Capítulo 29
—Esta fotografía es simplemente genial, bebé —La suave cadencia de Park causa estragos en mi resolución de dormir un poco más. Nunca he podido resistirme a sus acordes seductores.
Me siento, algo adormilado, parpadeando confusamente mientras intento apartar de mi frente mechones de cabello enredado hasta que mi mirada encuentra su silueta.
Está junto a la mesita de noche, sosteniendo un cuadro que me tiene sentado en una duna con un cigarrillo entre los dedos de mi mano izquierda. Estoy dejando escapar bocanadas de humo, creando volutas redondas, mirando la inmensidad del océano.
Todavía recuerdo el momento en que Savy la tomó: estábamos en la orilla, hablando sin hablar de Caleb...
En ese momento, todavía no era uno con mi dolor. Caminaba de puntillas alrededor de él todos los días, ignorando todas las señales que pronto me alcanzarían. Las mismas que darían a luz al chico-insecto y a mi vida dentro del frasco de vidrio con tapa de metal. Sin aire, sin escapatoria. Rodeado de esquirlas siniestras, listas para cortar mi alma en mil pedazos.
Creo que Savana sabía cuán profunda era mi culpa. Cuán arraigada estaba en cada tejido dentro de mí, hasta en cada molécula. Mi hermana era la única con la que podía tratar de hablar. Ella estaba pasando por lo mismo que yo. Ambos lo habíamos perdido. Los dos no sabíamos qué hacer con todo el dolor que llevábamos sobre nuestros hombros.
Supongo que la gente no se da cuenta de lo que se siente, este agujero, esta ausencia hasta que les sucede. Solíamos ser tres. O dos y medio, como decía Savy, que disfrutaba bromeando sobre lo idénticos que éramos.
—¿Cuántas veces has vuelto a casa de esta playa sintiéndote vacío, Nono? —me había preguntado una de esas tardes, mientras me acariciaba el antebrazo con movimientos ligeros como una pluma.
En ese momento, su pregunta me sorprendió. Era la primera vez que Savy había declarado abiertamente que era consciente de mi frágil salud mental, vio a través de mi vulnerabilidad y se atrevió a cruzar el cristal, encontrándome justo en medio de mi vorágine interior.
Quise contestarle, pero solo logré ahogar un sollozo.
—Dime una cosa que extrañas de él, Nono. Deja que sea el que comience este viaje de sanación por el que estás gritando en silencio —Sus ojos estaban muy abiertos y rebosantes de empatía. Ella contuvo las lágrimas, combatiéndolas por mí, de la misma manera que me había mantenido alejado de su propio dolor para que no zozobrara bajo su peso. Dios la bendiga.
—Es que no puedo —le dije —son demasiados porque todavía lo extraño todo.
Intenté explicárselo lo mejor que pude. En confesiones ahogadas. En fuertes abrazos. En segundos susurrados de total indefensión.
—Aún no he podido separar a Caleb en partes, en pequeños pedazos de memoria, Savy. Todavía está completo en mí —Mis lágrimas dejaron manchas húmedas en la arena fría. Las cenizas de mi cigarrillo volaron sobre ellas, no pude encontrar la fuerza para mirarla a la cara.
—Está bien, cariño — me dijo en un susurro —. Te tengo. Estás a salvo. Todo a su debido tiempo. Ya no vendrás aquí solo nunca más.
Y así habían comenzado: nuestros encuentros en la playa, donde nos sentimos más cerca de Caleb. Donde ella tomó mi cámara y esa foto que luego enmarqué y Park ahora sostiene.
—Puedes quedártela —le digo mientras me doy cuenta de que lleva puesta mi camiseta de los Stones... Obviamente, le queda mucho mejor a él que a mí. Es tan condenadamente sensual que solo verlo me marea.
La mirada de Park se cuelga en la mía mientras camina hacia la cama, oscureciéndose con cada paso que da en mi dirección. Se sienta a un lado y me acaricia la mejilla con sus largos dedos.
Miles de escalofríos eléctricos se abren paso bajo mi piel, asaltando cada poro, encendiéndome. Agarro su muñeca con un movimiento firme que me gana un gemido jadeante a cambio. Con un rápido tirón, lo tengo inmovilizado mientras me cierno sobre él. Mis piernas se enredan en las sábanas blancas, la anticipación deliciosa de poseerlo es embriagadora.
Sus brazos se enroscan a mi cuello. Él también puede sentir la misma locura delirante que me domina por completo.
Choco mi boca con la suya mientras los gemidos de Park se rebelan contra mis labios. Intenta controlarme, pero doblo la fuerza con una risita. Un par de tsks más tarde, su cuerpo cede, reaccionando en oleadas de éxtasis. Con sus dedos apretados en mi cabello, encuentra cada caricia de mi lengua en su boca de la manera correcta.
Después de unos segundos, escucho el suave murmullo de aprobación que he ansiado por lo que parece una eternidad. Mi excitación se lleva lo mejor de mí, no aguanto más...
Una vez que libero sus manos, Park arranca la sábana que nos mantiene separados, y segundos después, las mismas bajan a mis caderas, sus dedos abriéndose camino dentro de mi ropa interior.
Un gemido fuerte y gutural brota de mi garganta. La habitación da vueltas y me hierve la sangre. Con mi mano izquierda, bajo sus calzoncillos con rapidez, mientras humedezco los dedos de mi derecha sin dejar de mirarlo. Park anticipando el placer que nos espera, muerde su labio inferior y ese gesto es suficiente para descontrolarme por completo: me sumerjo dentro de mi chico con un empujón desesperado.
Una vez dentro de él, el mundo se vuelve silencioso: todo lo que escucho es su respiración entrecortada y mis propios gemidos que se convierten en palabras...
—Múdate conmigo, Park. Por favor, bebé, estemos juntos. Di que sí.
—Sí —responde, entre jadeos, logra articular la única palabra que me importa en este momento.
Está radiante, y no sé cómo explicar la sensación que me produce el puro calor de su cuerpo debajo del mío. Solo sé lo que debo hacer: amarlo.
Amo a este chico con todo lo que hay en mí para dar. Cuerpo, mente, átomos, todo el maldito universo.
Cierro los ojos a la vida misma, cediendo a las oleadas de placer que chocan con mis sentidos, convirtiéndome en polvo de estrellas. Park, mi supernova. En la oscuridad de mis párpados cerrados, somos una galaxia.
—Noah, ¿cuánto tiempo más? —gime, mientras me desplomo más abajo, mi torso contra el suyo.
Apretando mis puños contra las sábanas, le susurro al oído —Ahora, bebé.
Encontramos liberación en un torbellino de emociones y colapsamos de regreso a la tierra, sudorosos y agotados.
—Esto que compartimos es la definición de serendipia —dice, después de un rato, mientras una sonrisa traviesa brota de sus labios y anida en sus ojos de cachorro.
Casi me caigo de la cama. Creo firmemente en la serendipia: todas las piezas aleatorias que se unen en un momento maravilloso cuando te das cuenta de cuál era su propósito.
Tiene tanta razón... Soy capaz de entenderlo ahora, es como si una venda invisible se hubiera levantado, haciéndome posible volver a creer.
A pesar de que hemos pasado horas y horas de tiempo a solas juntos, necesito hablar de estas pequeñas cosas que de alguna manera se me escaparon. Ya no. Ahora, quiero aferrarme a nuestros detalles con cada latido de mi corazón.
Es así como Park y yo hablamos de música: aún desnudos, aún abrazados. Descubrimos que nos gustan las mismas bandas, y nos obsesionamos con las mismas canciones.
Luego, hablamos de cine y como era de esperarse, también nos damos cuenta de que nos gustan los mismos tipos de películas.
—¿Realmente existes? —le pregunto, haciéndolo reír.
—Para nada —me responde, con un suave tinte de diversión asomando en las comisuras de su boca —. De hecho, lo he sabido desde que tenía cinco años.
—¿Qué pasó cuando tenías cinco años? —pregunto, apoyándome con un codo en la almohada.
—Bueno, tenía esta teoría. Aunque, supongo que era demasiado joven para saber que era una teoría. No te rías, ¿de acuerdo?
Me siento derecho y trato de pintar la expresión más sería posible en nombre de su súplica.
—Verás, sucede que yo tenía una amiga imaginaria. Me seguía a todas partes, teníamos que prepararle un lugar en la mesa y todo eso. Ella y yo hablábamos todo el tiempo.
—Interesante... —lo interrumpo, haciendo mi mejor esfuerzo para no sonreír.
—La cosa es que, así de la nada, se me ocurrió que ella no era la amiga imaginaria. Estaba convencido de que yo era el imaginario y que ella era la verdadera. Tenía mucho sentido para mí. Mis padres discutían todo el tiempo y yo parecía invisible a sus ojos. No se habían divorciado todavía. Aún siento en secreto que tengo razón —Suspira distraídamente, su cabeza cuelga un poco mientras juega con un mechón de su cabello.
—¿Cómo se llamaba ella? —pregunto, tocando sus dedos de los pies con los míos.
Los dos estamos con las piernas cruzadas, uno frente al otro.
—Leslie. ¿Y el tuyo? —pregunta, asumiendo que yo también tendría uno.
—Thom. Con h —Sabe que me estoy burlando de él, me mira con una sonrisa ingeniosa.
—Interesante... —agrega, copiándome —. Tal vez estén juntos en este momento —dice, bajando la mirada, tirando de un hilo suelto de la sábana arrugada.
—Imposible, bebé. Lamento decepcionarte, pero dejé a Thom en Florida. La única vez que fuimos juntos a Magic Kingdom. A él nunca le gustó viajar, y era un pesado, así que tomó una residencia permanente en la Mansión Embrujada.
Le sostengo la mirada por unos breves segundos, hasta que ambos comenzamos a reírnos a carcajadas. No tomarnos en serio, se ha convertido en algo muy nuestro.
El sol se abre paso a través de las nubes, inunda mi habitación y arroja motas de polvo a nuestro alrededor.
—Me alegro tanto de haberte encontrado, bebé —susurra con timidez.
—Yo también —le contesto, acariciando su rostro. Quiero flotar porque es así de simple: Park está contento de haberme encontrado.
Me alegro de haber sido encontrado.
No tenemos miedo de decir esto.
Estaba tan acostumbrado a las pistas y los mensajes confusos cuando salía con Candace, parece que fue hace toda una vida. Ella me dio todos los sentimientos equivocados, diciendo cosas que podrían significar lo contrario. Juegos y mentiras, Roles y rituales, hablar en diez idiomas diferentes a la vez para que las palabras verdaderas no fueran tan obvias.
No estoy acostumbrado a una verdad honesta y franca. Park prácticamente me deja boquiabierto. Creo que su alma reconoce a la mía, por más cursi que suene... Son estas pequeñas cosas las que me convencen de que así es.
Como cuando salimos del apartamento para dirigirnos a nuestra cafetería favorita, y él no deja de lanzarme miradas de reojo mientras avanzamos uno al lado del otro, chocando accidentalmente al caminar por la calle casi vacía. Tenemos todo el espacio del mundo, pero queremos sentir nuestros cuerpos cerca.
Una pareja de transeúntes nos mira y sonríe: la mujer se da la mano con su acompañante. Y al vernos reflejados en ellos, quiero que el tiempo se detenga; sin embargo, no lo hace.
El tiempo no se detiene.
Compramos nuestros lattes y muffins y desayunamos entre bromas, confesiones, sorbos y más miradas de soslayo.
—Dos y media —me dice mientras termina su segundo muffin de arándanos.
—¿Disculpa? —Lo observo confundido.
—Es la hora que estaré empacando mis pertenencias en cajas —explica, y mi estómago da un vuelco.
—Espera... ¿En serio? ¿Vamos a vivir juntos?
—¿Lo dudabas? No hay nada en este mundo capaz de detenerme —dice, con una sonrisa más brillante que la luz blanquecina de esta tarde tan perfecta.
—¿Y que va a decir tu madre? —suelto de repente, verbalizando mi peor miedo: que ella se oponga.
—Que soy un tipo con suerte. Eso es exactamente lo que dirá al saberlo, bebé.
Lo miro sin poder creer que vamos a compartirlo todo, es casi un sueño. Su mano se posa sobre la mía, acariciando mis nudillos con ternura.
—No tardaré mucho, mi madre seguramente estará trabajando, así que puedes venir a echarme una mano —susurra, mientras nuestros dedos se entrelazan en un calce perfecto.
—Claro que sí. Te veré después de la escuela —le digo, fijando mi mirada en la suya.
Ahora no quiero que el tiempo se detenga.
Quiero que avance rápido: cuatro horas y media. Park se ha convertido en mi esperanza... mi vida entera. Ojalá algún día pueda tener el coraje de confesárselo, por ahora me conformo con demostrárselo.
Cuando salimos de la cafetería, puedo ver a los estudiantes de la Uni disparándonos miradas especulativas.
Ya no me importan, ni me molestan. Sé lo que quiero: está caminando justo a mi lado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top