Almas en colisión
El sol brillaba con una intensidad abrasadora en la arena, bañando todo el coliseo en un resplandor cegador.
Apolo, de pie en el centro de ese océano de luz, levantó sus guantes dorados, con sus nudillos ya desgastados por la batalla. Su mirada, cargada de determinación, se tornó suave por un instante. Llevó los guantes a sus labios y los besó con ternura, como si estuviese despidiéndose de ellos.
Apolo:—"Hermana... préstame tu fuerza," murmuró con una voz apenas audible, pero cargada de emoción.
Los guantes respondieron de inmediato. Un destello cegador emanó de ellos, y en un instante, comenzaron a descomponerse.
Cientos, quizás miles, de finísimos hilos dorados se liberaron de los guantes, extendiéndose por toda la arena como serpientes de luz viviente. Los hilos brillaban con un fulgor divino, envolviendo el campo de batalla en una red resplandeciente que parecía traspasar el cielo mismo.
—¡Guau!
—¿Qué?
Heindall:—R-RE... RESPLANDECIENTE...—murmuró Heimdall—. LOS GUANTES DE APOLO EMITEN UNA LUZ PODEROSA SIN PRECEDENTES.
La luz, sin embargo, no fue lo único que apareció.
Detrás de Apolo, en un contraste abrumador, una masa de oscuridad comenzó a surgir. Al principio era pequeña, como una sombra sin dueño. Pero creció rápidamente, devorando la luminosidad que la rodeaba, como si fuese un agujero en la realidad misma.
La masa se expandía con una majestuosidad aterradora, girando y deformándose hasta tomar una forma definida: la de un gigantesco monumento humanoide.
Los espectadores contenían la respiración mientras la figura sombría seguía cobrando vida. Con cada segundo, los detalles de la escultura se volvían más claros. Era una estatua imponente, tallada con precisión divina, que representaba a una mujer de belleza feroz.
Sus ojos, vacíos pero penetrantes, parecían mirar directamente a todos los presentes. Su postura era rígida, con un arco elegantemente tallado en sus manos y una expresión de serenidad letal en su rostro. Era Artemisa, la diosa de la caza, la luna, y la hermana gemela de Apolo.
Heindall:—¡¿QUÉ ES ESO?!—se espantó el presentador—. ¡¡APARECIÓ UNA ENORME ESTATUA DE UNA DIOSA DETRÁS DE APOLO!!
Apolo, de pie frente a la colosal estatua, extendió sus brazos hacia ella como si la estuviese abrazando a la distancia. Los hilos dorados que había liberado se enroscaron en torno a la estatua, conectando al dios del sol con la figura de su hermana. La luz de los hilos y la sombra de la estatua se entrelazaron, creando un espectáculo visual que parecía un eclipse en movimiento.
¡¡¡LUZ DE LUNA DE ARTEMISA!!!
''MOONLIGHT OF ARTEMIS''
Apolo:—"Artemisa, mi gemela, mi compañera eterna..."La voz de Apolo resonó en toda la arena, cargada de solemnidad.—"Esta batalla no es solo mía. Es nuestra."
La estatua cobró un brillo espectral. Las sombras que la rodeaban parecieron latir, como un corazón gigantesco, al ritmo de la luz que fluía a través de los hilos dorados. De repente, el arco en manos de la estatua comenzó a brillar con un resplandor plateado, como si la luna misma hubiera descendido al campo de batalla.
Raiden, observando desde la distancia, entrecerró los ojos, preparándose para lo que estaba por venir. Su cuerpo temblaba, no de miedo, sino de emoción.
Raiden:—"¿Eso es todo lo que tienes, dios del sol? ¡Muéstrame lo que puedes hacer!"
Apolo, aún conectado a la estatua, sonrió con calma. Los hilos dorados se tensaron, y la estatua comenzó a inclinar su arco hacia el humano. Un destello plateado apareció en su cuerda, como si una flecha hecha de pura luz lunar estuviese siendo preparada.
Apolo:—"Raiden... prepárate para enfrentarte al poder combinado del sol y la luna."
La arena tembló mientras los espectadores observaban con asombro, incapaces de apartar la mirada de la increíble manifestación de poder divino.
Ares:—Hermoso...
Hermes:—¿Eh? ¿Quién? ¿Cómo dijiste?
Ares:—Ese imbécil es realmente hermoso...
Zeus:—¡¡Oh!! Estás siendo honesto. El dios de la guerra se agarró el rostro, molesto y avergonzado. Zeus se rió a carcajadas.—Fue desde la Gigantomaquia desde que Apolo no la usaba—asintió Hermes.
El aire en la arena se volvió más denso, casi insoportable, mientras Apolo sostenía su recién formado arco dorado en una mano, el símbolo máximo de su dominio divino.
La luz que emanaba del arco era cegadora, envolviendo al dios del sol en un aura de poder absoluto. Apolo, con un gesto elegante, llevó su otra mano hacia la cuerda del arco, que parecía vibrar con una energía viva. Al tensarla, una flecha de luz pura surgió, tan brillante que su resplandor opacaba incluso el ardiente sol sobre la arena.
El dios del sol, con una sonrisa tranquila pero letal, alzó su arco y apuntó directamente hacia Raiden. La punta de la flecha parecía contener un núcleo de pura energía celestial, ardiendo con una intensidad que hacía vibrar todo a su alrededor.
Apolo:—"La luz más pura es también la más devastadora."
Con un movimiento fluido, soltó la cuerda.
El instante en que la flecha partió, el sonido desapareció. Todo quedó en silencio, y una luz blanquecina llenó el coliseo como si el tiempo mismo se hubiese detenido. Raiden, quien estaba a punto de cargar de frente hacia su oponente, se detuvo en seco. Sus ojos se abrieron de par en par, y una expresión de sorpresa y desconcierto cubrió su rostro.
El rastro de la flecha era visible por toda la arena: un fino haz de luz que atravesaba todo a su paso con una precisión inhumana.
En las gradas traseras, un dios menor que apenas prestaba atención sintió un ardor intenso en su oreja. Al llevar su mano hacia ella, encontró un agujero perfecto perforado en el lóbulo, dejando caer una gota de sangre que manchó su toga divina.
Dios 1:—¿Eh?—murmuró el dios—. Quema...
Dios 2:—¿T-tu... tu oreja? dijo otro dios a su lado
Dios 1:—Ay... duele...
Dios 2:—¿Qué...? ¿Qué es esto?
Otro dios, más adelante, observó con horror cómo la flecha seguía su trayectoria.
El proyectil había atravesado el pecho derecho de Raiden con una precisión quirúrgica. Un agujero perfecto, de bordes quemados, se había formado justo sobre su pectoral derecho, soltando un pequeño hilo de humo.
La flecha no se detuvo ahí. Pasó a través de Raiden como si fuese un fantasma, continuando su camino hacia el dios menor y luego hacia el muro trasero del coliseo. Cuando impactó, dejó un agujero limpio, perforando la gruesa estructura de piedra como si fuese papel.
El impacto resonó segundos después. Una explosión de luz salió del muro trasero, haciendo vibrar toda la arena. Los escombros cayeron al suelo mientras el público miraba atónito. Heindall, quien había estado narrando, se quedó sin palabras, su voz apagada ante la escena que acababa de presenciar.
Raiden retrocedió un paso, tambaleándose mientras miraba el agujero en su pecho con incredulidad. Su rostro mostraba tanto dolor como asombro. Por un instante, su musculoso cuerpo pareció ceder, pero con un rugido gutural, el luchador humano clavó sus pies en el suelo y se negó a caer. Su mirada se alzó hacia Apolo, y su rostro pasó de sorpresa a una sonrisa desafiante.
Raiden:—"Eso fue... eso fue hermoso," dijo Raiden, su voz ronca pero cargada de emoción. "¡Pero necesitarás más que eso para derribarme, dios del sol!"
Apolo bajó el arco lentamente, una sonrisa tranquila pero satisfecha en su rostro.
Apolo:—"Entonces prepárate, porque esta fue solo la primera muestra de mi poder."
El público, dividido entre dioses y humanos, se sumió en un silencio lleno de tensión. Todos sabían que apenas habían presenciado el preludio de un enfrentamiento que quedaría grabado en la eternidad.
https://youtu.be/Ox-D51V9-TM
La arena del Valhalla brilló con una intensidad cegadora cuando Apolo tensó su arco una vez más. Esta vez, la flecha que cargó era aún más masiva, un proyectil resplandeciente que parecía contener la energía de un sol en su interior.
El dios del sol apuntó al centro del torso de Raiden, su mirada concentrada y seria.
Apolo:—"Esto será el fin, humano," declaró con voz solemne.
Raiden, sin inmutarse, alzó sus brazos hacia el frente. Los músculos de sus extremidades comenzaron a retorcerse y crecer de manera grotesca, hinchándose hasta formar un muro de carne que cubría su torso. Las venas de sus brazos se marcaban como gruesas raíces, y el vapor que emanaba de su cuerpo hacía parecer que estaba envuelto en llamas.
Su respiración era pesada, pero su determinación era inquebrantable.
Raiden:—"¡Adelante! ¡Dame lo mejor que tienes!" rugió el luchador humano, plantándose firme en el suelo.
¡¡¡MIYAMA: MONTAÑA PROFUNDA!!!
Apolo sonrió, pero no de arrogancia, sino de respeto. Levantó el arco y tensó la cuerda una última vez.
La flecha comenzó a emitir un destello tan brillante que el resto de la arena quedó completamente en penumbra, opacada por la abrumadora luz. Con un movimiento elegante y fluido, soltó la cuerda.
La gigantesca flecha de luz partió el aire con un estruendo ensordecedor, pero al llegar a la mitad del camino, la flecha se dividió en un torrente de flechas más pequeñas, como una lluvia de fotones incandescentes. Cada flecha se movía con una velocidad devastadora, envolviendo a Raiden en una tormenta luminosa.
¡¡¡APOLO EPICURIOS!!!
¡¡FLECHA DE ORO DEL METEORO BRILLANTE!!
El impacto fue inmediato y brutal.
La primera ola de flechas chocó contra el muro de carne que Raiden había creado, perforando profundamente sus brazos. Cada proyectil atravesaba los músculos como si fueran lanzas, dejando tras de sí agujeros humeantes y líneas de sangre que caían al suelo. A pesar del dolor desgarrador, Raiden apretó los dientes, resistiendo sin retroceder ni un solo paso.
Heindall:—TREMENDA SERIE DE DISPAROS. ¡¡FLECHAS DE LUZ INVISIBLES CAEN COMO UNA LLUVIA DE METEORITOS!! ¡¡RAIDEN ESTÁ COMPLETAMENTE INDEFENSO!!
Las flechas no se detuvieron. Algunas lograron pasar a través del muro de carne, impactando en su torso, piernas y hombros. Cada una era como un dardo ardiente que quemaba y perforaba su carne al mismo tiempo. La sangre salpicaba el suelo, mezclándose con el sudor que caía de su cuerpo.
Cuando la lluvia de flechas cesó, la arena quedó en silencio, apenas rota por el sonido de los pasos de Apolo, quien se mantenía firme, observando a su oponente.
Raiden bajó lentamente sus brazos. Su muro de carne comenzó a reducirse, regresando a un tamaño más normal, aunque sus brazos estaban llenos de heridas profundas y aún sangrantes.
Se inclinó hacia adelante, jadeando con fuerza mientras escupía un gran charco de sangre que salpicó el suelo bajo sus pies. Sus piernas temblaron por un momento, como si fueran a ceder. Sin embargo, con un rugido que resonó por toda la arena, el humano se enderezó.
Su cuerpo estaba cubierto de heridas, con sangre corriendo por sus extremidades y torso. Pero sus ojos seguían brillando con un fuego indomable. La sonrisa en su rostro, aunque torcida por el dolor, no había desaparecido.
—Tarokichi-don...—sollozaba la gene de su pueblo natal, mientras todos juntos rezaban por la vida de su representante.
Kenga:—Tarokichi...—su madre, Kenga, rompió en llanto. "Perdóname..."—rogó—. "Perdóname por siempre hacerte trabajar tan duro..."
Geir:—Raiden carga tanto daño interno que si sigue así... terminará licuándose de adentro hacia afuera.
Brunhilde:—Sí... un golpe directo más de Apolo como los de antes, ahora y será el fin...
Geir:—E-entonces básicamente... ¿las probabilidades ahora están en contra de Raiden?
Ares:—Si Apolo continua atacando de esa manera, será una victoria asegurada... ¿cierto?
Hermes:—Yo no estaría tan seguro—confesó—. Apolo también a recibido mucho daño a lo largo del combate. Su cuerpo está al límite y en cualquier momento los brazos se le pueden volver a dislocar, por no mencionar toda la sangre que ha estado perdiendo sin parar...
Ares:—Ese humano incluso se que el tiene una as bajo la manga.
Zeus:—Así es—asintió Zeus—. Esta batalla, tal y como están las cosas, no la ganará el más rápido o fuerte, sino aquel que resista más tiempo sin romperse.
Raiden:—"¡Es todo lo que tienes, Apolo! ¡Aún estoy aquí!"
La desesperación comenzó a apoderarse incluso de los luchadores de sumo que tan ferozmente habían apoyado a su compañero momentos atrás.
—R-Raiden-zeki...
—Está acabado...
La voz de Tanikaze Kajinosuke se hizo escuchar por sobre la multitud:
Tanikaze:—¡Idiotas! ¿A qué demonios se debe todo este lloriqueo y lamento?—gritó—. ¡Miren bien a Raiden!—Desde el momento que lucho con todo su poder sus manos y rodillas no han tocado el ring ni una vez. Ahora mismo, sólo por su cuenta... ¡Se encuentra luchando con el mismísimo sumo en la espalda!
Onogawa Kisaburo se llevó un puño a la altura del corazón.
Onogawa:—Estamos aquí por él—corroboró—. Por el Rikishi sin Igual, por el hombre más fuerte en la historia del sumo... ¡¡Por nuestro Raiden Tameemon!!
Enardecidos por el espíritu de sus compañeros, los demás rikishi comenzaron a vitorear con mayor ímpetu que nunca antes:
—¡¡Vamos!!
—¡¡Eso es!!
—¡¡Raiden-zeki!!
El incomparable luchador, al borde del colapso, siendo lentamente aplastado por los puños de su rival, escuchó tales palabras y se llenó de energía y determinación.
Raiden:—"Nunca imaginé... ¡¡Que sus gritos podrían darme tanto poder!!"
Apolo, quien había estado observando con atención, bajó su arco lentamente, y por primera vez en toda la pelea, mostró una expresión de genuina sorpresa mezclada con admiración.
Apolo:—"Increíble... realmente eres un humano hermoso," murmuró el dios del sol, mientras el público, tanto humano como divino, quedaba en absoluto silencio, maravillado por la resistencia y la voluntad del luchador de sumo.
Heindall, aunque inicialmente sin palabras, encontró finalmente su voz.
Heindall:—"¡RAIDEN TAMEEMON SIGUE EN PIE! ¡UN HUMANO QUE SE NIEGA A CEDER ANTE EL BRILLO ARROLLADOR DEL DIOS DEL SOL! ¿CÓMO PUEDE ALGUIEN RESISTIR TANTO?"
La tensión en la arena aumentó mientras ambos combatientes se preparaban para lo que vendría, conscientes de que la próxima ronda podría ser la última.
Apolo tensó el arco una vez más, su rostro iluminado por una determinación divina mientras la flecha de luz comenzaba a materializarse. Los rayos que rodeaban el proyectil hacían crujir el aire, y los dioses observaban con expectación desde sus gradas.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de llevar la cuerda a su máxima tensión, un crujido seco resonó en el coliseo, seguido por un grito de dolor.
La flecha salió disparada erráticamente hacia un lado, atravesando la arena y perdiéndose en la distancia. Apolo retrocedió tambaleándose, con el brazo que sostenía el arco colgando inerte a su costado. Su expresión se deformó en una mezcla de sorpresa y agonía al darse cuenta de lo sucedido: su brazo con el que tensaba el arco estaba roto.
Heindall:—¿QUÉ...?—gritó Heimdall—. ¡¡¿SU GOLPE HA FALLADO?!! ¡¿ES ESTE EL FIN DE TODO?!
Ares:—¡La herida de su brazo!—comprendió—. Todo este tiempo... ¡¿Raiden estaba esperando que esto pasara?!
Zeus:—Eso parece... sin embargo, ha recibido demasiadas flechas, está en su límite. Aunque, Apolo también...
Humanos:—¡Maestro Raiden!
Ninfas:—¡¡Señor Apolo!!
—¡¡Su brazo izquierdo...!!
—¡¡No puede tensar un arco estando de esa forma!!
Raiden, quien apenas se mantenía en pie con el cuerpo lleno de heridas, observó al dios del sol, jadeando pero con una sonrisa de triunfo.
Raiden:—"Parece que el hermoso dios del sol también puede romperse..." murmuró con un tono burlón entrecortado por la fatiga.
Mientras tanto, en otro lado de la arena, Hades había logrado una vez más mandar a volar al espartano. Leonidas intentó detener el golpe con su ya reducido escudo, pero el poder del bidente había sido demasiado.
El espartano fue lanzado varios metros hacia atrás, aterrizando con fuerza en el suelo. Para su sorpresa, se detuvo justo a pocos centímetros de Raiden, ambos humanos quedando lado a lado, respirando con dificultad mientras trataban de levantarse.
Hades también estaba al límite. Apoyó su bidente en el suelo, clavándolo con fuerza y usándolo como bastón para no caer. Su respiración era pesada y agitada, y aunque su semblante mantenía la dignidad de un dios, el agotamiento era evidente en su cuerpo.
El público estaba en un completo frenesí, y Heindall, quien había permanecido en silencio por un instante, finalmente alzó su cuerno al aire para hablar.
Heindall:—"¡INCREÍBLE! ¡LOS CUATRO GUERREROS AÚN SE LEVANTAN! RAFAGAS DE PODER HAN SACUDIDO EL VALHALLA, PERO NINGUNO CEDE. HUMANO CONTRA DIOS, ¡GUERREROS QUE LO DAN TODO!"
Los cuatro combatientes comenzaron a ponerse de pie una vez más, sus cuerpos tambaleándose por el daño, pero sus espíritus aún intactos. Apolo, sosteniéndose el brazo roto, miró a Raiden con una mezcla de respeto y exasperación.
Raiden:—"Tienes la resistencia de un demonio, humano... Pero no creas que esto ha terminado."
Raiden limpió la sangre de la comisura de sus labios y respondió con una sonrisa desafiante.
Raiden:—"Si crees que un brazo roto me hará darte un respiro, estás muy equivocado."
Hades, por su parte, miró al espartano con una mirada severa, aunque en su rostro había un atisbo de respeto.
Hades:—"Tu espíritu guerrero es innegable, Leonidas. Pero aún así, este será tu fin."
Leonidas escupió al suelo, sacudiéndose el polvo de su rostro y tomando una postura desafiante.
Leonidas:—"Hablas demasiado, dios. Yo no caigo tan fácilmente. Si quieres matarme, tendrás que usar más que palabras y ese palo afilado."
El intercambio de palabras aumentó la tensión en la arena. Los cuatro combatientes, a pesar de estar al borde del colapso, parecían estar listos para desatar una última ronda de ataques devastadores.
El coliseo entero quedó en completo silencio. El aire estaba cargado de tensión, y cada espectador—dios o humano—contenía la respiración mientras observaban cómo los cuatro combatientes se preparaban para el ataque final. Cada uno representaba la culminación de su propio espíritu, su determinación y su propósito.
https://youtu.be/FLhpLvLqlQ4
Hay un dicho que se ha transmitido de generación en generación por las tierras de Grecia.
Se cuenta que....
Si quieres un mañana sin incidentes: NO TE METAS CON ESPARTA.
Batalla de las Termopilas: El avance del ejercito persa de 300.000 atacantes fue detenido frontalmente con solo 300 soldados espartanos.
Batalla de Platea: Persia enfrento con 300.000 soldados a 10.000 soldados espartanos. Quienes destruyeron al enemigo teniendo solo 91 bajas.
Con una admiración infinita. los griegos cuentan la historia de ellos con gran asombro.
según ..... La leyenda espartana.... ''NO TE METAS CON ESPARTA''
Leonidas sujetó con fuerza su escudo Aspis, ahora completamente desnudo de adornos, revelando su verdadera forma: un artefacto sólido, austero y con cicatrices de incontables batallas. El aura de fuego oscuro que envolvía su cuerpo crepitaba violentamente, reflejando la furia contenida de toda su vida de lucha. Flexionando las piernas, inclinó el torso hacia adelante, adoptando la postura característica del guerrero espartano dispuesto a cargar.
¡¡ALETHEIA SPÁRTI!!
¡¡¡ESCUDO DE LA VERDAD!!!
Leonidas:—"¡Esto es por Esparta!" rugió, su voz resonando como un trueno entre las gradas.
Geir: —Parece un escudo normal.....¿Que diablos piensa hacer con el?
Brunhilde: —''La esencia de Esparta'' Supongo que trata de volver a ella.
El orgullo de Esparta jamás perecería, y mientras así fuera, podría enfrentándose a él.
El sinónimo de "Esparta" es...
"Hoplita"
Su esencia no es sólo la defensa...
SINO SUS AVANCES IMPARABLES.
Avanzar como una lanza y penetrar las líneas enemigas con el objetivo de aplastarlos.
De la legendaria polis más fuerte:
"EL REY REBELDE"
Raiden alzó su pierna derecha en alto antes de dar un poderoso pisotón, acompañado del grito de todo el público humano:
Sumos:—¡¡YOISHO!!
EL TIEMPO PARA PREPARARSE SE ACABÓ...
AHORA, SIN NINGÚN IMPEDIMENTO, DE ENTRE TODAS LAS TÉCNICAS DE SUMO A SU DISPOSICIÓN, AQUELLA QUE RAIDEN TAMEEMON ELIGIÓ...
FUE UNA DE LAS MÁS FUNDAMENTALES Y ESENCIALES DEL DEPORTE
Raiden, por su parte, llevó toda su energía al brazo derecho, que creció grotescamente en tamaño, brillando con una intensa mezcla de colores que cambiaban y se entremezclaban como si el arcoíris mismo estuviera contenido en su piel.
"TEPPO"
Su pierna derecha, aún temblando tras el poderoso pisotón que había ejecutado, liberaba un leve vapor al haber liberado la tensión acumulada. Apretó los dientes y ajustó su postura.
Raiden:—"Es hora de que este monstruo muestre su verdadero poder." Su voz grave y llena de resolución hizo eco en el sector humano.
Kajinosuke:—¡¡DÉJALO SALIR!!—bramó Kajinosuke, consumido por la emoción.
UN ÚNICO GOLPE DESTRUCTIVO...
En el lado de los dioses, Apolo deshizo su arco en una brillante red de hilos dorados que volaron hacia la estatua de Artemisa.
Apolo:—La presión es enorme—sonrió Apolo—. Pero estoy muy agradecido...
Los hilos comenzaron a entrelazarse y tejerse, transformándose en un mecanismo desconocido pero devastador. La estatua, imbuida por el poder del dios del sol, colocó ambas manos en el suelo, tensando una gigantesca cuerda de energía luminosa que conectaba con Apolo.
Este, ahora apoyado sobre la cuerda, retrocedió más y más, acumulando energía divina en el resplandor que rodeaba su ser.
Apolo:—Al haberte escuchado, mi alma ardió, y se volvió aún más hermosa.
Ares:—¡¿Qué... qué es eso?!—preguntó Ares.
LA LEYENDA DE APOLO AÚN CONTINÚA...
Phoebus Apolo, quien brilla en cada momento tan bello y maravilloso como el sol, se coloca en el arco de Artemisa y se convierte a sí mismo en una flecha de plata incluso capaz de derribar las defensas de Argos.
Ares:—¡¿Acaso piensa atravesar a su oponente de frente?!—exclamó el dios de la guerra.
Apolo:—"¡El sol siempre brillará más fuerte!" declaró, con una sonrisa resplandeciente y renovada confianza.
Hades permanecía en un silencio mortal, pero su figura irradiaba una presencia opresiva. Cada paso que daba hacia delante consumía la luz y el calor a su alrededor, el aura carmesí que lo rodeaba pulsaba como si estuviera viva.
Su bidente, Desmos, brillaba con un negro profundo que parecía devorar la realidad misma, acumulando la esencia vital del dios del inframundo. Sus ojos violetas centelleaban con determinación, y su voz resonó como un eco de la muerte.
Hades:—"Por Poseidón... y por el equilibrio de los reinos."
Con ojos llenos de lágrimas, Ares admiro la arena de combate:
Ares:—Q... que... qué noble se ve ahora...—logró decir—. Él es realmente... EL HERMANO MAYOR DE LOS DIOSES.
Los cuatro combatientes se detuvieron por un breve instante, mirándose directamente a los ojos. El rugido del público se apagó por completo, y todo el Valhalla quedó envuelto en un extraño y solemne silencio, como si el universo mismo estuviera conteniendo la respiración.
.
.
.
.
.
Y entonces, al mismo tiempo, se lanzaron.
Leonidas avanzó como un meteoro, con su escudo Aspis delante de él y el aura de fuego oscuro ardiendo ferozmente a su alrededor, dejando un rastro de destrucción en su camino. Cada paso hacía temblar el suelo, y su grito de guerra resonó como una explosión en los cielos mientras el espartano rugía como una bestia imparable.
¡¡¡PHÁLANX Λ LAMDA: CARGA DE LA VICTORIA ESPARTANA!!!
Raiden flexionó su pierna derecha con tanta fuerza que el suelo bajo él se fracturó en mil pedazos. Se impulsó hacia adelante con un salto imposible, su brazo derecho brillando como un cometa cargado de energía descomunal de un gigantesco titan divino.
¡¡¡YATAGARASU: EL CUERVO DE OCHO PLUMAS!!!
Apolo, apoyado en la cuerda tensada de luz que conectaba con la estatua, liberó toda la energía acumulada. Fue disparado como una flecha dorada, rodeado por un resplandor cegador que iluminó el coliseo entero. Su cuerpo ardía con el poder del sol, y su sonrisa reflejaba la magnificencia de una estrella en su punto más alto preparando su puño derecho, el cual se iba recubriendo de hilos luminosos hasta convertirse en una refulgente y afilada flecha.
¡¡¡ARGYROTOXOS: LA FLECHA DE PLATA QUE ATRAVIESA EL ALMA!!!
Hades, con Desmos listo para dar la estocada final, se lanzó hacia delante con una velocidad y gracia inhumanas, su bidente rodeado por un aura de pura oscuridad que consumía todo a su paso. Cada uno de sus movimientos parecía guiado por una precisión divina, como si la muerte misma lo acompañara en medio de una tormenta sangrienta alrededor de su arma que despedazaba todo a su paso perforando el espacio y rasgando la realidad.
¡¡¡ICOR EOS: EL AMANECER GUIADO POR LA SANGRE DIVINA!!!
El choque fue inevitable. Los cuatro guerreros colisionaron en el centro de la arena con un estruendo que hizo temblar el Valhalla entero.
Una explosión de luz, oscuridad, fuego y energía se expandió en todas direcciones, desintegrando el suelo bajo ellos y cubriendo la arena con un torrente de poder que ascendió a los cielos.
Los espectadores se cubrieron los ojos, incapaces de soportar el resplandor, mientras Heindall intentaba describir lo que veía con una voz temblorosa por la emoción.
Heindall:—"¡ESTE ES EL FINAL! ¡ESTE ES EL CLÍMAX DE LA SÉPTIMA RONDA DEL RAGNAROK!"
El escenario del Valhalla quedó en completo silencio, mientras la luz se disipaba revelando dos impactantes escenas que definieron el destino de la séptima ronda del Ragnarok.
En el lado de los dioses, Hades, el rey del inframundo, se tambaleaba, con los fragmentos de su bidente Desmos cayendo al suelo como polvo brillante.
Leonidas, con el escudo Aspis aún en alto y su cuerpo cubierto de heridas, avanzó con una ferocidad imparable. El choque final resonó como un trueno; la explosión de fuego oscuro que acompañó el impacto destrozó el pecho de Hades.
Hades:—Magnifico...
Fragmentos de carne carbonizada volaron por los aires, cayendo al suelo mientras el dios retrocedía, su bidente roto aún temblando en sus manos.
Hades:—¡NO ESPERABA MENOS...!
Hades, al borde de la muerte, giró la cabeza hacia Zeus, su hermano mayor, quien observaba con una mezcla de asombro y angustia desde las gradas divinas.
Hades:—...de un Rey.
Los labios del dios del inframundo se movieron con lentitud, susurrando las palabras:
Hades:—Hermano... lo di todo... por ti... por nuestro linaje.
Con una última sonrisa serena en su rostro, Hades cayó al suelo de rodillas antes de desplomarse por completo. La sangre oscura que brotaba de su pecho comenzó a brillar con una tenue luz carmesí, envolviendo su cuerpo en una hermosa aura esmeralda.
Finalmente, el cuerpo del rey del inframundo comenzó a cristalizarse, desintegrándose en pedazos que fueron llevados por el viento.
Por otro lado, Raiden Tameemon y Apolo protagonizaban un desenlace igual de impactante. Cuando la palma grotescamente musculosa del humano chocó contra el guante afilado del dios del sol, el sonido mismo pareció desaparecer por un instante.
Raiden rugió mientras la energía acumulada en su mano devoraba el sonido, comprimiéndolo hasta que finalmente estalló en un cataclismo sónico.
El guante dorado de Apolo se hizo añicos, fragmentándose en pequeños haces de luz que se desvanecieron en el aire. El dios intentó alzar su brazo libre para bloquear el siguiente golpe, pero fue en vano.
La palma del Rikishi impactó directamente en el pecho del dios del sol, abriendo un agujero perfecto que atravesó su torso, dejando expuesta una luz brillante y ardiente donde antes latía su divinidad.
Apolo fue lanzado por los aires, rebotando varias veces en el suelo hasta quedar de espaldas en el centro de la arena, mirando al cielo.
Raiden:—Di todo lo que tenía... sin ningún remordimiento...—Gracias...—sonrió—. Fue gracias a ti... que pude hacer sumo... hasta quedar satisfecho...
A pesar de su situación, el dios del sol esbozó una sonrisa serena y sincera por primera vez, su mirada perdida en las alturas, mientras pronunciaba:
Apolo:—Ustedes fueron... las personas más hermosas que he conocido.
Raiden, de pie, jadeaba pesadamente, sus piernas temblaban y su cuerpo estaba cubierto de heridas profundas. El luchador humano inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto, mientras veía cómo el cuerpo de Apolo, envuelto también en una aura esmeralda, se cristalizaba lentamente y se desvanecía en el viento, igual que su tío Hades.
Apolo:—Los elogio fueron las ultimas palabras del dios del sol Antes de hacerse polvo.
El público, tanto los dioses como los humanos, quedó en absoluto silencio, incapaces de procesar lo que acababan de presenciar. Heimdall, recuperándose del shock, levantó su cuerno, la voz temblándole al hablar:
Heindall:—¡El Combate termino el resultado de la séptima ronda del Ragnarok es...! ¡Victoria para los humanos, dos puntos! ¡Los ganadores son Leonidas y Raiden Tameemon!
Las gradas humanas estallaron en un estruendoso grito de júbilo, mientras los dioses miraban con rostros ensombrecidos la arena, donde dos de los suyos habían caído. Zeus permanecía de pie, su mirada llena de una mezcla de orgullo por la pelea y una tristeza profunda por la pérdida de su hermano y su hijo.
Leonidas, sosteniendo los restos de su escudo, miró al cielo antes de encender un habano y soltar un humo lento, mientras declaraba:
Leonidas:—Esto es Esparta... siempre lo será.
Por otro lado, Raiden cayó de rodillas al suelo, con una sonrisa triunfal en el rostro, susurrando:
Raiden:—Mamá, lo logré...
.
.
.
FIN DE LA HISTORIA QUE LES PARECIO?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top