeeero por cosas de la vida y mi tiempo así como inspiración no me dejaron terminar a tiempo.

En fin, es todo lo puedo decir, no quiero dejar una nota muy larga que eso lo dejo para después. 

No he muerto,sigo viva, si me siguen en instagram sabrán que es así jaja

Los quiero musho <3

-Jude

pd: yo tenía ideas muy fuertes con Park y Sue que nunca ejecuté, y hasta éste momento me arrepiento de ello.

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