«... requiere de un sacrificio»
—¿Ya, Agnes?
—Sí, madre.
Los mellizos comparten una mirada perpleja al oír nuestro parentesco y Hänsel sufre un arrebato.
—¡Padre vendrá a buscarnos!
—¿El que accedió, sin magia, a dejarlos perderse en el bosque para un reto de Halloween? Deben aceptarlo: no le importan.
—¡Mientes!
—¿Por qué lo haría?
Sin una respuesta convincente, se sumen en la decepción. Lo sé porque... he sido testigo de esa derrota al verme en el espejo.
—¡Vamos! La luna llena alcanzará el punto ideal en minutos.
Una nube roja, cortesía suya, nos transporta a todos en un santiamén.
Los niños permanecen tiesos, seguramente debido a la hoguera de flamas verdes que crepita cerca.
—Hänsel, camina hacia allá.
Hortense señala las llamas, él replica ante la orden:
—¡Terminaré hecho cenizas!
—Es el punto del sacrificio. Y hazlo de buena gana, o no funcionará.
—Estás loca.
Harta de sus negativas, lo amenazo con mi varita—: Camina.
«Henri no puede haberse ido en vano, debemos conseguirlo.»
—Tengo un método mejor.
Detecto sus intenciones hacia Gretel y me alarmo enseguida:
—Juraste preservarla.
Comprendo que asesinarlo sea imprescindible, pero lastimarla es innecesario.
—Solo así nos ayudará. Recuerda a Henri.
Asiento e invoca el conjuro más despiadado que conozco sobre la niña, que cae al pasto y empieza a gritar.
Este hechizo encierra la memoria de las brujas quemadas durante la cacería. He estado bajo su efecto, mis manos hormiguean al recordarlo: la agonía, la angustia, incluso el olor a chamuscado. Además, se caracteriza por ser especialmente doloroso para los humanos; o mitad humanos, como yo.
—¡Por favor!
—¡Hermanita!
Envuelvo a Hänsel en una burbuja antes de que intente alcanzarla.
—¡Detente! ¡Lo haré!
Resulta curioso que Gretel pueda mantenerse consciente, por lo que permito que el chico la acompañe.
—Todo estará bien, iré con mamá. Entonces, ellas te dejarán ir.
Él me observa y acepto la promesa implícita.
—No me dejes.
—Estarás a salvo y serás una estrella mediática. ¡Nuestro sueño!
—Sabes que no me interesa realmente. Es la única vía para que padre nos preste atención.
Una conversación similar con mi fallecido hermano sacude mi mente y corazón; simultáneamente, la luz de la luna alumbra místicamente el círculo de piedras que rodea la fogata.
—¡Basta de ñoñerías! —Madre explota y una tenebrosa aureola rubí la recubre—. Irás hacia allí y lo harás voluntariamente. ¡No perderé a nadie más!
—¿Qué? —Sus palabras develan la verdad que llevo tiempo buscando—. ¿Así murió Henri? ¿Por un error tuyo?
—Este no es el momento.
—¡Me separaste de él y pretendes repetirlo con ellos!
Me dispongo a lanzarle un conjuro paralizador, mas ella actúa primero y, nuevamente, soy presa del nefasto hechizo.
—¿Creíste que podrías vencerme? —Me esfuerzo por resistir al sufrimiento agobiador—. Hänsel, ¡camina! O ni siquiera Gretel sobrevivirá esta noche.
Él avanza y su hermana luce gravemente afectada cuando un destello azul emana de ella.
Instantes después, lo que queda de Hortense es una mancha negra.
—Yo…
—Hiciste magia —La Wilde parece consternada mientras nosotros la observamos anonadados—. Niños, creo que debemos conversar.
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