Capítulo IV. «Maléfica y atrayente tentación»
No debo caer.
No debo ser débil e indefensa.
No todo lo que parece bueno es bueno.
¡No!
Me aferro a mi cama, mis uñas dejando una fea marca en la madera.
He estado sola casi toda la semana, lo que ha sido bastante difícil para mí. No puedo evitar perderme en mis pensamientos, desenfocar mi mirada, olvidarme de todo lo que está a mi alrededor.
Puede ser el techo, o puede ser la pared, pero siempre estoy mirando hacia ellos sin cesar. Se ha vuelto una obsesión.
Cinthya es inteligente y sabia.
Ella notó que Patrick es peligroso debajo de toda esa capa de amabilidad y superioridad que nos mostró la primera vez que nos vimos.
No entiendo porque quiero ir a Satiry. Es como si la necesidad se hubiera germinado en mi mente, creciendo lentamente y sin cesar.
Debo imitarla. ¡Cinthya confía siempre en todos! ¡Se supone que yo soy la paranoica!
Aun así, por más que me esfuerzo en la intención de frenar esta tentación creciendo en mí, no ha dejado de perturbarme toda esta semana.
No sabría decir si tengo ganas de ir a Satiry porque intento comprobar por fin si debo o no despreocuparme por el hecho de Karina, o porque, por primera vez en mi vida, quiero ser una mujer joven que se divierte.
Sólo tengo que aguantar el día hoy sin decirle nada a Karina, porque, según ella, no podremos salir hasta el siguiente fin de semana.
Y seamos honestos, para ese momento me habré olvidado de todo.
O, al menos, es espero.
Oigo el cerrojo de la puerta cuando esta de abre. Entra Karina, tan linda y pulcra como siempre. Una persona que trabaja en un club no se ve tan bien todo el tiempo. Tanto ella como Patrick tienen más apariencia de dueños que de camareros, ayudantes, o lo que sea que les toque trabajar.
Está tan envuelta en sí misma que no se percata de mi actitud nerviosa, sino que toma un conjunto de ropa y corre a bañarse sin siquiera poner su vista en mí.
La observo fijamente cuando sale. Ella se viste y maquilla con sumo cuidado y detalle. No puedo evitar preguntarme a mí misma la forma en la que reaccionaría si ella fuera una Alba.
Seguramente la envidiaría. Ella no se esconde, no la obligan a hacer nada, es dueña de su vida y llama la atención por su obvia confianza.
Sería difícil percatarme, después toda una vida de sustos y enredos, que en realidad todo fue en vano y no había nada se que asustarse.
—Toma.
En algún punto de mis pensamientos Karina se llevantó, sacó algo de la encimera al lado de su cama y ahora lo está poniendo a mi lado.
Son los dichosos boletos. El logo de Satiry brilla por su glamour, la invitación no deja de tentarme sin alguna razón aparente.
Mi corazón late rápidamente al verlos.
Podría ir, podría apagar toda esta tonta ansiedad de una buena vez y Cinthya no lo notaría porque al final y contra todo pronóstico logró conseguir su cita con Dylan.
¡¿Qué rayos pasa conmigo?!
Hace unas semanas salir me parecía imposible y ahora estoy luchando para poder reprimir estas ansias de hacerlo.
Debería ir sólo para quitar estas estúpida curiosidad de mi mente. Tal vez ese lugar no sea tan bueno como lo he imaginado toda la semana y sea un horrible lugar de mala muerte, entonces todas esas ganas que tengo de asistir se vean borradas de mi mente por siempre.
—¿Para mí? —pregunto, un hilo de voz apenas audible e inseguro.
Ella asiente seria y con gestos fríos, es su típico rostro de siempre aunque un poco más endurecida.
No está feliz con que vaya a meterme en su territorio. Puede tener una apariencia emocionada frente a mis ojos pero, por dentro y en sus sentimientos, (los cuales me son muy fáciles de leer), puedo ver que lo hace por obligación, como si fuera parte de su deber y a la vez quisiera impresionar al mismo Patrick.
—Sí, para tí. Patrick es muy necio a pesar de que ustedes dijeron que no podrían ir insistió en que les entregara estos boletos. ¿Irás?
—No lo sé. No me gusta salir pero hay algo en este lugar que me hace querer ir ahí. Es estúpido.
Karina me dedica una mirada de reconocimiento, sabe de lo que estoy hablando, suelta una pequeña risa y enseguida se sienta a mi lado.
Mis ojos se hiperextienden por la sorpresa que me causa este íntimo gesto, que se acerque a mí cuando se trata de Cinthya, la mujer más fría del mundo.
—Esto es algo completamente común —dice, sus ojos oscuros brillando por la complicidad—. Yo lo sentí, experimenté cada una de las sensaciones que estás experimentando y eso es algo bastante especial.
—¿Es enserio? —pregunto enseguida. Ella asiente, con sus ojos analizándome detenidamente.
Nunca me había dedicado este tipo de mirada, siempre está concentrada en lo que se supone que debe hacer sin mirarme más de una vez.
Y es atemorizante.
Su mirada me juzga de tal manera que siento que me hago agua frente a ella.
—Sólo un grupo de personas sienten esto. Esa necesidad no le llega a cualquiera, ¿Sabes?
—No, no sabía —digo, mi corazón latiendo con rapidez ante la confianza que Karina me proyecta. Es como si me estuviera compartiendo un secreto demasiado importante, algo muy especial.
—Ahora, para que esto funcione, tienes que decirme la verdad. ¿Eres una bruja? ¿Una Alba?
¿Cómo diablos lo ha notado?
Bajo la mirada, tratando de conseguir esa mirada normal, aunque todo parece estar derrumbándose y digo, poco a poco:
—No. ¿Yo? ¿Una bruja? —río de forma fingida, lo que la hace ver parecida a la de una actriz en una película muda—. ¿Siguen existiendo?
—Yo también traté de negarlo —dice. Veo en sus ojos la forma en que los recuerdos viajan por ellos—. Estás segura conmigo sabiendo mi secreto porque te entiendo. Yo también pasé por lo mismo.
No puede ser.
—Espera, espera... —digo, casi llegando al punto de la locura—. ¿Estás diciendo que eres un Alba? ¿Y de dónde sacas que yo podría ser una? No tiene nada de sentido.
—Ese deseo incontrolable que sientes por ir a Satiry —suelta con la mayor seriedad que ha tenido en toda la conversación—. Mira, yo pasé por todo esto, sé lo que sientes.
—¿Y qué siento?
—Crees que quiero hacerte daño.—aprieta mi brazo con euforia— No es así, quiero ayudarte, Satiry es un lugar bueno, tiene muchas personas como nosotras que te ayudarán, te sacarán de esa tristeza constante en la que vives.
—Já. —me burlo para enmascarar los sentimientos que no dejan de surgir en mi pobre corazón. Es una contradicción a todo lo que he vivido y pensado últimamente— ¿Un lugar así puede existir?
—Lo es. Somos muchos, y somos fuertes. Nuestras habilidades nos permitieron tener un trato con los Tenebris y ahora vivimos en paz. Mientras más personas consigamos más fuertes nos hacemos, más cerca estamos de derrotarlas. Podemos defendernos, Diane.
No puede ser cierto. Un lugar seguro. Un trato. No más esconderse.
Parece...
Mágico.
Parece imposible, es totalmente increíble. Es todo lo que he deseado a la palma de mi mano. Fácil, sencillo, y lo que podría significar todo un cambio en mi vida.
Hay algo en los sentimientos de Karina que me hace sentir con ganas de responderle que iré. Hay emoción por lo que puedo lograr, un rastro de interés por lo que puede conseguir de mí, todo junto.
—¿Te han ayudado? —pregunto—. ¿Ellos?
Quiero sentir que lo que dice verdad. Quiero sentirlo de ella.
—Sí. Y he ayudado a muchos más —se levanta, dirigiéndose hacia su armario, buscando—. Ven conmigo aunque sea una noche y probarás que es un lugar bueno. ¿Te animas?
Saca un vestido de entre sus cosas. Un vestido verde, como mi color favorito. No sé que hacer, que decir, o que pensar. ¿Será buena? ¿De verdad? Lo parece.
—Satiry te atrae porque está edificado dónde está el manantial de Humans, ese manantial atrae a los que tienen sangre humana. Los Albas. Los Tenebris ni siquiera pueden entrar ahí. ¡Vamos! —zangolotea el vestido—. Digo la verdad, y lo sabes.
Está bien, sé que habla con la verdad.
Sus sentimientos, la forma en la que me mira, como habla de sus experiencias, todo parece sincero.
Además, si ella fuera una Tenebris, ya me hubiera asesinado o noqueado. Todos sabemos que hay que terminar rápido con las amenazas y sacar todo lo que tengan. Llevo seis meses viviendo con ella, y, si realmente hubiera deseado asesinarme, ya lo hubiera hecho.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top