2. Incendio
Al levantarme me duele la cabeza y el recuerdo de hace unos días me hace suspirar. Los restos del pastel de chocolate están resecos encima de la mesa de la cocina y sin poder evitarlo acabo tomándomelo de desayuno junto con una taza de café con leche.
—Momo Yaoyorozu—digo su nombre en voz alta una y otra vez.
Aún recuerdo la primera vez que la vi. Sonó la alarma en uno de los bancos más importantes de la zona. Cuando llegué me informaron de que la causante era una chica y que tenía a un grupo de estudiantes de rehenes, que casualmente ese día habían ido de visita al banco. No estaba sola, pero mi mirada no se despegó de ella. Conseguimos atrapar a sus acompañantes, pero ella escapó con la mitad del dinero y salió ilesa. Sin ni siquiera un solo rasguño.
—¡Quiero a todo el mundo buscando el nombre de Momo Yaoyorozu por todos lados hasta que encontremos algo!—ordeno. Ya llevamos varios días buscando y a penas he dormido.
Tenemos todo tipo de ordenadores y tecnología. Sé que Yaoyorozu es inteligente, pero no pienso darme por vencida hasta encontrar algo.
—¿Cómo has conseguido su nombre?
Kaminari se acerca a mí con curiosidad. Tengo que ser sincera, pero me abstengo por una vez.
—Prefiero no hablar del tema, pero estoy segura de que es su nombre real.
Él asiente, parece convencido. Me paso horas buscando alguna pista a partir de su nombre, pero no encuentro nada. Nadie lo hace. Ni una sola entrada sobre quién es Momo Yaoyorozu.
—¿Cómo puede ser, Iida?
Miro a la persona más experta en tecnología que conozco de la comisaría. Él suspira rascándose la cabeza en un acto nervioso y se ajusta bien las gafas.
—Con buenos contactos se puede conseguir de todo, pero es imposible que se haya borrado de todos lados. De eso estoy completamente seguro, pero podríamos tardar días, incluso meses. Tendría que ser un milagro que...
—¡He encontrado algo!
La voz de Kirishima resuena por toda la comisaría y sin dejar terminar a Iida ambos nos dirigimos a su escritorio mirando la pantalla de su ordenador con ansias. Es en ese momento donde recuerdo porque Kirishima esta bajo mis órdenes, podrá ser algo torpe, pero si se propone algo no se rinde hasta conseguirlo.
—Habla de como una mansión se incendió, parece que los padres murieron, pero la hija sobrevivió. Pone que posiblemente no fue un accidente—explica él. Parece una página antigua y hay textos en otro idioma.
Lo leo con atención. La familia Yaoyorozu. Eran millonarios, ambos dueños de una gran empresa. Tenían una hija de cinco años. Un día hubo un incendio y ambos murieron. Al principio pareció un accidente, pero se abrieron muchos casos por homicidio, finalmente el caso quedó sin resolver y nunca se supo la verdad.
—¿Hay alguna fotografía? Podría ser otra familia o incluso una tapadera.
—Sí, aquí al final.
—¿Qué opinas Iida?
—Todo parece verdadero, igual que la fotografía.
La fotografía muestra una mansión en llamas y una niña pequeña de cabellera negra con un oso de peluche entre sus manos mientras dos bomberos la rescatan. Me quedo de piedra. Es ella. Tendría que alegrarme de haber encontrado esa información, pero por el contrario no me alegro. Es triste. Jodidamente triste e injusto ¿Fue un homicidio? La curiosidad me carcome.
—¿Qué pasó con ella?—pregunto.
—No pone nada más, pero es muy probable que fuera llevada a un orfanato.
Me muerdo el labio inferior con apuro. No sé que pensar. Las palabras de hace unos días cobran sentido. Sobrevivir dijo ella. Eso no justifica todo lo que ha hecho, pero no puedo evitar sentir empatía.
—Es ella, seguid investigando—ordeno cogiendo mis cosas—Tengo que ir a hacer unas cosas. Te dejo al cargo Kirishima.
Ellos asienten y no tardo en irme. Ya es de noche, pero sé exactamente dónde ir. No es la primera vez que me la encuentro. Hay un almacén fuera de la ciudad donde suelen ir algunos criminales, así que antes de ir me cambio e intento ir lo más disimulada posible. Al llegar veo que hay bastante gente, muchos beben y fuman.
—¿Qué haces aquí? ¿Es una misión de incógnito ultra secreta?
Me giro inmediatamente al oír su voz. Su cabello cae por su espalda y tiene un cigarrillo entre sus dedos. Es mucho más alta que yo, pero no me siento intimidada.
—¿Sabes que fumar mata?
—Pues por eso lo hago, inspectora.
Ella ríe antes de tirarlo al suelo y darle un pisotón. Yo la observo. No parece nerviosa y alarmada de que esté allí, tampoco ha alertado al resto.
—¿Sabes que no puedes detener a nadie aquí, verdad? Está fuera de tu zona.
—Lo sé, quería hablar contigo.
—¿Conmigo? ¿Por fin has caído en mis encantos o has venido a devolverme lo de las esposas?
Desvío la mirada y le hago una señal para que me siga. Parece desconfiada, pero aun así lo hace. La llevo al final de uno de los callejones cercanos para que podamos hablar, está lleno de farolas así que puedo verla con lucidez. Su rostro se ve cansado, pero eso no afecta a sus bellas facciones.
—¿Acaso es un ataque sorpresa?—pregunta burlona.
A pesar de su actitud despreocupada sé que se mantiene alerta. Yo niego enseñándole mis bolsillos vacíos. No es la primera vez que estamos solas, pero si la primera donde no sé qué decir.
—Te encontré.
—¿Cómo?
—¿Te suena esto?
Le enseño el artículo de la página web impreso. Ella lo coge y lo mira atenta. Observo sus gestos. Está tensa y su mandíbula se aprieta. Puedo notar un deje de tristeza y sorpresa en sus ojos.
—¿De dónde has sacado esto?
Por primera vez siento miedo. Su sonrisa y burlonería desaparecen. Está enfadada.
—Tenemos buenos trabajadores y tecnología. Buscamos durante días y...
No me deja terminar. Ella rompe el papel y lo tira al suelo con rabia antes de empujarme contra la pared con fuerza. Oigo mi espalda crujir, pero no lo suficiente para haberme roto nada. En el fondo ella no parece querer hacerme daño.
—Asesinaron a tus padres ¿No es así?—susurro—¿Por eso ahora eres una delincuente? ¿Es venganza? ¿O solo buscaste sobrevivir?
Ella me suelta, suspira y vuelve a mirarme. Por primera vez no sabe que decir y sus manos tiemblan.
—¡Cállate! He sido una imbécil, como he podido decirte mi nombre...—nunca la había visto así. Está frustrada.
—Lo habría acabado sabiendo tarde o temprano—la miro fijamente.
—Deberías irte antes de que les diga a todos que la policía está aquí. Sin un arma te van a devorar viva.
Intenta irse, pero agarro su muñeca antes de que lo haga. Alza su puño para golpearme, pero agarro ambos brazos dejándola inmovilizada contra la pared. Su cabeza choca contra el muro de piedra y la mía roza su espalda.
—He venido en son de paz.
—¿Por qué?
—¡Quiero saber la verdad!
Trago saliva. Me doy cuenta en ese momento de que mi obsesión no solo ha sido por querer atraparla. Es vergonzoso, pero admito que tengo algún que otro sentimiento por ella desde que nos conocimos. Siempre está en mis pensamientos y nunca desaparece.
—Ya la sabes—susurra sin moverse—Alguien asesinó a mis padres ese día, el incendio fue provocado...a mí me mandaron a un orfanato. Era el peor sitio del universo y me escapé. No aguantaba más. Tuve que robar por necesidad y al final...Ahora es quien soy ahora.
—¿No encontraste al responsable?
—Solo tenía cinco años. A estas alturas ni siquiera me acuerdo de nada de lo que sucedió—sus puños están apretados—Confíe en la policía y no fueron capaces de resolverlo. Tiraron el caso y ahora donde estaba mi hogar hay un restaurante pijo—me dedica una sonrisa llena de sarcasmo y amargor.
Su sinceridad me sorprende y aflojo el agarre a pesar de no soltarla. Noto su voz débil y sus manos siguen temblando.
—Lo siento mucho—lo digo de verdad.
—Tendría que haber muerto ese día en el incendio. Siempre lo he creído.
—No.
La suelto. Ella se gira para mirarme. Parece sorprendida.
—¿No?
—Si hubieras muerto mi vida sería mucho más aburrida. No me gustaría que hubieras muerto ese día.
Le dedico una leve sonrisa. Por alguna razón no me gusta verla triste. Ella ríe. Por unos segundos olvido que ella es una criminal y yo soy policía.
—Eso ha sonado muy coqueto de tu parte—sonríe con diversión—No sabía este lado de ti, me gusta.
—¿Acaso juegas conmigo?
—Yo no miento sobre lo que siento—sus palabras parecen sinceras.
—¿Quieres hablarlo en un sitio más tranquilo?
—De pronto me apetece ese té tan malo que tienes en tu cocina.
Mi cerebro me dice que deje la conversación en ese instante y me vaya, pero mi corazón me dice lo contrario. Sé que es demasiado tarde cuando ella se acerca a mí y me besa. Sus labios saben demasiado bien para evitar ese beso y mi cuerpo reclama su toque. Dos años resistiéndome a mis deseos ha sido mucho tiempo. Antes de que las cosas vayan a más me separo durante unos segundos y agarro su mano.
—Vámonos.
—A sus órdenes, inspectora.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top