Capítulo 13. «Patrick, ¿Qué haces?»

«¿Buenos? Estás ciega. Ellos son mediocres»

«Sé muchas cosas, y puedo ayudarte»

«Cuándo estés lista para tener compañía de verdad, llama a éste número. No se lo des a nadie más»

«Aléjate de ellos»

Las palabras han estado en mi mente toda la noche, sin salir, para nada.

Mientras bailaba, mientras Cinthya me presentaba a sus amigos, mientras tomaba algo con limón, mientras venía de regreso a casa. Cada que por fin las olvido, recuerdo que no las he recordado, y vuelven a mi mente de nuevo. Es tonto, muy molesto.

Cinthya notó lo distraída que estaba.

¿Quién no lo notaría?

Tenía la mirada perdida, apenas si le contestaba, y estaba todo el tiempo pensando en las palabras y rostro de Thor, no específicamente todo junto. Aun así, no dijo nada. Sólo me dejó llevarla a su cuarto, se despidió de mí y ahora estoy aquí, en mi habitación.

Sola, cómo siempre después de qué algo importante pasa.

Mi destino es estar sola.

Al menos Karina aun no ha llegado, porqué, de otro modo, estaría haciendo preguntas sin parar. Además, tengo que tomar una decisión, una muy importante.

De ésta decisión depende mi futuro.

¿Debo seguir o no seguir a Thor?

Si lo hago, tal vez podría olvidarme de las presiones de Karina, de los raros comportamientos de Patrick y las reuniones secretas con Pan. Incluso, si él habla con la verdad, podría salvarme.

Todo parece demasiado bueno cómo para ser verdad. No parece cierto, parece una horrible trampa.

Alguien importante como él, que tiene un gran y glamuroso equipo, con buenos negocios, y ninguna dificultad en la vida...

¿Ayudándome?

¿Ofreciéndome su apoyo?

¿A cambio de qué?

Al menos, con la sociedad de Patrick y Karina, sé lo que quieren de mí.

Me apresuro a llegar a la encimera al lado de mi cama, tomando entre mis manos una libreta y arrancando un papel. Copio el número de un local equis en él, dejando el papel sobre ella.

Lo hago porque debo esconder el papel que Thor me dio, el problema, ahora, es dónde. Si de algo estoy segura es que no quiero que Karina lo encuentre. Soy alguien impredecible, pero, aún así, no traiciono a los demás. No sé lo que me espera con él, pero sé que, si dejo que me sigan manipulando, (porque eso es lo que Patrick y Karina hacen) sólo veré lo que ellos quieren que vea.

¿Y si lo qué dice Thor es cierto? ¿Y si quiere ayudarme?

No debo de cometer errores. No ahora. Y si lo qué Pan quiere es un trato, se lo daré.

No necesariamente con Karina detrás de mí todo el tiempo, claro. No necesariamente siguiendo sus órdenes en todo momento.

Al final, busco entre mi armario el vestido que mamá me compró para mi graduación de preparatoria, que ha estado recluido desde hace ya mucho tiempo, arranco una de las capas de tela, y la vuelvo a coser como un pequeño bolsillo dentro de él, escondiendo el papel dónde sé que ella no lo encontrará.

Me desvisto, suelto mi cabello, y lavo mi cara, para después ponerme mis pijamas y acostarme en mi cama. Veo el techo por horas, buscando una respuesta a mi agonía.

Con el reloj marcando exactamente las 2:30 a.m. y aun sin que Karina haya regresado, caigo dormida.

♠ ♠ ♠

—Entonces, si entendí bien...— dice Karina, rememorando todo lo que acabo de explicarle, su ceño fruncido, una mano en su cabello, sus ojos oscuros mirándome fijamente— Thor apareció de la nada, y te dijo, resumiendo todo, que sabe que eres nueva y que necesitarás ayuda para poder adaptarte a éste nuevo mundo en el que estás, tú bromeaste un poco, entonces él te dio su número, se comportó todo arrogante, como siempre, y entonces se marchó ¿O me equivoco?

—No, no te equivocas— digo, sin inmutarme. Los ojos de Patrick centellean, mucho, y temo que en cualquier momento me haga cenizas. Continúo—. Él parecía una buena persona, si me lo preguntas. Además, me dio su número, lo que quiere decir que, o confía en mí, o es muy cuidadoso, o está demasiado confiado. Lo suficiente para no temer a darle su número a alguien que se junta con sus enemigos.

Saco el papel que yo hice, dejándolo en la mesa. Menos mal que tiene una letra diferente a la mía, porque, de otro modo, ellos me descubrirían. Patrick parece alterarse aún más de lo que ya está al verlo, y me siento cada vez más irritada debido a éstos dos.

— ¿Una buena persona? — se burla Patrick—. Thor es todo menos eso. Te lo diré de una manera, él se ha vuelto famoso y ha ganado todo debido a el gran manipulador qué es. En cuanto a si somos sus enemigos, podrías llamarlo así, o podrías ponerle otro nombre, como... más bien... competencia . Sí, eso es lo que somos. Competimos entre nosotros, al punto de desagradarnos.

Ignoro todo eso de la «competencia» porque es una estupidez. Al parecer todos, Patrick, Thor, y toda esa multitud de personas poderosas en Satiry reclaman su territorio de mando aun cuando no están cerca uno del otro. Cómo perritos malolientes haciendo sus necesidades en el parque y el vecindario para que todos los demás lo sepan, rabiosos y dispuestos a morder a quién se ponga en su camino.

Patrick es un perrito.

— ¿Manipulador? — pregunto. Patrick baja el papel con el número, me mira, cansado de tener que explicarme, y pone sus manos en mis hombros, sus ojos parecen estabilizarse. Su cabello castaño vuela con el aire natural del parque, su piel es imposiblemente perfecta.

—Sí. Por algo Pan lo quiere a él y a todo su séquito, por algo te mandó con él. Porque, a menos que alguien lo manipule y controle, no cederá.

—Thor es alguien muy cuidadoso— dice Karina—. Siempre todo él ha sido un misterio, sólo unos pocos pueden realmente acercársele. Sabemos su apariencia sin máscara porque él mismo la reveló, sabemos que recluta personas, pero nada más. Nadie sabe donde se reúne con sus amigos, ni quiénes son, nadie sabe nada. Su pasado, de dónde llegó, familia, negocios. Todo está enterrado en su propia mente. Nadie sabe nada de él.

— ¿Y eso no está bien? Pan tampoco está revelando la ubicación de sus centros de reuniones, por lo que sé —los dos me miran atónitos, bastante alterados, así que busco palabras que los calmen—. Andaré con cuidado, ¿Sí? Ustedes son los que saben, ¿Verdad? Así que haré todo lo que digan. Pero díganme, ¿Cuál es el plan?

—Por ahora —contesta Karina—. Nada. Pan dice que será mejor que te acerques a él sólo y cuando estés lista.

— ¿Y cuándo estaré lista? — pregunto, arqueando la ceja.

—Después de entrenar— contesta Patrick—. Y de qué, claro, hagas tú presentación en Satiry.

No me siento segura de que eso sea lo mejor, pero, de todos modos, finjo que estoy conforme con sus órdenes.

—Bien —digo—. Me prepararé el tiempo que sea necesario. ¿Algo más que tenga que hacer?

—Tal vez salgas con nosotros una que otra vez —dice Karina—. Ya sabes, para que veas el tipo de misiones en las que nos embarcamos. Pan dijo que te llamaría cuando fuera a suceder.

— ¿Llamarme? ¿Tiene mi número?

—No, tiene el mío. Así que... ¿Vamos a entrenar?

—Vamos a entrenar— dice Patrick, levantándose en el acto y tomándome de la muñeca—. Tengo mucho, mucho, que enseñarte.

—Me parece bien— contesto, nerviosa. Mis piernas tiemblan, pero me levanto, a duras penas. Noto que Karina se queda sentada, cruzada de brazos, sin venir con nosotros, sus sentimientos denotando algo parecido a la desfachatez—. ¿No vienes? — pregunto, ella niega, saca sus lentes de sol, y me ignora.

♠ ♠ ♠

—Bien, comencemos— digo, preparándome para lo que sea que venga. Patrick pone las manos en sus caderas, mientras que da una vuelta entera por la zona en la que estamos, una alta arboleda en el medio del bosque.

—Harás todo lo que yo diga, ¿Está bien? — pregunta. Lo miro fijamente, dudando, entonces, armándome de valor, digo:

—Lo haré— al momento que trago saliva. No es que lleve mucho tiempo entrenando, ni que haya avanzado mucho, pero nunca he tenido la oportunidad de hacerlo con él, y me provoca nervios sólo pensar lo que él quiera hacer para entrenar.

—Estira tus manos— dice, una vez que se gira hacia mí—. Así podremos comenzar. 

—Sí, está bien— digo, estirando mis manos.

—Cierra los ojos— manda. Suspiro, pero lo hago, sin estar al cien por ciento segura de lo qué tenga que pasar.

—Inhala, exhala— dice, y lo estoy haciendo. Su voz se vuelve más queda, más monótona. En cierto modo, relajante—. Enfócate en ti, en lo que te rodea. Trata de oírlo. Los animales, las plantas, las personas.

Siempre he tenido un muy buen oído, pero nunca he intentado usarlo en toda su potencia. Ahora, que estoy relajada, alcanzo a oír muchas cosas. Una parvada de patos cerca del lago, un cástor en su madriguera, un explorador, con pasos delgados, abriéndose paso entre la maleza. El fluir del arroyo, un... ¿Oso? pescando. Éste parque, en particular, es una reserva natural a la que pocos realmente pueden entrar, a menos que tengan autorización. Y, claramente, Patrick y Karina la tienen. Me gustan más los parques con personas. Escalando, riendo, jugando. El parque Donaldson es mi favorito, precisamente por eso y porque es... mágico.

—Puedo oírlo. Todo— digo, para después abrir los ojos. Patrick me está mirando fijamente, tan cerca de mí que puedo ver las motas rojas en sus ojos, lo largas que son sus pestañas, y oír los latidos de su trémulo corazón.

—Puedo verlo, en tus ojos, la manifestación de tu poder— dice, observándolos. Su mano sube, a punto de tocar mis pestañas—. Son dorados, brillantes, extremadamente luminosos.

Los cierro, como por inercia, apretando mis puños, deseando que vuelvan a su estado actual.

Ojos estúpidos, ojos estúpidos.

¿No pueden simplemente seguir verdes y ya?

Los abro, de nuevo, él sigue mirándome, incrédulo.

—Ya lo había visto antes, todas las brujas y hechiceros tienen ojos distintos, con vida, pero no tan hermosos, tan... brillantes. Tus ojos son magníficos. Ahora, toma mis manos.

Frunzo el ceño, sin muchas ganas de hacerlo, pero él sigue incitándome, así que... al final, cedo. Estiro mis manos de nuevo y tomo las suyas, que están mortalmente calientes, son grandes, callosas, y muy toscas. Las marcas del fuego están en ellas.

—Awww, ¿Qué es ésto? — digo, instantáneamente, pero sin soltarlo. Están calientes, pero no al punto de lastimar. Además, siento como si no pudiera soltarlas—. ¿Tus manos siempre están tan calientes?

—Es natural— ríe—. Pero te acostumbrarás.

Suena cómo si lo que acabara de decir fuera irónico.

Vamos, Patrick, se supone que estamos entrenando, no debes de aprovechar para, ya sabes... ¿Coquetear?

Patrick es un mujeriego. Lo he visto coquetear con camareras, las guardias del bosque, y toda mujer que se cruza en su camino. Al menos, conmigo, debería comportarse como todos lo hacen con sus trabajadores, profesionalmente.

—Ahora, Karina me habló sobre ti y tus habilidades, y yo... me propuse investigar sobre la arena. La arena son pequeños trozos de piedras de cierto tipo, así que...

— ¿Podría intentar moverlas, a las rocas, usarlas como armas? — pregunto, entendiendo lo que quiere insinuar—. ¿Y eso que tiene que ver con que estés tomando mis manos?

— ¿Porqué crees que lo hago? — dice, cantarinamente. Aprieta mis manos, comienza a acariciarlas, y entonces está... está acercándose.

Diablos, diablos, ¡Diablos!

¡Él quiere besarme!

Es obvio, debido a la inclinación de su cabeza, la forma en que mira mis labios. Antes de que lo haga, muevo mi cabeza a un lado y, sorprendida, entrecierro los ojos.

—Patrick, ¿Qué estás haciendo? — chillo, frunciendo el ceño. Soltando mis manos de las suyas, alejándome de él. Él sonríe, divertido por mi ignorancia del tema.

—Lo que quiero hacer—dice—. Besarte. Vamos, sé que quieres...

—No. No. Patrick, estás con Karina. Ustedes están juntos, no puedes hacerle esto. ¡Hacernos ésto!

— ¿Hacerle algo? ¿A ella? Diane, lo nuestro no es algo. No estoy con ella. Sólo es... — duda—. Una alianza. Nada que pueda hacerle daño.

— ¿Alianza? ¿Te estás oyendo al menos? — pregunto, él rueda los ojos, luego sonríe aun más abiertamente.

—Ya sabes, satisfacernos, hacernos compañía. Ambos sabemos lo que somos, y lo aceptamos. Sí es lo que quieres nosotros podemos ser algo, sólo tienes que decirlo, entonces, sucederá. Tú eres lo suficientemente fuerte como para ser ella, la chica que dome al gran Patrick.

Estoy segura de que mi mandíbula está caída, abierta, y que mis ojos están fuera de sus órbitas. Comienzo a caminar, quitando a Patrick de mi vista, meditando lo que acaba de decir. Estúpido. ¿Gran Patrick? ¿Es qué todos los chicos son así en el mundo de la magia?

—Patrick, ni siquiera te conozco. No sé quién eres, ni cual es tú apellido, si tienes familia. Tu tampoco sabes nada de mí. Además, estoy en contra de esa cosa de sólo «satisfacerse» ¿Bien? Sólo... enséñame, hay que entrenar.

—Diane...

—Silencio— digo. Girándome para alejarme de él.

— ¿Es qué no te gusto? — pregunta. Trago saliva, sin saber qué contestar.

¿Patrick?

¿Gustarme?

Es guapo, sí, pero estoy segura que, de todos modos, no quiero, ni he pensado en tener una relación. No con él. No ahora.

Lo miro, fijándome en él, de esa forma, por primera vez. Tiene ojos levemente rasgados, mandíbula partida, labios delgados, cejas tupidas, nariz ligeramente boluda. Todo, junto, lo hace ver guapo.

¿Y qué?

Siempre lo he visto guapo, pero no más que eso.

Entonces, ¿Me gusta?

—Yo... — dudo, mi mente es un lío—. No lo sé, ¿Sí? ¿Puedes dejar de insistir? ¿Por favor? Estás acabando con mi paciencia.

Patrick suspira, derrotado.

—Bien. Dejaré de insistir. Pero... piénsalo. ¿Sí?

—Lo haré— prometo—. Ahora... — pongo las manos en mis caderas, dudando—. ¿Cómo es eso del centro?

—Tienes que redireccionar tú fuerza, y todas esas cosas. Pero, primero hagamos ejercicios básicos. Tal como te enseñé, relájate y usa tú poder. Vamos, convierte esa tierra en arena. ¿Sí?

Hago lo que me dice. Muchas veces. Él dice que es para acostumbrarme, amaestrarme, y reforzar mis sentidos. Nunca creí que hacer este tipo de cosas pudiera ser tan cansado.

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