Capítulo 2
Me desperté de mi sueño por la alarma de mi móvil. Las 7:00 a.m. Hora de levantarse.
Me levanté de la cama rascándome un ojo y me dirigí al baño. Salí y me cambié de ropa. Me puse una camiseta blanca sencilla, vaqueros azules y unas zapatillas blancas cómodas. Me miré en el espejo y arreglé mi cabello que estaba hecho un desastre. Luego fui a la cocina y desayuné algo sencillo: tostadas, zumo natural de naranja y leche. Al menos el desayuno sé hacerlo.
Cuando terminé de desayunar, me lavé los dientes, cogí las llaves de casa y del local y salí. Cerré la puerta de mi casa y bajé por las escaleras. Salí a la calle y cerré esta puerta también. En cuanto giré en dirección hacia el café, me encontré con él. Era el joven de cabello rubio y cejas rizadas del otro día. Llevaba puesto su abrigo negro y se encontraba fumándose un cigarrillo. Sostenía una caja blanca bajo el brazo. Parecía relajado. La verdad, no me lo esperé.
El hombre se giró hacia mí y dio una sonrisa satisfecha.
Sanji: Ya estás aquí - dijo -. Una chica puntual. Es un buen comienzo.
Me sorprendí. Arqueé una ceja con el ceño fruncido. Ese comentario me molestó un poco. ¿Y qué se esperaba? Tampoco soy tan incompetente.
Me dirigí hacia la puerta del café y me dispuse a abrirla. Una vez abierta, entré en la tienda con el chico rubio atrás mío, no sin antes tirar la colilla al suelo. Cerré la puerta pero sin cambiar el cartel donde ponía ''Cerrado''. Tenía la decisión firme de no abrir el local de momento hasta aprender todo lo necesario.
Cuando entramos en la cocina y encendí las luces, el hombre echó un rápido vistazo a su alrededor y dejó su caja blanca en la mesa de preparaciones.
Sanji: Tiene una buena cocina - murmuró impresionado -. Todo bien equipado, limpio y de calidad - sonrió -. Así es mucho mejor. Bueno... vete preparando y empezamos con la clase, ¿de acuerdo?
Tn: Sí... claro - contesté. Cogí mi delantal y me la puse. Recogí mi cabello en una coleta y esperé en la mesa de preparaciones. El joven se quitó el abrigo negro y lo colgó en el perchero. Pude ver que llevaba puesto un conjunto completo de chef, con su chaquetilla y todo. Y tenía un pañuelo azul anudado a su cuello. Me quedé impresionada. Le quedaba muy bien. Parecía un chef auténtico.
El joven se acercó donde estaba yo, apoyó una mano en la mesa y sonrió de nuevo.
Sanji: Bueno, pues yo me llamo Sanji y durante esta semana seré tu profesor particular de pastelería. ¿Podría decirme su nombre, por favor? - me dijo de forma educada.
Tn: Yo... me llamo Tn. Un placer conocerlo. Espero que nos llevemos bien - contesté con una reverencia.
Sanji: Muy bien - respondió con su sonrisa y apuntó con el dedo -. Antes de empezar - cojió su caja blanca que se encontraba a su lado, la abrió y me lo mostró -, he traído unas muestras de los dulces que pedí en la lista, sobre todo el de la tarta. Para que veas cómo son - acabó con una sonrisa orgullosa.
Eché un vistazo al contenido de la caja, curiosa. Había un surtido de dulces diversos y pequeños. Parece que trajo uno de cada, incluido un trozo de lo que parecía ser la tarta de cumpleaños. Me quedé muy impresionada. Aquellas delicias tenían una pinta increíble, digno de alta pastelería. ¡Daban ganas de zampárselos todos!
Tn: Son... son increíbles - contesté asombrada -. Deben de estar deliciosos.
Sanji: Pues eso es lo que vamos a hacer - contestó orgulloso -. Vamos a catarlos, a probar cada uno de estos dulces, y así memorizarás su textura y sabor.
Dicho esto, sacó del bolsillo del pantalón un papel. Era la lista de dulces que trajo aquel día.
Sanji: Yo te iré enseñando cada uno de los dulces que están en esta lista. Cada uno es distinto y verás su forma de presentación - dijo señalando la lista con un dedo -. Bien... vamos a empezar, ¿de acuerdo?
Tn: De acuerdo - contesté con una sonrisa.
Durante aquel rato, fuimos probando todas y cada una de las delicias que Sanji me iba mostrando, diciéndome sus nombres y sus ingredientes. Cada vez que cataba uno, abría más los ojos y relamía de gusto. Dios... ¡eran una maravilla! Eran una exquisitez, un manjar de dioses. Si su aspecto era buenísimo, su sabor y su textura era lo siguiente. Y lo siguiente. Yo no paraba de saborear y de sonreír. Tenía la sensación de estar disfrutando como una niña pequeña.
Ahora los dos sosteníamos un cupcake en la mano. El aroma llegaba hasta mi nariz, un aroma dulce y delicado.
Sanji: Éste - continuó - es un cupcake con crema de mantequilla de chocolate por encima y relleno de crema de Boston - sólo de escuchar su descripción se me hacía la boca agua -. Ahora, muérdelo. Pero recuerda, hazlo despacio. Así apreciarás mejor la textura y el sabor, y lo disfrutarás más. ¿Entendido?
Tn: Sí, entendido - respondí como una buena alumna. Directamente, mordí el cupcake y lo saboreé despacio. Impresionante. ¡Era una locura total! Sentí cómo las dos cremas se fundían en mi boca, dulces y nada empalagosas, y el bizcocho era esponjoso y ligero. En ese momento fue como si estuviera comiendo un trozo de cielo.
Tn ¡Mmmmmmm! - exclamé - ¡Está buenísimo, Sanji-san!
Vi que Sanji se quedó sorprendido.
Sanji: ¿Cómo me has llamado?
Tn: Sanji-san. ¿No quiere que le llame así? - le pregunté dudosa. Creí que se iba a enfadar, pero lejos de eso, sonrió aún más.
Sanji: No, está bien que me llames así. Me gusta - contestó. Yo no pude evitar sonreír también.
Tn: Muy bien... Sanji-san - y los dos nos pusimos a reír.
Vi que en la caja lo que quedaba era el trozo de tarta de cumpleaños. Parecía ser de chocolate.
Tn: Ésta - señalé el trozo - es la tarta de cumpleaños, ¿verdad?
Sanji: Sí, así es - contestó. Cogió dos tenedores y me dio uno -. Vamos a probarlo, ¿te parece?
Tn: Por supuesto - dije entusiasmada.
Ambos partimos un pedacito del dulce y nos lo metimos en la boca. Gemí de gusto otra vez. Madre mía, ¡pero qué rico está! El bizcocho era jugoso, y la crema que tenía por fuera y en el relleno era una explosión de sabor curiosa y sorprendente.
Tn: ¡Mmmm! Delicioso. ¿Qué lleva? - pregunté asombrada.
Sanji: Es una tarta de chocolate especiada. Tanto el bizcocho como la crema, que se llama ganache, llevan especias como canela, clavo, jengibre y nuez moscada. ¿Te gusta?
Tn: Me encanta - contesté impresionada -. No sabía que en el chocolate se pudiera usar especias.
Sanji: Al chocolate puedes echarle cualquier sabor y esencia, siempre que case muy bien. El secreto de esta tarta, además de usar un buen chocolate, es que uses la cantidad adecuada de cada una de las especias. En un postre así, no hay que dejarla sosa ni pasarse con ellas porque, si no, estaría incomible. ¿Lo entiendes?
Tn: Sí - respondí -. Disculpa, ¿qué es una ganache? - pregunté curiosa.
Sanji: Es una crema que simplemente es chocolate y nata. Ya te enseñaré luego - contestó sonriendo orgulloso.
Cuando acabamos, la caja se encontraba vacía. Me dio algo de pena. Había comido tan bien.
Sanji: Bueno, ¿qué te han parecido? - preguntó cruzando los brazos y mirándome.
Tn: Ha estado todo increíble, Sanji-san - contesté sonriendo.
Sanji: Me alegro - me respondió con una sonrisa satisfecha -. Pues bien, mi plan es lo siguiente. Durante estos primeros días te enseñaré lo básico de la repostería, iremos de lo más sencillo poco a poco hasta lo más laborioso. Y en los últimos días, antes del evento, practicaremos lo que te haya enseñado para hacer el surtido de dulces y, sobre todo, la tarta de cumpleaños. Será un trabajo largo y duro. Deberás estar 100% dispuesta y con ganas. - su voz al hablar era firme y supe que lo decía en serio -. La pregunta es... ¿estás preparada?
Me quedé mirándolo. Llevaba razón. Esta semana será muy dura y costosa. Pero si quiero abrir de nuevo la tienda y que el negocio prospere... debo darlo todo mí. Sí. Estoy decidida. Aprenderé todo lo necesario y seré una gran pastelera como lo fue mi padre.
Tn: Sí - contesté decidida y con entusiasmo, sonriendo y con los puños cerrados -. Estoy preparada, maestro.
Sanji: Eso quería oír - respondió con una sonrisa -. Muy bien pues... - se remangó la chaquetilla - empezamos con la clase.
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Y, desde aquel día, empezó mi clase particular. Durante estos tres días fue un duro entrenamiento. Intentaba estar atenta a las lecciones, los trucos y los consejos que Sanji me daba mientras me enseñaba lo básico: las distintas masas, los diferentes rellenos, cómo hacer un almíbar o un caramelo... También me enseñaba distintos ingredientes, cómo utilizar las medidas correctas con las herramientas indicadas, cómo usar adecuadamente el horno y los distintos tipos de cocción de cada dulce, etc. Yo utilizaba siempre una libreta mía en blanco que encontré y un boli para tomar apuntes mientras él me instruía, me pareció necesario tener todo escrito para llevarlo a práctica.
Cada lección o receta nueva que me daba la tenía que practicar después, por supuesto. En el primer día, cuando tenía que hacer las distintas masas, me llevé más de una bronca por parte de mi estricto profe. Por ejemplo, cuando echaba la harina al bol con la mezcla de huevos, mantequilla y azúcar para hacer un bizcocho, él se alarmó.
Sanji: ¿Estás echando la harina ahí de golpe?
Tn: Ammm sí. ¿No dijo que después de batir todo va la harina? - contesté como si fuera obvio.
Sanji: Sí, claro que después va la harina. Pero no así - dijo con voz severa, y cogió el bol que tenía entre manos y lo tiró todo a la basura.
Tn: ¡Oye! No es necesario tirarlo todo, ¿no?
Sanji: Sí, sí que es necesario. Ya que echaste toda la harina así, ya no hay manera de usarlo - contestó. Luego puso el bol y la batidora de varillas en el fregador, cogió otros limpios e ingredientes nuevos y se acercó hasta donde estaba yo.
Sanji: Escucha, Tn - decía mientras colocaba las cosas en la mesa de manera ordenada -. La harina, para un bizcocho, tarta, galletas o lo que sea, siempre hay que tamizarla para que no haya grumos y no tenga ese sabor desagradable al comerlo. Venga - dijo mirándome serio y señalando el bol -, hazlo de nuevo como te enseñé.
Tn: Está bien - suspiré resignada e hice todo desde el principio y, al llegar a la harina, la tamicé con un colador encima de la mezcla tal y como me había enseñado.
Unos 20 o 25 minutos después, abrí la puerta del horno donde se cocía el bizcocho de antes, la saqué y vi que por encima estaba dorado... pero en el centro se había hundido. Puse mala cara.
Tn: Jope... ¿pero qué ha pasado? - dije contemplando aquel panorama con ojos confusos. Sanji, como estaba a mi lado, cruzó los brazos y puso una mirada acusatoria.
Sanji: ¿Pusiste todos los ingredientes? ¿No se te ha olvidado nada?
Tn: No yo... yo estoy segura de que... - entonces me di cuenta y puse cara de fastidio -. ¡Mierda! La levadura.
Sanji: Exacto. Al no echar la levadura, la masa no ha subido de ninguna manera, haciendo que pase esto - respondió señalando el resultado -. Procura no olvidarte de este paso a no ser que lo diga la receta. ¿Está claro?
Tn: Sí, entendido - contesté cansada y con un deje triste. Sanji se dio cuenta y puso una mano en mi hombro.
Sanji: Ey, vamos, no te pongas así. Es normal que te pase esto, sólo estás empezando. Pero si lo practicas verás que te saldrá bien. ¿Vale? - dijo poniendo una de sus sonrisas. Aquello me contagió en segundos.
Tn: Sí. Gracias, Sanji-san - respondí sonriendo. Cerré la puerta del horno y dejé a un lado el bizcocho estropeado.
Sanji: Bien. Sigamos con la clase, ¿de acuerdo?
Tn: Sí, vale - contesté.
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Al segundo día, me puse a atender cómo hacer distintos tipos de merengue. Sanji terminó de batir unas claras de huevo con azúcar y me lo mostró.
Sanji: ¿Ves? Así es cómo se baten las claras de huevo y se consigue el merengue francés - dijo y señaló otro bol con claras sin montar -. Venga. Ahora hazlo tú.
Tn: De acuerdo - contesté y me acerqué a la mesa. Eché la cantidad correcta de azúcar al bol, cogí el bol con la batidora de mano y me puse a batir con energía como si estuviera mezclando.
Sanji: ¡Oye, se te está saliendo todo! - exclamó parándome con la mano. Yo paré y miré el bol. Era verdad, las claras se me habían salido por todos los lados del bol.
Tn: Lo-Lo siento, Sanji-san. Es que es muy difícil. Enséñamelo otra vez, por favor - dije con voz desesperada.
Sanji: Está bien - contestó. Se acercó a la mesa, cogió otro bol con claras y azúcar y me hizo una seña para que atienda a su lección -. Mira, no tienes que coger el bol como lo acababas de hacer. Sólo tienes que inclinarlo un poco - inclinó el bol acercándolo a su pecho - y después te pones a batir, no a mezclar. Como si fueran huevos enteros.
Y entonces se puso a batir con energía, con un rápido movimiento de muñeca. Yo mantenía la mirada atenta en aquella acción. Unos minutos después, Sanji consiguió un merengue blanco y perfecto.
Tn: Caray, impresionante - contesté con la boca abierta.
Sanji: ¿Has visto? Así es cómo se hace. Y, para asegurarnos de que estén bien montadas y firmes... - directamente con las dos manos puso el bol con merengue boca abajo. Me asusté. ¿¡Pero qué hace!?
Tn: ¡Cuidado, Sanji-san! ¡Se le va a caer todo! - exclamé. Pero, para mi sorpresa, al final no se cayó ni un poquito de merengue, se quedó en el bol como si fuera cemento. Impresionante.
Tn: Ca... Caray - dije con la cara muy sorprendida.
Sanji: Jajaja ¿ves? - me dijo soltando una risa -. Con esto se sabe que las claras están bien montadas y que no hace falta batir más - puso el bol en la mesa y lo señaló con el dedo -. Con este merengue se tendrían que hacer unos dulces suaves en el horno. No debes nunca decorar una tarta o algún dulce con un merengue con claras crudas, siempre tienen que cocinarse de alguna manera, en los tres tipos. Si no, corres el riesgo de intoxicar a algún cliente por salmonelosis. ¿Lo has entendido?
Tn: Sí. Ya lo he pillado - sonreí impresionada y cogí la libreta para tomar apuntes de nuevo. En ese momento sentí una mano encima de mi cabeza. Alcé la cabeza y lo miré. Sanji me miraba con una sonrisa.
Sanji: Estás siendo una buena alumna - dijo orgulloso -. Sigue así de trabajadora y lo lograrás.
Su sonrisa... me gusta mucho. Le hace ver tan... atractivo. Me sonrojé, pero después volví a la realidad. ¿¡Quieres parar, Tn!? ¡Concéntrate!
Tn: Gra... Gracias, Sanji-san. Por cierto, ¿cuáles son los otros dos tipos de merengue? - pregunté con curiosidad. Sanji quitó su mano de mi cabeza y apuntó con el dedo hacia arriba.
Sanji: Pues, aparte del merengue francés - contestaba sonriendo -, están el italiano y el suizo. Ahora te enseñaré a hacerlos - se dio la vuelta, giró su cabeza y me miró de nuevo - ¿Estarás atenta?
Tn: Sí, por supuesto - respondí con ganas y con la libreta y el boli en la mano.
Sanji: Muy bien. Pues vamos con ello - contestó entusiasmado.
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Pasadas las horas, ya era tarde y me encontraba muy cansada. Había limpiado las mesas, recogido todo y lavado todos los cacharros de la cocina, con la ayuda de Sanji, claro. Aparte de ser un buen profesor, es un caballero. Sinceramente, me gustaba ese lado suyo tan amable.
Ya nos habíamos quitado los delantales y apagado las luces de la cocina y del local. Nos encontrábamos en la entrada del café, y yo cerraba la puerta con las llaves. Me di la vuelta y me encontré con él.
Tn: Muchas gracias por sus clases - le dije agradecida -. Han sido muy buenas y me han servido de mucho.
Sanji: No hay por qué darlas, señorita Tn. Me alegro de que te hayan gustado. Y estás progresando mucho, por cierto - me contestó sonriendo -. Bueno, nos veremos mañana. Que descanse bien, señorita.
Tn: Sí. Hasta mañana, igualmente - le despedí con la mano. Sanji se dio la vuelta y se fue.
Minutos después, abrí la puerta de mi casa y entré. Cuando cerré la puerta, suspiré cansada y sonreí. Hoy ha sido un buen día. Me dispuse a cenar algo y a prepararme para dormir. Una vez en la cama, me quedé dormida en cuestión de segundos.
Me encontraba muy cansada, pero al mismo tiempo estaba contenta. Le escuché a Sanji decir que yo estaba progresando mucho. Inconscientemente sonreí. Eso es que voy por buen camino, ¿no? Bueno, tampoco debería coronarme los laureles tan pronto. Aún me queda mucho por aprender.
Mañana tendré otro día más con sus clases. Seguramente tendré muuucho trabajo.
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