Rey vs Rey y las 100 puertas
La batalla comenzó con una tensión que hizo que el aire se sintiera pesado, incluso para los dioses y humanos en las gradas. Hades dio el primer paso, moviéndose lentamente hacia sus oponentes, su bidente sujeto firmemente a su costado.
Hades:—Rey Leonidas y Raiden Tameemon...—murmuró—. Entonces... por lo que veo son nuestros rivales...
Sus ojos, fríos y calculadores, se clavaron en los humanos como un depredador evaluando a su presa. Cada paso del dios del inframundo hacía crujir la tierra bajo sus pies, y una furiosa aura de poder oscuro comenzó a rodearlo.
Hades:—No tengo nada en su contra—siguió diciendo Hades con tono sombrío—. Sin embargo... ES UNA LÁSTIMA QUE SEAN PARTE DE LA RAZA QUE ASESINÓ A MI HERMANO.
El ambiente cambió drásticamente; una presión asfixiante invadió el coliseo, haciendo que muchos de los espectadores sintieran un peso casi intolerable sobre sus pechos.
Hades flexionó su brazo, apuntando su bidente hacia Leonidas y Raiden. Los músculos de su brazo se hincharon, tensándose con una fuerza divina que casi parecía querer partir la misma realidad.
¿El primer ataque de Hades sería como el de Poseidón? ¿Una ráfaga frontal de golpes improvisados?
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Sin más aviso, Hades avanzó, desatando una serie de estocadas rápidas y precisas, cada una cargada con una fuerza descomunal. Su bidente cortaba el aire como un relámpago mortal, dirigiéndose directamente hacia el rostro de ambos humanos.
Leonidas fue el primero en reaccionar.
Leonidas:—¡Yo me encargo de esto, mocoso! —gruñó, colocando su escudo Aspis al frente, bloqueando la primera embestida de Hades.
Mientras tanto, Raiden, con su velocidad sorprendente para un hombre de su tamaño, esquivó lateralmente, alejándose del área del ataque.
Raiden:—¡Suerte con eso, viejo! —se burló, dejando que Leonidas enfrentara directamente al dios por unos instantes.
Hades continuó bombardeando a Leonidas con una serie de estocadas devastadoras. Cada impacto sobre el escudo del espartano producía un sonido ensordecedor que resonaba en todo el coliseo.
El Aspis se mantenía firme, pero las vibraciones del impacto hicieron que las piedras a los pies de Leonidas comenzaran a resquebrajarse.
El dios del inframundo mantenía su rostro serio, pero había un atisbo de reconocimiento en sus ojos.
Hades:—Firme... para ser un mortal, es impresionante.
Pero Leonidas no se quedó quieto. En un movimiento repentino, flexionó sus rodillas y dio un poderoso salto hacia adelante, levantando su escudo por encima de su cabeza. El espartano llenó sus pulmones al máximo, a tal punto que casi tragó el cigarro que todavía colgaba de su boca.
Leonidas:—¡Mi turno! —rugió, mientras descendía con una fuerza devastadora, utilizando su escudo como un ariete.
El golpe impactó contra el suelo con una violencia indescriptible. El suelo estalló en pedazos, levantando una nube masiva de polvo y escombros que cubrió toda la arena.
La fuerza del ataque envió ondas de choque que sacudieron las gradas, provocando vítores y jadeos de los espectadores.
Cuando el polvo finalmente comenzó a disiparse, la figura de Leonidas se reveló. El espartano estaba arrodillado, con su escudo enterrado en el suelo frente a él. Su ataque había sido tan brutal que la tierra misma parecía haberse rendido a su fuerza.
Sin embargo, Hades no estaba allí. El dios había esquivado el golpe en el último momento, apareciendo a un costado con su bidente aún en posición ofensiva. Su expresión era seria, pero había un brillo de sorpresa en sus ojos.
Hades:—Vaya... no esperaba tanto poder de un humano.
Leonidas, sin embargo, no se inmutó. Con un movimiento lento y deliberado, encendió un nuevo habano, tomando una larga calada mientras el humo rodeaba su rostro.
Leonidas:—Primero tú... luego ese niñato arrogante.
El espartano levantó un dedo, apuntando primero a Hades y luego hacia Apolo, quien observaba con una sonrisa divertida desde la distancia.
Apolo soltó una carcajada, cubriendo su boca con una mano.
Apolo:—Oh, por favor, viejo. ¿De verdad crees que puedes tocarme?
Hades, por su parte, mantuvo su mirada fija en Leonidas, ahora intrigado por la actitud y la fuerza del humano. Su bidente brilló con un tenue resplandor verde, como si se preparara para liberar un ataque aún más letal.
Desde el otro lado de la arena, Raiden observaba con una sonrisa.
Raiden:—Viejo terco... está haciendo que se vea fácil.
La batalla apenas había comenzado, pero ya estaba claro que sería un enfrentamiento que desafiaría a dioses y humanos por igual.
Hades, con la fría determinación que caracterizaba al rey del inframundo, se impulsó con una fuerza descomunal. Un solo pie bastó para enviar su cuerpo hacia el aire, elevándose como un halcón que avista a su presa.
Los músculos de sus brazos se hincharon grotescamente, sus venas sobresalieron como ríos de pura energía divina, y el tamaño de sus extremidades creció visiblemente, reflejando la abrumadora fuerza que estaba a punto de desatar.
Sosteniendo su bidente con ambas manos desde la parte más baja del asta, Hades se preparó para lanzar su ataque.
Su silueta en el aire proyectaba un aura imponente, como si el mismísimo inframundo estuviera dispuesto a descender con él. El bidente cortó el aire con un silbido mortal, iluminando el cielo con un tenue resplandor verdoso.
PERSÉFONE: KALLICHORN
¡¡MARTILLO DE HIERRO DEL INFRAMUNDO!!
Leonidas reaccionó al instante.
Leonidas:—¡Vamos, maldito! —gruñó mientras saltaba hacia atrás, posicionando su escudo Aspis frente a él con una precisión impecable.
El impacto fue devastador. Hades aterrizó como un meteoro, su bidente golpeando el suelo con una fuerza que hizo que toda la arena temblara.
El suelo se resquebrajó en un radio de decenas de metros, enviando enormes fragmentos de roca al aire y levantando una nube de polvo que cubrió momentáneamente la escena.
Leonidas sintió la onda expansiva del ataque alcanzarlo. El viento huracanado lo empujó con tal fuerza que su cuerpo salió disparado hacia atrás, chocando brutalmente contra la pared de las gradas.
El golpe dejó un enorme cráter detrás de él, mientras la sangre salía de una herida que se abrió en su abdomen, dejando una línea roja que atravesaba su torso.
Aun así, el espartano no se rindió. Leonidas gruñó, apoyándose en su lanza para ponerse de pie, mientras el dolor era evidente en su rostro.
Leonidas:—¿Eso es todo lo que tienes, rey del inframundo? —escupió con una sonrisa desafiante, mientras limpiaba la sangre que goteaba de su boca.
Hades no le dio tiempo para descansar. Se lanzó de frente como un toro enfurecido, su bidente listo para perforar una vez más al espartano.
El aire a su alrededor crujía bajo la intensidad de su poder. Sin embargo, Leonidas levantó su escudo con una fuerza titánica, desviando el ataque del dios en el último instante.
El sonido del impacto resonó como un trueno, y el golpe de Hades terminó estrellándose contra el suelo, generando un nuevo cráter.
Leonidas vio su oportunidad y contraatacó.
Leonidas:—¡Mi turno, bastardo! —gritó mientras su lanza trazaba un arco mortal, cortando directamente hacia el costado de Hades.
El filo de la lanza impactó con fuerza, abriendo una herida superficial en el costado del dios.
Sin embargo, Hades apenas reaccionó, sus ojos brillando con una furia contenida mientras retrocedía ligeramente, su postura inquebrantable.
Los dos guerreros no se detuvieron. En cuestión de segundos, se lanzaron el uno contra el otro, sus armas chocando en un frenesí de ataques brutales y precisos.
Cada estocada de Hades con su bidente era como el golpe de una tormenta, mientras Leonidas respondía con cortes rápidos y precisos con su lanza. Sus movimientos eran una danza mortal, donde ambos combatientes utilizaban cada fibra de su ser para superar al otro.
Las armas chocaban con una fuerza que producía ondas de choque, haciendo temblar la arena y provocando que los espectadores en las gradas se agarraran de sus asientos, temerosos de que el combate se extendiera hacia ellos.
El eco de los golpes era ensordecedor, y la arena misma parecía ser incapaz de contener la intensidad de la lucha.
Heimdall, desde su posición, no pudo evitar levantar la voz, exaltando el frenesí del intercambio.
Heindall:—¡UNA VERDADERA BATALLA DE TITANES! ¡LEONIDAS Y HADES CHOCAN CON TODO SU PODER, EL HUMANO Y EL DIOS EN UNA LUCHA FRENÉTICA QUE DESAFÍA TODA LÓGICA!
El público rugía de emoción, mientras los dos guerreros continuaban atacándose sin descanso, sus movimientos cada vez más rápidos y brutales.
Hades, con su voz grave, habló en medio del combate:
Hades:—Admiro tu resistencia, mortal. Pero no cometas el error de pensar que puedes igualarme.
Leonidas respondió con una risa burlona, su escudo bloqueando otro golpe del bidente.
Leonidas:—¡Igualarte? Viejo, estoy aquí para superarte!
Con cada ataque y contraataque, el combate se intensificaba, los espectadores no podían apartar la vista de la feroz batalla que se desarrollaba en el centro de la arena. La séptima ronda del Ragnarok ya se perfilaba como una de las más espectaculares hasta el momento.
La arena vibraba con la intensidad del combate, mientras Leonidas, con una precisión brutal y calculada, logró atravesar el hombro izquierdo de Hades con su lanza.
La sangre brotó del dios del inframundo, y aunque no emitió un grito de dolor, su rostro se tensó al sentir el filo mortal del arma del espartano. Hades retrocedió, obligando al humano a liberar la lanza que seguía unida a su escudo mediante la cadena.
Leonidas aprovechó el momento.
Leonidas:—Te dolió, ¿eh? Apenas estamos calentando.
Con un movimiento experto, Leonidas activó la cadena, haciendo que la lanza se replegara hacia el escudo. En cuestión de segundos, la lanza y la cadena fueron absorbidas por el Aspis, dejando al espartano únicamente con su icónico escudo como arma.
El Rey de Esparta comenzó a moverse, lanzando golpes al aire con una velocidad vertiginosa. Cada movimiento acumulaba energía y velocidad, hasta que los vientos comenzaron a rugir a su alrededor.
El aire a su alrededor se tornó violento, levantando una nube de polvo y pequeñas rocas que azotaban los muros de la arena.
Leonidas:—¡A ver si puedes con esto, "rey del inframundo"! —gritó Leonidas, su voz retumbando como un trueno, mientras tomaba su escudo con firmeza.—¡Te destrozaré!
Con un poderoso movimiento, Leonidas arrojó su escudo hacia Hades. La velocidad y fuerza del lanzamiento hicieron que el Aspis cortara el aire como un proyectil devastador.
Pero lo más impresionante fue lo que sucedió después: Leonidas, utilizando la cadena oculta en el escudo, lo atrajo de vuelta hacia sí en un abrir y cerrar de ojos, solo para lanzarlo nuevamente.
El escudo se convirtió en una tormenta imparable, una lluvia de ataques frontales cargados con una potencia abrumadora. Cada impacto en el suelo o las paredes resonaba como un cañón disparando, levantando polvo y fragmentos de roca con cada rebote.
¡¡¡PHÁLANX ÁSANATOS: LA ESTOCADA DE 300 ESPARTANOS!!!
Los ojos de Hades se abrieron de par en par, sorprendido por la ferocidad y precisión del ataque. Pero, lejos de intimidarse, el rey del inframundo adoptó una postura decidida.
Hades:—¿Es todo lo que tienes, mortal?
Hades giró su bidente con una velocidad aterradora, convirtiéndolo en una hélice mortal que repelía cada golpe que iba en su dirección. El impacto de cada escudo rechazado hacía retumbar el bidente como un tambor de guerra. A medida que avanzaba, los ojos de Hades brillaban con una determinación divina.
El dios del inframundo avanzó hacia Leonidas, cortando a través de la tormenta de ataques como un cuchillo caliente en mantequilla. Su técnica, combinada con la elegancia y letalidad de un bailarín, lo acercó al espartano con movimientos que parecían un macabro ballet.
Finalmente, cuando estuvo lo suficientemente cerca, Hades dio un pequeño salto, girando sobre sí mismo con una gracia sobrenatural. Con una precisión devastadora, impulsó su rodilla derecha directamente hacia el pecho del humano.
¡¡¡CORNUCOPIA: EL CUERNO DE LA ABUNDANCIA!!!
El impacto fue brutal. El rodillazo de Hades chocó contra Leonidas con una fuerza descomunal, enviándolo volando hacia atrás como si fuera un muñeco de trapo. El cuerpo del espartano golpeó el suelo con un estruendo, dejando un largo surco de destrucción mientras se deslizaba hacia las gradas.
Heimdall, desde su posición en el centro del coliseo, levantó su cuerno y señaló hacia la arena, hablando con fanatismo y entusiasmo.
Heindall:—¡HADES HA REPELIDO LA LLUVIA DE ATAQUES DE LEONIDAS! ¡Y CON UN SOLO MOVIMIENTO PRECISO, EL REY DEL INFRAMUNDO MANDA AL ESPARTANO A VOLAR POR LOS AIRES!
Los dioses en las gradas rugieron con vítores y aplausos, mientras los humanos observaban con preocupación y asombro la determinación del guerrero griego.
Leonidas, aunque magullado y respirando con dificultad, comenzó a ponerse de pie, apoyándose en sus manos.
El humo de su habano, todavía entre sus labios, flotaba sobre su rostro ensangrentado. El espartano dejó escapar una carcajada entre dientes, mostrando su inquebrantable voluntad.
Leonidas:—Es todo lo que tienes, "dios". Me decepcionas.
Hades ajustó el agarre de su bidente, su mirada fija en Leonidas mientras un leve destello cruzaba sus ojos violetas.
Hades:—Admiro tu resistencia, humano. Pero si esto es lo mejor que puedes hacer... entonces ya has perdido.
Leonidas escupió sangre al suelo, enderezándose por completo.
Leonidas:—¿Perder? Apenas estoy empezando.
El combate no mostraba signos de detenerse. Ambos combatientes, dios y humano, estaban decididos a demostrar quién era verdaderamente el más fuerte.
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Leonidas se puso de pie con una sonrisa de satisfacción. Mientras tomaba su escudo, una transformación inesperada comenzó a ocurrir. La base central del Aspis, que había soportado innumerables batallas, giró hacia el lado derecho y se elevó, revelando un diseño letal:
cuchillas encorvadas que brillaban con una luz mortal. En cuestión de segundos, el icónico escudo del Rey de Esparta se había convertido en un gigantesco shuriken, un arma diseñada para el caos absoluto.
Leonidas giró el arma en su mano y lanzó el escudo con toda su fuerza, la cadena vibrando mientras el Aspis se convirtió en un cometa que cortaba el aire a una velocidad aterradora. El suelo temblaba bajo la fuerza de su lanzamiento, mientras la trayectoria del escudo dejaba una estela de destrucción y polvo a su paso.
Leonidas:—¡¡Maldito dios de mierda!!
Hades, manteniendo su calma, giró su bidente en un intento de interceptar el ataque. El impacto fue tan poderoso que una onda de choque sacudió la arena, haciendo retroceder al dios un par de pasos. Pero Leonidas no había terminado.
Leonidas:—¡Vamos, no puedes detener esto, "Rey del Inframundo"!
Un aura de energía se encendió en la mano del espartano, viajando a lo largo de la cadena que conectaba el escudo con su portador. La energía cubrió cada una de las cuchillas del Aspis, multiplicando su velocidad y potencia destructiva.
Hades sintió el cambio en el ataque, y por un momento, sus ojos se abrieron en sorpresa.
¡¡¡PHÁLANX ENCHOS: LA LANZA IMPARABLE!!!
El escudo, ahora imbuido con esta energía, perforó el pectoral derecho de Hades, atravesando su carne y abriendo una herida desgarradora. El impacto fue brutal; el dios salió despedido hacia atrás, su rostro ensombrecido y una enorme cantidad de sangre escapando de su boca.
El cuerpo de Hades giró en el aire antes de caer pesadamente al suelo, dejando un largo rastro de sangre en su trayectoria. Una desagradable herida se había abierto en su pecho, y por un momento, los espectadores pensaron que el dios del inframundo había caído.
Leonidas:—Déjame decirte algo, estúpido dios—sonrió Leónidas—. Si quieres vivir más tiempo, no te metas con los espartanos.
Sin embargo, Hades se reincorporó lentamente, utilizando su bidente como apoyo para ponerse de pie. A pesar del dolor evidente y la sangre que brotaba de su herida, su mirada seguía siendo severa. La arena estaba en silencio, los dioses miraban asombrados la resistencia del dios caído.
Hades:—Eso fue impresionante, mortal, pero todavía no has ganado, —dijo Hades con una voz grave mientras su rostro esbozaba una ligera sonrisa.
Leonidas no le dio tiempo para descansar.
Leonidas:—¡Este maldito dios!—gruñía el rey.
Con una maniobra rápida, enterró las cuchillas del Aspis en el suelo mientras corría hacia el dios con una fuerza abrumadora. El escudo, arrastrado por la cadena, comenzó a demoler el terreno a su paso, pulverizando la tierra y levantando escombros que volaban en todas direcciones.
¡¡¡PHÁLANX ENCHOS: PROODÉVO (LA LANZA INDOMABLE)!!!
Cada paso del espartano hacía que el viento rugiera, creando una explosión de energía que sacudió el coliseo entero. Los espectadores humanos gritaban de emoción, mientras que los dioses miraban boquiabiertos el espectáculo de destrucción que se desataba en la arena.
Hades, al ver la carga de Leonidas, ajustó su postura y agarró su bidente con ambas manos.
Hades:—¡No retrocederé, humano! —exclamó mientras su energía divina se encendía, creando una barrera invisible de fuerza a su alrededor.
El escudo llegó con una fuerza monstruosa, chocando de lleno contra el bidente de Hades. La colisión generó una explosión de viento tan potente que los escombros volaron en todas direcciones. Gotas de sangre llovieron desde el suelo mientras ambos combatientes se esforzaban al máximo para superar al otro.
El impacto fue demasiado incluso para el Rey del Inframundo. La fuerza del ataque de Leonidas lo hizo retroceder, y finalmente, Hades salió disparado hacia atrás, estrellándose contra el muro de la arena.
El golpe fue tan fuerte que una grieta enorme se abrió en el muro, y el cuerpo de Hades quedó incrustado por un momento antes de caer al suelo.
El público estaba en completo shock. La hazaña de Leonidas había dejado a todos sin aliento, y los murmullos entre dioses y humanos llenaron el coliseo. Heimdall, aún asombrado, levantó su cuerno mientras su voz retumbaba por toda la arena.
Heindall:—¡LEONIDAS HA LOGRADO LO INIMAGINABLE! ¡EL ESCUDO ASPIS, TRANSFORMADO EN UN ARMA DESTRUCTIVA, HA EMPUJADO A HADES HASTA EL LÍMITE, ENVIÁNDOLO CONTRA EL MURO COMO SI FUERA UN SIMPLE PEÓN!
Los humanos rugieron de euforia, vitoreando el nombre del espartano con gritos que resonaban hasta los cielos.
Hades, aún en el suelo, jadeaba mientras evaluaba el daño. Su pectoral derecho estaba desgarrado, su bidente temblaba en sus manos por la fuerza de la colisión, y una línea de sangre brotaba de la comisura de su boca. Aun así, el dios sonrió.
Hades:—Impresionante, humano... —murmuró mientras se levantaba con dificultad, su figura aún imponente a pesar de sus heridas.—Pero todavía no has visto lo mejor del Rey del Inframundo.
Leonidas, con el escudo volviendo a su forma original en su brazo, encendió otro habano y sonrió, dejando escapar una gran bocanada de humo.
Leonidas:—Vamos, viejo, estoy disfrutando demasiado para que esto termine tan rápido.
El combate apenas había comenzado, y ambos guerreros aún tenían mucho que demostrar.
-En el otro lado de la arena-
Apolo observaba la escena con una mezcla de disgusto y curiosidad. Aunque la batalla entre Hades y Leonidas lo mantenía atento, no podía evitar desviar la mirada hacia Raiden Tameemon, quien hasta ahora no había hecho absolutamente nada en el combate.
Apolo:—¿Qué sucede, gigante? ¿Acaso estás aquí solo para admirar a los verdaderos guerreros? —dijo Apolo, con una sonrisa de superioridad que parecía grabada en su rostro.
Con una expresión burlona y ligeramente irritada, el dios del Sol extendió sus manos, como si buscara llamar la atención del luchador de sumo.
Apolo:—Este promete ser un combate interesante—exclamó—. Demos una... ¿eh?
Raiden, sin inmutarse, permanecía en su posición. Sin embargo, algo al lado del luchador de sumo captó la atención del dios del Sol.
Una extraña criatura anfibia, con ojos saltones y una figura diminuta, estaba de pie junto a Raiden, sosteniendo un gran cesto de madera entre sus manos. La criatura parecía nerviosa, su mirada alternaba entre Raiden y Apolo, como si supiera que algo importante estaba a punto de suceder.
Apolo:—¿Se puede saber qué está pasando aquí? Apolo ladeó la cabeza, confundido, mientras su ceja derecha se arqueaba.—¿Qué es eso? ¿Tu mascota, humano?
Ranita God:—¡Hola!—chilló la rana, temblando—. ¡Lo siento! ¡Me iré en un segundo!
Raiden, con una calma que contrastaba con el caos de la arena, ignoró al dios por completo. En su lugar, extendió una enorme mano hacia el cesto que sostenía la criatura, llenándola con un puñado del contenido:
Sal blanca y reluciente, que brillaba con un extraño resplandor bajo los rayos del sol.
La criatura anfibia, aliviada de haber cumplido su propósito, soltó un pequeño chillido y salió corriendo de la arena, dejando a Apolo aún más desconcertado.
Apolo:—¿Sal...? ¿Es este un ritual tuyo? El dios del Sol entrecerró los ojos, con una sonrisa burlona todavía en su rostro.—¿Qué demonios estás haciendo, humano?
Raiden permaneció en silencio, sin dignarse a responder. En su lugar, inhaló profundamente, como si estuviera preparando algo importante. Luego, arrojó el contenido de su puño al aire, dejando que los granos de sal dibujaran un elegante arco en el cielo, iluminado por la luz del Sol.
Humano x:—¡Nunca creí que podría ver pelear a Raiden!—exclamó el público.
Humana x:—¡Es la primera vez que lo veo en persona!
Humano X:—¡Qué emocionante!
Luchador de Sumo:—¡Contemplen a Raiden!
Humana X:—¡El mejor de todo Japón!
La arena quedó en completo silencio, incluso los gritos de los espectadores se desvanecieron por un instante. Apolo ladeó la cabeza nuevamente, todavía confundido, mientras el hombre extendía ambos brazos hacia los lados con una solemnidad casi divina.
De repente, Raiden juntó ambas palmas con una fuerza descomunal.
El sonido del impacto no fue como un aplauso ordinario. Fue como el estruendo de un trueno, una onda de choque que sacudió toda la arena y levantó una poderosa ráfaga de viento que hizo que incluso Apolo retrocediera ligeramente. La tierra bajo sus pies se agrietó, mientras una energía invisible se extendía en todas direcciones.
Humana X:—¡Sólo mírenlo!—sonreían los espectadores.
Luchador de Sumo:—Es maravilloso...
El dios del Sol, por primera vez, parecía genuinamente impactado.
Apolo:—¿Qué demonios fue eso? —murmuró, mientras una pequeña gota de sudor resbalaba por su frente.
Raiden, aún con los brazos extendidos, finalmente habló con una voz grave y firme, sus palabras resonando como un eco en el coliseo.
Raiden:—La sal es el símbolo de la purificación, "dios". He limpiado esta arena para el verdadero combate.
Apolo abrió los ojos de par en par, completamente descolocado por las palabras y acciones del luchador de sumo. Por un instante, toda su arrogancia se desvaneció, reemplazada por una cautela que rara vez mostraba.
Raiden:—Lamento hacerte esperar...Raiden se inclinó ligeramente hacia adelante, flexionando sus inmensos músculos mientras su sonrisa confiada regresaba a su rostro.—Ahora, Apolo... ven y muéstrame si puedes aguantar.
El dios del Sol apretó los dientes, sus manos comenzando a brillar con una luz dorada mientras el calor a su alrededor se intensificaba. Pero, aunque su cuerpo irradiaba poder, su mente estaba perturbada. Este hombre... este humano, estaba lejos de ser un oponente ordinario.
Apolo:—Oh, no te preocupes. Rikishi sin igual, ¿cierto? Como bien decía antes, demos una hermosa pelea mutua, ¿te parece?
Raiden:—¿Eso es lo que quieres? Muy bien...
Raiden se inclinó hacia adelante, sus piernas como resortes a punto de desatarse. Sus puños cerrados parecían auténticos bloques de piedra, mientras su cuerpo entero emanaba un calor palpable. El humo que brotaba de su piel y los músculos grotescamente hinchados daban la impresión de un volcán a punto de estallar.
Raiden:—¿Comenzamos de una vez?
Con un rugido atronador, Raiden salió disparado hacia adelante como un misil humano.
El suelo bajo sus pies explotó, lanzando escombros en todas direcciones mientras su descomunal figura rompía el aire a una velocidad inimaginable.
El viento rugió, y una presión opresiva llenó el coliseo, paralizando a varios espectadores.
EL PRIMER GOLPE DEL RIKISHI SIN IGUAL...
Apolo abrió los ojos de par en par. Por primera vez, el dios del Sol parecía sorprendido, su habitual sonrisa se desvaneció al ver la avalancha de músculos y furia precipitándose hacia él. No tuvo tiempo de reaccionar.
NO FUE UNA TÉCNICA DE SUMO...
Raiden impactó directamente en el cuerpo del dios, con una fuerza que sacudió toda la arena.
¡SINO UNA PATADA VOLADORA!
El sonido del choque fue ensordecedor: el suelo se rompió en mil pedazos, y una nube de polvo gigantesca se elevó al cielo, cubriendo momentáneamente a los combatientes.
Heindall:—¡¿LO-LO GOLPEÓ?!—preguntó Heimdall—. ¡¿EL PRIMER GOLPE DE RAIDEN IMPACTA EN APOLO?!
Los vientos rugieron mientras Apolo salía volando como una muñeca de trapo, su cuerpo recorriendo una trayectoria ascendente antes de caer violentamente hacia atrás, rebotando varias veces contra el suelo.
Las ninfas que lo acompañaban soltaron gritos de horror, incapaces de creer que su amado dios había sido enviado a volar como si fuera un mero juguete.
Por un instante, todo el coliseo quedó en silencio. Incluso los dioses observaban con incredulidad.
Entonces, Apolo, aún en pleno aire, giró su cuerpo con gracia. Dio una voltereta elegante y aterrizó con una perfección impecable, como si la fuerza descomunal de Raiden no hubiese hecho más que empolvarle las túnicas.
El dios del Sol, al tocar tierra, extendió sus brazos y levantó el rostro hacia el cielo, posando como si estuviera en el centro de un escenario. Su corona solar brilló intensamente, y una sonrisa encantadora regresó a su rostro. Sus admiradoras rompieron en gritos de emoción, aplaudiendo y lanzando flores hacia él desde las gradas.
Ninfas:—¡Magnífico, Apolo-sama! ¡Hermoso como siempre!
Raiden, al otro lado de la arena, simplemente lo miró con desinterés.
Raiden:—¿Eso fue todo? —dijo el luchador de sumo, mientras hacía crujir los nudillos y giraba el cuello para prepararse para el siguiente ataque.
Apolo volvió a girar la cabeza hacia su oponente, su sonrisa intacta, pero sus ojos delataban una leve molestia. El golpe lo había sorprendido, y aunque su orgullo se mantenía intacto, ahora entendía que aquel gigante no era alguien a quien pudiera subestimar.
Apolo:—Tienes algo de fuerza, humano. —dijo Apolo, ajustando su toga con un movimiento elegante, como si el impacto no hubiese sucedido—. Pero en esta arena, no es solo la fuerza lo que define al vencedor... es el arte.
Raiden simplemente exhaló por la nariz, su postura inamovible y su mirada fija en el dios. El verdadero combate apenas había comenzado.
Raiden no dio respiro. Su cuerpo masivo salió disparado hacia adelante como una auténtica avalancha de músculos y furia. No le dejó tiempo a Apolo para continuar con su discurso.
Apolo:—Qué poco agraciado—escupió, llevándose una mano al rostro.
El dios del Sol tuvo que retroceder rápidamente, sus movimientos precisos y elegantes le permitieron esquivar los brutales golpes de su oponente. Cada puñetazo de Raiden desgarraba el aire, y cada pisada del Rikishi hacía temblar la tierra.
Apolo:—Así que tiras a matar desde el segundo uno, ¿eh?
Raiden:—Eres una verdadera molestia, ¿lo sabías?
Apolo, mientras retrocedía, mantenía su sonrisa arrogante. Saludaba animadamente al público, como si la lucha no fuera más que un espectáculo preparado para su lucimiento. Con un tono casi burlón, levantó la mano y saludó como si estuviera en una procesión triunfal.
Apolo:—Reconozco que no está del todo mal, pero... no lo sé—decía, con cada gancho y puñetazo esquivado—. Me pareces bastante irrespetuoso, ¿sabes? También irreverente, rudo y arrogante. Ese comportamiento es tan... humano.
El dios tomó distancias con un salto y posó llamativo para el público, el cual estalló en vítores inmediatamente:
Diosa extra:—¡Sí! ¡Al fin veré a Apolo entrar en acción!
Dios extra:—¡Aunque Raiden también es un gran peleador!
Luchador de sumo:—¡¡Raiden, eres increíble!!
Humano extra:—¡¡Dioses, miren bien esto!!
Humana Extra:—¡¡Él es Raiden, el hombre de las cuatro prohibiciones!!
Tanikaze Kajinosuke bajó la cabeza para intentar ocultar la sonrisa de orgullo que se ensanchaba en su rostro.
Tanikaze:—Demonios, ese Tarokichi sigue siendo igual de imprudente... ¿lo recuerdas, Onogawa?
Onogawa:—Así es Raiden. Su compañero asintió alegremente.
Mientras tanto, Katsushita Hokusai dibujaba a toda velocidad una estilizada imagen del rikishi lanzándose a por el dios sol con su pincel.
Katsushita:—¡Bien! ¡Más!—gritaba—. Un poco más... ¡Dame más!
Diosa extra:—¡¡Señor Apolo!!
Humano Extra:—¡Vamos, Raiden!
Raiden frunció el ceño, sus puños apretándose con tanta fuerza que sus nudillos parecían a punto de estallar. Miró a Apolo con una mezcla de incredulidad y resignación, una sonrisa cansada dibujándose en su rostro.
Raiden:—Eh... cielos, siempre es igual—suspiró—¿Por qué todos aman estas cosas? —preguntó el luchador de sumo, mientras su mirada penetrante no dejaba de seguir al dios.
Apolo, con su sonrisa intacta, detuvo su movimiento por un instante.
Apolo:—¿No es obvio? —respondió el dios, mientras giraba elegantemente sobre un pie, deteniéndose con la precisión de un bailarín. Levantó su brazo al aire y extendió la palma hacia Raiden.—Pelear dándolo todo, con el alma encendida... ¿acaso hay algo más hermoso? ¿Cómo podrían no amarlo?
Raiden permaneció en silencio, pero sus ojos se entrecerraron con desdén. Su mandíbula se tensó, y un brillo de determinación comenzó a encenderse en su mirada.
Raiden:—Tch... ¡Qué tonterías! —gruñó el Rikishi, su voz resonando como un trueno. Pero algo en las palabras del dios pareció hacer eco dentro de su espíritu.—Si tu lo dices... Raiden dejó de moverse por un instante, flexionó sus piernas y alzó sus manos, poniéndose en guardia. —Discúlpame entonces por ser un aguafiestas, pero... ¿te molesta si me pongo serio?
Los espectadores sintieron un cambio en la atmósfera. Raiden golpeó su pecho con ambos puños, emitiendo un sonido que resonó por toda la arena. El público contuvo la respiración cuando, de repente, el luchador de sumo se aferró a su carne, retorciéndola bajo su propia palma con una fuerza inimaginable.
¡¡LIBERACIÓN!!
Un destello cegador verde esmeralda comenzó a emanar de su cuerpo, envolviendo su figura en una luz abrasadora.
El cuerpo de Raiden convulsionó violentamente. Sus músculos comenzaron a expandirse y contraerse, deformándose grotescamente bajo la presión de la energía que lo recorría. Su tamaño aumentó exponencialmente, hasta el punto de eclipsar por completo a Apolo, quien observaba desde abajo, con su arrogante sonrisa desvaneciéndose poco a poco al ser reducido a una figura pequeña e insignificante frente a la imponente masa de carne y poder del humano.
Humano extra:—¡¿Qué demonios es eso?!
Humana extra:—¡Kyaah! ¡¿Señor Raiden?!
Sugita Genpaku se llevó una mano al rostro y sonrió, aún mientras gotas de sudor nervioso resbalaban sobre su piel.
Genpaku:—Es... fascinante...—se maravilló—. Esos músculos... ¡Parece que se mueven por sí solos!
Geir:—¡¡Raiden va a morir aplastado!! dijo sobresaltada.
Apolo:—Oye... no vine hasta aquí sólo para que te hagas estallar a ti mismo, grandulón...
Raiden rugió con un bramido gutural, un sonido tan primitivo y potente que pareció sacudir los cimientos del coliseo. Sus tatuajes rojizos comenzaron a brillar intensamente, transformándose en fuentes de una llamarada verde que rugía alrededor de su cuerpo como un incendio furioso.
Raiden:—Cuento... contigo... ¡¡THRÚD!!
El viento sopló con violencia, azotando las gradas con una fuerza huracanada. El brillo esmeralda del humano era tan intenso que los espectadores no pudieron mantener la mirada fija en él. Tuvieron que apartar la vista, protegiéndose de la cegadora luz que parecía quemar el aire.
Geir:—Ah...el esta?
Brunhilde:—No cabe duda—dijo Brunhild, apretando los puños con emoción—. ¡Ahora tiene control total sobre sus músculos! ¡Su vida ya no corre riesgo! Esa es la verdadera forma del Rikishi más fuerte, el Völundr de Raiden Tameemon.
¡¡CHŌKINGAI KOTSUSHIME MAWASHI!!
¡¡¡CINTURÓN EXOESQUELETICO SUPRAMUSCULAR!!!
Gritos resonaban desde las gradas, pero el sonido quedó ahogado por los desgarradores rugidos de Raiden, quien soportaba el inmenso dolor de su transformación. El vapor se elevaba en gruesas nubes desde su piel, y un aura opresiva llenó el campo de batalla.
Geir:—¿Cinturón... exoesqueletico supra muscular? dijo la menor confundida.
Brunhilde:—Así es—asintió Brunhild—. Raiden nació con una estructura muscular anormal. Por esa razón se vio forzado a desarrollar "Las Cien Puertas", un conjunto de músculos utilizado para contener la fuerza de los otros. Como resultado, logró recuperar vagamente el equilibrio de su esqueleto.
Cuando el humo y el polvo finalmente se despejaron, el público observó con asombro a la nueva figura de Raiden: un hombre imponente, esbelto y tonificado, cubierto de un sudor que brillaba bajo el sol, con sus músculos perfectamente definidos y con una presencia que parecía más divina que humana.
Geir:—Espera un momento, eso quiere decir... ¡¿que logró convertirse en el Rikishi más grande de la historia a pesar de que suprimía su verdadera fuerza?!
Brunhilde:—Y ahora, su Völundr lo ha liberado de esas cadenas—concluyó—. En otras palabras, el hombre con los músculos más fuertes en toda la historia de la humanidad finalmente, y por primera vez en su vida, peleará con toda su fuerza.
Raiden alzó la mirada hacia el cielo, extendió los brazos con una sonrisa de oreja a oreja, y respiró profundamente.
Inhaló. Exhaló.
El vapor seguía emanando de su cuerpo. Raiden bajó la vista hacia sus propios brazos, admirando cómo el poder fluía a través de ellos.
Raiden:—Heh... esto sí que se siente bien. —dijo, su voz ronca y grave, mientras su sonrisa mostraba una confianza arrolladora.—Parece que al fin estamos en paz, músculos míos. Entonces así se siente usar tu máximo poder...
¡¡¡LAS CIEN PUERTAS HAN SIDO ABIERTAS!!!
Apolo, ahora recuperado de la impresión inicial, retrocedió un paso mientras su sonrisa volvía lentamente a su rostro.
Apolo:—¡Bien, humano! Ahora esto comienza a ponerse interesante. ¡Muéstrame cuánto puedes brillar antes de ser consumido por el sol!
Raiden no respondió. En su lugar, flexionó los músculos, cada fibra de su cuerpo tensándose como un resorte, listo para liberar una fuerza descomunal que prometía hacer temblar la mismísima arena.
Raiden caminaba a paso lento, cada pisada resonando en el coliseo como si anunciara el fin del mundo. Sus músculos, aún brillando con la luz verde esmeralda, palpitaban con una intensidad sobrenatural, mientras su rostro mantenía una sonrisa confiada. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de Apolo, inclinó la cabeza ligeramente y, con una voz profunda y burlona, declaró:
Raiden:—Bueno... debo advertirte, no te mueras al primer golpe, amigo.
El comentario provocó una reacción inmediata en Apolo, quien frunció el ceño con disgusto. Sus ojos dorados brillaron con una mezcla de irritación y soberbia, y su sonrisa altanera se transformó en una mueca de molestia. Con su tono característico, respondió:
Apolo:—Eres bastante arrogante, ¿eh? dijo entre risas—En primer lugar, si quieres hablar conmigo de ese modo, primero debes arrodillarte, ya sabes...
Pero no pudo terminar su frase.
La tierra reventó bajo los pies de Raiden. Un rugido ensordecedor acompañó la explosión de polvo y vientos huracanados que sacudió toda la arena. Antes de que Apolo pudiera reaccionar, el titánico luchador de sumo apareció frente a él, con un movimiento tan rápido que parecía haber desaparecido y reaparecido en un parpadeo.
Raiden ya estaba sobre él, su figura imponente eclipsando por completo al dios sol. El humano alzó su puño derecho, que comenzó a brillar intensamente, acumulando toda la energía descomunal de sus músculos en una explosión de poder puro. El público contuvo la respiración.
Raiden:—¡Esto es por hablar de más! —rugió Raiden, mientras su puño caía como un meteoro sobre Apolo.
El impacto fue devastador. Apolo apenas logró alzar sus brazos en forma de X para bloquear el golpe, pero la fuerza del ataque lo mandó a volar hacia atrás como si fuera un muñeco de trapo.
El suelo tembló y los vientos rugieron, mientras el dios atravesaba el aire, estrellándose violentamente contra el suelo y dejando un cráter a su paso.
Raiden no perdió tiempo. En el mismo instante en que Apolo tocó el suelo, el luchador de sumo pisó con fuerza, partiendo el terreno bajo sus pies y lanzándose nuevamente al ataque con una velocidad inhumana.
Raiden:—Ni siquiera yo sé qué pueda pasar si hago esto usando toda mi fuerza
Antes de que Apolo pudiera levantarse, Raiden apareció frente a él, lanzando una devastadora lluvia de jabs.
Los puños de Raiden eran como martillos implacables. Cada impacto resonaba como un trueno, y el aire a su alrededor parecía desgarrarse con cada golpe.
Apolo intentaba bloquear y esquivar, pero la velocidad y la fuerza de los ataques eran abrumadoras.
Los puños de Raiden golpeaban con precisión en el torso, el rostro y los brazos del dios, que retrocedía con cada impacto, su sonrisa desvaneciéndose poco a poco.
Raiden:—¿Qué pasó con tu arrogancia, dios? —gruñó Raiden, mientras sus golpes aumentaban en intensidad.
Finalmente, Raiden cambió de táctica. Con un movimiento veloz, envolvió el cuello de Apolo con su brazo, levantándolo del suelo como si no pesara nada. El dios del sol intentó liberarse, pero la fuerza del humano era descomunal.
Raiden:—¡Hora de terminar con esto! —gritó Raiden, mientras giraba sobre sí mismo, utilizando su colosal fuerza para hacer girar a Apolo como si fuera un remolino.
El cuerpo de Apolo dio vueltas descontroladas en el aire, como una muñeca atrapada en un tornado.
El público observaba en completo silencio, incapaz de procesar lo que estaban presenciando. Finalmente, con un rugido final, Raiden estrelló a Apolo contra el suelo con una fuerza tan descomunal que toda la arena tembló.
El impacto creó un enorme cráter en el centro de la arena. Polvo y escombros se elevaron al cielo, mientras los espectadores apenas podían distinguir la figura del dios del sol, inmóvil en el fondo del cráter. El silencio en el coliseo era sepulcral.
Heindall, con la voz entrecortada por la emoción y el asombro, tomó el cuerno y comenzó a narrar:
Heindall:—¡Increíble! ¡Raiden Tameemon, el titán del sumo, ha lanzado al mismísimo Apolo contra el suelo como si fuese un juguete! ¡El público está atónito! ¡Esto es fuerza bruta en su máxima expresión!
Raiden se puso de pie lentamente, sacudiéndose el polvo de los hombros, mientras su figura imponente y bañada en vapor se alzaba sobre el cráter. Con una sonrisa satisfecha, miró hacia el cielo, respirando profundamente, mientras los espectadores humanos comenzaban a rugir de emoción desde las gradas.
Apolo, a pesar de estar cubierto de polvo y con varias heridas visibles, comenzó a moverse. Una carcajada suave escapó de sus labios, mientras levantaba ligeramente la cabeza para mirar a su oponente.
Apolo:—Hehe... vaya, vaya... parece que he subestimado a los humanos. Esto será más divertido de lo que pensaba.
Raiden, al escuchar esto, sonrió de oreja a oreja.
Raiden:—¿De pie tan rápido? Perfecto. Será más divertido romperte otra vez.
Fin del capitulo que les parecio?
Las imagenes y Edits que vieron en parte son de mi propiedad pero no los tendria si no fuera por la ayuda de mi amigo Julio43-4
Vayan a apoyarlo en su pagina de Wattpad tiene historias muy buenas
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