Capítulo 1

Nota: Tn => Tu nombre

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Me llamo Tn y tengo 17 años (aunque me falta poco para cumplir los 18). Mi padre posee una pastelería, más bien un café especializado en dulces de la que ahora soy propietaria ya que, por desgracia, él murió hace tres meses de una enfermedad del corazón. Él era el único familiar que me quedaba así que, al final, acabé sola en el mundo.

Ahora mismo, estoy aquí en el mostrador del café, esperando a que algún cliente apareciese. Llevaba puesto mi uniforme de trabajo: una blusa blanca y un delantal con volantes de color rosa pastel. Recogí dos mechones de mi cabello para atármelos por detrás con un lazo del mismo color.

Aunque, si os soy sincera, hay muy pocas probabilidades de que venga alguien. Desde la muerte de mi padre, que era muy conocido por el barrio por sus fantásticos dulces y por su carácter alegre y cálido a la hora de atender a los clientes, no había vuelto a aparecer nadie desde entonces. Pero no sólo por eso sino porque también, desde que yo cogí las riendas del negocio, mis pasteles y dulces cogieron tan mala fama que ya nadie se atrevió a pasar por aquí. Y no les culpo porque... yo también pienso que no están nada bien. En estas cosas soy un auténtico desastre, pero qué se le va a hacer.

Permanecí con los codos apoyados en el mostrador de cristal, con la vista fija en la puerta. La calle por fuera estaba tan silenciosa que parecía una ciudad fantasma. Suspiré.

Tn: No viene ningún cliente - murmuré en voz baja, de pura resignación y cansancio.

Miré abajo y pude ver los dulces que había preparado a través del cristal del mostrador. La nata de algunos pasteles se salía por todas partes, la fruta que las decoraba andaba desordenada sin ningún tipo de brillo, las capas de hojaldre de las milhojas se desmoronaron sin ninguna solución, y la crema de mantequilla de los pastelitos estaba mal cubierta  y daba la impresión de que fueran ladrillos en una capa de cemento tosco.... No les juzgo, la verdad. Yo tampoco me atrevería a comer, ni siquiera probar ninguno de mis dulces. Tienen tan mala pinta que parecía que los hubiera hecho un niño de 2 años. Aunque de repente pensé que hasta un niño de 2 años los haría mejor que yo.

Solté un profundo suspiro con gesto triste. Yo no valgo para esto. Definitivamente soy un desastre. Si fuera por mí lo dejaría, pero no puedo hacerle esto a mi padre, que en paz descanse. No puedo permitir que todo el esfuerzo y las ganas que puso mi padre en este negocio se vayan a pique. No... no quiero rendirme. Tengo que hacerlo por él... el problema es que no sé qué hacer. 

Además, también tengo muchas deudas, problemas para pagar el alquiler. Ahora recuerdo aquella llamada de hace una semana...

Flashback:

___: ¡Señorita Tn! ¡¡Ya me debe tres meses de alquiler!! ¡¡300.000 yenes!! - me gritó algo enfadado por el teléfono. Era el dueño del local.

Tn: ¡S-S-S-Sí! ¡Lo siento mucho! - le contesté muy asustada y nerviosa.

Fin del flashback

Menudo problemón. Realmente estoy jodida. ¿Qué puedo hacer?... ¿Qué puedo hacer para sacar esto adelante?

Papá... ojalá estuvieras aquí para ayudarme.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que escuché el tintineo de la campanilla de la entrada. ¿Ha entrado un cliente? Rápidamente mantuve la compostura y esbocé una de mis sonrisas.

Tn: ¡Buenas tardes! Bienvenido.

Vi que quien acababa de entrar era un joven alto de pelo rubio, con las cejas rizadas y con perilla. Llevaba puesto una camisa blanca, vaqueros azules y abrigo negro. Venía acompañado de otro joven con el pelo verde, que tenía tres pendientes en una oreja y una cicatriz en el ojo izquierdo. El joven de pelo rubio se acercó hasta el mostrador.

Sanji: Buenas tardes, me llamo Sanji. He venido a esta pastelería porque quiero hacerte una propuesta - dijo mostrándome una brillante sonrisa. Vaya, es... bastante atractivo º///º ¿¡Pero en qué estás pensando, Tn!? ¡Compórtate!

Tn: ¿U-Una propuesta? ¿Y de qué se trata? - le pregunté curiosa y recuperando la compostura.

De repente escuché al chico de pelo verde hablar.

Zoro: ¿Te quieres dar prisa, ero-cook? No tenemos que tardar mucho - dijo de mal humor.

Sanji: ¿Te puedes callar, marimo? ¿No ves que acabo de empezar y que estoy tratando de hablar con esta señorita? - le respondió mirándolo enfadado.

Zoro: ¿¡Cómo dices!? - lo miró más enfadado aún.

Tn: Ejem disculpen señores, cálmense por favor - traté de suavizar la situación. Pero también tuve que contener una risa porque aquella pelea resultó algo cómica.

El chico de pelo rubio, o más bien Sanji, volvió a posar su mirada en mí.

Sanji: Ah sí, lo lamento mucho, señorita. Por favor, acepte mis disculpas - me dijo con una sonrisa culpable.

Tn: No pasa nada, tranquilo - le respondí devolviéndole la sonrisa. El joven de cabello rubio carraspeó.

Sanji: Ejem, como te decía - prosiguió - tengo una propuesta que hacerte. Dentro de una semana es la fiesta de cumpleaños de uno de mis mejores amigos, así que quisiera hacerte más bien un encargo... me gustaría que hicieras unos cuantos dulces y, sobre todo, una gran tarta perfecta para la ocasión. ¿Podría ser?

Al acabar, esbozó otra brillante sonrisa. Si a él se le notaba que estaba convencido de ello... yo, al contrario, estaba aterrada. ¿Qué me acababa de pedir? ¡Era una locura de encargo! Si no sé hacer unos simples dulces, imaginaos un surtido entero y una tarta de las grandes. No creo que pueda hacerlo....

Sanji: ¿Señorita? ¿Se encuentra bien? - preguntó algo preocupado. Yo tenía la cara asustada y seguro que eso se había demostrado evidente hacia él. Reaccioné y traté de sonreír.

Tn: Aaah sí sí sí. Estoy bien... - traté de contestar. Entonces pensé: ¿Qué iba a responderle? ¿Que no? ¿Que no puedo hacerlo? Si lo digo, sonará muy poco profesional. Le miré algo nerviosa. De alguna forma, no quiero decepcionarle. Me lo había pedido de una forma tan educada... ¿Qué hago? ¿Qué hago?

Sanji: Si es el dinero, no hay ningún problema. Le pagaré 1.000.000 de yenes por todo. ¿Le parece bien? - me dijo con una mirada que esperaba una respuesta. 

Abrí mucho los ojos y la boca de la sorpresa. ¿¿Cuánto?? ¿¿1.000.000 de yenes?? ¡¡Es muchísimo dinero!! Con eso puedo pagar los meses atrasados del alquiler y más cosas. ¡He de aceptar! 

Pero... nunca he hecho un encargo tan grande, ni tampoco una tarta de cumpleaños. Aquello era un problema... ¿Qué debería hacer?

 En ese instante, le miré seriamente. Tenía que aclarar esto de la forma más adulta posible. Ya soy bastante mayorcita para arreglar estas cosas, no soy una cría.

Tn: Me gustaría mucho hacerlo, créame. Pero, sinceramente, sería muy difícil tenerlo todo en una semana. Y además no tengo los ingredientes... - contesté algo nerviosa. No lo puedo evitar.

Sanji: No importa... ya los he traído yo - me contestó sonriendo.

Tn: ¿C-Cómo?

En ese momento, un camión grande aparcó justo delante de la tienda. Unos hombres descargaron cajas de aquel camión y entraron en el café con ellas dirigiéndose a paso firme hacia la cocina. 

Sanji: ¿Lo ve? Ahí está - dijo con cara orgullosa. Yo me quedé pasmada.

Tn: A-A-Ah. V-Vale - contesté como pude.

Sanji: Y aquí tengo una lista que hice hace poco - dijo sacando un papel del bolsillo y enseñándomelo -. Esta es la lista de los pequeños dulces que me gustaría que haga. Y... - me mostró otro papel - éste es el diseño que quiero para la tarta. Lo tengo todo pensado. He hecho un croquis.

Vi que en el primer papel había una lista de dulces hasta el final. ¡Caray, menudo repertorio! Y luego me fijé en el diseño de la tarta. Había dibujado una tarta de cuatro pisos con muchos adornos. Madre mía, parecía una tarta de alta repostería. ¿De dónde sacaba las ideas este joven? Aunque confieso que me había dejado impresionada. Lo tenía todo planeado hasta el último detalle. Le miré. Se mostraba tan seguro de sí mismo...

Pero una cosa. Él no tenía ni idea de esta pastelería, ¿no? Ni de las cosas que hago. Le volví a mirar de forma seria y traté de hablar.

Tn: A ver a ver, escúcheme primero - puse las manos delante para calmar la situación y, después, cogí un trozo de pastel del mostrador y un tenedor y se lo tendí -. No puede pedirme hacer tales cosas si no sabe lo que preparo y sin haber probado ninguna de mis tartas. Pruébelo y, si le gusta, hablemos de negocios - terminé con la cara más seria que pude. 

El hombre me miró sorprendido. No tardó en coger el tenedor, partir un pedacito del trozo y acercárselo a la boca. 

Sanji: No diga tonterías, mujer - me sonrió -. Seguro que están muy ri...

Pero en cuanto se metió el pedacito en la boca, su cara cambió de expresión en un segundo. Se puso azul, lo escupió como si fuese barro y se arrodilló en el suelo, tapándose la boca.

Sanji: P-P-P... Pero qué asco... - se quejó con voz ahogada. Me había parecido ver un aura oscura alrededor de él. Entonces se acercó el del pelo verde.

Zoro: Venga ya, ero-cook - cogió el tenedor e hizo lo mismo que él -. No seas exagera...

Después de probarlo, pasó exactamente lo mismo... con la misma aura.

Zoro: Joder, está asqueroso... - se quejó de forma muy directa, no le juzgo, y se puso a toser.

Mi cara era un cuadro. Si es que era evidente.

Tn: ¿¡Lo ve!? - le reproché escéptica, aunque casi se me escapa una lágrima del disgusto -. ¡Me daría vergüenza que alguien presentase una tarta hecha por mí en una fiesta! 

Sanji: ¿Cómo es posible... cómo es posible que una chica tan bonita como tú haga algo tan desagradable? - se preguntó con voz triste y sombría siguiendo en la misma posición. Me sorprendió. Por un lado sentí decepción, pero por otro me sonrojé por aquel halago. 

En ese momento, su cabeza se giró en dirección a mí. Su rostro había cambiado de expresión totalmente, una más sombría aún... parecía enfadado, disgustado. La verdad, me asustó un poco. Se levantó, puso una mano en su bolsillo y con la otra me señaló con el dedo.

Sanji: Señorita... escúcheme con atención - empezó a hablar seriamente -. Por su propio bien, deberá cerrar este establecimiento cuanto antes. No puedo permitir que la gente de este barrio tenga que comer cosas como éstas.

Abrí los ojos como platos. ¿¡Qué acababa de decir!?

Tn: P-Pero oiga...

Zoro: Sanji, oye. ¿No te estás pasando un poco? - le dijo frunciendo el ceño.

Sanji: Calla, Zoro. Sé lo que hago - le contestó con la misma seriedad. Luego volvió a mirarme -. Permítame una pregunta... este negocio no marcha muy bien por lo que veo, ¿verdad?

¿Cómo... cómo sabe eso? Aunque, mirándolo bien, echando un ojo a este local y a los productos que sirvo, era demasiado evidente. 

Tn: S-Sí... Sí, es cierto - contesté.

Sanji: Pues bien, no se hable más - se dio la vuelta y siguió hablando -. Mañana vendré aquí a primera hora. Va a tener una cuantas clases conmigo, ¿de acuerdo? Bien - se dirigió a la puerta y, antes de salir, me miró y me dio una leve sonrisa -. Descanse bien, señorita. Nos vemos mañana - y con éstas se marchó seguido de su amigo. 

El café quedó totalmente en silencio. Yo todavía estaba rígida y sorprendida. ¿Qué... Qué acababa de pasar? ¿Está pasando esto de verdad? Lo que dijo aquel hombre de pelo rubio... ¿era cierto? ¿Unas clases con él? Y lo más raro de todo. Él en vez de irse a otra pastelería a pedir que hagan su encargo, mañana vendrá aquí de nuevo y me impartirá clases de repostería. ¿Por qué lo hace?... Es todo muy raro. 

Traté de tranquilizarme todo lo posible y aclarar las ideas. Me puse a pensar un rato y... creo que tiene razón. No puedo seguir sirviendo esto a la gente. Lo mejor será cerrar el café de momento hasta aprender todo lo necesario para ser una buena repostera. Quién sabe, a lo mejor ese chico puede ayudarme sacar lo mejor de mí... si es que la tengo. 

Me dirigí a la entrada y cambié el cartel de ''Abierto'' por ''Cerrado''. Me quité el delantal, apagué las luces, salí y cerré la puerta con llave. Bueno... pues ya está, ya lo he hecho. Solté un profundo suspiro de cansancio y abrí la puerta de mi casa, que está justo al lado del café. Sí, vivo en el piso superior, justo encima de la pastelería. Subí las escaleras y llegué a la puerta de mi piso. La abrí y entré.

La casa se encontraba muy silenciosa desde que se fue mi padre. No pude evitar ponerme triste. Aunque hayan pasado tres meses desde su muerte, todavía no me acostumbro del todo a su ausencia. Cerré la puerta con llave y miré el reloj del salón. Es tarde, debería acostarme. Pero antes me di una ducha caliente para liberar tensiones. Después, me puse el pijama, activé la alarma en mi móvil y me metí en la cama. Al principio no podía pegar ojo por los nervios, pero luego el sueño me venció y me quedé profundamente dormida, no sin antes pensar...

Que mañana va a ser un día muy movidito.





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