CAPÍTULO 10
Llevó el cuerpo de Eve a la cama con suma fragilidad sin romper el beso que los había unido hace algunos segundos. La intensidad de ambos les había nublado el juicio. No podían pensar en otra cosa más que en seguir besándose y fundirse en la pasión que se estaban dejando llevar. La sangre llamaba al temible Alkor, atormentando a su cabeza y su garganta. Era como si le estuviese gritando que la tomara, que se saciara en todo sentido de Eve justo en ese momento. La quería para él, la quería poseer. Necesitaba sentirla. Y de solo pensarlo, enloquecía el poco buen juicio de Alkor. Eve se sentía perdida, estar en los brazos de alguien como Alkor era algo impensable, pero le agradaba estar retozando en él, todo era nuevo y jamás en la vida había sentido esa necesidad, ese deseo descontrolado como en esos momentos. Alkor era inexperto en todo esto al igual que ella, eso podía sentirlo claramente, pero eso no impedía que la fuerza y la manera en que la tocaba fuera disminuyendo, todo lo contrario. No existía nada en el mundo que no quisiera para ella que no fuera Alkor.
¿Cómo es que ella acababa de llegar a ese punto? Podía recordar como la odiaba, como incluso la agredió, pero en esos momentos no podía tan siquiera separarlo. Había notado que conforme a los días que pasaba junto al Dragón algo le atraía terriblemente y no comprendía del porqué. Sabía que bajo esa faceta de odio que Alkor profesaba, existía alguien que deseaba amar y ser amado. Y ella quería conocer todo sobre él, no solo por la curiosidad que sentía, sino su atrayente ser. Las manos de Alkor comenzaron a subir su vestido, acariciando lentamente las piernas de Eve. Ella se estremeció cuando sus largas uñas tocaron su suave piel.
Alkor por otra parte, seguía debatiéndose internamente entre separarse o seguir besándola, continuar con ese cortejo. Aunque para ser sinceros, estaba más allá de ser un cortejo, y él lo sabía. Estaba algo pasado de copas, tenía que admitirlo, pero quizás había sido la excusa perfecta para que se hubiera atrevido si quiera a probar de ella. No cómo él lo pensó en su momento, en su cabeza, el imaginarlo había sido muy diferente, esto sin duda alguna superaba la expectativa y cualquier placer por sangre que se veía envuelto cuando ella estaba a su alrededor. Era mucho más que eso. El besarla, fue una idea que no se le cruzó por la cabeza, simplemente su cuerpo respondió a ese deseo oculto. Cuando se dio cuenta de ello, pensó torpemente, por unos instantes alejarse de ella. Pero ¿cómo podría? ¿cómo podría alejarse del calmante que ahora era Eve? Bien podría ser la causa de sus dolores de su cabeza, pero también su medicina. Había anhelado hacerlo, que casi el abstenerse corroía cada fibra de su ser. Se odió por sentirse atraído de esa forma.
Dejó caer un poco de su peso sobre ella mientras hacía los holanes de su vestido de manera en qué no le estorbara para colocarse en medio de sus piernas. Jamás en su vida había besado a alguien y mucho menos reproducirse por increíble que pareciese. En Draconian todo era sencillo. Únicamente podían reproducirse cuando encontraras a tu alma gemela. Al menos en el caso de los Dragones y otras criaturas, pero de todas maneras el código se respetaba al encontrar tu otra mitad. Eve soltó un pequeño y casi inaudible gemido cuando sentía un poco las uñas de Alkor rozarle más arriba de la pierna, justo en un lugar que alertaba peligro. Lo estaba necesitando más de lo que ella misma pudo haberlo imaginado. Alkor mordió un poco el labio de la humana, estaba tan cercas y tan lejos de probar aunque sea una gota de su sangre.
—Alkor... —Eve lo llamó, con sus labios aún pegados.
Deliraba tan solo con pronunciar su nombre. Escucharla pronunciar su nombre de manera extasiada, anhelante, hizo que el pulso de Alkor se disparara. Abrió sus ojos, aun sin despegarse de ella. Podía ver como las mejillas de Eve estaban rosadas. Como el sudor de ella comenzaba a emanar de su frente y de su pecho. Su respiración entrecortada era una suave melodía que podía calmarlo y alterarlo por igual. No podía de dejar de observar esos pequeños detalles, como sus cejas se contraían cada vez que éste dejaba de ser tan suave, para ser un poco más brusco. Sí dejaba el ritmo, veía como apretaba sus ojos cerrados y los relajaba. ¿Porqué? Era lo único que Alkor se preguntaba.
El Dragón se reprendió a sí mismo. La parte de su cabeza que llevaba buen rato molestándolo al fin lo alcanzó. Cuando se hayo sobrio, por decirlo de alguna manera, se sintió decepcionado de él mismo. No podía seguir con esto, él se estaba guardando para su compañera cuando la encontrara. ¡Era insultante para él mismo querer enredarse en las sabanas de una humana! ¿Dónde había dejado su odio por los humanos? ¿Sus ideales eran ahora basura? Quería alejarse, pero a la vez no. ¿Por qué demonios era tan difícil tomar una jodida decisión? Tenía que echarle la culpa al alcohol de este comportamiento tan estúpido y tan extraño hasta para él. Debían de partir en unas horas de todas formas. Lo que le recordaba que necesitaba ir a partirle la cara a Grek. Debía salir de Draconian lo más rápido posible. Pero no se iría sin probar su sangre.
Mordió su labio inferior un poco más fuerte de lo que él quería y le arrebató algunas gotas de sangre de éste. Eve gimió de dolor y placer. Alkor no podía seguir torturándose de aquella manera. Al sentir como el líquido rojo estaba dentro de él, una sensación de adormecimiento presenció en su lengua. Su sangre no es ni lo que pensó que sabría, era sumamente deliciosa, no era tan dulce como lo pensó que sería. Era agridulce, algo que nunca antes había probado en alguien. Y con todo el autocontrol que pudo tomar, tomó su decisión.
—Tengo sueño, te dejaré descansar. —. Le dio una última lamida a su labio.
Se apartó de ella de manera fría y su mirada viajó hacia el rostro de la humana, quién toda ella expresaba una clara cara de confusión. Y, aun así, se sentía cautivado por su belleza. Era hermosa, ¡por todos los infiernos! Era tan bella. Su piel blanca era perfecta, sus cabellos dorados eran preciosos como las mismas estrellas o incluso el sol, y cuando ella abrió sus ojos se quedó helado. Esos ojos eran como los mismísimos zafiros incluso más preciosos, dos luceros. Bellas pestañas negras y el delicado rubor que cubría sus mejillas la hacían más irresistibles.
Con un gruñido se obligó a alejarse de ella. Cortando en el momento antes de que ella hablara. Alkor salió de su habitación como alma que lleva al diablo. Sintiéndose temeroso, confundido y, sobre todo, realmente aturdido por todo lo que le había hecho a ella. Pero nada comparado, con lo que ella le estaba haciendo a él.
Eve se quedó con la palabra en la boca, de un momento a otro pálida, un tanto herida y humillada. Seguía en la cama acostada con un fuerte aceleramiento de su corazón, tratando de recuperar el aliento que ni ella misma se había dado cuenta, había retenido. ¿Cómo pasó eso? Se había dejado llevar por sus hormonas y estuvieron a punto de hacer algo que ningún humano y ningún ser sobrenatural habían hecho antes. Sus lágrimas comenzaron a bajar. ¿No había significado nada para Alkor? Tan solo la había usado a medias. Llevó una de sus manos hacia sus labios, se tocó suavemente en dónde Alkor había hecho de las suyas y éstos se encontraban hinchados.
— ¿Qué me estás haciendo, Alkor? ¿Por qué me dejas con el corazón tan errático? —Se decía a sí misma.
Alkor se encontraba cercas de la puerta de Eve, con su espalda recargada en la pared, su cabeza descansando en ésta, intentó irse, pero algo invisible lo ancló a quedarse afuera de la habitación, y se sorprendió cuando Eve comenzó hablar con ella misma en voz alta. Al parecer, ambos estaban arriba del mismo barco. Se hallaban confundidos. Pero, no lo entendía ¿Qué estaba haciendo él en ella? A veces, solo a veces, si se podía ser muy ingenuo.
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A las pocas horas, Alkor se había duchado y había mandado a Eve a que hiciera lo mismo. Los dos no se dirigieron la palabra después de lo ocurrido y mucho menos, en todo el transcurso del camino de vuelta a Afrobos. Ciertamente el Dragón estaba extrañando tan siquiera escuchar como ella se asombraba de todo. Extrañó su cercanía, del cómo tomaban sus manos su capa. Sin embargo, la chica estaba bastante cabreada con Él que ni la mirada le dirigía. Estaba humillada y enojada con ese dragón. Anoche ella creía que el refunfuñón de Alkor la había buscado por qué se hallaba solo, es decir, porque disfrutaba de la compañía de ella, pero ¡pamplinas! Por supuesto que no, era una tonta, tonta, tonta. Creyó, por unos instantes que él comenzaba a sentir algo por ella. Y el solo hecho de pensar en la idea, la había emocionado. Pero, Alkor era impredecible y con exactitud ella no sabía que es lo que le rondaba por la cabeza. Se quejó en voz alta, algo que ni ella misma se dio cuenta, pero que hizo que Alkor le diera una rápida mirada. Como era de esperarse, ella no le estaba viendo, por lo que no se dio cuenta que el joven dragón le miraba por encima del hombro.
Alkor comenzaba a frustrase y a alterarse por el silencio sepulcral. Ella iba alejada de él a unos metros de distancia con la mirada hacia abajo. Sus brazos cruzados sobre su pecho, y un semblante de enojo notorio. Alkor iba enfrente buscando que nadie los viera. Decidió dejar por la paz el asunto, quizás cuando llegaran a Afrobos, el humor de ambos cambiaría. Estaban en el bosque rubí por el que habían entrado el día anterior. Aún no amanecía del todo y Grek no se veía por ningún lado. ¡Maldita sabandija! ¿En dónde demonios se había metido?
La nuca de Alkor se crispó. El olor de hiedras, tierra mojada y nieve hizo acto de presencia. Una ventisca helada corrió por un costado de él y éste se puso en alerta. ¡Mierda! Se volteó rápidamente en dirección de Eve, a quién se le veía bastante cabreada y entonces ella levantó la vista y vio a Alkor con el ceño fruncido. ¿Y ahora que mosco le había picado? Pero, notó que algo no andaba bien. Alkor se irguió y sus ojos volaban hacía atrás y en todas direcciones.
Sí era lo que Alkor sospechaba, estaba en grandes problemas. Justo en esos momentos, era el peor estado en el que Alkor podría encontrarse. La razón por la que Alkor no podía pasar mucho tiempo Draconian era debido a su maldición, lo debilitaba, podría incluso llegar a costarle la vida. Por supuesto, él no había querido estar más de la cuenta en su tierra para evitar complicaciones, complicaciones que irónicamente tuvo desde el principio al aceptar que Eve fuera con él. Días antes de que Eve llegara, él se había sentido un tanto débil y a pesar de que había consumido energía de aquel demonio que logró atravesar el portal, tuvo más energía para rendir en Draconian, pero no la suficiente como para enfrentarse a alguien en esos momentos.
— ¿Qué...? — Eve sintió un jalón.
Él la tomó de la muñeca sin siquiera responderle ni a dar explicaciones de su extraño comportamiento. Sabía lo que implicaba que una humana lo acompañase en su tierra mágica. Ambos tenían problemas, él poder estar debilitado y ella por ser una humana incapaz de defenderse. La llevó a su espalda cuando se dio cuenta que Eve no podría ir a su ritmo, maldijo por lo bajo y comenzó a correr lo más rápido que le daban sus pies. Para estar debilitado, corría a una velocidad sobrenatural que la de cualquier humano común y corriente. En otras circunstancias, habría dado pelea, pero no podía arriesgarse a ser derrotados con las pocas energías que le quedaban. Las utilizaría en tratar de llegar a la caverna. La ventisca helada que había sentido comenzaba a intensificarse. Y todo su cuerpo vibraba con la cercanía de un enemigo.
—¡Sujétate fuerte! —Le ordenó.
Ella le obedeció de inmediato puesto que no sabía qué demonios estaba ahora pasando. Comenzó a preocuparse, pues no creía que Alkor fuera de los que le tuviera miedo a algo. Y la verdad es que no, pero Alkor no quería tener a Eve desprotegida por su condición actual. Él de vez en cuando miraba hacia atrás y no veía nada. No era una paranoia un Búll los estaba siguiendo, había encontrado a Eve. ¡Estúpida humana! Esas cosas eran difíciles de quitarse de encima. No es que no pudiera con una bestia como esa, pero tenía a Eve a sus espaldas. Esos felinos del invierno eran escurridizos y difíciles de detener cuando encontraban a una presa. Los árboles de color rubí se congelaron de pronto y Alkor tuvo que dar un brinco para que el suelo que tocara no lo dejara pegado al hielo.
¡Ésta sí que era una suerte!
Se decía sarcástico.
Copos de nieve comenzaron a caer y entonces Eve había comprendido por que la reacción tan extraña de Alkor. Algo no andaba bien. De pronto todo el enojo que tenía se esfumó y comenzó a preocuparse cuando vio los cuernos de Alkor brillar. Su piel comenzó a calentarse y sintió las uñas de Alkor crecer y rozarle un poco en sus piernas.
—Alkor ¿Qué está pasando? —Habló a su oído de forma baja, comenzaba a tener miedo y frío.
—Un Búll. Nos ha encontrado —Alkor respondió sin quitar la mirada del panorama. Buscando en dónde se podría hallar agazapado esa criatura.
— ¿Qué es un Búll?
—Es como un león de montaña de dos metros con colmillos azules. Ellos comen criaturas mágicas débiles, pero cuando se encuentran a un humano se vuelve su mayor prioridad de caza.
Eve se tensó y Alkor lo pudo notar.
— ¿Lo más recomendable no sería huir?
—No es tan fácil como parece.
Un gruñido surgió proveniente del frente. Salió de las sombras una especie de felino blanco con manchas azules y ojos rojos. Eve casi gritó del terror. Definitivamente tendría que pelear, ahora que dio la cara. Alkor bajó a Eve y le entregó su capa.
—Escóndete detrás de esas piedras, camina lento...
El Búll dirigió su mirada hacia la humana que caminaba lentamente hacia unas piedras a un costado del camino. Aquella criatura le rugió, pero entonces Alkor le gruñó también. Supo de repente que era el Dragón Negro, era una leyenda entre los mundos. Al joven Dragón comenzaron a crecerle sus alas, era como ver a un demonio, pero sumamente exótico.
—Mi señor ¿Está protegiendo a una humana? —Aquella fiera felina comenzó a rodearle para poder llegar a la humana.
Alkor gruñó más alto que él y su piel gris se empezó a oscurecer.
—Eso no es tu incumbencia, estúpido.
—Usted no es como lo describían antiguamente.
Alkor tenía grandes virtudes, pero aparte de la ira, tenía un defecto, el orgullo. Importándole poco su condición, utilizó todas sus fuerzas para darle una lección al Búll que jamás olvidaría. Alkor al escuchar como desprestigiaban su honor, terminó por transformarse en un Dragón negro. Haciendo que la nieve comenzara a derretirse. Eve no podía evitar ver la grandeza de aquel ser sobrenatural. Era hermoso y peligroso. El Búll se abalanzó en dirección hacia Eve, pero éste le lanzó fuego, y el felino se cubrió con una barrera de hielo, importándole poco siguió avanzando en dirección de Eve. Alkor le dijo que no se moviera de ahí y eso haría, aunque estuviera dudando por segundos de aquello. El felino comenzó a escalar unos peldaños que se habían vuelto hielo y se dejó caer por encima sobre la humana.
O eso intentó.
Ya que antes de llegar a Eve, Alkor lo mandó a volar con una de sus patas delantes. Éste se golpeó contra un árbol sumamente grueso y quedó tendido por unos segundos. Pero aun así se volvió a levantar y atacó a Alkor de manera directa. Para poder llegar a la humana necesitaba vencer a Alkor, algo sumamente imposible. Los colmillos del Búll se encendieron en un color azul y éste comenzó a correr más rápido dejando a Alkor un poco confundido de dónde podría estar. Alkor estaba utilizando demasiada energía en deshacerse de él, y podía sentir los efectos del debilitamiento. De repente Alkor sintió un mordisco sumamente fuerte en su cuello y comenzó a zarandear desesperadamente al Búll que tenía encima. Ahora sí que lo habían cabreado.
El Dragón comenzó a forzar a su cuerpo, llevarlo a los límites, para que se calentara a niveles extremos y la criatura lo soltó mientras chillaba y boca desprendía una especie de vapor. Alkor lo fulminó con la mirada y le lanzó fuego a su cuerpo aprovechando que se encontraba distraído y éste comenzó a consumirse mientras se alejaba de Alkor y de Eve.
Eve quién había visto todo quedó aún más maravillada con la fuerza y habilidad que Alkor tenía. Éste volvió a su estado natural, miró a Eve. Observó el alivio en su rostro, quiso decir algo, pero no tenía fuerzas. Eve notó el cansancio en él, pero no se esperaba que Alkor cayera al suelo algo inconsciente. Ella salió de detrás de las rocas mientras corría para llegar con Alkor, aun con su capa encima de ella. Cuándo llegó vio como él se retorcía y detrás de su cuello sangre comenzaba a salir.
— ¡Alkor, por favor no cierres los ojos!
Éste gruñía totalmente herido.
—Me descuidé ¡Me inyectó de su veneno! —Sus palabras salían tan ácidas.
Era cierto se había descuidado, pero el estar tan lejos de Afrobos era una de las consecuencias por las que no se permitía estar tan lejos. Sus ojos estaban brillando con fulgor. Y sus colmillos estaban crecidos, comenzaba a quejarse fuertemente. Intentó ponerse de pie, pero cayó de espaldas. Sus ojos casi se cerraban, y lo último que podía ver, era el rostro de Eve acongojado. Las lágrimas salían de sus ojos de manera vertiginosa, ¿por qué lloraba por él? Eve estaba sobre él, sus manos su pecho y su rostro tan cercas del de él. Comenzó a ver borroso.
—Alkor, por favor no cierres tus ojos —Tomó su rostro entre sus manos, golpeando suavemente sus mejillas — ¡Dios mío! ¿Qué voy hacer ahora? ¿Qué hago?
Alkor se había desmayado del dolor.
Y ahí estaban, el poderoso dragón negro herido y una humana buscando ayuda. De la nada Grek había salido de las profundidades del bosque, corriendo en dirección de Eve. Ésta agradecía al cielo que hubiera llegado. Grek se colocó a un lado de él, con la expresión totalmente seria. Lo examinó y dio con la herida en su cuello, y como la sangre seguía saliendo en menor cantidad. Cargó al Dragón sobre sus hombros. Eve le siguió sin preguntar nada. Iban caminando bastante rápido y Grek de vez en cuando volteaba hacia atrás, asegurándose de que nadie los estuviera siguiendo. Eve estaba tan nerviosa que ni siquiera le había contado al dragón pelirrojo que era lo que había pasado. Y Grek tampoco preguntó, pues sabía la respuesta. Había visto todo a la distancia. Eve los observó, y veía algo familiar en esos dos. Y como si hubiera sido una revelación decidió hablar:
—Grek, tú eres hermano de Alkor ¿cierto?
El Dragón pelirrojo sonrió de lado. ¿¡Cómo es que no se había dado cuenta antes de eso!? ¡Tenían la misma forma de su nariz y sus cejas pobladas y gruesas! ¡Hasta su forma de elevar sus labios!
—Así es. Soy su hermano pequeño. —decía un tanto divertido— Ahora hay que llevar a Alkor a su castillo, allá es dónde le sacaré el veneno. Sí lo hago aquí me arriesgo a que otras criaturas quieran hacerte algo y podría perder a éste idiota.
Eve asintió. Pero, lo curiosa por naturaleza le hizo seguir hablando.
—Sí eres su hermano ¿Por qué parece que te odia?
Éste se rio con sinceridad, o su hermano Alkor sí que había encontrado a alguien sin igual.
—Es así con todos. Lo que no me explico es por qué contigo no lo es tanto —Claro que él lo sabía, solo que le gustaba jugar con las mentes de los demás.
Eve se quedó pensativa mientras seguían avanzando con rapidez hacía el portal.
—Oh, no te creas. Éste grandísimo imbécil me golpeó y me humilló algunas veces. ¡Amenazó con comerme viva cuando nos conocimos! —Grek rio ante la revelación de su futura cuñada.
Ahora que lo pensaba, si había cambiado bastante. Grek escuchaba atentamente las palabras de Eve. Con su hermano no podría tener el mismo resultado de hablar. De cierta forma, Grek había sido educado un poco distinto de él. Al ser primogénito y heredero de una gran dinastía y linaje real, era evidente que el carácter que se formó lo llevara a ser como es. Se divertía cuando lo molestaba y lo hacía explotar con las rabietas que hacía, pero a veces, solo a veces si deseaba hablar decentemente como lo hacen los hermanos. Pero no podía hacer nada, siempre había sido así y no había nada qué hacer.
—Pero contigo es diferente —Sí tan solo Alkor pudiera escuchar las palabras de Grek, tal vez ya estaría muerto. Alkor odiaba que hablaran de él, de su pasado y de su forma de ser. Era alguien sumamente difícil de entender y nunca tuvo la facilidad de crear amigos y buenas relaciones, no como con Grek. —Veo que te protege. Quiere hacerse el indiferente contigo, pero no puede evitar prestarte la más mínima atención.
Después de eso ya no hablaron. Eve se había quedado bastante pensativa con las palabras de Grek. ¿Significaba algo acaso? Alkor aun respiraba, poco, pero lo hacía. Seguía inconsciente.
Al momento de cruzar el portal éste se selló cuando Alkor cruzó al castillo. Bien, al menos nadie más podría cruzar. Grek lo acostó boca abajo y con sus garras, las clavó en el área dónde el Búll lo había herido. Extrajo el veneno de color azul y la piel de Alkor volvió a su estado normal. Nadie se había dado cuenta de ello hasta ese momento. Eve se sentó en el suelo y colocó la cabeza de Alkor entre sus piernas. Ella lo miraba con adoración sin darse si quiera cuenta de ello.
Grek no paraba de verlos. Si fuera otra la situación estuviera cayéndose de la risa.
Tenía que ser honesto, se veían bastante bien juntos. Ironía en su punto exacto. Alkor, quién odiaba a los humanos ahora estaba enamorado hasta los huesos sin que él mismo lo supiera de una humana. Y no una cualquiera, de una belleza sin igual.
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Pasaron las horas y Alkor no despertaba. Pero era de entender, estaba recuperando las fuerzas por medio del sueño. Estabilizando a ambos mundos, por medio de su maldición. Por supuesto, era algo que Grek sabía que Alkkor no había hablado con la humana, sino, Eve no estaría tan preocupada. Grek ahora estaba convencido. Había encontrado a alguien por quién dar incluso su propia vida. Eve se encontraba preocupada. ¿Cómo había sido él tan descuidado como para pelear por ella?
— ¿Cuándo crees que despierte? —Eve estaba cansada.
Y ver el rostro de Alkor sin expresión hacía que su corazón sintiera dolor. Grek se encogió de hombros. Observando los detalles de la gran sala.
—No lo sé, ya ha tardado. ¿Quieres que se despierte ahora mismo?
Definitivamente aquel Dragón se divertiría un rato con su futura cuñada. Los ojos rojos del dragón brillaron con un deje de diversión. Sus cabellos rojos y cortos se paseaban rebeldemente por sus ojos, casi cubriéndolos.
—Sí ¿Por qué no lo dijiste antes? En vez de perder tanto tiempo.
Él sonrió con algo de malicia. A veces, la inocencia de Eve era tan divertida, que aprovecharse de la situación para probar un punto le daban cien años más de vida. Grek se paseó alrededor de Eve. Quería comprobar algo ahora mismo.
—Levántate. —Ella lo obedeció mientras dejaba la cabeza de Alkor en el suelo con delicadeza. —Acércate a mí.
— ¿Cómo podría despertar él, mientras me acerco a ti? —Preguntó dudosa de sus métodos.
—Solo debes de tenerme algo de Fe.
Cuándo se acercó demasiado rápido, éste hizo que ella se tensara. Lentamente comenzó a acercarse a su rostro y ella comenzó a removerse. Sus brazos la aprisionaron, los ojos de Eve se abrieron con espanto.
—Grek suéltame, esto no es gracioso. —Pero él seguía sin hacerle caso. — ¡Grek suéltame ahora mismo! —Seguía ignorándola, ésta intentó golpear en más de una ocasión, pero éste retenía sus golpes. Grek miraba de reojo el cuerpo, aun en el suelo, de Alkor. Estaba un noventa por ciento seguro que con lo que él haría Alkor despertaría y un diez por ciento de que no. — ¡GREK, SUÉLTAME!
Alkor abrió sus ojos de golpe, escuchando a Eve pedir ayuda. Pero lo que le hirvió la sangre, fue escuchar un gran: "Grek, suéltame". Y para fortuna de ella, en un rápido movimiento, Eve cayó al suelo mientras que Alkor algo débil sostenía a Grek de su cuello. Los ojos de Alkor parecían las mismísimas llamas del infierno. Su ceño fruncido, y la mirada desorbitada le indicaban a Grek cuan en serios problemas se encontraba.
— ¡Te lo advertí! —Gruñó Alkor mientras golpeaba el rostro de Grek.
Éste se llevó ambas manos a su nariz. En vez de enfurecerse sonrió en señal de victoria. Después de todo él tenía razón con respecto a Eve y Alkor.
— ¡Alkor por favor no lo hagas! Detente...
Él se giró con violencia hacia ella. Sus ojos la fulminaron e hizo puños sus manos.
— ¡Eres una estúpida! — Ella sintió que el corazón se le encogía. ¿Y ahora que había hecho ella? —¿¡Cómo te dejas de cualquier persona!?
El corazón de Eve se oprimió, tocó su pecho, sus manos temblando. No sabía si del coraje por las palabras tan frías de él, o por miedo a que la volviera a golpear. Se armó de valor, y le dio una abofeteada en el rostro. Grek sangrando soltó la carcajada.
— ¡Estuve horas sentada sosteniendo tu cabeza! ¡El estúpido aquí eres tú! Mal agradecido y pedante.
Eve salió corriendo con las lágrimas en sus ojos sin voltear atrás. Alkor no entendió que quiso decir, pero hacerla llorar se estaba convirtiendo en una muy mala costumbre. Se giró hacia Grek bastante cabreado y confundido.
¿Cómo había llegado a su castillo? ¿En qué momento?
— ¿Qué demonios Grek...?
— No debiste decirle eso ¿Sabes que aquella humana estuvo tan preocupada por ti todas estas horas? —Dijo Grek mientras se levantaba débilmente —Y el haberle dicho que era una cualquiera, eso sí, ni tú te lo crees.
Alkor se dio cuenta porque de la abofeteada, y ni siquiera quiso decirle eso. Pasó pesadamente la mano por su rostro.
Eve ya había salido de su campo de visión y deseó no perderla de vista, pero estaba cansado y débil.
— ¡Sí ella no hubiera ido a Draconian nada de esto hubiera pasado!
—Entonces deberías de estar agradecido.
Alkor bufó.
— ¡Casi muero! —Contestó Alkor molesto.
Bueno no era para tanto y ambos lo sabían. Solo se encontraba intoxicado, pero los métodos que Grek utilizó para que la chica sacara a relucir su preocupación por el Dragón negro había funcionado haciéndole creer que estaba en peligro de muerte.
—Y ella también, lo que quiere decir que ella en verdad te importa.
Alkor se quedó callado. ¡Qué buen chiste que le den al estúpido de Grek!
—No me importa.
Grek sonrió de verdad. Negación como siempre por parte del bilioso de su hermano.
—¿Entonces por qué la protegiste todo el trayecto? Dame de verdad una buena razón.
¿Qué por qué Alkor la había protegido? Ojalá él pudiese contestar esa pregunta por qué ni Él mismo podría entenderlo a estas alturas del partido.
© J. ZARAGOZA
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