Capítulo 21. «Pisadas no accidentales»
—No puedo. Sólo no puedo. ¡No puedo! — grito, frustrada. Cinthya hace una gran mueca hacia mí, como si estuviera viendo a alguien hacer algo asqueroso o molesto. Estoy haciendo algo molesto.
—Eso es una vil mentira— me regaña— tú puedes, pero no lo crees. No te esfuerzas, no das todo de ti. Y no está mal, pero podrías hacerlo mejor.
—Yo nunca he sido buena en ésto— digo, llevando las manos a mis cienes— lo intentaré otra vez, pero no prometo nada.
—Intentemos otra cosa. Yo te diré que hacer, como si se tratara de un hipnotizador, ya sabes, de los qué te ayudan a concentrarte y hacer las cosas.
—Bien— digo, ahogo un suspiro, entonces cierro los ojos y estiro mis manos, casi la pose que uso siempre— empieza.
—Piensa en la copa. Cómo era antes de qué se volviera en arena. Recuerda la sensación por la que pasaste cuando lo hiciste. ¿Ya?
Lo hago. Recuerdo a Karina poniendo la copa frente a mí, sus delgadas manos tomándola y forzándome a convertirla. Sus ojos delgados taladrándome, mis poderes reprimiéndose.
No debería de pensar en eso. Me centro en hace unos minutos, la forma en que logré concentrarme. Cómo hice fluir la arena. La forma en que la sentía como parte de mí misma.
—Ya. Lo recuerdo— digo.
—Ahora, imagina la copa al cambiar. Siente toda esa arena que creaste, e imagínala volviendo a su estado normal.
Inhalo, exhalo, e imagino todo. La copa, cambiando, la trato de reconocer, de sentirla de nuevo. Sucede. Siento cada pequeño grano de arena, la forma en que se adhieren formando una copa.
Abro los ojos, mi vista cayendo en ella. Cinthya exclama al ver su cambio de color, una reacción parecida a la que Patrick esa vez que estuvimos en el medio de la nada.
La ignoro, me centro de nuevo en la copa, y entonces lo deseo. Imagino la arena volviendo a su estado normal, fuerzo, más bien, ordeno, a mis habilidades, a deshacerse.
Segundos después, la veo cambiar frente a mí. La copa de arena se desvanece, dejando ver a lo que antes era.
— ¡Bien! ¡Eres genial! — grita Cinthya, al momento que salta hacia mí y se lanza a mis brazos— inténtalo de nuevo, las dos acciones.
Lo intento muchas veces. Todas esas veces Cinthya salta y festeja por mí, lo que me motiva a seguir haciéndolo. Después de varios intentos, ella dice que es tiempo de arreglarme, me obliga a entrar a la ducha, maquilla, y viste.
Cuando termina, apenas me reconozco. Soy yo, pero de una forma diferente. Todo planeado para servir con las luces, con mi apariencia. El vestido resalta mi cabello, haciéndolo ver casi pelirrojo, aunque no para llamarme... «roja», la sombra de mis ojos, verde pero un poco más clara que ellos los resalta, y un elegante moño con trenzas por todo mi cabello realza mis pómulos.
—Estás hermosa— dice. Se levanta, busca entre las bolsas colgadas en el perchero, y saca de ella una máscara brillante, mayormente dorada, con bordes rojos— me encanta ese vestido. Ésta máscara era de mi madre, cuídala con tú vida. Es tan emocionante saber lo que estás haciendo, eres tan importante, y lo que sea que hagas, estoy segura, saldrá bien— me anima. Sé que debería contestar con el mismo sentimiento, pero, en vez de eso, yo:
—Sí, sí, lo sé, estás siendo emotiva. Por favor, es sólo una máscara, no el santo grial. Ahora sólo... creo que es tiempo de que me vaya, ¿Está bien?
Cinthya sonríe al oírme. Me conoce tan bien como para aceptar lo poco cursi que soy.
—Bien— dice. Me levanto, tomo mi pequeño bolso de mano, dorado como mis zapatillas, y me preparo para marcharme.
—Tengo que irme— digo, mi corazón latiendo rápidamente con la idea de qué todo está muy cerca de suceder.
—Todo saldrá bien— dice, antes de que haya salido.
Eso espero.
♠ ♠ ♠
— ¿Estás bien? — dice mi mamá del otro lado de la línea. El taxi sigue avanzando, camino a Satiry.
—Claro que lo estoy mamá, ¿Qué te hace pensar que no? — digo, tratando de sonar más tranquila.
—No has hablado en mucho tiempo. Apenas si me escuchas cada que te hablo, estás muy perdida. ¿Qué pasó?
—Nada, mamá. No ha pasado nada. Estoy teniendo los primeros exámenes del semestre, por eso he estado muy ocupada. No te preocupes por mí, ¿Sí?
—Trataré, pero al menos llama de vez en cuándo, te extrañamos. En especial Gabriel. Ha estado decaído éstos días, algo pasa, y nadie puede ayudarlo tanto como tú.
Gabriel es el menor de nosotros, aunque no el más frágil. Él siempre ha sido fuerte, ha sido el que me ha ayudado después de lo que mamá ha pasado todos éstos años. Tal vez yo tengo la culpa. Quizás, al irme, le dejé toda la carga a él. Es joven e inexperto, no puedo ni pensar...
—Iré pronto— digo, guiada por mis sentimientos. Aprieto los puños, tratando de controlar mis habilidades, pero siento como un poco de arena fluye de mis dedos inconscientemente, cayendo en mis pies.
—No tienes que venir, sólo llama. Él ya está durmiendo ahora, pero puedes llamarlo mañana. Él no buscará ayuda, sabes como es.
—Lo sé, lo sé... — digo. El chófer aparca frente a Satiry, así que comienzo a despedirme— tengo que irme. Mañana a primera hora los llamo, espero ayudar con algo. Adiós.
Cuelgo. No quiero oír nada más. Tomo mi la falda de mi vestido, para que no roce con el suelo, suspiro, me mentalizo, y salgo.
El mismo hombre fortachón de siempre está en la entrada. Sonríe hacia mí, sus desquebrajados dientes saludándome. Me esfuerzo por devolverle la sonrisa, lo que lo hace sonreír más, luego me adentro a Satiry.
Hoy todos visten colores sólidos, en su mayoría gris, negro, o azul oscuro. Es cómo si hubieran querido imitar a Thor y a Nea, porque usan máscaras parecidas, vestidos del mismo tipo.
Me siento totalmente fuera de lugar. Mi vestido es llamativo frente a todo lo que llevan puesto, mi máscara mucho más.
Avanzo entre el mar de personas que me miran como si fuera un bicho raro, buscando entre ellas a Patrick y Karina. Paso por la mesa de Pan, sin encontrar a nadie conocido cerca.
—Aló, Suty.
Esa voz. La voz conocida. Thor está detrás de mí, esperando que le conteste. Me siento rara al oírlo. Nunca había pensando en él de esa manera. La manera en la que Cinthya cree que piensa de mí, y yo pienso de él. Pone la mano en mi espalda, en mis brazos descubiertos, haciendo que la familiar energía electrizante que él tiene me llegue, pasando por todo mi cuerpo.
—Hola— digo, mientras que me giro hacia él. Se ve igual que esa vez que me desmayé al verlo, con ese traje oscuro, antifaz opaco, pero de alguna forma, diferente. Hay algo que es nuevo. No sé que es, pero lo averiguaré.
—Estaba empezando a creer que no vendrías— dice, haciéndome reír.
— ¿Cómo osas dudar de mí? — pregunto altaneramente. Su sonrisa se ensancha, burlona— claro que estoy aquí. ¿Por qué no lo estaría?
—No creí que llevaras el tiempo suficiente entrenando, y eso sin contar a los malos maestros que tienes. No eres lo suficientemente buena.
— ¿Qué? Estoy lista, y siempre lo estaré— me burlo.
—Bueno, ya que estás lista... ¿Qué tal si te das un tiempo de relajación bailando conmigo unos minutos?
Parpadeo un par de veces, confundida. ¿Bailar?
—No sé bailar— digo— pero si quieres que una chica sin experiencia dañe tu muy conocida reputación de mago «Importante y talentoso» — estiro mi mano hacia él, jugando— entonces bailemos. Prometeo se arriesgó, así que, ¿Por qué tú no?
—Me gustan los riesgos— dice Thor, sus sentimientos mandándome toda esa felicidad que siente. Aprieta mi mano, complacido, luego me guía hacia la pista de baile. Un montón de personas nos están mirando, sorprendidas, y me siento tal como la reina del baile en su momento dramático al bailar con el chico guapo y protagonista de la historia de amor. Pensar en eso me produce nauseas, porque...
¿Qué tengo yo de protagonista?
Tal vez yo sea de esas protagonistas torpes y muy descontroladas.
Al llegar al centro de la pista, el vals comienza. Los dos comenzamos a bailar, riendo las veces que los dos nos pisamos en broma, en ocasiones él burlándose de ciertos enmascarados y lo chistosos que se ven, y, en otras, hablando sobre magia.
—Así que... — digo, la música es un poco lenta— ¿Tú equipo de súper chicos trata mucho con brujas?
—Sí— contesta— solemos terminar con ellas y toda la maldad que han creado.
— ¿Y todos en tú equipo participan en ello? — pregunto, él está aun más sorprendido que antes. Esferas, ¿Es qué nadie aquí suele decir y preguntar exactamente lo que piensa?
Él entrecierra los ojos, como si lo que acabo de decir fuera muy atrevido.
—Tal vez. No debo de decirte nada más a menos qué sepa que te unirás a mi equipo— dice. Aprieto los labios, deteniéndome de bailar un momento.
—Me uniré— digo, sin dudar de alguna forma, para después seguir bailando— es por eso que quiero saber éstas cosas, porque es el lugar al que me uniré pronto.
—Bueno... casi siempre salimos los mismos. Recientemente Terri se unió a nosotros. Somos cuatro en total, los suficientes como para terminar con ellos.
—Suena bien— digo— alguna vez... ¿Ha muerto alguien de tú equipo?
Esto parece hacerlo tragar saliva. He sido demasiado descuidada. Antes de qué pueda disculparme, dice:
—No.
— ¿Y sabes cuántos han muerto en las sociedades que están Ninfa y Prometeo?
—No se sabe si ellos realmente se habían unido a su grupo, pero se les vio cerca de sus miembros antes de morir. ¿No te parece sospechoso? — pregunta. Asiento, desconcertada— no hemos podido probar nada, pero puede que... — carraspea— ellos estén entregando a los nuevos.
Él lo sabe. Muy dentro, en su corazón, sabe que es cierto, poco a poco, después del tiempo, ha visto tantas cosas cómo para saberlo. Lo miro, compadeciéndolo, porque puedo leer todo lo que ha sufrido por culpa de las intrigas y sospechas de éste mundo. Mi mano deja su hombro izquierdo, alzándose con la intención de pasar por su barbilla, pero, antes de que lo haga, la música termina, sacándome de la ensoñación en la que me encontraba y mandándome a la realidad de nuevo. Thor mira como bajo mi mano con decepción, como si hubiera esperado algo más de mí, y yo bajo la mirada, sin creerlo. Una vez me recompongo, miro a una imagen conocida.
Karina está detrás de nosotros, en la esquina del salón, y me hace señas para que vaya a encontrarla.
—Tengo que irme— me disculpo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top