CAPÍTULO 16
Alkor perdió los estribos y se transformó en dragón rugiendo con ferocidad y totalmente encolerizado. La tierra misma se estremeció y los mundos sintieron como el poder del dragón entraba a sus dominios y provocan ondas expansivas de magia. Eve corrió en dirección de las escaleras para huir de los enormes dragones que ahora se encontraban gruñéndose entre sí. Ni en sus más locos sueños hubiera imaginado ver dragones y mucho menos pelear a causa de ella. La piel negra de Alkor desprendía mucho vapor, tanto que hacía derramar pequeñas lágrimas a Eve y comenzar a sentir que el sol estaba bajando.
Alkor y Gagoras eran unas bestias asombrosas. No hay línea de sangre más asombrosa que la que Gagoras y Mallae habían procreado. Su linaje de fuerza, realeza y belleza era único aún para el mundo sobrenatural. Tanto poderío, había salido a relucir en Alkor, el primogénito. Gagoras no tenía oportunidad contra Alkor, eso estaba claro, pero a Alkor le gustaba jugar con su comida, visto desde otra perspectiva. Era tan ególatra y altanero que le gustaba que sus víctimas supieran que él era el que tenía el control de todo lo que pasara en su entorno.
El suelo se estremeció al tener que soportar con ambas energías, comenzó agrietarse y los grandes pilares a desestabilizarse. El Rey estaba cubierto por las flamas de Alkor y estaba en el suelo con sus fuerzas decayendo. Era imposible hacer un esfuerzo por intentar defenderse del iracundo de su hijo. Sus años en los lomos ya le pesaban demasiado. Y aunque tuviera la oportunidad y fuera el vigoroso Dragón que alguna vez fue en su época, seguía estando muy por debajo de su hijo y era algo que desgraciadamente el reconocía. Mientras que Alkor solo parecía estar calentando, a Gagoras se le agotaban las ideas. Lo tomó con su hocico en el cuello y lo arrastró hasta el portal dónde ambos cruzaron provocando un pequeño temblor en el suelo.
Eve estaba escondida detrás de uno de los gigantescos pilares, sosteniéndose con todas sus fuerzas de él, mientras veía como la furia de ambos titanes se desbocaba. Al ver ella que sus cuerpos se dirigían al portal y cruzarlo decidió seguirlos. No podía imaginar tremenda batalla que se iba a librar en el mundo al que pertenece su dragón refunfuñón, necesitaba saber que él estaría bien. Y cabe de mencionar que solo quería cerciorarse de que nada malo le pasara a su compañero. Cruzó el portal y recordó de pronto aquella cueva y el bosque rojizo metros más adelante. Por momentos dudó en salir del lugar que parecía ser el más seguro para ella, pero no al ver el camino llenó de fuego decidió salir lo antes posible. Corrió lo más que pudo y al salir de la cueva vio en el cielo a los dos Dragones volar mientras estos se lanzaban bolas de fuego. No daba crédito a lo que sus ojos veían ¿Cuándo en la vida iba a poderse creer que esto fuera real? Dragones y magia existían definitivamente. Jamás se le cruzó por la cabeza que todo esto algún día pudiera pasar.
Gagoras era un Dragón Azul y de él salía el fuego como hielo que parecía no ejercer efecto en Alkor, quién atravesaba el fuego como si fuera el rocío del agua. Alkor derribó a Gagoras con su fuego verde y con una de sus patas, las largas garras ejercían presión en la cabeza de su padre. Gagoras la había ofendido e intimidado, pero no era razón para que lo quisiera muerto.
— ¡Alkor, no lo hagas detente! — Corrió Eve todo lo que pudo hasta dónde estaban aquellas bestias.
Alkor airado no podía despegar su mirada de su padre. No podía matarlo porqué simplemente le traería "el deber real" y subir al trono y él no quería gobernar. Ahora solo quería estar con Eve y gobernar entre sus piernas y su cuerpo.
Cuándo la chica humana llegó muy cercas de dónde estaban no se dio cuenta de lo alto que era su dragón. Parecía que hubiese crecido en Draconian, una de sus garras eran del tamaño de la mitad su cuerpo. Y ciertamente, si no fuera porqué estaba segura que su dragón no le haría nada, estaría muerta de miedo.
— Por favor... no tienes que hacer esto —sus ojos se querían empañar de lágrimas —Yo lo perdono, así que tú perdónalo también.
Alkor miró su rostro a punto de llorar, se prometió que no la volvería hacer derramar ni una lágrima más, miró de reojo a su padre quién había dejado de removerse, éste bajó su cabeza en dirección de Eve y se puso delante de su humana quién lo veía con un brillo especial. ¿Cómo podía decirle que no? ¿Por qué ella era tan misericordiosa con aquellos que le hicieron mal, que la ofendieron? Quizás esa era una de las razones por las que se complementaban los dos. Alkor se dejó acariciar un poco su hocico con las diminutas manos de Eve. Se sentía como si una hormiga le estuviera subiendo por su piel. Pero, aun así, el calmante que ella tenía para con él era el mismo. Gagoras no podía entender como la humana podría convencer a su hijo de no matarlo. No es como si él pudiese hacerlo, pero le daba curiosidad ver el efecto que tenía sobre su hijo. No olvidaba lo que era sentirse sumiso a la petición de una compañera, lo extrañaba, pero no era algo que él se atrevería a mencionar en voz alta.
Alkor, no queriendo muy bien alejar su pata de Gagoras, lo dejó libre y el Rey pudo respirar de mejor manera. Volvió a su estado humanoide por así decirlo e inmediatamente Eve lo abrazó y éste le respondió el abrazo mientras en su cabeza echaba piscas de ira contra Gagoras. Le dio una mirada de soslayo y ahora que se ponía a pensar ¿a qué había ido? ¿Por qué desde hace días pedía que viniera a Draconian? Todo esto le parecía muy extraño.
—Tal como lo imaginé —tosió Gagoras mientras una mano masajeaba su arrugado cuello —después de todo, las profecías son ciertas.
Alkor despegó su cabeza de la de Eve y miró a su padre totalmente confundido. Había ocasiones en que Alkor tachaba a su padre como un demente sin remedio.
— ¿Y ahora de que carajos estás hablando?
—Tenía que comprobarlo con mis propios ojos —miraba a Eve — Insultar a la humana y hacerte venir a Draconian fue más fácil de lo que imaginé —Eve se tensó al escuchar las palabras de Gagoras —Todo estaba escrito, hijo mío. Tú serás el Rey en poco tiempo y el legado seguirá su curso. Los futuros dragones no serán nada de lo que nosotros hemos sido, serán mejores.
Eve dejó de respirar. ¿Hijos? ¿Gagoras estaba hablando de hijos? Muy apenas estaban empezando a conocerse Alkor y ella y ahora estaban hablando de hijos y nietos. Se mareó un poco al pensar en la idea de traer al mundo a bebés híbridos. Por otro lado, a Alkor no le entusiasmaba mucho la idea de tener hijos. Solo quería a una compañera, no quería crías que soportar a lo largo de su existencia, era un solo dolor de cabeza.
—Dime exactamente ¿qué profecías? —Alkor abrazó más a Eve — que yo jamás he escuchado tal cosa.
Gagoras sonrió.
—Cuándo te fuiste de Draconian para cumplir con la penitencia que esa estúpida humana te impuso a la fuerza —Alkor se tensó, pues no había hablado de ello con Eve y ésta frunció su ceño ¿Alkor se había involucrado con otra humana? —. El oráculo fue traído hasta mi Castillo. ¿Sabes lo de la guerra no es así?
Alkor rodó los ojos.
— ¿Y quién no? —respondió exasperado —He tenido cien largos años para prepararme y no dejar que me cacen como a los animales del bosque.
Gagoras negó. Su hijo podría ser como las llamas del infierno que no cesan hasta consumir a sus enemigos, pero en ocasiones era un poco escéptico en cuestión a las profecías que existía en su mundo. Algunas las creía y otras no tantas.
—¿Quieren tú sangre? sí. Pero no necesariamente la tuya. —se acercó Gagoras a Alkor —Acercarse a ti sería algo inútil, lo de tu madre fue una excepción, se descuidó mucho, pero no estamos hablando de eso. —sintió un nudo en la garganta —Quieren la de tu hijo y la de tu mujer.
Alkor soltó tremenda carcajada mientras Eve trataba de enlazar las palabras de Gagoras, darles un sentido. ¡Oh tremenda tontería! Eso es imposible no ha estado con Alkor el suficiente tiempo como para quedar embarazada. No, eso del oráculo definitivamente era un disparate. Pero era un mundo repleto de magia, tal vez esa profecía no podía ser tan descabellada después de todo. La imaginación de Eve voló. Alkor no dejaba de maldecir.
—Eso es imposible, Señor. Apenas Alkor y yo nos hemos unido y por lo poco que sé de la supuesta profecía, se necesitaría más tiempo para que yo pudiera tener un bebé. —Respondió Eve —Soy una humana, Alkor es un Dragón ¿Cómo podría yo crear un huevo? —rio nerviosa.
— ¿Vez, Gagoras? ¡Es una incoherencia! —apoyó las palabras de su mujer. —aunque es cierto que en cien años no han intentado por atacar mi castillo debido al campo de fuerza que yo mismo levanté, aunque —sin embargo, se quedó callado al recordar algo y Gagoras notó el cambio en el semblante de su hijo —... hubo un momento en el que mi castillo se debilitó —Alkor frunció su ceño, como reconociendo una realidad ahora existente— y pudieron entrar uno que otro humano incluyendo a Eve —negó con su cabeza— pero me recuperé. Si quieren venir por mí les espero el tiempo que deseen.
A veces Gagoras quería golpear a su hijo. Sin embargo, eso de que su poder se haya debilitado no era buena señal. Probablemente Alkor estaba olvidando que su enemigo mortal era Dramus, el hechicero que Alkor desterró hace bastantes años atrás. Era obvio que le tuviera rencor después de todo. Dramus pudo haberlo debilitado con mucha fuerza, aunque sea un poco. Tenía una teoría en su cabeza, pero por el momento se quedaría callado. Ahora lo más importante era hacer a Alkor entrar en razón. Ahora debía ocuparse de otro problema, su nuera.
—Me gustaría que un médico de la corte la revisara —comentó Gagoras —Tú sabes cómo es esto, ella ahora ya está expuesta a éste mundo. Si la preñaste no solo vas a tener que cuidar tu pellejo, ahora te jugarás la existencia por tu mujer y tu cría.
Alkor atrajo más el cuerpo de Eve tomándola con recelo. ¿Qué alguien más viera a su mujer? Solo sobre su cadáver y después de la muerte. Los ojos de Alkor brillaron de ira.
—No lo permitiré —dijo — Eve no está embarazada, eso es imposible.
Pero Eve ahora ya no estaba tan segura. Gagoras mencionó algo que ahora de verdad la preocupó "Ella ahora ya está expuesta a éste mundo".
—Alkor, y si lo que tú padre dice ¿es cierto? ¿Y si estoy embarazada? —Eve ya estaba empezando a sentir pánico y su compañero lo podía experimentar.
Su humana estaba asustada y él simplemente no quería preocuparla más por las palabras de un viejo dragón azul. Gagoras no planeaba infundirles temor al tener en cuenta las altas probabilidades de la condición de la compañera de su hijo. Todo lo contrario, quería hacerles saber que tienen un motivo más poderoso por el cuál luchar y prepararse lo antes posible. En Afrobos, el pueblo de los humanos con el único portal de magia era demasiado valioso. Ciertamente, los seres mágicos y Alkor mismo, gozaban con el privilegio de tener un arma poderosa de su lado, el portal. Aunque Gagoras era ambicioso y buscara más que librar a su hijo de la maldición de Aurora y Dramus, era preciso que Alkor peleara por ese territorio y por los futuros dragones y el legado poderoso que tendrían. Sería él y su hijo parte de la historia de su mundo, héroes y conquistadores como en los viejos tiempos.
El Dragón de la Era tomó con ambas manos el rostro de Eve. Se permitió surcar en sus ojos, aunque fuera por unos segundos, trajo a ella calma y le susurró con amor.
—No estás embarazada. Te lo aseguro —Sin embargo, en la cabeza de Alkor pensaba en todo lo contrario, ahora que tenía la cabeza fría no estaba tan seguro de sus propias palabras —De igual forma estés o no lo estés, si vienen por ti, que se preparen... porqué desataré miles de infiernos para que nadie te toque un pelo.
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El pequeño vasallo de Alkor gozaba de ciertos privilegios, como poder salir o entrar de los dominios del dragón negro, lo que le permitió el libre acceso a éste. Sentía que alguien o algo los estaba siguiendo. En más de una ocasión amplió sus sentidos, pero no podía detectar mucho. Y es que, para sus años, algunos de sus sentidos ya estaban un poco desgastados. Y lo que convenía creer, es que simple y sencillamente eran figuraciones suyas. Lupus entró al castillo con Nyla pisándole los talones. El castillo estaba en silencio y bastante limpio. Lupus en estos momentos estaba tan orgulloso, no solo resultó ser una buena muchacha Eve, si no que sabría cómo cuidar el hogar de su protegido.
Nyla estaba sumamente preocupada. Entrar a la guarida de un dragón era suicidio y más si lo era del mismísimo príncipe de Draconian. Alkor si bien no estaba tan contento con ella, por haberse alejado de cierta forma de él, sabía que ella seguía siendo en alguien en quién él podría confiar. La ansiedad consumía a la bruja Nyla, necesitaba decirle absolutamente todo lo que ella y Lupus habían descubierto lo antes posible. La guerra estaba muy cercas, solo era quizás cuestión de días, semanas o meses, pero de qué era inevitable, lo era. Dramus y los Jinetes Reales ya se habían anticipado hace años para la captura y la ejecución de un plan contra Alkor. Sin embargo, ella se había callado algo, algo que probablemente sería el detonante de todo lo que el dragón negro había vivido hasta hace poco, y es que ahora era el tiempo en el que lo debía de decir...
—Hay algo que no te he dicho, Lupus —Se podía ver a simple vista lo nerviosa que se encontraba la bruja —Tu amo... no sé cómo irá a reaccionar cuando lo sepa.
El vasallo del Dragón Negro prestó mucha atención a lo que la bruja tenía que decir. Ella comenzó a caminar en círculos mientras sus manos jugaban con las faldas de su vestido. La mujer de piel morena se tocaba por todas partes y sus cabellos oscuros se movían conforme a sus violentos movimientos.
—Por el tono en el que lo dices, presiento que no será nada bueno —El vasallo del dragón tocó su cabeza y miró hacia el techo.
—Dramus era más que un hechicero dando órdenes —soltó de repente Nyla — Él era abuelo de Aurora.
Y es que Nyla se había encargado de investigar todo lo que había sucedido después de que la guerra se acabara. Le tomó algunos años encontrar la verdad del asunto, porque a pesar de que ella ya no trabajase para el señor de Afrobos, le importaba el dragón negro y no comprendía ¿Cómo es que Alkor, el terror de los mundos se dejó vencer por unos simples mortales? ¿Cómo es qué esa bestia permitió que pisotearan su honor? y más importante ¿Cómo Mallae pudo morir a causa de defender a su hijo? Era algo que ella jamás pudo comprender, por eso mismo, dedicó cien años a encontrar la verdad. Lupus se quedó estático, perdió la sangre en el cuerpo y sintió que pronto caería al suelo. Pero, Nyla continuó:
—Su encuentro fue planeado desde el principio —ella miró por un ventanal hacia como las nubes pronto comenzarían arrojar la lluvia —Se buscaba que Alkor cayera de cierta forma enamorado de Aurora, por eso la insistencia de ella por estar todo el tiempo con él —relató Nyla — pero Dramus no contó con qué la mismísima Aurora fuera la que se enamorara de su peor enemigo y fue en ese preciso momento, en el que todo se fue al diablo.
Lupus estaba a punto de caerse al suelo. Su amo nunca se enamoró de Aurora, eso lo sabía mejor que nadie. Le cogió cariño, pero como una confidente no como pareja, ella no estaba destinada para Alkor entonces...
—No me digas qué...
—Hay más que una triste traición Lupus.
© J. ZARAGOZA
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