Capítulo diecinueve | Don't you touch me
Las pesadillas no eran normales en ella, de hecho, ningún tipo de sueños lo eran y eso siempre le gustó. De pequeña no recuerda ningún momento en el que haya tenido de molestar a sus padres por culpa de un mal sueño ni tener la dicha de soñar cosas bonitas con las cuales alardear por la mañana. Pero desde hace algún par de años algo le atormentaba en lo más profundo de su subconsciente y la obligaban a despertar algo exaltada casi con el corazón en a boca por el terror, pero se convencía rápidamente que no era real y volvía a dormir.
Nunca lo mencionó, nunca se molestó en hablarlo con alguien, ni siquiera con Claire con quien la confianza estaba de más, ni mucho menos con Oliver que más de una vez estuvo presente cuando Silver, aún dormida, pedía a gritos que alguien le despertara. Él lo hacía, preguntaba qué sucedió y ella simplemente negaba regresando a dormir.
Una mirada fuerte, una voz que golpeaba y un agarre que dejaba marcas. Pero esto último se sintió real en su muñeca, aunque más gentil de lo que esperaba y más cálido de lo que una vez anheló. Quiso moverse para zafarse de aquello cuando se obligó a sí misma a abrir los ojos: un techo conocido pero sin malos recuerdos la tranquilizó.
—¿Estás bien? —la voz de Félix la anidó casi al instante recuperando la tranquilidad pero eso no evitó que ella moviera su mano derecha para deshacerse del agarre del chico a su lado. Él no lo prohibió—. ¿Un mal sueño? —cuestionó al darse cuenta que ella estaba casi sin habla.
Silver negó, aunque sabía que no lo creería.
—Nos quedamos dormidos—afirmó, moviéndose un poco para poder ver por la ventana deseando que aún fuese de día. El atardecer teñía las cortinas de la habitación de Félix.
—Sí, al parecer—dijo él, sentándose en la cama acomodándose mejor la camisa que nunca se quitó.
Silver se miró a sí misma y vio como ella estaba vestida también, Después a las decenas de papeles por el suelo que leyeron antes de quedarse dormidos casi sobre ellos; trataban de organizar uno de los viejos guiones de Félix mientras él los reescribía con su ayuda. Una mejor intimidad, le gustaría decir pero se ahorraba el comentario porque no quería traer ese tema a la corta relación que mantenían hasta ese momento.
Se besaban poco, tan poco que hasta podía mencionar a detalle todos esos besos que llegaron a darse hasta ese momento. Los roces eran casi por accidente y las intenciones de llegar más allá no se veían nunca; Silver lo agradecía. Hacía tanto que estaba con alguien de esa manera, y era un problema que quiso sepultar pero no podía. Ni siquiera con el último novio, aquel idiota que la engañó, pudo enfrentar ese miedo que desarrolló. Por un momento se culpó por el engaño relacionándolo con eso, con el pavor y la angustia, pero abandonó ese pensamiento tras las palabras que Claire le dijo una vez: Lo que otra persona te haya hecho a ti, no es tu culpa.
Observó a Félix una vez más, en silencio se disponía a levantar todo el desastre que dejaron, incluyendo la pizza familiar que casi terminaron y que se encontraba fría sobre la alfombra. Sereno, casi podía escucharlo tararear algo en su mente en aquel cómodo silencio.
—Me tengo que ir—dijo ella, interrumpiendo los vagos pensamientos del chico y éste asintió.
—Lo sé, si quieres te acompaño.
—Llegarás tarde al trabajo. —dijo tras ver la hora en su teléfono cuando lo encontró entre las sábanas.
—Me queda de paso.
—No es verdad—rió.
—Si yo lo quiero, sí—lo imaginó sonriendo aunque estuviese de espaldas.
—¿Eso significa que no te desperté?
—¿Con tu pesadilla? —le miró.
Silver asintió lentamente, con algo de pena.
—No, desperté hace cuarenta minutos—suspiró, acercándose a su lado de la cama, aún recogiendo el desorden de papeles—. No te desperté porque te veías relajada, al parecer te falta dormir—se encogió de hombros acomodando todo en sus manos—, pero balbuceabas cosas que no entendí y parecías afligida—le miró, con un gesto de preocupación que intentó ocultar—. ¿Segura no quieres hablar?
—Todos tenemos pesadillas—le restó importancia. Sentándose en la cama, bostezando.
—Supongo que sí—se acercó más levantando una hoja que Silver pisaba. Levantó su pie para que Félix la tomara, lo hizo y le plantó un beso en la frente de paso haciéndola reír.
A Félix le gustaba hacer eso y a Silver recibirlos. Era mejor que cualquier cosa que alguna vez imaginó, y no entendía como algo tan banal como eso le revolviera el estómago de aquella forma. Se sentía diferente, no como cualquier otro beso en la frente que haya recibido antes, ni siquiera los abrazos ni la forma de acurrucarse en uno con el otro mientras veían alguna película con subtítulos de su colección. Félix parecía estar siempre agradecido de tenerla ahí, junto a él y al mismo tiempo parecía estar lleno de angustia de que ella no fuese a volver cada vez que se alejaba.
Aquello le causaba gracia, Nunca experimentó algo como eso con ninguna persona que conoció jamás. No la obligaba, no la presionaba, solo estaba ahí, viéndola todo el tiempo como si estuviese feliz de saber que existía.
Tal vez eso significaba amar sin desear, amar sin poseer. Algo que conoció jamás.
Se sintió feliz por algunos segundos siguiendo a Félix con la mirada, observándolo ser en su habitación como si ella no estuviera ahí y no le molestara pero, después, una pizca de inquietud le alarmó cuando recordó la extraña sensación que le causó su pesadilla. Llevó la mirada hacia su muñeca, la misma que el chico había tomado escasos minutos antes y se preguntó cómo era posible que eso le atacara en aquel momento.
Silver se cerraba todo, sepultaba todo lo que le causara desasosiego o la hiciera ver débil, no entendía por qué pero lo hacía. No sabía realmente desde cuándo, pero sentir nada era casi tan adictivo como los caramelos que su mamá guardaba en una caja de la sala de estar en casa. La nada no la hacía llorar, la nada no le propinaba deseos de golpear la cara de alguien, la nada no le aceleraba el corazón. La nada la mantenía en control, y vivir así era mejor para ese mundo en el que estaba metida.
Ella lo sabía, sus amigos lo sabían. Intentaba abandonar la nada pero regresaba casi como si fuese un refugio cuando las cosas se ponían difíciles. Permitirse sentir era noqueante. Abandonarlo, la mantuvo de pie todo ese tiempo.
—¿Cuándo dijiste que sería la reunión por el cumpleaños de Wesley? —Félix le sacó de sus pensamientos, Silver se sobresaltó y vio como él salía del baño lavando sus dientes.
—El próximo viernes.
—¿Ya concluyó su divorcio? —cuestionó tras asentir.
—Creo que no.
—Debe ser muy difícil.
Sil se encogió de hombros.
—Supongo que quieren dejar todo en claro antes de firmar—dijo, poniéndose de pie buscando sus cosas para poder irse a casa.
El chico no dijo nada más y regresó al baño. Dio un vistazo de nuevo a la desordenada habitación y, disociando, intentó comprender qué hacia ella ahí y porqué aquello le resultaba tan cálido como una casa familiar de algún pueblo lejano.
Félix era retraído, rutinario y al mismo tiempo un lío en sus pensamientos. Parecía contento con el ahora y ella también, aunque la curiosidad respecto a él le carcomía el cerebro, se rehusaba a arruinar aquello. Arruinarlo como todo, como siempre en todo lo que respectaba a ella y a su indirecta búsqueda de su alma gemela.
—Qué cursi—se rió de sí misma en voz baja y siguió buscando.
Pero Félix había aparecido, solo, de la nada, con los brazos abiertos para ella y eso estaba bien, ¿no?
Se detuvo analizando lo extraño que fue la manera en que lo conoció y tiró de ello para poder volverse loca un poco más. Ella estaba destinada a perder, siempre perdía, no importa lo que pasara o quien fuera, siempre iba a perder y esa era la razón por la cual estaba desinteresada en salir con otros chicos a pesar de que Claire le presentara a uno cada mes.
Sintió nauseas recordando su pesadilla nuevamente y la presión en el pecho no duró en aparecer nuevamente. Había pasado tanto tiempo, ella estaba bien, ella estaba mejor. Todos se lo preguntaban y con facilidad podía decir que sí o, tal vez, se estaba mintiendo a ella misma todos esos años.
—Yo digo que podemos pasar a comprar algunos pasteli...—se tensó ante el toque del chico en su hombro cuando comenzó a hablar, volteándose al instante notando el gesto confundido de Félix.
Por un momento creyó ver a Oliver, con el cabello alborotado y una camisa negra, aguantándose el impulso de abrazarlo como si lo necesitara porque no, Oliver no estaba ahí en ese momento, era imposible y el rostro de Félix lo confirmaba.
Alimentaba su orgullo recordándose todas las cosas malas que Oliver le causó en su vida, todos los sentimientos negativos y lo rota que la dejó cuando era una niña tonta e inmadura cada vez que le dejaba en claro que no quería estar con ella —aunque a esas alturas ya sabía que era mentira. Pero no siempre fue así, Oliver la conocía más que nadie en ese mundo, más allá de una relación física, guardó sus secretos aun cuando él apenas si podía guardarse los suyos. Ambos sabían cosas del otros que ninguna otra persona se podría imaginar; quizá solo su madre, pero su mejor amiga murió hace tanto que refugiarse en Oliver no parecía tan descabellado en ese entonces.
Odiaba que fuese así, odiaba que Oliver fuese su hogar a pesar de haberlo abandonado hace tanto. Era huir para regresar.
—¿Sucede algo? —preguntó él, notando la mirada perdida repleta de angustia que Silver le dio, ella negó y Félix no lo creyó—: ¿Estás bien? —continuó—. Linda...
—Estoy bien, no pasa nada—jaló de la manga de su suéter por instinto como si quisiera ocultar algo debajo de ella. No, ya no había nada qué ocultar.
Era pasado, estaba enterrado, tomó decisiones y éstas la llevaron hasta ese momento. No comprendía por qué todo regresaba ahí, en ese momento, en esa ocasión donde al fin comprendió cómo alguien la debería de querer.
—Félix—evitó mirarle, y de abrazó a sí misma algo cohibida—. ¿Quién es Ophelia? —le recordó el momento en el que le conoció, el nombre que él utilizó con sorpresa y evadió después.
Sintió una tensión rápida en él, pero así como llegó, ésta se fue. Félix ladeó la cabeza con confusión pero después sonrió.
—Es el personaje de uno de mis guiones—dijo con gracia por la pregunta.
Sí, era el último guion que estaban reescribiendo pero eso no fue lo que le dijo cuando lo conoció. Silver no dijo más y decidió darle la razón. Félix mantenía esa sonrisa extrañada en él, sin comprender la pregunta del todo, como si no existiera nadie más y ella no pudo simplemente ignorarlo aunque decidió callar.
—Es verdad—terminó diciendo buscando su mochila—. Se te hará tarde.
—¿No quieres que pasemos a comprar algunos pastelillos? —fue lo que no terminó de decir antes—. Alguno de zanahoria—quiso decir con gracia como si quisiera ponerla feliz.
—No me gustan los postres de zanahoria—dijo confundida apagando en automático la sonrisa del chico—. Si es de manzana, sería mejor—colocó la mochila en su hombro y le indicó que saldría.
Félix sonrió nuevamente—: Lo que desees.
Vio a un niño llorar sobre la resbaladilla cuando su padre le indicó que era hora de marcharse y despedirse de sus amigos. No eran más de las siete pero en esas fechas los días duraban un poco menos y el parque estaba casi desolado por culpa de ello, además del frío que todos esperaban que se fuese apenas ingresara la primavera el próximo mes.
Debería ir a casa, pero pasó por ahí después de decirle a Félix que no importaba si ella regresaba sola a casa. Él insistió pero ella ganó tras recordarle lo tarde que iba para su trabajo tras comprar los pastelillos que él mencionó; alardeaba sobre lo deliciosos que eran y como solía comer al menos uno al día cuando caminaba a casa por esa acera donde estaba esa pastelería, compró algunos esperanzado de que no hayan cambiado a la persona que los preparaba pues ya había pasado mucho tiempo, años en realidad, desde la última vez que realizó aquella rutina.
Presionó más la bolsa de papel con el par de pastelillos en su mano derecha y siguió viendo a los niños, columpiándose débilmente en ese juego con el que más de una vez se subió junto con Oliver. Cerró sus ojos con fuerza ahuyentando todos esos momentos de su mente y sacó un de los postres de la bolsa.
Zanahoria.
Hizo una mueca y lo guardó nuevamente eligiendo el otro.
El llanto del niño se hizo más fuerte cuando notó que su padre lo obligaba a caminar con él, no tenía más de cuatro años, eso podía notar por la forma en la que hablaba pero era aun así más alto que Eleanor. La niña había heredado la estatura de Sue y sonrió por ello mordiendo el pastelillo de manzana. Quería mucho a Eleanor, era casi como la hermanita que nunca tuvo pero aun así no podía congeniar con la idea de tener un hijo, no pudo hacerlo hace dos años y aún no podía. A veces creía que debía sentir culpa pero no, simplemente no lo sentía.
—Siempre será un secreto—murmuró aun comiendo, recordando, nuevamente, cómo Oliver era el único testigo de aquello.
Suspiró, buscando su teléfono celular del bolsillo de su suéter, como un impulso en cuanto ese nombre reapareció en sus pensamientos. Necesitaba llorar por los recuerdos y se odió por eso.
—No respondas, no respondas, no respondas...—decía esperando al teléfono, una y otra vez soportando el ardor en su pecho y el dolor en sus ojos que quería salir—. No respondas, Oli, no respondas—dijo su nombre ésta vez, sorbió su nariz soportándolo y enfocándose en que no debería hacer eso.
No respondió, aunque una parte de ella esperaba que Oliver saludara con su falso acento británico como lo hacía con los demás, pero la otra parte realmente agradeció que el chico ignorara su llamada cuando el servicio de teléfono le ofreció dejar un mensaje de voz. Rápidamente canceló aquello, sintiéndose un poco mal aunque se convenció que quizá él estaba durmiendo por el horario diferente que tenían.
—Esto está mal—se dijo a sí misma, limpiando la única lágrima que logró salir de su ojo derecho y continuó comiendo, meciéndose sobre el columpio con ayuda de sus pies en la arena.
Estaba mal, siempre estuvo mal y ella no quería verlo. Nunca quiso verlo.
Estaba mal cuando se enrolló con un chico mayor cuando tenía diecisiete y se dejó manipular por él y por su necesidad de atención. Estaba mal buscar la errónea idea de amor que se formuló en su tonto y débil cerebro con cada chico que se le ponía en frente; solo por sentirse deseada o querida, se decía a sí misma que buscaba diversión pero hasta ese punto solo podía recordarse como una chica estúpida desesperada por compañía física. Estaba mal que haya dejado que Brad la tratara como lo hizo aun cuando ella tenía en claro que nada de aquello era normal, pero llegó a un momento en el cual sintió que lo merecía y quedó atrapada hasta el punto de quiebre donde no podía ocultarlo más.
Recordar a Brad le estremeció: su mirada, sus manos fuertes en ella y sus reclamos pasivo-agresivos que la hacían sentir culpable.
Cerró sus ojos tratando de enfocarse en el sabor a manzana del postre pero solo obtuvo un vistazo a su pesadilla de esa tarde. Ninguno de esos fantasmas se iba, y todos ellos la asustaban insistiéndole lo idiota que era.
—¿Qué haces aquí?
Una voz conocida le asustó, casi causando que se atragantara y de inmediato bajó la mirada fingiendo una risa aunque quería asegurarse de no tener más lágrimas huérfanas bajo sus ojos. Fred chistó, y oyó como se sentó en el columpio de al lado.
—Quería un respiro—fue lo único que ella dijo, cediéndole el pastelillo de zanahoria que no dudó en tomar—. ¿Tú que haces aquí?
—Fui a dejar a Eleanor a la casa de sus abuelos—respondió con la boca llena—, paso por aquí siempre—le recordó.
—Ah, es verdad—levantó su vista y notó como el rubio le miraba con bastante confusión. Antes de que él preguntara se adelantó—: Ya no es la casa de Sue sino la casa de sus abuelos, ¿eh? —se quiso burlar.
Fred hizo una mueca quitándole los ojos de encima y ella lo agradeció. El rubio siguió mordiendo el pastelillo hasta acabar con él rehusándose a seguir la conversación. El gorro de lana rojo que aplastaba su cabello aún tenía la etiqueta en él y eso la hizo reír.
—Aún están con la mudanza—habló después de hacer bola la bolsa de papel—, aún vive con sus padres, Eleanor aún está a unas calles de mí.
—Algún día tenía qué pasar Fred—enarcó una ceja—, pudiste haber sido tú quien se alejara.
—Lo sé—suspiró—, pero no esperaba que tan pronto, estaba tan acostumbrado, esto lo mueve todo.
—¿Seguro que estás bien?
—Sí—insistió—, ¿tú lo estás?
—Yo estoy bien, no miraba tanto a Eleanor como tú y Park me cae bien, sé que las tratará bien.
—No me refería a eso—inquirió molesto.
Silver rió—: Recuerdo cuando te dije que realmente creía que tú y Sue deberían estar juntos solo porque tuvieron a Eleanor—se mofó—, tan idiota—le miró—, creía que el amor puro podía curar cualquier cosa.
—Estás divagando, niña—Fred negó lentamente ignorando todo lo que dijo—. ¿Segura estás bien?
—¿A qué te refieres? —mordió su pastelillo—. Todo bien—le restó importancia.
—¿Hay algo qué deba saber? ¿Pasó algo con Félix?
—¿Por qué debería estar pasando algo con él?
—No lo sé, tú dime.
—Tonterías.
—Sil...
—Fred, estoy bien.
—Pareces una lunática...
—Fui con el psicólogo cuando pasó lo de Brad.
—Sí, pero te diste de alta tú misma.
—¿Qué tiene que ver Brad aquí? —comenzó a alterarse.
—Lo mencionaste tú—enarcó una ceja.
—Eh—se detuvo analizando la charla y cerró sus ojos—. Fred, sabes que esto es muy difícil.
—¿Hasta hoy te das cuenta? —dijo obvio—, ¿qué pasó? ¿Félix te lastimó?
—No.
—Silver.
—¡No! Félix no ha hecho nada malo.
—¿Entonces?
—Yo soy quien me he lastimado a mí misma, eso es todo.
—Ajá...
—Pensé, por medio segundo en mandar al diablo a Félix.
—Por qué...—intentó adivinar.
—Porque todo está bien, me sentía bien, malditamente bien y de pronto sentí miedo de que fuese a acabar, ¿qué haré si termina, Fred? —le miró—, si me acostumbro y todo termina mal. Si todo se transforma en una pesadilla como siempre, ¿qué haré si pasa de nuevo algo así? ¿Por qué solo pienso en que va a terminar cuando recién comienza?
—Querías terminar antes de que todo empeore—afirmó queriendo comprender.
—No quiero permitirme quererlo porque sé lo mucho que va a doler si termina, no quiero pasar por eso, no otra vez.
Fred sonrió, gentilmente, no supo si por lástima o burla, realmente no le importaba ya.
—No puedes controlar eso, Sil. Solo no, no puedes.
—Estoy cansada, Fred, estoy cansada de querer a las personas más que a mí misma. Solo...—suspiró—, me está pasando algo bueno y no puedo dejar de pensar en todas las cosas malas del pasado y...
—Te hicieron daño—el rubio le interrumpió—, más de lo que crees, son estragos de esos daños y es como una culpa creciente dentro de ti, y no, nada de esto es tu culpa... Félix parece un buen chico, pero todos ellos parecieron serlo alguna vez—le miró con cautela—. Espero, en verdad espero que decidas contarme todo lo que pasa contigo ésta vez.
La culpa le atacó de nuevo pero no era el momento. No de hablar sobre Oliver y todo lo que él sabía, ni hablar sobre Brad y todos los detalles que se ahorró cuando fue a presentar una denuncia de la mano de sus amigos, ni de lo que terminó en una clínica dos años atrás de lo cual Oliver solo fue testigo. No quería recordar, no quería regresar a esos momentos y mejor lo calló.
Fred era casi de su familia, como un hermano mayor pero no podía contárselo, no tenía el suficiente valor de hacerlo aunque, tras años para comprenderlo, la víctima siempre fue ella.
—Me perturba sentir algo por Félix, no debería ser así, ¿cierto? No hay nada malo en él y no sé si lo merezco.
—Sil— soltó con ternura, demasiada como para ser Fred—, mereces todo el amor que se te ha negado estos años—concluyó.
—¿Desde cuándo tan cursi?
—Nunca más vuelvo a ser dulce contigo—fingió molestia.
—Lo siento—quiso reír.
Fred bostezó, poniéndose de pie y estirándose un poco. Podían decir que eran los únicos en ese parque.
—¿Me vas a contar todo lo que te pase, verdad? —preguntó él de nuevo, detonando preocupación pero sabía que si comenzaba a presionar, Silver lo mandaría lejos y se cerraría aún más—. No me gusta verte así—metió las manos en los bolsillos de su pantalón y se giró un poco para verle.
Silver lucía triste, sin duda, aunque nunca fuese alguien que muy expresiva en su rostro. Casi siempre destacaba su calma y su habilidad de ser hiriente o graciosa con un rostro serio en ella. Pero la conocía bastante como para adivinar que había algo que le molestaba: cuando hablaba de ella lo hacía restándose importancia al mismo tiempo buscando que los demás también lo hicieran.
Estaba más delgada que de costumbre a pesar de que él buscaba tener la cocina replete de sus bocadillos favoritos, e igual, sus ojos hundidos en ojeras verdosas, que ya ni se molestaba en ocultar, a pesar de que se iba a dormir temprano todas las noches.
Ella asintió con tranquilidad queriendo demostrar confianza, pero no funcionó ante él, no obstante Fred decidió callar. Hablarían de aquello con más calma, el frío de la creciente noche comenzaba a congelarle los huesos.
—¿Sabes algo de Oliver? —preguntó ella, con algo de miedo.
—No—mintió él, en realidad hablaba con él casi todos los días pues el chico decía lo mucho que se aburría y Wesley siempre estaba ocupado como para atender sus mensajes—, solo sé lo mismo que tú e igual no creo que haya cambiado algo.
—Yo espero que esté mejorando. —admitió poniéndose de pie.
—Eso está implícito, sino lo sabríamos—le rodeó del cuello con cuidado y pegó su cabeza a la de ella comenzando a caminar—. Deberías dejar de preocuparte por él.
—No lo podemos evitar.
—Me refiero a ti, Sil.
—Somos amigos.
—Tú y yo sabemos que no.
—Fred—se alejó un poco, deteniéndose, dispuesta a discutirlo nuevamente aunque ambos sabían que él tenía razón
—Silver—también paró—, créeme que si dependiera de mi haría todo lo posible para que salgan de la vida del otro.
—Eso no tiene nada que ver.
—Claro que sí.
—Estoy preocupada como todos ustedes, es mi amigo, Fred, ¿por qué no habría de estarlo?
—Porque no es tu amigo—repitió con claridad y esperanza a que se le grabaran sus palabras.
—¿Por qué no?
—Porque te culpas por lo que le pasó, porque crees que debiste estar para él, que debiste ser una buena novia, ¿no es así?
—Nunca fuimos novios—se sintió ofendida por ello.
—¡Por favor! —rió, con ironía—, Silver, no puedes salvar a las personas todo el tiempo, todos sabemos que te culpas de las decisiones que él tomó, que crees que eres la razón por la cual él echó todo al caño. Crees que de no haberle roto el corazón él estaría bien, estaría contigo ahora, Y no, no es así.
—¡Eso ya lo sé!
—¿Y por qué actúas como si no lo supieras? —se acercó, mirándole fijamente para poder leer cualquier mentira en ella,
—¡No lo sé! —golpeó el suelo con su pie, aturdida y sin medir el volumen de su voz. Algo furiosa por la mirada que le dio y Fred supo en ese momento que estaba siendo sincera—, ¡solo no lo sé!
—Crees que lo conoces pero no es así, él no está bien Sil. Ni el mismo se conoce ahora. Te dañó y sigue haciéndolo después de todo, ¿cómo puedes creer que eso es normal?
—Fred, basta, por favor, basta.
—Hay tantas, tantas razones para renunciar a él. —Insistió—, ¿por qué seguir en busca de algo que te daña?
—Sí, pero ninguna de esas razones parece suficiente. —admitió.
—¿Qué?
—¿Crees que no lo he intentado? Demonios, sí que lo he hecho, pero no puedo Fred, solo no puedo. Nada parece suficiente para arrancarlo de mí, nada. —parpadeó, repetidas veces sintiendo algo salir de ella pero lo soportó como siempre, negó con su cabeza— Quiero irme a casa—dijo, pero no esperó respuesta y se alejó.
Molesta y herida, deseando estar en su cama arropada escuchando todas y cada una de esas canciones que Oliver escribió sobre ambos para, quizás así, convencerse de que ese sentimiento latente aun valía la pena proteger.
Don't you touch me -Soko
Siento que es un capítulo pesado para digerir, pero es parte de Silver y Silver es difícil de comprender.
Lamento si hay errores, lo escribí como en una hora hace 5 minutos jaja ay
Si tienen dudas respondo aquí x
¡Felices fiestas!
Los quiere, Yud.
pd: Síganme en Instagram como @ohmonthofmay que he subido cosas respecto a estos personajes :D
Y en mi personal como @judetjude que solo soy yo ah
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