Capítulo V. «Sobrenombres»
—Así que, Diane, antes de que lleguemos a Satiry tengo que hacerte una pregunta —dice Patrick mientras nos apresuramos a Satiry. Vamos en su auto, él maneja, Karina va en el asiento del copiloto y yo voy en los asientos traseros.
—Dispara —respondo, no pudiendo sonar más antigua y nerviosa.
Pero vamos, es que lo estoy. Estoy vestida tan elegante como nunca lo he estado, voy en este lujoso y despampanante auto con otros dos Albas.
Albas, como yo.
—¿Qué es lo que puedes hacer? —pregunta Patrick, sus ojos fijos en mí por el retrovisor, así es como puedo ver sus ojos castaños, ligeramente rojizos, mirándome con escepticismo.
Necesitan a alguien bueno, puedo leer en sus sentimientos.
—Diane es buena con la arena —dice Karina al ver que estoy tardando en contestar y en un intento de redireccionar la atención de Patrick hacia ella—. No he podido darle un buen sobrenombre, es difícil.
—Apunta esto bien —dice Patrick, cual maestro—. En Satiry los sobrenombres son muy importantes. Elegir uno llamativo, divertido y atrapante es muy importante. Creo que tengo uno bueno para tí. Suty, de Seth, Dios del desierto. Era uno de sus muchos nombres, él era poderoso y bastante voluble.
—Me gusta, lo tomaré —digo, divertida.
Después de hablar un buen rato con Karina supe que Satiry no es como lo imaginaba. No es pura felicidad y unión, sino que es todo lo contrario.
Hay bandas, grupos, organizaciones, o como se le quiera llamar. Todas se dedican a algo, a explotar distintas habilidades para conseguirlo de alguna forma. Por ejemplo, Karina me ha dicho que a ella le ofrecieron varios trabajos en distintas empresas de agricultura, donde usaría sus poderes, (con las plantas, manipularlas), para ayudar a acelerar su crecimiento incluso cuando no fuera su temporada.
Ella los rechazó y se unió a la organización en la que está con Patrick, en donde se dedican a ser guardaespaldas, a llevar cosas de un lugar a otro y a rescatar a Albas desamparados.
La razón por la que se eligen sobrenombres es porque en Satiry nadie demuestra su identidad. Es por eso que se llevan máscaras y se eligen sobrenombres que llamen la atención y te den fama en un lugar lleno de excentricidades.
Esto sale completamente de todos mis estándares. Es exponerme, dejarme ver ante un montón de personas esperando que me acepten y me den seguridad.
No me gusta que sean selectivos en Satiry, pero si esto me dará seguridad, me arriesgaré.
Patrick aparca frente a Satiry. Básicamente se trata de un gran edificio alto, brillante, y luminoso. Tiene un brillante letrero en la entrada al estilo clásico, como en las películas.
—Toma —Patrick se inclina a su guantera y de una bolsa saca una máscara con bordes dorados. Se verá lindo con el vestido que Karina me ha prestado, verde del color de mis ojos y con brillos dorados— Me costó conseguirla, pero será perfecta para ti.
—Gracias —respondo. Él me mira fijamente, como tratando de leerme.
—Te irá bien —dice, tratando de animarme—. Es bueno que puedas hacer algo nuevo, les encantarás.
Patrik sale del auto, lo rodea y va rápidamente a abrir la puerta de Karina, que lo toma del brazo y se aproxima a él como si fuera de su propiedad.
Sus sentimientos llegan rápidamente hasta mí y puedo leer lo escéptica que está sobre él interés que podría tener en Patrick, como si fuera a intentar robárselo.
Lo peor es que, acrecentando todo, Patrik la suelta y va a abrir mi puerta como el caballero que es.
Bajo con cuidado de no caerme a la acera, —tengo unas zapatillas que, si no son muy altas, son algo nuevo para mí—, Patrik me ayuda a salir y me sonríe de esa forma en la que me ha sonreído desde que nos conocimos. Es un poco incómodo, su sonrisa puede decir un montón de cosas a la vez, como si escondiera un montón de secretos que pueden ser buenos, o malos, y no me dejan confiar en él.
Aturdida y tratando de dejar de ser paranoica, pregunto:
—¿Es necesario vestirse tan formal siempre?
—Sería muy raro que un grupo de personas normales se reuniera en un mismo lugar sin decir el motivo. Pareceríamos maleantes—dice Patrick. Y bueno, si que tiene sentido.
Un gran hombre vigila la entrada, como en cualquier lugar normal. Lo diferente es él. Tiene una barba de chivo, ojos de diferentes colores, uno amarillo y otro morado que brillan a través de sus lentes de sol, —que sí, es raro que use en la noche—. La entrada no está muy concurrida, lo que hace que todo parezca mucho más misterioso.
—Tus boletos —dice. Se los entrego, él me mira de arriba a abajo, midiendo lo buena que puedo ser como si percibiera mi esencia o algo parecido—. Bienvenida.
Su sonrisa es bastante macabra. No tiene un diente y, en conjunto con sus ojos y falta de cabello, es como si estuviera viendo a un alien o algo parecido.
Satiry es lo que podría llamarse un lugar majestuoso. El salón es grande, un montón de personas, con máscaras de todo tipo, vestidos preciosos, y una luminosidad impactante, bailan en la pista. Candelabros alumbran todo el lugar, además de que velas —están por todas partes y deben ser miles—, y mesas altas y sobrias rodean la pista. En el fondo hay un gran escenario, oscuro, solo. Me pregunto si harán espectáculos en él.
—Lindo, ¿No? —dice Patrick en mi oído. Karina se nos ha adelantado, él me toma de la muñeca y ambos caminamos alrededor de la pista. Medito la idea de soltarme, pero de seguro la multitud me arrastraría hasta la salida—. Muchos suelen venir aquí sólo para divertirse, pero pronto saben en lo que se han metido. Nadie que no sea un Alba entrará por esas puertas.
Bueno, he pasado la primera prueba. Pasar por la puerta. ¿Qué sigue? ¿Hacer un truco de magia? ¿Bailar tango, quebradita?
Patrick me lleva hasta una de las zonas para sentarse cercanas al escenario, parece una pequeña sala de estar, con un enorme sofá de color claro y una mesa en su centro donde todos han puesto sus copas. Claro, rodeado por una pequeña lona de tela que nos separa de los demás, haciendo todo más agradable e íntimo. Sentados en ella hay un pequeño grupo, conformado por quien parece ser el jefe, un hombre con un traje amarillo, además de una corbata negra y enorme abrigo negro también.
A su lado hay una chica delgada larga, con pierna kilométricas, mirada atractiva y que usa un vestido brillante, dorado, que llega hasta medio muslo y, sino fuera porque no puedo ver su cara, sería lo más parecido a una modelo atemorizante, basándose en la serpiente que rodea su cuello, algo súper raro.
Alrededor de ella hay otra dos hombres fornidos, grandes y atemorizantes. De esos que cuando te miran fijamente sientes que te harán pedacitos o te partirán en dos con su gran fuerza.
Aquí todo es atemorizante y atrayente al mismo tiempo. No sabría describir como sucede, pero lo hace.
—¡Con que aquí está Prometeo! —lo saluda el jefe. A simple vista parece amable, pero hay tantos sentimientos surgiendo en su interior que hace que me dé dolor de cabeza sin poder entenderlo.
—Aquí estoy, Pan —saluda Patrick, enseguida soltándose de mí, para darle un apretón de manos formal y elegante.
Es entonces cuando la mirada de Pan cae en mí. Sus ojos oscuros me analizan y puedo entender entre la diversidad de sus sentimientos que está juzgándome, buscando para ver que puede conseguir de mí.
—¿Y quién es tú amiga? —pregunta, sus ojos brillando con curiosidad. Se acerca a mí, dispuesto a tomar mi mano y saludarme al estilo antiguo, de un beso plantado en ella.
Trato de parecer lo más confiada posible. Es un poco difícil, pero, a diferencia de mentir, fingir que tengo confianza es un poco más fácil.
—Soy Suty, y creo haber oído que usted es Pan.
La mirada que Patrick me dedica es digna de admirar. Parece sorprendido, y es que, al parecer, su jefe es alguien que debería intimidarme. La chica retozando a su lado se siente celosa, mientras que él y sus peones de a un lado ríen. Parece que al menos estoy haciendo esto bien. Paolo estaría orgulloso.
—Efectivamente, soy Pan —responde. Su voz es un poco gruesa, pero no tanto como para que suene muy varonil. Lo que tiene es que es fría, ensayado y tan mecánica que asusta—. En la miología griega Pan es el Dios de los terrenos inexplorados, de la naturaleza y el pánico. Básicamente soy bueno para encontrar a nuevos Albas, pero el nombre viene más por el pánico. Ahora, Suty, de Seth, Dios de la miología de la raza egipcia. Era un Dios conocido por su poder en la devastación, en el mar, o por...
—No —interrumpo, una risa nerviosa saliendo de mí sin que pueda controlarla, aunque suena natural y eso parece agradarle a Pan—. Seth también fue Dios del desierto. Yo manejo la arena. Puedo convertir lo que quiera en arena, dominarla y hacer tornados chuscos cuando estoy de mal humor. Debería de traer lentes la próxima vez para no llenarse de arena cuando pierda el control, es algo natural de mí.
Hay una gran sonrisa en el rostro de Pan después de oír mi afirmación. Cree que podré serle útil y no sé que pensar acerca de eso.
Siento los sentimientos de Karina venir hacia mí desde donde sea que se encuentre. La busco con la mirada percatándome de que, a lo lejos, ella platica con otras dos chicas y al mismo tiempo me mantiene observada.
Hay una chica rara a su lado. Es casi albina, su piel es clarísima y al mismo tiempo brilla con la luz de los candelabros.
«Deja de espiar, pequeña chismosa»
¿Eso acaba de estar en mi mente? ¿Viene de ella?
Mi piel se eriza debido a lo familiar que se sintió su voz en mi mente. Es como si la hubiera escuchado, como oír sin hacerlo al mismo tiempo. Son sólo sentimientos en mi mente.
Karina se percata de que su amiga y yo estamos intercambiando miradas y su rostro se contrae, curioso. Ella quiere entender que es lo que pasa aquí, así que se excusa de sus amigas y viene de nuevo hacia acá.
Estoy deseando ver lo que haga al llegar aquí, medir el grado de carisma que tiene y su relación con Pan, pero, antes de que suceda, Patrick me toma de la muñeca y me lleva a la pista sin siquiera preguntarme si quiero hacerlo.
—No soy la mejor persona que puedes elegir para sacar a bailar —respondo instantáneamente mientras intento zafarme de su agarre en mi muñeca.
La mirada que me dedica es bastante severa. Como si dijera, "¡Vamos Diane, no seas tonta, sólo es un baile!"
No sé bailar, nunca he bailado. Básicamente estoy sudando frío por los nervios que esto me provoca.
—No, te estoy sacando a tí, no sea grosera, ¡Vamos, es tradición!
—¿Tradición? —le devuelvo, mis ojos entrecerrados.
—Es una cosa importante. La mayoría de los que llegan aquí tienen mentores o conocidos, y tan poderoso como este sea pueden ser lo poderosas que sean tus relaciones en Satiry.
—Imagino que tú eres un mentor muy poderoso —digo con sarcasmo—. Tal vez debería de analizar un poco más porque, como lo haces sonar, es una decisión demasiado importante.
—Deja de dar rodeos —dice divertido al momento que vuelve a tomarme de la muñeca—. Vamos.
—Está bien —cedo. Estiro mi mano para tomar la de Patrik, que me la recibe con una sonrisa triunfante.
Digo, ¿Qué puede pasar? Es sólo un baile.
—No te arrepentirás —dice mientras me guía al centro de la pista. Patrick me toma de la cintura, me apoyo en su brazo mientras las personas bailan a nuestro alrededor.
Patrick sabe bailar. No tengo que pensar mucho en lo que hago porque sus movimientos son fluidos y gráciles, todo al mismo tiempo.
Todo es demasiado irreal. La forma en que las luces iluminan el lugar de forma mágica, las personas que bailan a nuestro alrededor de forma lenta y elegante, los ojos de Patrik fijos en mí, la magia del lugar.
La temida pregunta esta vez es:
¿Por qué estoy aquí?
Pudo haber sido Karina y el como todo este tiempo, ella ha lucido tan feliz y segura.
O Patrick, con su apariencia impactante.
O tal vez, en todo caso, pudo haber sido la tentación.
Esa maléfica, atrayente, tentación.
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