Capítulo 28



Es de noche cuando llego a mi apartamento después de mi sesión con Elena.

En mi camino, decidí que un desvío podría ser lo correcto, así que terminé pasando por la casa de Savy. Pensé que era mejor que ella aguantara el fuerte mientras yo me controlaba mejor. No quería que Park me viera tan roto, así que le envié un mensaje de texto diciéndole que llegaría un poco tarde a casa.

Abro la puerta para encontrarlo zumbando en la cocina. Está tarareando, perdido en una melodía, balanceándose de izquierda a derecha mientras sus rulos rebotan cada vez que marca el ritmo con su cabeza.

Bailando ausente a lo que lo rodea, todo su cuerpo se mueve con esa elegancia tan característica de mi chico misterioso.

Lo observo extasiado. Allí, en la habitación con poca luz, como si fuera una señal, mi estómago da un vuelco. Lo hace mucho cuando estoy cerca de él. He aprendido a reconocer el efecto que tiene sobre mí como una especie de nuevo reflejo involuntario.

Mi mirada se desplaza más allá de su silueta por la ventana hacia la calle, con sus árboles oscilantes y el cielo azul oscuro brillante. Cierro los ojos y huelo la lluvia que ha comenzado a caer y me dejo arrullar por el sonido de las ruedas sobre la carretera mojada.

¿Y si puedo empezar a respirar de nuevo?

¿Y si esta vez mis precarias suturas aguantan?

¿Y si ya no tengo necesidad de andar de puntillas por mi vida y puedo permitirme vivirla de verdad?

Elena dijo que fui valiente hoy.

—¿Valentía? ¿Qué es eso? —pregunta el chico-insecto, con los ojos muy abiertos, saboreando la palabra por primera vez.

Sé que hay más de mí que esta vida dentro del frasco contaminado. Me duelen los dedos porque quieren agarrar este nuevo hilo de esperanza y tirar de él con fuerza. Por frágil que parezca, no lo dejaré ir. Me aferraré a él fuertemente con todo lo que tengo. Es mi boleto de regreso en el tiempo, de regreso a la playa.

Solo que esta vez, no voy al agua. Estoy de pie con Park a mi lado. Las piernas estiradas, llenas de arena, los dedos de los pies enterrados profundamente en su calor.

Nuestras caras están bronceadas por el sol y sonrientes. Ningún recuerdo de mi padre abofeteándome. No hay lágrimas silenciosas e inquisitivas que salgan de mis ojos, nublando mi juicio.

Sin culpa. Nada más que toneladas de diminutas conchas en las dunas que rodean nuestras siluetas. La mano de Park sostiene la mía y mis alas de insecto se abren, después de liberarse de un frasco hecho añicos.

Todavía es extraño pensar en el hecho de que podría tener una oportunidad en este negocio de estar vivo. Que existe. Que está ahí afuera esperando que yo lo reclame...

Hay algo más esperándome esta noche, una taza de chocolate caliente junto al mostrador. Park está horneando algo, el olor a vainilla que sale del horno es celestial.

Aprieto mis puños en mis ojos, el agotamiento se asienta en mis huesos. Me duele mucho la cabeza ahora, estoy completamente cansado y agradecido de estar de regreso en casa y tenerlo aquí conmigo. Me quito las manos de los ojos y me encorvo en mi asiento.

Le toma un segundo darse cuenta de que estoy en casa y sentado en uno de los taburetes. Está tan absorto en sí mismo con la música que sale de sus auriculares...

Cuando su mirada encuentra la mía, sus ojos parpadean y sonrío.

—Hola, bebé —dice, cerrando la distancia entre nosotros —¿Cómo está Savy?

—Hola, cariño. Muy bien, me está molestando para que nos veamos pronto o explotará —Aparto uno de sus rulos de su frente perlada de sudor y luego acaricio su pómulo derecho con el pulgar.

Me pongo de pie para mirarlo y me tomo un momento para admirar sus largas y arqueadas pestañas... una de las pequeñas cosas que adoro de Park. Como la fina cicatriz que tiene en el labio superior. Apenas perceptible, pero está ahí, y me dan ganas de inclinarme y besarlo. Nunca le he preguntado cómo la consiguió.

Hay tantas cosas que quiero saber sobre su vida. Siento esta necesidad de llenar los espacios en blanco, espacios en blanco que no había notado antes, pero ahora estoy despierto y hambriento. Necesito alimentarme de los detalles que me he estado perdiendo.

Me obsequia una sonrisa traviesa, pasando la punta de su lengua sobre su labio inferior cuando termina. Como me muero de hambre por más de él, noto como su respiración es un poco más rápida que la mía, como si cada vez que trato de abarcarla termino mareado y aturdido. Observo su pecho, cómo se mueve, arriba y abajo, arriba y abajo. Trazo el espacio entre su clavícula y el cuello con mi dedo índice, acariciando su profundidad, y el tiempo se detiene.

—Bienvenido a casa —susurra, cambiando su mirada de mis ojos a mis labios, una respiración suave y profunda sigue su ejemplo. Alcanzo su camiseta negra y hago puños con ella, acercándolo más para finalmente poder hacer lo que he estado deseando hacer desde que abrí la puerta: besarlo apasionadamente hasta quedarnos sin aire.

—¿Qué es eso que tienes en el horno? —Le pregunto después de nuestro beso, mis dedos aún aferrando su cinturón.

—Bueno, pensé que después de una mañana difícil y una tarde larga, no habría nada mejor que una taza de chocolate caliente y una rebanada de pastel de vainilla. Incluso compré dulce de leche de esa panadería que adoramos.

Capto un breve vistazo de sus ojos cuando se da la vuelta, fingiendo limpiarse las manos con un paño que tiene sobre el mostrador. Están brillando con lágrimas. Me doy cuenta de lo preocupado que debe haber estado... Sabía a dónde iba todo el tiempo. A estas alturas, él me conoce.

—¿Park?

—¿Sí?

—¿Estás llorando, cariño? —No puedo evitar el impulso en mi voz, o la forma en que mis manos alcanzan su espalda sin perder un segundo.

—No estoy... maldita sea. Lo siento... sé que es tonto y probablemente patético, pero estaba tan preocupado por ti y bueno... ya sabes... la sesión. Estoy tan contento de que hayas vuelto. Estás en casa —Se vuelve hacia mí, jugueteando con el paño de cocina.

Su mirada cae avergonzada, lo amo demasiado. Una lágrima obstinada se aferra a sus largas pestañas. La miro, mientras se deshace y gravita para encontrarse con mi zapato izquierdo.

No sé por qué, pero me agacho para recogerla con el dedo índice. Levanto su lágrima del suelo de madera y me vuelvo a poner de pie para encontrarme cara a cara con sus ojos marinos. Los detalles me bombardean: mi respiración entrecortada, mi latido errático y su camiseta medio desabrochada.

Hay tantos momentos que me he perdido. Tantas veces he estado aquí sin estar realmente despierto. No quiero luchar contra este impulso de ver cómo se desarrolla nuestra historia. Quiero conservarlo... vivirlo, vivirnos.

—¿Quieres saber cómo me fue? —pregunto, empujándolo un poco.

—Sí, por favor —responde con un suave movimiento de cabeza que hace que sus rulos se balanceen.

—Estuvo bien. Bueno. Supongo... Difícil de explicar —Tartamudeo, tratando de encontrar significado en palabras que se quedan cortas.

Espera a que mi cerebro errante se reinicie y, mientras tanto, me agarra de la mano y me lleva al mostrador. Me siento a su lado y observo cómo corta una rebanada de pastel y llena una cucharada de dulce de leche, aterrizando sobre el plato de porcelana blanca con una leve pirueta. Pasan algunos segundos, y una sonrisa se desliza por las comisuras de mi boca. La siento porque él está allí, a mi lado y todo vuelve a tener sentido. Él me corresponde y caemos en un cómodo silencio.

Después de unos latidos, digo —Resulta que Elena fue la psiquiatra que me ayudó con mi dolor cuando era niño. No recuerdo esas sesiones, pero recuerdo su rostro y sus manos cuidadas sosteniendo las mías. Fue tranquilizador de alguna manera...

—Estoy seguro de que lo fue. Has sido muy valiente, Noah —dice —. Estoy muy orgulloso de ti y de lo lejos que has llegado.

—Yo... Yo quiero mejorar, quiero aprender a vivir —La forma en que las palabras salen de mi boca me toma por sorpresa. No las esperaba Es como si mi pecho fuera un pozo, vacío al principio, rebosante ahora con la misma agua que se suponía que me iba a ahogar, pero que, en cambio, me salvó. El océano me limpió y Park se aferró a mí con fuerza. Me sacó de su abrazo cuando no pude encontrar la voluntad para llegar sola a la orilla.

—Lo sé, mi amor, lo sé —susurra, alcanzando mis dedos. Observo nuestras manos y cómo se entrelazan como esas dos últimas piezas del rompecabezas que completan la imagen, haciéndola perfecta.

—¿Park?

—¿Si?

—Sé que se supone que debo decir algo extraordinariamente conmovedor para hacer que este momento sea precioso, pero me muero de hambre —le confieso. Él se ríe mientras me lleno la boca de torta, saboreando el dulce de leche y su mirada rebosante de cariño.

Lo observo devorar su porción y me pregunto cómo me perdí cómo sus labios carnosos se fruncen brevemente después de cada bocado. Hemos compartido tantas comidas antes, pero nunca lo había visto.

—¿Cómo es que nunca he visto este puchero sexi que haces? —le pregunto, con un dedo colocado sobre su labio superior regordete.

—Tal vez estabas esperando el momento adecuado para darte cuenta —dice, con un ligero arco en su ceja izquierda mientras muerde mi índice derecho que se demoró sobre su lindo labio un poco más de lo necesario.

—¿Es crees? —pregunto, sonriéndole. No dejaré que responda. Estaremos demasiado ocupados y sin aliento para las palabras.

Más tarde, después de que esté profundamente dormido a mi lado, con la punta de los dedos de los pies tocando mi pantorrilla y su brazo derecho sobre mi pecho desnudo, volveré a esta conversación.

Tal vez tenga razón.

Tal vez la vida esperaba por nosotros, por mí... por el momento exacto. Este que estoy viviendo a su lado.

Sí...





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top