Capítulo 33
Es una delgada línea entre el amor y la locura: decido cruzarla.
Quiero hacer lo correcto por Park. Los médicos, mi familia y amigos me siguen diciendo que el cuerpo que yace en esa cama de hospital, desde hace casi un mes y medio, es mi novio.
No lo aceptaré No puedo. ¿Cómo podría? No lo entiendo. No entiendo cómo el mundo sigue girando y yo no sigo adelante.
Una mañana me despierto en el asiento trasero de un pequeño coche azul, rodeado de latas de refresco vacías y bolsas de plástico arrugadas y toda esa mierda que coexiste en el interior de un vehículo y nunca se limpia.
Caigo en la realidad y recuerdo la razón por la que estoy en él: Tyler me lo ha prestado. Así puedo viajar al hospital y volver a nuestro apartamento vacío más rápido. Para que la lluvia no me haga chocar la moto contra los robles que decoran el estúpido estacionamiento, del estúpido centro de salud, lleno de estúpidos médicos que no hacen más que mantenerlo en un respirador.
Sin importarme mucho, con la mejilla pegada al vinilo, me concentro en los envoltorios de plástico, las bolsas viejas y pegajosas de gomitas de frutas y los pañuelos de papel arrugados. Los últimos son culpa mía. Me bajo del auto, y me duele el sol en mi frente; duele el suelo bajo mis pies y hasta el estúpido aire duele.
Me siento desollado. Lo que sea que me mantuvo en una pieza hasta hoy se ha desprendido. Bajo mis ojos cansados a mi pecho: casi espero ver mi corazón colgando fuera, un latido lento, casi muerto.
Fragmentos de la noche anterior, hace solo unas horas, vuelven a filtrarse en mi piel.
La madre de Park me dijo que los médicos le darían una semana más antes de desconectarlo del respirador y dejar que la naturaleza siguiera su curso. Parecía serena, pero luego su mirada se encontró con la mía y me agarró y no me soltó.
Por encima de mí, las palomas revolotean en el álamo.
¿Cómo se llama la enfermera que me dice constantemente que vaya a casa a descansar un poco? Tiene el cabello encrespado y sus ojos son amables. ¿Candy? Ella está a cargo de él. ¿Kara? Ella está a cargo de mantenerlo cómodo. Karen. Su nombre es Karen.
Mi estómago se enrolla en nudos. Intento caminar, moverme, tal vez incluso correr, pero ¿adónde? ¿Hacia quién?
No puedo moverme ¿Así será a partir de ahora? ¿Incluso levantar una extremidad requerirá un gran esfuerzo y causará tanto dolor al mismo tiempo?
La puerta de nuestro apartamento se abre y mi corazón se acelera; tal vez todo era una mentira, una pesadilla estúpida y sin sentido. Y Park aparecerá, parpadeando bajo la intensa luz de la mañana, una mano cubriendo su hermoso rostro, mientras la otra agarra su suéter de lana marrón que lo protege de la fría brisa invernal.
—Hola, bebé. ¿Qué haces aquí afuera en el frío, hablando con las palomas? Entra y desayuna, tonto. Acabo de hornear una torta de chocolate.
Eso es algo que diría mi chico misterioso. Pero no es él quien abre la puerta. Es mi hermana Savy, que parece un fantasma triste. Su delineador negro está corrido en medias lunas sobre sus ojos cansados. Su falda blanca de algodón tan arrugada como mi fuerza de voluntad, imita mi impulso para vivir en un mundo sin Park.
Ella pone su brazo derecho sobre mis hombros. Su voz es suave.
—Te he empacado algunas cosas —Su cabeza asiente en dirección a un bolso de lona sobre la mesada de la cocina —. Pensé que tal vez querrías pasar la noche en el hospital.
—Estaba en el coche —Mi voz suena apagada. Supongo que es debido a que una vez más estoy atrapado dentro del frasco de vidrio contaminado.
¿Puedes verme allí dentro, Savy? ¿Golpeando mi cabeza contra las paredes astilladas?
—Lo sé. Salí antes cuando no pude encontrarte en el hospital, pero no quería despertarte. Limpié un poco por aquí.
Mis ojos se lanzan al suelo. Recordando las manchas carmesí que no me atreví a quitar.
Savy parece asustada de mí, tan asustada... Creo que este podría ser mi nuevo yo: alguien que asusta a la gente.
—Mamá y papá vendrán pronto. Quieren verte. He hecho café. ¿Tienes hambre? Creo que mamá traerá muff-
—Basta, Savy —la interrumpo. Ella se muerde un labio tembloroso...
—Creo que deberías cambiarte de ropa antes de que lleguen, Nono —susurra.
Miro mi sudadera con capucha negra, su sudadera con capucha negra. Parece normal, salvo que huele mal. Debajo, mi camiseta está cubierta de vómito. Ahora lo recuerdo, después de las noticias de anoche, apenas pude llegar al baño.
En la sala de estar, donde he vivido los momentos más importantes de mi vida, me quito la sudadera. También me saco la camiseta sucia: un poco de vómito seco cae en copos y trozos al suelo.
Savy me mira con los ojos llenos de lágrimas.
—No, no, oye, no —llora. Pero no me detengo.
No me importa estar parado frente a mi hermana en ropa interior. Pateo la remera hacia la esquina, termino de liberar mi pie izquierdo de mis jeans y los tiro hacia la esquina también. Quería decirle a Park que necesitaba unos pantalones nuevos, pero estaba esperando hasta el último minuto.
—Está bien, cariño. Está bien. Voy a lavar esto —solloza. Su cara está tan pálida. La empujo en mi camino hacia el dormitorio y cierro los ojos mientras paso junto a la campera roja que todavía está de su lado de la cama.
Me meto en la bañera, no sin antes escanear los azulejos: las manchas han desaparecido.
Una vez afuera, mientras me visto, escucho voces en la sala. Mis padres están aquí.
Ambos me abrazan.
—Lo sentimos mucho, Nono —Los ojos de mamá están enrojecidos, como si sus lágrimas ayudaran de alguna manera.
—Hijo, no estás solo. Estamos aquí —El ceño de papá está fruncido, su preocupación por mí tan en desacuerdo con lo que esperaba de él. Incluso ahora, sin Park conmigo, está afectando mi futuro.
En una especie de letanía compartida, las mismas palabras brotan de labios rígidos o temblorosos.
Todo estará bien, Noah.
Lo siento mucho.
Si hay algo que pueda hacer...
Ojalá pudiera hablar, para poder decirles que son unos malditos mentirosos.
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