Caida
Bruce
Unos dulces labios van recorriendo mi cuerpo. Haciendo su mayor esfuerzo para abstraerme de mi sueño. Oigo su sonrisa risueña. Amo que este feliz. Me hago el dormido, mientras sus ávidas manos recorren mi cuerpo desnudo. Pronto, mi pequeña se impacienta, decide jugar sucio, usando su boca en el sur de mi cuerpo. Me cuesta mucho continuar la farsa, es demasiada aplicada en la tarea. En pocos minutos tomo su cabeza y controlo sus movimientos. Me mira de forma perversa. Mi cadera tiene vida propia, intenta seguir el ritmo de sus labios. Soy esclavo de su boca.
Abro los ojos, la luz de la mañana y mis deseos por ella, me recuerdan que me toca alimentarme. Me gusta hacerlo mientras estoy dentro de ella, es doble mi placer. Además que ella no siente dolor así. Sus movimientos se vuelven más agresivos, me pierdo en las sensaciones, pronto estoy en la cúspide de mi placer.
Finaliza, se sube cual gata a mi pecho. Me besa apasionadamente. Intercambio la posición, ahora es ella quien está sobre la cama y yo sobre ella. Mis colmillos salen a escena. Al verlos se excita, su cuerpo vibra. Jamás creí, que alimentarme podría ser tan erótico para ella. Me muestra su cuello, donde está mi marca de posesión. Tiene una marca en cada lado. Sin pausa, paso mi lengua por la marca, oigo como gime. Penetro la piel, escucho como con solo ese acto, ella llega a un orgasmo. Mientras succiono, me posiciono en su vagina, la penetro con fuerza. Grita, mueve su cadera al compás de mis movimientos, mientras sus manos, mantienen mi cabeza sobre la marca.
Sus piernas envuelven mis caderas. Escucho como la cabecera de la cama golpea la pared, con cada uno de mis movimientos. Sus manos se mueven a mi espalda, clava sus uñas en mi piel, acelero mis movimientos. Su cuerpo comienza a estremecerse, indicando que está cerca de otro orgasmo. Finalizo de alimentarme, con mi lengua limpia la sangre de su cuello, así mi saliva va cerrando la herida. Entonces abro mi muñeca, se la doy a beber. Ella comienza a succionar, mientras ambos nos perdemos en un nuevo orgasmo. Finalizo con un beso, donde pruebo su sangre y la mía unida. Vuelvo a ocupar la cama, la tomo y monto sobre mi pecho, ella suspira y con sus pequeñas manos recorre mi pecho.
̶ Te amo− me dice, cada vez que lo hace mi corazón se acelera.
̶ Te amo, mi pequeña− nos quedamos en silencio, disfrutando de nuestro amor.
En todos mis años de vida, no recuerdo estar tan incómodo, como en este momento. Estamos Ryan, Kenia y yo, con los padres de ella. Han llegado en la mañana, apenas acabábamos de ducharnos, cuando fuimos solicitados en la sala. Mi pequeña está aún débil, entre su secuestro, casi muerte, alimentarme a diario y el sexo con dos hombres; no ha podido reponer fuerzas. Estaría peor si no fuese por mi sangre. Sus padres la llenan de preguntas, quieren saber todo lo que sucedió. Ella solo recuerda cuando fue abducida, después de ese momento todo está confuso.
Ryan y yo, intentamos alejar la conversación de ese tema. Sin embargo, el padre de Kenia, busca dar un cierra a esta situación. Ella suda profusamente, esta intentando recordar. Puedo ver como sus ojos buscan un lugar de la sala donde concentrar su atención. Deseo poder llegar a ella y calmarla. Lo malo es que está entre sus padres.
̶ Entonces, ¿Cómo está funcionando esto?− dice su padre con claro desprecio por la situación. Su Madre lo mira sorprendida. Kenia busca apoyo de nuestra parte.
̶ Ya decidimos, Kenia se mudara aquí – dice Ryan seguro. Esta situación, no lo amilana. Ahora su padre le mira con odio, está más que claro, que él no nos aprueba.
̶ ¿Los tres vivirán en la misma casa? ¿Quién será el que se case contigo?− pregunta su padre mirando a Kenia− o es que ¿tampoco disfrutare de tu boda? Solo te mudaras a vivir, como la gente pagana. Kenia, ¿qué es lo que pasa contigo? ¿acaso no ves el daño que te haces? Mira con el poco tiempo que tienen, el daño que esta relación te ha generado. Te secuestraron, vaya usted a saber que más te hicieron. Porque no lo recuerdas. No creo que estés consciente de todo el daño, que tu comportamiento está haciéndole a tu madre y a mí. Hija no te criamos para que fueras una mujer que se deja llevar por sus bajas pasiones.
Kenia comienza a llorar profusamente, no lo resisto más. Me acerco tomo su mano, la alejo de su padre. Veo a Ryan, asiente con su cabeza. Abandonamos el recinto, decido llevarla a que tome aire fresco. Ella se adhiere a mí, decido cargarla hasta que se calme. Cuando salimos de la casa, cuatro hombres nos siguen. Sin duda, Ryan no escatimo en la protección de nuestra pareja. Intento con mis caricias calmarla, no tengo éxito. Llora, se nota que esto podría dañar nuestra relación, aun cuando estemos ya unidos por un lazo de sangre, ella podría como humano que es, arrepentirse y dejarnos. El solo pensamiento me genera dolor en el pecho. No, haré lo que sea para retenerla a mi lado, así sea humillarme ante su padre.
Llegamos a un claro, donde hay un arroyo. Mi pequeña se ha calmado, un tenso silencio nos rodea. Ella respira, intentado volver a tener control de sus emociones. Respeto el que no me hable. La dejo sobre una piedra, le miro como dándole a entender, que estoy allí para ella. Su respuesta es darme la espalda. Se queda viendo directamente al arroyo, le doy su espacio. Entonces noto como su cuerpo vuelve a convulsionar con los espasmos del llanto. Odio verla así. Me siento, mientras logro percibir todas sus emociones. ¡Maldita conexión! Nuestra unión no deja espacios para la soledad o ninguna oportunidad para poner un muro de privado.
̶ Lo siento, tú no tienes la culpa−escucho que dice a través de nuestro lazo en mi mente.
̶ Tranquila, sé que no lo hacías a propósito. Sabes que estoy para ti. Solucionaremos esto, él nos aceptara.
̶ Lo dudo−dice dejándome nuevamente en silencio.
Observo como se acurruca, tomada de sus piernas. Huelo a Ryan, debe estar cerca. Le veo acercarse al claro, me mira con preocupación. Le guio con mi mirada hacia nuestra pareja. Veo como su rostro se contorsiona.
̶ ¿Qué sucedió?−le pregunto.
̶ Bueno, terminamos gritándonos. Tuve que decirle lo que le sucedió a Kenia. Su madre termino bañada en llanto. Y logré, que nos odiara más. Fui un estúpido –dice lastimeramente.
̶ Y ¿ahora?, esto va ser un gran problema en nuestra relación. Kenia respeta mucho a sus padres. Si decide seguir con nosotros nunca será feliz completamente. Siempre le hará falta sus padres, está muy unida a ellos−finalizo, veo como lo sopesa por unos minutos, de pronto me mira al parecer se le ha ocurrido algo.
̶ Le diremos la verdad−declara con calma. No sé si sea buena idea. ¿Qué más se podría hacer? El cree que su hija es una casquivana. Por lo menos así sabrá que no es su responsabilidad.
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