Epílogo

Dos años después...

El café de mi familia había superado un importante bache y, poco a poco, había conseguido recuperar su prestigio. El café... mi café, volvió a ser el lugar más frecuentado por la gente de la ciudad. Conseguí pagar todas las deudas pendientes gracias al gran éxito de la pastelería y pude pagar cada mes el alquiler sin problemas. 

Mientras reponía más donuts glaseados y cupcakes en la vitrina, eché un vistazo. Todo el café se había llenado de clientes. Muchas veces venían los padres y/o las madres con sus hijos, grupos de chicas para tomar algo, estudiantes de universidades y facultades y hasta reuniones informales entre personas adultas. Había llegado la primavera y había instalado unas sillas muy monas con mesas y unas sombrillas afuera del café para que ellos disfrutaran al aire libre. Por suerte había mucho espacio en la acera para ponerlas (tuve que pedir un permiso para hacerlo) y no molestar a las personas que venían de paso. 

Sorprendentemente, yo empezaba a ser más creativa a la hora de cocinar dulces y postres, imaginándome ideas y dando a mis creaciones mi toque personal. Nunca había disfrutado tanto en la cocina como lo hacía cada día. Eso me hacía muy feliz. 

Sonreí llena de felicidad y gratitud. El café se había convertido en un lugar idóneo, un sitio cálido y acogedor para todo el mundo. Las personas sentadas en las mesas reían, charlaban y disfrutaban con las bebidas y los dulces que yo preparé con mucho cariño y paciencia. El escuchar sus elogios hacia mis delicias me hacía sentir una paz y una satisfacción increíbles. 

Todo... todo había salido bien, había requerido mucho esfuerzo pero mereció la pena. Miré hacia el techo. Papá, mamá... seguro que desde ahí arriba estaréis orgullosos de mí. Pero claro... todo esto no habría salido así de bien si no fuera por la gran y desinteresada ayuda de Sanji.

Hace dos años que iniciamos nuestra relación. Sanji se había convertido en mi novio oficial y yo no podría estar más feliz. Era el hombre más cariñoso, amable, divertido y atento que he conocido nunca. Muchas veces venía al café a echarme una mano cuando se llenaba hasta los topes, y también venía a mi casa a pasar el rato conmigo. También salíamos afuera en mis ratos libres y los fines de semana, ya sea ir al cine o a dar un paseo cogidos de la mano. Casi nunca íbamos a restaurantes y eso es porque Sanji, cuando venía a mi casa a comer o a cenar los dos juntos, preparaba unas comidas taaaan buenas que definitivamente no hacía ni falta salir a comer fuera. Sus platos siempre me sorprendían y Sanji siempre sonreía cuando lo hago. 

Aunque... un día tuvo que decirme que tenía que irse de viaje durante dos años a París, a Europa. Su antiguo profesor Zeff le había comentado un curso de cocina y repostería francesa en una de las academias más prestigiosas de aquella ciudad europea. Le dijo que si sacase aquel curso con éxito, su futuro sería muy grande y Sanji se mostró muy interesado. Él siempre me había comentado que ir a Europa era otro de sus sueños. Al principio iba a rechazar la oferta por mí, se mostró muy preocupado e incluso culpable, pero yo le respondí que de ninguna de las maneras iba a dejar que renunciara a su sueño y que lo que yo más quería era verle feliz.  

Recuerdo aquella despedida en el aeropuerto, que resultó algo dolorosa para mí. Vinieron todos sus amigos para despedirse de él y darle ánimos. Sanji estaba contento e ilusionado por descubrir otro mundo, pero también reflejaba algo de tristeza al verme a mí. Cuando nos abrazamos, yo no podía evitar soltar algunas lágrimas. Luego Sanji me puso en el dedo un precioso anillo de oro para que le recordara y me dio la sonrisa más dulce del mundo. Me preguntó si le esperaría, y yo le respondí que sí, que le esperaría con ganas. Al final ambos nos dimos el mayor y el más cariñoso beso de nuestra vida, antes de que él se alejara hacia las puertas de embarque y se despidiera de nosotros con la mano y con una sonrisa de esperanza. 

Y aquí estoy, con 20 años, contemplando el magnífico anillo de oro. Estos dos años habían sido bastante largos y le echo mucho de menos. Sanji y yo a veces nos hablábamos por teléfono, no podía hablar mucho porque el curso era tremendamente duro y tenía que estar atento al 100%. Yo lo comprendía. Afortunadamente desde la fiesta de cumpleaños, había conseguido hacer amigos. Había entablado una gran amistad con todos ellos, eran todos muy divertidos y espontáneos. Ellos también frecuentaban visitar el café para verme y tomarse algo todos juntos. Luffy cada vez que venía me saludaba muy animado mostrándome su gran sonrisa. A veces venía con todo su grupo de amigos y amigas, y otras veces lo hacía acompañado de sus dos hermanos. Yo me divertía mucho con ellos y el café se llenaba de risas y carcajadas. Aquellos días eran inolvidables. 

Caray... cómo me ha cambiado la vida por completo. 

Salí de mis pensamientos y me dispuse a seguir con mis tareas. Mientras metía unas cookies de chocolate en un bote de cristal del mostrador, la campanilla de la entrada sonó. Era la madre con su hijo pequeño de, ahora, seis años, a quienes conocí en el centro de la ciudad cuando repartía folletos y muestras gratis. Desde ese día venían unas dos veces por semana y ambos siempre, al terminar, salían de aquí realmente satisfechos. 

Madre: Buenos días.

Tn: ¡Hola, buenos días! Bienvenidos - les acogí con una sonrisa -. ¿Qué les gustaría tomar hoy?

Madre: Para mí un café con leche y un bollo de leche, por favor - pidió y se dirigió a su hijo -. ¿Tú qué quieres, cariño?

Niño: Una tarta de chocolate y un zumo, por favor - me pidió entusiasmado.

Tn: Claro, muy bien - respondí -. Siéntense donde quieran, enseguida les traeré su pedido. 

Unos minutos después fui a su mesa y les serví a ellos dos lo que pidieron.

Tn: Aquí tienen. Que lo disfruten.

Madre: Gracias, bonita - me respondió de forma amable. 

Niño: ¡Gracias! - contestó con alegría. Luego vi que cogió algo que estaba encima de su mesa al lado. Era una bonita rosa roja y me la tendió -. Toma. Es para ti.

Tn: ¡Anda! Muchas gracias, pequeño. Es muy bonita - le dije con una sonrisa oliendo aquella flor.

Niño: La flor no ha sido mía - me contestó sin más.

Tn: ¿Cómo? ¿Qué quieres decir? - pregunté confusa. 

Niño: Que la flor no es mía. Me la dio un señor para que te lo diera antes de entrar aquí.

Tn: ¿Ah sí? - dije sorprendida -. ¿Y quién es ese señor?

Niño: Ammmm pues... - empezó a hablar moviendo sus pequeñas manos -. Es así de alto y... y... tiene unas cejas muy graciosas - acabó riéndose un poco.

Me sorprendí más. Espera espera. ¿Cómo? ¿Cejas graciosas?... no será... No puede ser.

Tn: ¿Unas cejas... como rizadas?

Niño: ¡Sí! Y también el pelo rubio.

Tn: ¡Sanji!

De inmediato me alejé de la mesa y salí del café a todo correr. Nada más salir me apoyé en la puerta y... lo vi. No me lo podía creer. ¡Allí estaba! Sanji estaba un poco más alejado de la acera y llevaba vestido una camisa blanca remangada con corbata y pantalones negros... y con una impecable sonrisa. Estaba arrebatador. Posó en mí una de sus miradas y vi que extendía los brazos.

Sanji: He vuelto, mademoiselle.

Tn: ¡¡Sanji!! - exclamé de alegría y, sin pensarlo dos veces, fui corriendo hacia él y me lancé a sus brazos. Ambos nos abrazábamos fuerte mientras reíamos. 

Tn: ¡No me habías dicho que volverías hoy! - le respondí mitad contenta y mitad enfadada. 

Sanji: Quería darte una sorpresa, preciosa. Así me pareció mucho mejor. Ese crío me ha hecho un gran favor - me contestó con una sonrisa satisfecha. 

Miré a la rosa roja que todavía sostenía en mi mano.

Tn: Es preciosa... gracias - le miré emocionada. 

Sanji: Me alegra que te guste. ¡Ah! También traigo una cosa para ti.

Tn: ¿Ah sí? ¿Qué es? - pregunté con una mezcla de nervios y curiosidad.

Sanji sacó una pequeña cajita de una bolsa de papel que traía con él. Era de colores blanco y azul con una etiqueta central en la parte superior: ''Le Cordon Bleau''

Sanji: Ábrelo - me invitó con ganas. 

Abrí la cajita y pude ver que su contenido era... unos cuantos macarons apilados en hileras y de colores rosa, verde y amarillo. 

Tn: ¡Guau! ¡Tienen muy buena pinta! - contesté maravillada. Posé mi mirada en él - ¿Las has hecho tú? 

Sanji: Por supuesto. Hechas con mis propias manos y con todo mi amor para mi princesa - me contestó orgulloso. ¡Qué dulce es! 

Tn: Muchas gracias, Sanji. Me encanta - cerré la caja y le miré a sus ojos azules -. Eres tan atento conmigo. 

Sanji: Yo soy así. Yo hago lo que sea con tal de ver tu bonita sonrisa y de verte feliz - posó una mano en mi mejilla y me dio una dulce sonrisa. Madre mía, ¡lo amo aún más! Le abracé de nuevo, lo cual fue correspondido.

Tn: Te he echado mucho de menos, Sanji.

Sanji: Yo también te he echado de menos, Tn. No sabes cuánto - habló con voz susurrada, otorgándome ese abrazo tan cálido.

Unos minutos después nos miramos a los ojos. Sanji sostuvo mi rostro entre sus manos y me besó dulcemente. Yo le correspondí toda feliz. El corazón me latía al compás y sentí una paz en mi interior. Este sentimiento es maravilloso. 

Tn: Amm Sanji - hablé dejando de besarle -. He pensado que podríamos llamar a los chicos y salir todos juntos a algún lado. ¿Qué te parece?

Sanji me miró pensativo. Meditó durante unos minutos y dijo:

Sanji: No, mejor que no.

Tn: ¡Sanji! - contesté sobresaltada. No me esperaba esa respuesta -. Deberías avisarles de que acabas de llegar. Son tus amigos, ¿no?

Sanji: Y lo son. Ya les había avisado con anterioridad, y también les he dicho que hoy mismo quiero pasar el día con mi chica. Hay que tener modales, ¿no? - me contestó sonriendo y enarcando una ceja. Me eché a reír. 

Tn: Jajaja menos mal. Bueno... en cierta parte, está bien. 

Sanji: Claro. Ya habrá tiempo para todo, preciosa - me abrazó más a él -. Hoy tenemos todo el día para nosotros.

Tn: Todo el día no - le dije algo brusca. Luego le miré algo culpable hacia su rostro sorprendido -. Todavía tengo trabajo que hacer en el café. ¿Has visto todos esos clientes? - señalé el café -. Pero bueno, hoy cerraré antes porque es fin de semana. Así que... - calé mis ojos en los suyos y proseguí susurrándole - hoy la tarde y la noche las tendré libres. ¿Quieres pasarlas conmigo en mi casa?

Sanji entrecerró los ojos y me lanzó una sonrisa de lado.

Sanji: Suena interesante. Me apunto. ¿Cocino yo o cocinas tú? - me sugirió. 

Tn: No, cocino yo. Debes estar agotadísimo por el viaje.

Sanji: No, cocino yo esta vez y no se hable más. Quiero sorprenderte con lo que he aprendido en esa ciudad. La cocina francesa es una de las mejores gastronomías del mundo, ¿sabes? Créeme, no te arrepentirás. 

Me quedé como pensando en la idea. Y efectivamente me había gustado mucho. 

Tn: Tentador... está bien. Me apunto - contesté con mi sonrisa.

Sanji: Estupendo. Pues después de que cierres tu café estaremos los dos solos, querida mía - respondió con una sonrisa. 

Tn: Sí... los dos solos - contesté de igual forma. 

Ambos nos quedamos mirándonos el uno al otro. Entonces escuché su voz.

Sanji: Tn...

Tn: ¿Sí?

Sanji: ¿Te he dicho ya que te quiero?

Tn: Sí. De hecho me lo dices unas miles de veces - le contesté soltando una risa. 

Sanji: Pues seguiré diciéndotelo. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Soy muy feliz estando contigo - me dijo con voz dulce.

Tn: Sanji... - empecé a hablar emocionada por sus palabras - Tú también eres lo mejor que me ha pasado. Desde que entraste en mi pastelería cambiaste todo mi mundo. Nunca te agradeceré lo suficiente todo lo que has hecho por mi. 

Sanji: Lo has hecho - se acercó más a mí -. Y es estando a mi lado. De hecho cuando te volví a ver, vi que eras un desastre - dijo riéndose.

Tn: ¿E-Eh? ¿Desastre? - pregunté confundida. 

Sanji: Sí... pero eras una dulce desastre - me besó la frente -. Y ahí desde entonces me enamoré de ti... mi dulce desastre.  

Sonreí. No pensé que pensara así de mí. Eso me hace... muy feliz. Sanji se acercó a mi rostro y yo igual, y, finalmente, nos dimos otro dulce y maravilloso beso.

Empecé a pensar... mamá... papá... espero que podáis ahora estar tranquilos. He podido salvar el negocio, he hecho amigos realmente maravillosos y me había enamorado de un hombre tan increíble como Sanji que, si no fuera por él, nada de esto habría pasado. Sé que éste es el hombre con el que quiero estar. 

Y por supuesto... gracias, Sanji. Gracias por aparecer en mi vida, en aquel día algo raro pero que lo significó todo para mí. Porque ahí comenzó todo. Y espero que por mucho tiempo siga siendo tu...

Dulce desastre.  

*Fin*

Nota de la autora:

Bueno, aquí finaliza otra bonita historia. ¿Quién no querría hacer dulces con el cocinero de los mugiwaras? Yo por supuesto me apuntaría jejeje. En fin, espero que os haya gustado esta historia y que la votéis y recomendéis. Seguiré con otras historias más. ¡Tened paciencia!

A propósito, mi primera historia ''Atada a ti'' de Ace x lectora tuvo una gran acogida. ¡Guauu! ¡Cuántas lecturas y cuántos votos ha tenido! Y además he recibido comentarios muy positivos. ¡Cómo me alegro de que os haya gustado, sois increíbles!

Hasta aquí me despido de momento. ¡Besos y hasta la siguiente historia! ^_^







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