Capítulo I. "Relación maestro-alumno"
Seis meses después, y después de un semestre en la universidad:
Descubrí mis poderes cuando tenía once años.
Como siempre he hecho desde que tengo conocimiento del lago, andaba corriendo por ahí, explorando, observando y palpando la naturaleza. Siempre, sin excepción, he apreciado lo bella que es.
Recuerdo, tal como si fuera ayer, que intentaba alcanzar a una hermosa, pequeña y colorida oruga. Deseé ser mucho más ágil porque con mis regordetos dedos y mi poca agilidad no podía atraparla.
Después de varios minutos de esfuerzo, lo logré. La oruga descansaba en la palma de mi mano, tranquila, cuando, como la chica despistada que soy, esta cayó de ellas, resbalándose hasta llegar a tierra.
Traté de alcanzarla estirándome y jugando con mi equilibrio cuando, de improviso, sentí una extraña sensación surgir por todo mi cuerpo. Primero llegó el tirón de estómago, luego esa rara sensación de sudor frío y, para culminar, el raro y extraño sentimiento de que tenía otro miembro en mi cuerpo, como si estuviera creciendo mucho de repente.
Pero no estaba creciendo, sino que se trataba de la magia, una extensión de mí que convirtió la oruga en arena.
Siendo tan joven como era no sabía casi nada de magos y brujas. Sí, sabía que existían, pero sólo como un grupo, no dos. Nuestro rey es un mago, pero no sabía que es un Alba, el lado de los buenos.
Tanto las brujas como los magos son cada vez menos vistos en Solteichn, con el tiempo parecen más mitos, y, aunque la mayoría cree de su existencia, les gusta soñar con estos, con batallas épicas, con poderes inimaginables, y seres asombrosos, no les dan mucha importancia. Al menos, no la suficiente.
Todo lo que sé viene de la anciana Joy Fassben, mi vecina de enfrente. Ella siempre se la pasaba hablando de esas cosas a los niños pequeños que la iban a ver para escuchar sus historias.
La primera vez que la oí estaba regresando de la escuela. Escuché la forma alta en la que hablaba, lo que llamó mucho mi atención y por lo que no pude más que pararme en el oscuro callejón para tratar de escucharla.
—Nosotros ya no deberíamos llamarnos humanos —decía, emocionada—. Los humanos viven en la tierra-más-allá, y descendemos de ellos. ¡Existen otros mundos! ¡Mundos inimaginables, como esa tierra, de la que venimos, en la que el tiempo pasa mucho más lentamente que en el nuestro!
«¡Oh!» y «¡Ah!» decían los niños, maravillados. Se susurraban cosas en los oídos, saltaban en su lugar, emocionados. La anciana movía su bastón en su mano, complacida, y se llenaba de una palpable emoción que, antes que algo más, hacía que sus historias parecieran más veraces y sinceras.
—Es por eso por lo que los magos y brujas dominan el mundo de Solteichn, porque aún hay sangre humana en sus venas, porque este no es el mundo en el que deben estar. Mientras más tiempo nosotros pasamos aquí más nos volvemos Solteichn's, más dejamos de tener habilidades.
Todos los niños guardaban silencio, la anciana los tenía donde quería.
Me tenía donde quería.
Entonces, con una voz más baja, incitando confianza, decía:
—Cada vez hay menos personas con magia en el mundo. Es por eso que la gran esfera, madre de toda la sabiduría en Solteichn, trae a humanos de la tierra-más-allá. Personas como el difunto rey Vladimir Olmicht y su grupo de contrincantes por el trono, que hace seiscientos años llegaron aquí.
Para que entiendan esto, en Solteichn cada cuarenta y cinco años se hacen las pruebas del rey, en las que nuestra madre esfera, llena de toda la sabiduría del universo, elige a veinte contrincantes por el trono que serán probados por varias semanas hasta que el mismo reino eligiera a su rey, el más poderoso Alba en Solteichn.
En la historia del reino se dice que Vladimir, uno de los reyes más poderosos que han habido, vino de este extraño mundo, de una dimensión desconocida de la que nuestros antepasados llegaron también.
—Cuando nuevas personas vienen, grandes poderes son traídos, grandes posibilidades de prosperar, así, también, grandes envidias. Envidia hacia la magia pura, blanca, maravillosa, y realmente poderosa. Sólo deben pensarlo, la magia da mucho poder y prestigio ¿Quién no querría tenerlo? Incentivados por eso, los envidiosos a aquel grupo, fracasados en la magia, encontraron el modo de extraer energía de la tierra-más-allá, energía que les daba poder, energía oscura, e impredecible. Al pasar de los años comenzó la guerra por la libertad de alquimia, libertad que hizo venir una gran y oscura era en Solteichn, en la brujería negra ganó gran poder. Pronto, esos horribles seres descubrieron como quitarle sus poderes a las brujas y magos que nacían con ellos, guiándose por oscuros y horribles maleficios. Desde entonces matan a las brujas blancas y puras, así como a los magos, a los Alba, extrayendo su poder y usándolo para llamar más energía de la tierra-más-allá. El antiguo rey al que está ahora, Pietrov Ilomany, se hizo de la vista gorda con tal de tener la paz y salvar su cuello. Lo mismo lo hace nuestro actual rey. Ojalá viva para verlo ceder el trono a alguien que lo merezca. Alguien que cambie a Solteichn y lo haga volver a lo que era.
Esa anciana sabia demasiadas cosas sobre las Tenebris, tanto como para hacer que me pusiera escéptica y tuviera que tomar un montón de precauciones para que nadie notara que soy distinta a los demás.
Aprendí sola a controlarme, aprendí a controlar cada mínimo impulso que siento de dejar salir lo que realmente soy, sin un maestro para exigirme, sola.
Sin Paolo Ulmanelli.
—¡No! No, vaya, ¡Diane, tranquila! —me regaña. Es mi maestro de repostería, el sueño de cada una de mis compañeras en la universidad por su galantería, encanto y buen parecer.
Se acerca a mí por detrás, toma mi mano y trata de enseñarme a revolver bien la mantequilla de mis galletas gourmet.
—Gracias, profesor, creo que ya lo tengo dominado —digo después de unos segundos mientras que, al mismo tiempo, trato de hacer que mi tono de voz suene todo menos enfadado.
Odio que Paolo intente aprovecharse de mí.
—¿De verdad? —pregunta, divertido porque esté intentando alejarme de él—. Entonces hazlo. Recuerda que es lento, no como si estuvieras intentando apuñalar a alguien.
—Trataré de canalizar mi ira en otra parte —respondo, sarcástica. Para mi propia desgracia esto no hace que note la repulsión que siento hacia él, sino que su sonrisa se ensancha por la diversión.
Cree que estoy haciéndome la difícil, que estoy jugando con él, intentando conquistarlo y hacerlo mío.
Esos sentimientos de lujuria que tiene hacia mí me hacen sentir sumamente incómoda, se supone que, siendo mi maestro, tendría que ser profesional.
De todos modos y aunque esté siendo un idiota me esfuerzo por revolver bien, con gracia.
—Realmente sabes escucharme... —es lo que dice después de verme hacerlo— Me gusta.
Finjo una sonrisa como respuesta a su afirmación. Él me la devuelve, acto seguido se dirige a su propia isla de cocina.
Trato de ignorar los suspiros y susurros de mis compañeros de clase, pero es difícil hacerlo cuando tienes oído sobrehumano. Aun con todo eso, mantengo la calma, mi gran lema de vida.
Cinthya es el tipo de chica que quiere a todo el mundo, que siempre ve arcoiris en el cielo y que ama a los unicornios.
Cree en el amor, tanto como nadie más de los que haya conocido.
A veces eso me irrita, pero hago lo que sea para poder entenderla a pesar de lo diferente que es de mí.
—Le gustas a Paolo —es lo que dice mientras vamos de camino a nuestra residencia. Trabajamos en el mismo lugar, lo que hace que, aunque no quiera, tenga que tratarla—. Vamos, sé buena con él y acéptalo de una buena vez.
—Estás loca —digo, sin dudar—. Paolo es mi maestro, tenemos una relación maestro-alumno, sólo eso. Sería estúpido e indebido que saliéramos.
—Cuida tus palabras, Diane —responde—, porque algún día te enamorarás y yo me reiré de ti y te diré en tu cara, ¡Te lo dije!
—Ya quiero ver ese momento llegar —respondo, divertida. Ella rueda los ojos, pero, como es típico de ella, una sonrisa aparece en su rostro dos segundos después.
Seguimos caminando hasta llegar a la calle de nuestra residencia. Cruzamos la acera, caminamos con rapidez, como siempre.
Nuestra residencia es, sin dudas, el lugar más elegante y bonito en el que he vivido. Las columnas son altas, tiene un tejado brillante, una chimenea que siempre me ha deslumbrado.
No se parece nada a la pequeña cabaña de mi familia, que es pequeña y bastante desprolija. Me encanta la forma en que la capital de Solteichn es tan antigua y mágica, cada uno de sus edificios y casas son más y más bellos.
—¿Sabes? —pregunta Cinthya mientras entramos—, lo peor del asunto es que él se esfuerza y se esfuerza por ganar tú atención y no servirá nunca de nada. Pero bueno... —suspira— está bien, no te gusta, así que hay que conseguir que alguien que te guste, alguien más guapo, incluso.
—Ajá, claro —me burlo, ella rueda los ojos de nuevo, tal como si fuera una niña pequeña.
—¿Y cómo se supone que hagas eso? —suelto, divertida. Ambas caminamos por el recibidor, que está prácticamente vacío. La mayoría de las chicas seguro salió a festejar, sabiendo que es viernes por la noche.
Cinthya, que va delante de mí, se detiene. El pequeño pasillo de las escaleras es demasiado angosto, así que no me permite rebasarla. Sin más, se explica:
—Tenemos que salir, ¡Te llevaré al mejor lugar de la ciudad para que festejes y conozcas al amor de tú vida! Antes de que te des cuenta ya estarás casada y tendrás tres hijos, Sofía, Castor, y Vicente.
—Aprecio tú oferta, pero no gracias.
Siento la gran decepción de Cinthya cernirse firmemente sobre ella. Me golpea, como una gran ráfaga de viento haciendo que me tambaleé en los días lluviosos.
Si sigo así tal vez la pierda, y considerando que es la única amiga que tengo aquí, no me gustaría que sucediera.
Pero no puedo exponerme, dejar que suceda sería arriesgarme a mí y a ella. No hay forma de que concordemos sin que se arriesgue, sin que yo la arriesgue.
—Sé que no eres inocente —dice, bajo—. Y entiendo que no confíes en la mayoría de las personas, porque sé como son, pero puedes encontrar a alguien. Alguien en quien puedas confiar.
—Cinthya, no. Sólo no puedo. Estoy... —carraspeo, dudosa—ocupada.
—No lo estás —responde, su tono seco y su rostro perdiendo la vivacidad de siempre.
Enojada y casi echando humo, sale volando hacia su habitación compartida, mientras que yo me mantengo en mi lugar golpeándome mentalmente por ser tan grosera.
Sé que parece que soy demasiado imparcial, pero lo he pensado tantas veces...
Salir sale de la norma de tranquilidad. Las personas, tantas, por todas partes, todas pueden ser Albas o Tenebris. Tendría que conocer a un montón de personas a las que no conozco, a las que no estoy acostumbrada. Chicos, tal vez.
Créanme, lo que menos necesito es conocer a un chico en estos momentos. Y no digo que sea inevitable, que, con sólo salir, me enamore. Digo que si él llega a conseguir mi atención, hablo del chico imaginario, será porque todo se da natural, mi atracción y amor por él, será porque él es especial.
No, no lo haré, decido, al momento que subo las escaleras hasta llegar a mi habitación. Yo comparto con Karina, una chica bastante centrada.
Me sorprende encontrarla leyendo en vez de estar fuera. Ella me mira, quitando la vista de su libro, y dice:
—Deberías ponerle atención a Cinthya. Hay una diva interior que quiere salir de ti. Deja salir a tu diva interior, será bueno.
Bajo la vista a su libro. Está forrado totalmente de rojo, así que no sé de que trata. Karina estudia literatura, así que, en ocasiones, tiene muy buenos libros en su estantería que aprovecho para leer. Es lo único que me gusta de estar permanentemente encerrada en universidad.
—¿De qué trata tú libro? — cambio el tema. Ella lo nota, pero no parece querer demostrarlo.
—Nada interesante. Sólo... —carraspea, su rostro manteniéndose inexpresivo a pesar de todo— Ortografía y esas cosas.
—¿Sí? Bueno, tal vez intente leerlo. El profesor Paolo cree que soy muy mala en ella, como en casi todo lo que hago en su presencia.
—No creo que sea una buena idea— dice, su vista fija de nuevo en el libro—. Es muy complicado. Buscaré uno para ti cuando vaya a la biblioteca. Tienes que comenzar desde cero si quieres lograr progresos.
—Me parece perfecto —digo. Me acuesto en mi cama, observando el techo por varios minutos infinitos.
Una chica de los cursos anteriores llenó el techo de varios garabatos geniales que no puedo dejar de ver. Es arte puro, hay magia en esos dibujos.
Después de un rato el celular de Karina suena. Ella sólo asiente, con palabras como "Sí", "Ajá" y "Claro", entonces se marcha. Me quedo un tiempo más observando la nada hasta quedarme dormida.
No debí dormirme. Es tarde, mis cosas parecen estar perdidas, y Karina se fue hace horas, su primera clase era a las siete.
Busco mi libro de cocina moderna en mi pequeño escritorio, pero no hay nada.
Tal vez esté en las cosas de Karina. Busco en la pequeña encimera de su cama, nerviosa. El primer libro pasa, el segundo, y con el tercero...
«Por la madre esfera»
No puede ser. Es un libro de magia.
Se titula "Habilidades y advertencias mágicas nivel III" y es uno de los forrados. Busco el libro rojo instintivamente, encontrándome con su título. Es mágico, también "La magia y sus usos naturales" de repente son tres, y cuatro, todos entre sus cosas. Son libros antiguos, de cuando la magia blanca era un arte. Sus ojos están polvosas, están llenos de palabras rebuscadas y referencias antiguas.
Ya no se hacen libros como estos.
Es difícil creerlo, casi impensable, pero al final del día no puedo dejar de pensarlo.
Karina Hayfer, mi compañera de habitación, probablemente es una bruja. Y una blanca. Un Alba.
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