18.
Una vez en el cuarto de Draco, se apresuraron a recostarlo en la cama y darle pócimas para extraer las sustancias que tenía en su organismo, que aunque sonaba redundante resultaba muy efectivo, al igual que otras específicamente para regenerar un poco lo que sea que se haya perforado con las espinas del hanahaki, asegurándose de no realizar magia más de la cuenta en su cuerpo pues este estaba muy débil después de que magia ajena se dispersara de forma agresiva en el.
—Draco, ¿quien te aplicó la maldición cruciatus? —pregunto Narcissa una vez salio William del cuarto pero notando que Draco lo negaría, agregó — Las secuelas de este aún están en tu cuerpo, así que no puedes negarlo. —reprendio entre preocupada y enojada, sentía la magia de su hermana Bellatrix emanar del cuerpo de su niño, tan solo quería comprobarlo antes de ir y regresarla a Azcaban a punta de hechizos.
—Madre, no importa quien lo hizo, después de todo no llegó a aplicarlo completamente —contestó con dificultad, la garganta le ardía horrores con tan solo el respirar.
Narcissa solo observó unos instantes a Draco, suspiró resignada y se inclinó en la cama para darle un cálido abrazo.
—Sabes que te amo ¿verdad?. Tu padre también lo hace, y estoy segura que te lo diría ahora mismo de no ser porqué esta buscando el escondite de...él.
—Lo se madre. Yo también los amo.
Draco noto el dolor y la angustia reflejado en la mirada cansada de su madre, y realmente le dolió verla así debido a el, pero lo que más le dolió fue saber que ella acabaría devastada si es que sucedía lo que intuía. No se engañaría, al menos no esta vez, su enfermedad se había descontrolado desde su ultima operación, tenía muy presente el hecho alarmante de que la rosa en su corazón estaba casi marchita, el doctor William le aseguraba que tan pronto como la saco de su caja torácica esta se desvaneció en pequeñas motas negras.
Sin duda tenia claro que esta vez las cosas no serían las mismas. Desde un inicio supo que solo estaban retrasando lo inevitable, si bien puede que sea correspondido por Harry, eso no quitaba que prácticamente experimentaron con su enfermedad y que por lo tanto, no sabrían con exactitud las reacciones que tendría después de tantos medicamentos.
Narcissa se quedo acariciando el cabello de Draco permitiendo que este se perdiera en sus pensamientos, mientras ella se reprendía por no haber impedido que su hijo realizará el mandato de Dumbledore, que si bien fue su "ultima petición a su familia" eso no quitaba que fuese un suicidio, además de que si su hijo hubiese optado por no hacerlo nadie se habría enterado de nada, después de todo la información se les entregó por medio de una carta que trajo consigo un fénix antes de marcharse. Pero Draco, como si hubiese divisado un manantial de agua en el desierto, aceptó inmediatamente, haciendo oídos sordos a sus ruegos de quedarse con ella.
—Dragon. —llamó la pelirrubia obteniendo un leve asentimiento de cabeza de parte de Draco, dando a entender que la escuchaba a pesar de tener los ojos cerrados. —¿Porque aceptaste...
La puerta siendo tocada levemente interrumpió la pregunta de Narcissa, este negó y dando una última caricia al blanquecino cabello de Draco se puso de pie para abrir la puerta, encontrando a Severus detrás de esta.
—¿Cómo se encuentra? —fue lo primero que pregunto tan pronto diviso a la pelirrubia.
La ojiazul volteo hasta observar a Draco en la cama y a través de los doseles claros de esta, logro distinguir su respirar relajado. —Por ahora esta bien, pero creó que debería descansar un poco.
La paciencia era algo poco característico en los leones de Hogwards, puesto que estos acostumbraban a desesperarse rápidamente y actuar conforme sus sentimientos dictarán, no obstante, había algunas excepciones, un claro ejemplo de ello es Hermione, esta se consideraba como una persona basta de paciencia, teniendo de amigos a los que más acostumbraban a meterse en problemas por no saber algún tema de una asignatura o simplemente por su actuar impulsivo.
Sin embargo, justo ahora, sentía que su paciencia se agotaba muy rápidamente al estar observando como Harry caminaba de un lado a otro en la amplia sala donde se encontraban, mordiendo sus uñas en un extraño habito para él y prácticamente asfixiándolos con su magia que se desbordaba por todo el lugar, agresiva pero con un evidente tinte de preocupación, está los atravesaba como una corriente eléctrica y era...algo incómodo.
—Harry, debemos ir a gringotts antes de que Bellatrix lo haga. —insistió la castaña sentada a un lado de Ron, dirigiéndole una mirada apenada al pelinegro —Se que quieres esperar hasta que Malfoy se mejore, pero sabes que debemos ir antes que ella. Y no me mal intérpretes, yo también quiero quedarme hasta saber que Malfoy esta bien, pero si no partimos cuanto antes es posible que perdamos un horrocrux.
Hermione mentiría si dijera que no estaba preocupada por la salud del rubio, en las semanas que este paso con ellos logro tomarle cierto aprecio, cosa que jamas hubiese ocurrido de no ser por el cambio de actitud de este, que si bien era un tanto cortante, ya no era burlón y discriminativo por su procedencia como antaño.
Harry detuvo su andar intranquilo mirando contrariado a su amiga —Lo se Hermione, solo...solo espera un poco más. —pidio dejándose caer pesadamente en los mullidos cojines del sofá. Había pasado al menos una hora desde que Draco se fue con su madre, sabía que la cámara de Bellatrix en gringotts era importante, pero sin importar qué, no quería irse de allí sin saber el estado de la salud del rubio.
El sonido de "plof" se escuchó a un lado de Harry, ahí, la elfina que les atendió dándoles ropa y comida apareció brincando impaciente de un pie al otro. —Señor Harry Potter, mi amo Draco desea verlo de inmediato.
Harry se levanto como un rayo, tocando a la elfina sin mirar a los demás y desapareciendo junto con ella. Tanto Ron como Hermione solo suspiraron y se miraron comprensibles uno al otro.
Harry ignoró el conocido revoltijo de la aparición en su estómago, tan pronto como aparecieron la elfina desapareció sin decir nada, el tan solo le resto importancia mientras su mirada curiosa viajaba por la habitación amplía y ordenada en la que se encontraba, en donde predominaban los colores oscuros y muebles hechos de madera, rápidamente diviso a la persona que estaba recostada en la mullida cama, el cual parecía estar dormitando.
—Draco...
El pelirrubio se removió antes de abrir los ojos ante la reconocida voz, mirando unos segundos al pelinegro antes de que una sonrisa cansada pero llena de felicidad adornara su rostro.
—Harry...—murmuro recargándose con dificultad en la cabecera de la cama, siendo tomado por sorpresa cuando Harry, preocupado, se le arrojara encima para abrazarlo —Bueno, pero si solo me he ausentado unas horas.
Suspirando tranquilo entre el abrazo, Harry levanto la mirada para posarla en la grisácea de Draco, alejándose con pesar sabiendo que tenían que hablar —¿Qué es lo que realmente te pasa? Dijiste que no era nada grave, y mirate, postrado y sin energías.
—Solo...aguarda —pidio extendiendo la mano hasta el buró de al lado, abriendo el cajón y sacando el libro que una vez compro en Hogsmade —De acuerdo, como decirlo...Digamos que contraje una enfermedad muy, muy peculiar. Se llama hanahaki disease.
La voz de Draco era muy tenue por las heridas recientes que tenía en su garganta, por lo tanto decidió darle el libro a Harry para que este lo mirara por su cuenta, por supuesto, había añadido algunas de sus propias experiencias con el hanahaki entre las hojas viejas del diario, aunque en un principio fue como algo para desahogarse, se sentía aliviado de que ahora le sirviera de algo.
Harry tomo el libro dudoso, pero al abrir el apartado donde habían varias hojas adjuntas con la letra estilizada de Draco, se centro en la lectura, sin mediar palabra o preguntar por algo.
Sus ojos verdes poco a poco mostraban comprensión, mientras Draco se mordía los labios en un claro signo de nerviosismo, no sabia como iba a reaccionar el pelinegro, después de todo, no siempre te dicen que alguien más se esta muriendo por ti, en el sentido literal de la palabra.
—Tú... ¿De quien? —Preguntó pasados unos minutos de silencio mientras leía, sus labios apretados en una linea recta haciendo juego con su ceño fruncido.
Draco sonrió divertido por lo que veía, de no ser porque le dolía todo el cuerpo, estaba seguro que estrujaría por completo al despistado pelinegro —Creo que ahora eso es muy obvió. —exclamó optando por tomar el mentón de Harry, observando así su mirada verde con centenares de sentimientos cruzando por esta.
Las mejillas de Harry se tornaron de un rojo tenue, rehuyendo la mirada de Draco por unos instantes, como si dudara aún de lo que había deducido —..Yo..soy yo
Ante la respuesta alegre y un tanto nerviosa de Harry, Draco estiró su mano para tomar su mejilla en su mano, dándole una suave caricia.
Sonriendo levemente, Draco se acercó hasta el contrario para susurrarle en el oído —50 puntos para Gryffindor.
Harry se sonrojo furiosamente, su mirada verde paso por encima del pecho del rubio, justo donde se suponía se albergaba el hanahaki. Posando sus manos en esa área, sobo inconscientemente, intentando aliviar el dolor que Draco debería estar experimentando a causa de él, ante ese pensamiento, inevitablemente se entristeció —Eso no es gracioso...entonces quiere decir que yo soy el causante de..
—De nada, tú no tienes culpa de nada Harry. — interrumpió atrayéndolo en un cálido abrazo — Nadie puede mandar al corazón y creeme que estoy profundamente agradecido con ello. Y lo mejor de todo, es que soy correspondido. —argumento sonriendo feliz ante lo último, bostezando discretamente.
—Draco. —susurro Harry como única respuesta, tenía tanto que decirle pero justo ahora nada de ello salia de su boca por el nudo que sentía en su garganta.
El mencionado musitó un pequeño monosílabo como respuesta, rebuscando de la nada debajo de su almohada sin dejar de abrazar a Harry con su otra mano. —Por lo visto no podre acompañarte a partir de aquí, así que tendrás que seguir con Granger y Weasley por su cuenta. Pero quiero que al menos te quedes con ella. —ante la vista de Harry apareció la varita hecha de espino de Draco, se alejo un poco de este para verlo a los ojos. —Se que te agrado más mi varita que la obsoleta que te dio Weasley. —Agrego sonriendo por la sorpresa que mostró Harry, poniendo en la mano de este su varita, al menos así, podría permanecer una parte de él acompañándolo en su recorrido lleno de peligros.
El ojiverde asintió conmovido pensando en lo mismo que Draco, abrazándolo con más fuerza y por ende, ocasionando que el rubio se recostara de plano en la mullida cama con Harry encima, este guardo silencio por no saber exactamente como responder, pero disfrutando plenamente del calor que emanaba el cuerpo de Draco.
Pasados unos minutos donde lo único que se escuchaba era la respiración apaciguada de ambos, Harry comenzó a preocuparse por el mutismo repentino del otro, safandose suavemente de los brazos ajenos y mirando el rostro durmiente del ojigris.
—Draco...¿Draco? ¿¡Draco!? —llamo preocupado sarandeando un poco el cuerpo inconsciente del rubio.
—No se alarme joven Potter, tan solo esta bajo los efectos secundarios de las pócimas. Además de la obvia fatiga que todo esto le esta causando. —tranquilizó William entrando al cuarto con unas cuantas pócimas de colores y olores nada agradables.
—Oh. —musito saliendo de la cama y arropando a Draco. —Él me ha puesto al tanto de su enfermedad, ¿usted cree que realmente mejorara? —preguntó angustiado, ya que si lo que había leído era verdad, entonces la enfermedad de Draco debería haberse esfumado, no avanzado con más rapidez.
—Eso dependera de él. —suspiro dejando la bandeja en el buró —Quizas lo mejor será dejarlo descansar. Si no te importa, quisiera mostrarte algo.
Ambos caminaron por algunos pasillos estrechos antes de llegar a un salón espacioso y luminoso, los ventanales en el techo eran tan grandes que dejaban iluminar fácilmente toda la habitación con la luz natural del día, frente a Harry se extendían varios apartados con diferentes plantas, sin embargo, la única que llamo su atención y por la cual camino a paso rápido hasta posarse frente a ella, fue un rosal singularmente grande y brillante.
—Es el invernadero provisional de la familia Malfoy, inicialmente solo había unos cuantos arbustos, pero desde la llegada de la señora Narcissa se mando ampliar para su comodidad...además de trasladar este rosal. —Explico mirando alternativamente entre el rosal y Harry, simplemente esperando.
Harry miraba embelesado las rosas grandes y llenas de vida, atreviéndose a rozarlas con las llemas de sus dedos, temiendo de un movimiento brusco que las dañe. Con esa simple acción, un brillo tenue resplandeció de las rosas, sin embargo, fue tan tenue que solo Harry logro vislumbrar.
—Nunca había apreciado las rosas, pero estoy seguro que las normales no son así de grandes y llamativas, supongo que las mantienen con magia.
Suspirando derrotado, William miro su reloj de mano, mirando un poco impaciente hacia el rosal y Harry —Y no se equivoca joven Potter, la cuestión es, ¿de quien es la magia que las mantiene vivas?
El ojiverde se extraño un poco por tal pregunta, era casi obvio que al ser el invernadero de la familia Malfoy, las plantas se mantendrían por la magia de los elfos o de la casa misma, y si no, por la de Narcissa Malfoy, pero había cierta familiaridad en la magia que desprendían las rosas que le hacia dudar de su respuesta.
—¿No es de la señora Narcissa? La magia me resulta familiar —exclamo curioso sin despegar la vista de la rosa del centro, la cual se enorgullecía por ser la más grande.
—Saque sus propias conclusiones, por ahora debo ir a alistar las cosas para Draco. —exclamo presuroso y como tal, llendose de prisa del lugar.
—¡espere!... —grito Harry tan pronto como reaccionó, sin embrago ya era demasiado tarde puesto que el castaño ya se había marchado —Mira que irse sin decirme nada. —murmuro entre dientes, su atención se centro nuevamente en las rosas tan rojas como la sangre y sin querer, su dedo se pincho por la espina de una de ellas, no era doloroso, así que no retiro su mano, sin embargo, segundos después la pequeña herida se cerro gracias a la magia que desprendía el rosal, esta cosquilleo por toda su mano, logrando obtener la respuesta a la pregunta de William. —Draco.
Susurro confundido, todo ese asunto lo sobrepasaba en gran medida, aún más que el asunto de Voldemort. El saber que la persona que amas ha estado sufriendo y muriendo lentamente por tu causa, era algo abrumador, y no comprendía realmente el hecho de que si podía salvarlo correspondiendo sus sentimientos, ¿porque seguía empeorando? ¿Acaso sus sentimientos no son verdaderos? Y en cambió tan solo siente atracción por el rubio pero no exactamente amor, no de ese amor que es tan profundo que no tienes duda alguna de ello.
Lentamente, una solitaria lágrima resbalo del ojo izquierdo de Harry, seguidas después otras más hasta perderse en el piso. Levanto su mano diestra donde la varita de Draco era apretada fuertemente, entonces, Harry lo supo, lo sintió atravesarle desde el fondo de su corazón hasta erizarle los vellos de la piel.
Lo que sentía por Draco, era completamente real y no iba a dudar ahora de sus sentimientos y mucho menos de la fortaleza del rubio.
—Draco, yo realmente te amo.
El susurro fue bajo, pero Harry lo sintió mas fuerte que nunca.
Limpiándose las lágrimas, se prometió acabar con todo ese asunto que lo viene persiguiendo desde pequeño, solo con la única esperanza de poder estar con Draco.
Pensando en ello, él era la ultima persona de la que pensó que se enamoraría, su situación actual era irreal hasta cierto punto, pero no se lamentaba de nada.
Echando una ultima mirada a las rosas, salio atravesando los pasillos que lo llevaron ahí, encontrándose en el camino a Hermione y Ron.
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