CAPÍTULO 22
Había un silencio sepulcral. De ser ciertas las palabras de Nyla, Eve corría aún más peligro y esta vez, el dragón negro no se sentía responsable de ello, pero deseaba ahora más que nunca ponerle fin a Dramus, ese desgraciado se había ensañado con él a niveles que para Alkor resultaban ridículos. Esa maldita castaña le seguía dando dolores de cabeza a pesar de que estaba muerta. Pero, habían olvidado algo muy importante. Retener un alma ajena a un cuerpo era demasiado difícil de creer, pero de ser así, solamente podría suceder por una buena razón. Alkor comenzaba a sospechar acerca del origen del alma de Aurora en el cuerpo de Eve. ¿Cómo no lo habían pensado antes? Se quebraban demasiado la cabeza cuando la respuesta estuvo enfrente de ellos todo el tiempo. Aunque solo era una sospecha, la opinión de la bruja del pantano siempre era útil.
—Nyla, ¿Existe la posibilidad de qué Aurora haya estado embarazada cuando peleamos hace cien años?
Nyla se quedó perpleja ante la pregunta de Alkor. Para Lupus, la pregunta de su amo solo resaltó lo evidente, eso explicaría todo. Alkor tenía un punto, y Nyla ahora lo sabía, si de algo le había servido tanta información que había recolectado cuando sucedió aquella batalla era justo el momento para soltar toda la verdad que Alkor desconocía de sus enemigos.
—Cuando Dramus violó las leyes de Draconian antes de irse, él se relacionó con un hada desterrada y se ambos fueron a vivir a Afrobos —comenzó a relatar, Lupus y Alkor escuchaban con demasiada atención —y tuvieron un hijo, que años más tarde se involucraría con una humana y de ahí nació Aurora, por eso es que ella es una mestiza, la razón por la que el hijo de Dramus no lo ayudó con su venganza fue porque éste murió junto con su esposa, dejando huérfana a Aurora. Al mismo tiempo, la esposa de Dramus murió al estar tanto tiempo alejada de Draconian, fue por eso que Dramus se hizo cargo de Aurora, prácticamente él la crío y sembró en ella el odio hacia ti, sabemos lo que pasó después y por lo poco que averigüe, a pesar de que en ella corría la sangre mágica, ignoró nuestra regla más inquebrantable de "Nuestra Alma Gemela", viéndose desesperada por ti, en un momento de locura ella llegó a meterse en la cama del príncipe en turno, Timotheo Storm.
Alkor de inmediato recordó lo que Eve le había contado en su momento, su familia alguna vez fue de la realeza. Él recordaba como aquella familia fue maldita, la casa Storm pereció y fue despojada de toda riqueza, en su lugar, otra familia se levantó y es la que gobierna el país y entre los pueblos, a Afrobos.
—Eve es descendiente de Aurora —dijo con pesar.
—Es solo una teoría, sí lo que investigué es cierto, es muy probable que sea así. —contó Nyla —Y de ser así, después de ser herida ella no murió al instante, quizás solo tuvo a su bebé y murió luego de eso, si conservaron el apellido es muy probable que Eve haya sido la única mujer Storm en nacer desde entonces. Tendría sentido.
Alkor no podía con tanta información, esto era sobrepasar sus límites. Se levantó de su asiento y se dirigió a los ventanales. La tormenta se volvió más agresiva y todo se llenó en penumbra.
Maldita seas.
Cuando estaba por retirarse, Lupus lo alcanzó. Nyla seguía en estado de shock y probablemente lo mejor sería descansar para iniciar con los preparativos de guerra.
—Hay un humano en los calabozos, amo.
Alkor lo miró fijamente y sus ojos ámbar se encendieron. ¿Otro humano en su castillo? ¿Qué les daba a todos los débiles humanos por entrar a su bosque prohibido e intolerablemente entrar a su hogar? Al menos, podría distraerse de todo lo que estaba pasando a su alrededor. Olvidarse, aunque sea por unos minutos de Dramus y Aurora, no le vendría nada en mal. Después de todo, a él siempre le había gustado la carne humana.
—Trajiste la cena, Lupus. Bien hecho. —Dijo con socarronería mientras acomodaba su capa de lado —tengo años sin probar la carne y la suculenta sangre de un humano. Por qué he de admitirlo, son exquisitos.
Lupus negó con la cabeza con terror de imaginarse la escena y la bronca que le armaría Eve si se enterara de que Alkor se había chupado los dedos gracias a su amigo. Debía impedirle a toda costa el que le tocara un cabello al joven humano.
—Amo, no puede hacer eso —Lupus intentaba la manera de explicarle la situación a Alkor— Él dice ser amigo de la señorita Eve. No podemos matarlo ¿Qué pensará Eve de usted Señor?
Éste chasqueo la lengua y se acomodó en su lugar de manera aburrida. Eso sería un verdadero problema. No quería volver hacer llorar a su humana y no empezaría mal su matrimonio. Sonó extraño la palabra "matrimonio" para Alkor. Pero no pudo evitar que su corazón brincara de felicidad. ¿Cómo estaría ella? Y de nuevo, todo el lío de Aurora volvió a su cabeza. Era imposible, no podría olvidarse de un asunto tan grave e importante.
—De acuerdo, tráelo para acá —dijo —mientras iré a buscar unas cosas que necesitaremos.
Su vasallo obedeció la orden y fue lo más rápido posible a los calabozos.
No, no podía darse el lujo de descansar. Se levantó de golpe y fue hasta uno de los estantes y tomó un mapa del pueblo. Nyla se colocó a su lado y eso, le trajo viejos recuerdos de cómo servían en guerras juntos. A pesar de qué Alkor hablaba, su mente estaba en otro lado.
Alkor no dejaba de pensar en que todo esto pronto se iría a la mierda. ¡Maldita Aurora! Y él que pensó en su momento que serían amigos, que algo en ella era diferente a la de todos los humanos que había conocido, pero tan solo pertenecía a la sangre sucia de su abuelo Dramus y ahora la quiere devuelta ¿Para qué? ¿Quería terminar lo que empezaron? También le sorprendió el hecho de que haya sobrevivido a su último golpe de gracia para con ella. Sí bien algo era cierto, después de bastante tiempo sintió la muerte de Aurora. Era un golpe certero y aún más sorprendido estaba de que ella estuvo embarazada durante su enfrentamiento. La cabeza de Alkor en esos momentos explotaría, demasiada información y demasiados recuerdos.
"Detuvo la flecha con una sola mano y la arrojó por uno de sus costados viéndola oscurecerse y perder toda su magia que éste había absorbido. Quedaron frente a frente y éste le sonrío con maldad. Escuchaba el corazón desbocado de la castaña y cómo intentaba regular su respiración, el sudor que apareció en su frente demostraba que ella estaba agotada, Aurora nunca antes había tenido que enfrentarse en una guerra, pero Alkor vivía para las guerras. Su arco seguía en el aire y las manos de Aurora tensaban ahora una nueva flecha en dirección del corazón de Alkor, pero no se había dado cuenta de la velocidad que el Dragón había utilizado para llegar hasta dónde ella estaba. Por unos minutos, la respiración se quedó atorada en sus pulmones y sus ojos estaban desorbitados.
Alkor, cegado por la rabia se envolvió en fuego verde mientras rugía. Encerrándolos en un círculo dónde no tendría escapatoria. No solamente sentía la traición de la que creía su mejor amiga, ella y Dramus asesinaron a su madre. Y ahora, era su deber y obligación moral el vengarla a como diera lugar, también la vida de sus soldados caídos y de su dignidad. Acabaría con todo, aunque le costase la vida, quemaría todo, y todo lo reduciría a cenizas.
Aurora lo presentía, no saldría de ahí con vida. En ese momento todo a su alrededor desapareció. El ruido cesó y todo sucedió de forma ralentizada, sus ojos se agrandaron y su mano derecha tenía las uñas más crecidas, viajaron a su estómago, clavándose en ella como si fuera la estaca de un vampiro. Sintió la sangre de la chica empaparlo, el grito ahogado que la joven hada pegó con la intensidad de mil rayos. El cuerpo de la traidora cayó de rodillas.
El suelo se bañó en sangre. Alkor ni siquiera le dedicó una última mirada a su enemigo. Estaba seguro que le quedaban minutos agonizantes de dolor y desesperanza. Eso era lo que buscaba, una muerte lenta y agónica. Frente a él, un grupo de hombres con báculos se acercaban a él, tomando el frente, Dramus lo miraba con una rabia incontenida. A su alrededor, el fuego, el humo y las cenizas los cubrían.
Algo en él nació con la intensidad de las flamas de batalla, si antes detestaba a los humanos, ahora los aborrecía. Jamás volvería a dejar que un humano pisase su castillo, jamás dejaría que un humano se le acercase. Porque tan solo él vería que su rostro inocente sería solo la máscara de la hipocresía encarnada. Podía en ese momento recordar las veces que la llevó a visitar su jardín de rosas. Como correteaban por los pasillos de su castillo y cada vez que ella le hacía ojitos con sus ojos café algo en él se sentía extraño.
Creyó en ella y ella le falló..."
Lupus había regresado con el humano debilitado e inconsciente. Lo dejó acostado en uno de los sillones que se encontraban situados junto a la biblioteca. Éste veía como Alkor y Nyla intercambiaban palabras acerca de cómo harían para contener a las tropas de Dramus. En esos momentos, todos estaban tensos mientras Alkor llenaba el mapa con banderas rojas ciertos puntos. Pero luego de eso, desechó su plan inicial y recordó unos pergaminos que su madre Mallae había guardado por ahí. Los tomó y éste comenzó a esparcirlos por toda la mesa mientras sacaba clavos de color negro y rojo. ¿Y ahora que se traería entre manos ese Dragón?
Alkor los acomodó por el mapa, dónde aparecía todo el pueblo de Afrobos visto desde otra perspectiva. Lupus lo entendió de repente, Alkor tenía en sus manos estrategias de batallas que su madre había ideado años atrás cuando se tuvo que enfrentar a Dramus y a los demás hechiceros. Sin embargo, nunca pudieron llevar a cabo el plan. Y justo en esos momentos, Alkor retomaría el plan inicial de su madre.
—Señor, en éstas áreas de las montañas de arriba, opino en que conjuremos los árboles y que maten a los humanos desde sus raíces y desde arriba con las ramas. —Nyla sugirió —Nos estaríamos ahorrando traer tropas y dejaríamos a Dramus sin la protección de su ejército de Jinetes Reales por los flancos. Eso reduciría las posibilidades de que Dramus hiciera algo de mayor poder a lo que se tiene estipulado en las profecías de Draconian.
—Justo eso fue lo que pensé, lo dejaríamos sin un cubre espaldas. Tendríamos mayores posibilidades de atacarlo. —Colocó los clavos rojos en la zona más alta del bosque, en dónde Alkor estaba seguro Dramus atacaría.
Tampoco podían olvidarse de que Alkor dirigía ejércitos, si atacarían lo harían en las alturas de la montaña. Si fuera el dado caso, conjuraría los árboles y adiós a los humanos. Necesitaba a Dramus solo. Los humanos no eran fuertes, pero eran un estorbo. Aunque en las leyendas se hablaba de que el hechicero y el Dragón se enfrentarían cara a cara, era lógico que Dramus no fuera rival para el Dragón. Sin embargo, sabía que algo no estaba concordando con los acontecimientos que se esperaban. Parecía como si el mismísimo Dramus estuviera interfiriendo en la profecía, como si supiera que su final estuviera cercas.
Dramus buscaba la sangre de Alkor, pero no podría ni siquiera provocarle un rasguño, entonces ¿Cómo está encajando Eve y la cría en todo esto, si se supone que ellos se encuentran en Draconian? ¿Y Aurora para que la desean con vida, solamente para resucitarla en una guerra?
— Olvidan algo ¿No ven que algo no encaja? —Lupus había estado demasiado serio en todo ese rato, pero tenía algo importante qué decir —Eve y tu cría están fuera de Afrobos. ¿Cuál propósito tendría atacarte si no puede hacerte un rasguño ni con su magia? ¿Y Aurora? ¿Cómo la va a revivir? Necesita tener a tu mujer en Afrobos, la sangre de un ser demasiado poderoso o las cenizas de un ser mágico muy, pero muy poderoso.
Las palabras de Gagoras al mencionar al hijo de Alkor resonaron en la cabeza del dragón negro. Por instantes quería preocuparse. Pero, no habría forma de que Dramus cruzase a cualquiera de los portales mágicos, él estaba sellado, le era imposible querer atacar a Eve y su hijo. Quería creer que ellos estaban a salvo.
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Grek no dejó a Eve desde que ella y su hermano se despidieron. Habían emprendido marcha al castillo y a la chica parecía no animarle nada. Ni siquiera la extravagante forma de ser de él lograban sacarle una sonrisa. Su cuñado veía su vientre crecido y se imaginó como le cambiaría la vida esa cría a ella y al enojón de su hermano. Eve tenía puesta aun la capa que Alkor le había colocado. Ella sería leyenda en un par de años más. El cielo nocturno de Draconian era incomparable. Pronto los copos de nieve comenzaron a caer y Eve volteo hacia el cielo.
—Es hermoso, todo tu mundo es asombroso... —Se detuvo para estirar sus manos hacia el cielo y tocar la suave nieve sobrenatural. Extrañaba la presencia imponente de su Dragón, pero tenía que esperar. Sabía que pronto volvería a ella—Grek, me gustaría saber más sobre ustedes. Todo su mundo.
Grek la miró con interés y sonrío. Con lo que le gustaba hablar sabría que tendría a su cuñada muy entretenida. Éste asintió y le extendió la mano para seguir al palacio. Los árboles comenzaron a cambiar de color a un azul. Las flores estaban dormidas y luciérnagas de distintos colores estaban posadas en las copas de los árboles. Era totalmente un mundo fantasioso. Su padre y su madre jamás lo creerían. Le hubiera gustado al menos haberse despedido de ellos y de su mejor amigo, pero sabía que si un día volviese con su familia ésta le abofetearía por haberlos dejado sin el oro de los Charles.
— ¿Qué deseas saber? Tengo demasiada información en esta cabecita—Dijo el Dragón risueño —Historias vergonzosas de Alkor... no muchas, siempre ha sido cascarrabias.
Eve carcajeó ante la declaración de Grek.
—Me imaginaba que Alkor sería serio hasta de pequeño —Eve tocó su vientre —No lo sé, me gustaría saber, aunque sea, un poco de ustedes.
Éste asintió y comenzó a pensar.
—Veamos... ¿Sabías que Alkor, Padre y yo somos los últimos Dragones de linaje real? —Eve negó, mientras estos seguían caminando —Bien, pues así es. Existen más dragones obviamente, pero solo los de sangre real portamos cierta particularidad en nuestra sangre mágica. Es decir, tenemos algo que nos distingue de otros dragones. Por ejemplo, el veneno y el fuego más poderoso lo tenemos nosotros. A pesar de ser los últimos de linaje real, Alkor es especial aún más que Padre o que yo. La familia de mi madre desciende del primer Dragón que hubo en todo el mundo, al ser Alkor primogénito él hereda el poder de los Dragones de la Era —Grek sonrió como un crío de cinco años, emocionado de hablar y hablar — La leyenda dice qué, en una noche de tormenta, uno de los dioses que existieron en Draconian sorprendió a su esposa, la diosa del fuego con uno de sus sirvientes que era mitad hombre y mitad serpiente. El dios Járakji, maldijo al fruto del vientre de su mujer con el sirviente y de ahí nació Dragonus, el Dragón Original.
》¿Cómo se reprodujo si no había nadie más cómo él? Aquí viene lo interesante, Eve. Él buscó a una bruja muy poderosa, le hizo una esposa de porcelana fundida con su fuego y de ahí nació Lorelan y Veramaum. Una dragona con suficiente magia que derrotaría a cien ejércitos y el otro dragón con una piel más resistente. Ambos hermanos se enamoraron y nació la casta como ahora la conocemos. Dragonus siguió engendrando hijos, que se casaron con los hijos de Lorelan y Veramaum, y te imaginaras el resto. La diferencia de poder, es qué ciertas crías obtuvieron el gen de la dragona Lorelan, llamados los Dragones de la Era, por su fuerza.
Eve intentaba procesar y retener toda la información que se le era dada. Era asombroso los misterios que envolvían al mundo de Alkor.
—Nunca se me hubiera pasado por la cabeza.
—Con el paso de los años, ese gen al ser él más raro de todos los dragones, se vio menguado y casi extinto, mi madre y Alkor eran los últimos portadores de ese poder.
Eve quería saber más sobre su madre. Escuchaba que hablaban de ella como una buena reina, que era amada y muy poderosa. Poco sabía y moría por saber sobre ella. Cuando estuvo a punto de hablar sintió que el bebé se movió con demasiada fuerza. Se detuvo y sintió dolor en el vientre. Tomó el brazo de su cuñado y lo apretó un poco haciendo un gesto de dolor.
—¿Te duele algo? —Preguntó Grek, al ver como el rostro de Eve se tornaba en color rojo.
—Me duele el vientre y no puedo respirar.
¡Claro que le dolía! Eve comenzó a inhalar y exhalar ruidosamente, Grek estaba por tomarla en brazos cuando de pronto se escuchó un ruido a sus espaldas. Y Grek se colocó en estado de alerta, el aroma de alguien le fue familiar, pero no pudo acordarse de dónde. Una silueta apareció de entre los árboles y gruñó mientras sostenía a Eve de su cintura. Tenía que sacarla de ese lugar lo antes posible.
Se respiraba el peligro y el flujo de energía oscura provenía de ese alguien. Estaba envuelta en túnicas negras, sus cabellos rojos eran revueltos por el viento y veía que de ella un collar de color rojo brillaba conforme se iban acercando.
—Tú. —Soltó Grek rechinando los dientes—Debí saber que el embarazo de Eve no era normal.
—Claro que fue normal —suavizó su voz intentando parecer lo más dulce posible—solo que lo aceleré un poquitín.
Grek sintió como la piel le hervía. Eve se colocó detrás de Grek, los ojos rojos su cuñado centellaron de ira. Todo él comenzaba a envolverse en fuego.
—Date por muerta, Samara.
© J. ZARAGOZA
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