Capítulo 36. «El compañero»

—Gabriel, ¿Estás seguro de que quieres luchar? — pregunto. Lo he traído conmigo a mi habitación para hablar. Mucho de él ha cambiado hoy. Lo noto diferente en todos los sentidos posibles. Por ejemplo, su semblante.

Siempre ha sido serio, pero ahora es como si su rostro ocultara un montón de cosas. Estoy segura de que es así. Lo he notado un poco ansioso, y es que se encuentra en un lugar lleno de Albas, por lo que me imagino que sus habilidades deben estar llegándole a él, haciéndolo tener que concentrarse.

—Estoy seguro— dice, sin algún atisbo de duda—. Mira... — se detiene, cierra los ojos y aprieta los labios mientras respira entrecortadamente, como si le doliera—. Desde que fuiste a nuestra casa esa vez he estado pensando en todo lo que tanto tú como Thor han hecho. Han sido valientes, y estoy orgulloso de eso. Pero hoy, cuando esas Tenebris llegaron a casa...

— ¿Qué sucedió? — pregunto. Sus sentimientos comienzan a invadirme. Ha bajado su barrera, me está dejando entrar.

Lo que veo es... doloroso. Es pura oscuridad. No recuerdo haber sentido esto cuando entré a la mente de aquellas Tenebris que me atacaron. Había oscuridad, sí, pero esto también tiene dolor. Tiene malas intenciones, rencor, envidia, un montón de cosas malas, tantas que hacen que mi mente comience a sobrecargarse. Lo peor es que todos y cada uno de esos sentimientos van en sentido directo a nosotros. A los Alba.

—Eso es lo que sentí cuando entré a sus mentes. Fue un poco difícil reconocerlas al principio, pero cuando lo vi... fue devastador. He visto un montón de muerte y de devastación de parte de esas tres brujas. Ellas eran parte del séquito de Pan, por lo que veían todo de primera mano. Los vi planeando como tú detendrías a Thor con tus artimañas. Vi a Pan... — carraspea, la tristeza invadiéndolo a todo corazón, tanta que me hace llorar—. Lo vi matar a papá. Fue hace varios años, pero, por alguna razón, reconocí su rostro entre todo ese montón de recuerdos invadiéndome.

—Oh, Gabriel... — digo, sintiendo toda su tristeza invadirme. Me acerco a él, tomándole en mis brazos para darle un cálido abrazo.

—Diane, no te preocupes por mí. En el camino hacia aquí tuve tiempo suficiente como para recomponerme. No había nada que hacer, ya estaba predestinado. Todo, absolutamente todo es parte de una red entrelazada y sin final. Ahora entiendo eso. Me he entendido a mí mismo y puedo controlarme mejor a mí y a lo que viene. Ya sabes, la energía de los demás.

Me separo de Gabriel. Lo veo a los ojos, a esos ojos que ambos heredamos de papá.

—Estoy orgullosa de tí— digo. Él sonríe levemente.

—Diane, es hora— nos interrumpe Thor, que entra a mi habitación sin siquiera avisar. Al encontrarme con sus ojos, en vez de enojarme, sonrío.

—Creo que tienen mucho de que hablar— dice Gabriel, su rostro no hace alusión a algún tipo de emoción —. Vayan juntos, ya sé el camino.

—Bien— digo, me levanto, sabiendo lo que viene—. Vamos a hacer... eso.

Una vez vamos en camino a dónde sea que Santiago se haya instalado, un gran silencio se forma entre nosotros. No tengo idea de que se supone que diga o que haga, todo parece difícil con Thor, cuando hace sólo unos minutos todo fue fácil. Suspiro, decaída, debería de tener suficiente con la idea de que este gran conjuro de Santiago está a la vuelta de la esquina y depende de mí.

Bajamos las escaleras, pasamos el gran salón y seguimos bajando, me imagino que dirigiéndonos a las llanuras detrás de la iglesia. Justo cuando veo a todos amontonados detrás de Santiago a lo lejos y estamos a punto de salir de los jardines de la iglesia, Thor me jala de la muñeca para llevarme directo a un pequeño callejón detrás del puente que lleva a la iglesia.

— ¿Qué ha... ? — estoy a punto de preguntar, cuando siento que él estampa sus labios en los míos en un pequeño beso rápido.

—Te estoy deseando suerte— dice, una vez se separa. Me da un beso en la mejilla, luego vuelve a jalarme para salir hacia la multitud. He quedado muda, literalmente.

No sabía que Thor pudiera ser tan dulce y cariñoso. Parece ser más del tipo frío, y saber que he inspirado esos sentimientos en él es, en cierto modo, desconcertante. No me gustaría que lo hiciera frente a todos, menos sabiendo todo a lo que nos estamos enfrentando.

Parece ser que todos están esperándome justo debajo de la colina detrás de la iglesia. En la cima está Santiago que, al verme, sonríe. Está emocionado por lo que viene.

Ignorando las múltiples miradas que todos me dedican, incluyendo la de mi mamá, que parece bastante tranquila a pesar de que hemos peleado, llego a la cima.

— ¿Lista para sorprenderte? — pregunta Santiago, animado. Asiento. Él alza sus manos, cierra los ojos, luego hace que varias rocas comiencen a juntarse al ritmo de sus habilidades, convirtiéndose en un atrio—. Bueno... — comienza, al momento que se gira para poder hablar con todos los presentes—. Bienvenidos a este gran evento. Créanme, no todos los días se ve que una Alba muy poderosa abra un portal hacia otra dimensión, aunque me gustaría que tanto ella como ustedes entiendan un poco más sobre esto— mientras habla, Santiago rodea el atrio, luego comienza a hablar tal como un gobernante muy educado lo haría—. Hace muchos años, cuando aun era muy joven, yo amaba la literatura fantástica. Siempre me ha gustado saber más sobre los Albas y los Tenebris. Así fue como, a la tierna edad de dieciséis años, encontré un libro llamado, «El compañero». Era una pequeña colección de cartas hacia la magia hecha por un Alba que había perdido algo sumamente valioso. Un compañero. Investigué más sobre esto, así que al pasar de los años descubrí que sí, definutivamente, los Albas estamos conectados a alguien. Un compañero muy poderoso que puede impulsar nuestras habilidades, defendernos y hacernos mucho más fuertes. No es una mascota. Es un ser conectado a nosotros. Por lo mismo, tanto él nació para nosotros como nosotros nacimos para él. Ahora... — esto va específicamente para mí, los raros ojos de Santiago me miran con emoción—. Diane, necesito que te concentres, totalmente. Usa tú corazón para llamarlo, para abrir este portal entre mundos. Siéntelo.

—Lo haré— afirmo, dando un paso hacia delante, dirigiéndome hacia el libro que Santiago acaba de poner sobre el atrio. Es «El compañero», y está abierto en la página 12. Suspiro, luego comienzo a leer.

«Oh, magia, dulce magia...

He perdido un amigo.

Un compañero.

Una parte de mí.

Mi conexión más pura contigo.

Te pido, te ruego... »

La energía comienza a fluir de mí a borbotones. Al ritmo de mis palabras, un círculo de fuego comienza a rodear la colina, es muy curioso que Santiago ya se haya resguardo con los demás. Todos parecen sorprendidos, claro, todos menos Lorina, la chica Tenebris. Siento como sólo con su mirada ne incita a seguir hablando. Me centro en las palabras que tengo que decir, y sigo.

«¡Devuélveme a mi compañero!

¡Regrésame ese soplo de vida!

Oh magia, dulce magia... »

Nunca había sentido una energía como esta. Es tan grande, tan poderosa. Siento esa conexión abrirse, otro círculo de fuego se forma frente a mí.

«Yo, Diane Linetti, te invoco»

Mi cabello vuela debido a la gran cantidad de viento que se está rodeándome. Una gran esfera de fuego se forma frente a mí, por lo que tapo mi frente con mi mano debido a que la luz comienza a molestarme.

Segundos después, la esfera baja, para luego desvanecerse.

Al ver lo que surge de ella, veo un montón de habilidades mostrarse en muestra de defensa. Le tienen miedo a mi compañero. Yo estoy un poco paralizada, pero no porque le tenga miedo. Es porque estoy sintiendo.

Lo siento dentro de mí, conectándose conmigo. Además, veo todo eso que él ha hecho en su vida, en su propio mundo.

Un dragón, un dragón dorado. Uno entre miles, nacido para, en el momento indicado, llegar con su compañero, conmigo.

Veo su vida, su preparación, todo lo que ha hecho. Porque él no es igual a los de su especie. Está hecho específicamente para mí como yo estoy hecha específicamente para él. Nos complementamos, literalmente.

—Deténganse— mando, mi mano extendida hacia los demás. Me giro hacia él, viéndolo por primera vez, sin enfocarme en lo que siento—. Yo... lo conozco— explico.

Es enorme, no totalmente dorado, espeluznante y maravilloso a la vez. Sus ojos, dorados también, me observan fijamente. Me veo a través de ellos. Parezco tan frágil, tan pequeña...

«No lo eres» me contesta mentalmente. Estoy tan cerca de él que puedo sentir el aliento de sus fosas nasales. Estiro mi mano parque acariciarlo, haciendo que todos a mi alrededor se sorprendan. Él me rodea, llenándome con su calidez, incitándome un montón de confianza.

Segundos después me separo de él, para que, de la nada, cambie.

Literalmente, Razor, (porque ese es su nombre), se convierte en una persona. En su especie eso no es muy común, pero él es diferente.

—Un dragón dorado. Un ser mitológico magistral, y polimórfico— dice Santiago, anonadado—. No podía esperar menos de tí, Diane. Pero no entiendo porque...

—Efectivamente, soy un dragón dorado— dice Razor. Como humano sigue siendo igual de luminoso que como dragón. Su cabello es casi castaño, pero tiene motas doradas al final. Sus ojos siguen siendo dorados, sus facciones son extremadamente perfectas—. Te estás preguntando porque he tomado forma humana, cuando la mayoría de los de mi especie no valoran a los humanos y creen que tomar su forma es una pérdida de tiempo. Santiago, yo soy diferente. Nací específicamente por un motivo, preservar la paz. Soy compañero de Diane, sí, pero también soy muy parecido a ella. No me importa tomar forma humana si esto será más cómodo para ustedes y para mí.

—Me parece bien— digo, sin saber que exactamente hacer. Tengo ganas de hablar tantas cosas con Razor, de saber más de lo que ya sé. Intercambio miradas con él y, sin tener que hablar, sé que todavía hay algunas cosas que los demás deben saber.

—Mi raza siempre ha defendido la luz. Donde sea que haya un Alba hay luz, pero también hay oscuridad. He podido ver que existe mucha oscuridad en este mundo, y trataré de detenerla. Ahora, ¿Quién será el siguiente?

—¿Siguiente? —pregunta Thor, confundido.

—Ahora que Diane ha abierto el portal todos pueden llamar a su propio compañero. Les recomendaría que lo hicieran pronto, presiento que algo muy oscuro abunda en este lugar y está a punto de atacar.

—Yo seguiré —dice Thor, tan valiente como siempre.

Hace exactamente lo mismo que yo hice, llama a su compañero. Parece tan concentrado, tan valiente y tan fuerte. En las últimas palabras, su nombre real sale a la luz.

—Oh, magia, dulce magia... yo, Erick Swinton, ¡Te invoco!

El mismo circulo de fuego, aunque un poco más pálido, se ha formado alrededor de él. La esfera que ahora reconozco bien se forma y se esfuma rápidamente, dejando ver a un brillante e igualmente enorme dragón plateado. Sus escamas brillan muchísimo, sus ojos, azules, son idénticos a los de Thor cuando usa sus habilidades. Thor parece demasiado calmado, incluso se mantiene en su lugar al momento en que el dragón se convierte en una bella chica.

—Mi nombre es Hyla, y soy la compañera de Thor— se presenta. Es bellísima. Sus cabellos son dorados, sus ojos del mismo azul, su piel es blanquísima y ella, toda en conjunto, exhibe una gran luminiscencia.

Las personas siguen pasando. Primero es Tifón, que llama a un enorme dragón azul de dos cabezas. Es rarísimo, literalmente. Le sigue Terri, que llama a un bello y majestuoso dragón verde de ojos igual de verdes que los de él. Vivian llama a un dragón blanco, majestuoso, sus escamas tienen motas rosadas en la punta, sus ojos son azules, e incluso tiene una pequeña cresta morada que lo hace ver mucho más exótico. Varios pasan a llamar a su compañero, incluso Gabriel. Su dragón es bastante peculiar. Tiene plumas de varios colores por todo su lomo, además de cuatro ojos brillantes que parecen ser un arcoiris.

Al verlo, Gabriel parece debilitarse. Se lleva una mano a las cienes, baja la mirada, mientras que sus ojos comienzan a brillar en un montón de colores diferentes. Mira hacia el cielo, sus ojos volviéndose de un morado idéntico al que toman los ojos de Sofía cuando usa sus habilidades. Esta así varios segundos, por lo que yo voy hacia él, tratando de consolarlo.

—No te acerques— me detiene, alzando su mano hacia mí. Sus ojos cambian, él logra tranquilizarse.

— ¿Qué pasó? — pregunto, temerosa.

—Yo he... he visto algo muy malo— contesta, indeciso—. La reunión se ha aplazado. Nos dará tiempo para prepararnos pero... no lo sé, hay algo muy raro en esto. Vi a Pan decir «No estaremos totalmente listos hasta que no hayamos completado la operación maestra. Ellos caerán ante nosotros como simples moscas»

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