Capítulo 24



¿No es peculiar cómo el cerebro nos susurra recuerdos? Los fabrica de la nada, los trae sin previo aviso. Simplemente, vienen: inesperados y penetrantes.

Todo lo que necesito es el calor del sol en mis mejillas un sábado por la tarde mientras camino sin importarme hacia dónde me dirijo y sucede: tengo seis años otra vez y estoy a punto de ganar esa maldita carrera de obstáculos en la escuela. Caleb y yo hacemos un equipo perfecto.

El olor del océano y su tirón bajo mis pies mientras intenta tragarme: y estoy listo para sumergirme en él con Caleb a mi lado. No lleva sus flotadores porque sabe nadar y yo lo observo y muero de envidia.

La visual de una botella de agua de plástico azul olvidada en la orilla y estoy bromeando con mi hermano sobre estar en el desierto sin agua para sobrevivir...

¿No es triste que no tengamos voz cuando esos recuerdos irrumpen, desmoronando todas las esperanzas de mantenernos en una sola pieza? Hace segundos, me parecía que estaba todo en su lugar, ahora, ya no tanto.

—No, no te engañes, Noah —dice el chico-insecto dentro de mi pecho, en su frasco de vidrio, con sus desgastadas alas sucias y cansadas. Chasquea la lengua ante mi falsa sonrisa de plástico, la misma que he estado usando durante demasiado tiempo... Park no se la merece.

Esto es algo que no vi venir. Estas fotografías de alguna manera hacen que mis recuerdos sean menos insoportables. Me acerco con cautela a las imágenes que, aun húmedas, cuelgan de una cuerda.

Aunque mi pecho arde como si la lava hubiera reemplazado mi sangre, mi corazón bombea este líquido fundido con un ritmo vicioso... Me cuesta respirar como si el dióxido de carbono reemplazara el oxígeno en el cuarto.

Sin embargo, algo en ellas me sana... Parecen susurrarme.

Todavía estás aquí. Sí. A pesar de todo... estás de pie. Frente a tus peores miedos:

Caleb nunca creciendo, mientras tú envejeces; Caleb nunca respirando, mientras tú llenas tus pulmones a diario. Caleb muerto mientras tú apenas existes.

Mientras lucho por recuperar la compostura, siento las manos de Park en mis omóplatos. Me acaricia lentamente...

—Tratar de encontrar un espacio vacío en el que puedas poner un elemento es la magia en este tipo de fotos —susurra con voz serena.

Las imágenes colgantes me enraízan en el lugar, mi mente no está dispuesta a dejar de dar vueltas. Sé que debería decir algo. Debe estar preocupándose de mi falta de reacción.

Como si fuera una señal, dice —Por favor, di algo. Empiezo a sentir que he llevado esto demasiado lejos.

Es la dulce cadencia de su voz lo que me hace enfrentarlo sin perder un segundo. Tomo su rostro entre mis manos, ignorando su suave temblor. Mientras trazo sus mejillas con mis pulgares, en un patrón lento, y sostengo su mirada, le digo —Me has dado más de lo que merezco. Son hermosos, crudos y tan íntimos. A través de tu arte, puedo mirar a mi hermano una vez más. Gracias a ti, puedo imaginar cómo sería ahora si estuviera vivo. Park... me has devuelto a mi hermano.

Una emoción abrumadora tira de mi garganta y no puedo seguir adelante.

Gruesas lágrimas corren sin obstáculos, mientras sus serios ojos azules también se nublan. Mis labios encuentran los suyos, esta vez sin prisas. Él roza mi boca de la manera más suave. Segundos después, estoy envuelto en sus brazos con una agridulce tempestad de emociones corriendo profundamente debajo de mi piel.

Dejo que Park me aleje de mi dolor y me lleve al refugio que es su abrazo.

Lo que compartimos es de lo que debería tratarse la vida: una sinfonía perfecta y triste de emociones reales, tangibles. Ambos tenemos fallas en nuestra humanidad, pero somos un milagro de moléculas: infinitos y extraordinarios.

—Noah, espero que no estés enojado conmigo con toda esta idea. Hace aproximadamente una semana le pedí a tu hermana que me enviara algunas fotos de Caleb. Quería que tuvieras la oportunidad de verlo evolucionar de alguna manera. Traerlo de vuelta. Fue esta noche me puse a pensar en cómo hacerlo —Me mantiene a distancia, aferrándose a mi camiseta como si su vida dependiera de ello.

Amo tanto a este chico...

—¿Cómo podría estar enojado? Estoy agradecido por cada segundo que hemos compartido desde que llegaste a mi vida. Estoy agradecido por ti, por esto, por esta noche —Acaricio su rostro y me vuelvo para mirar las fotos una vez más.

En una, es un niño que corre por la orilla, feliz y libre. Incluso recuerdo la hora en que se tomó. Mamá nos había llevado a la playa después de recuperarnos de un resfriado desagradable que nos tuvo encerrados durante una semana. Dijo que necesitábamos un poco de aire fresco en nuestros pulmones. Savy la tomó. Por lo tanto, estaba un poco sesgada y fuera de foco.

En otra, nos estamos riendo, con la cabeza inclinada hacia atrás. No éramos conscientes de la cámara, por lo que representa un momento de complicidad absoluta.

Todos estos destellos de nuestras vidas juntos están dentro de mi propio reflejo. No puedo creer que haya hecho esto por mí. Nunca podría haber imaginado que obraría este milagro.

—Es hora de irnos, bebé —dice Park, descolgando las imágenes una por una con un cuidado delicado. Asiento y lo ayudo.

—Quiero contribuir de alguna manera, ya sé qué hacer —agrego, mientras las recopilamos todas.

—¿En serio? Entonces, ¿vamos a seguir adelante con este proyecto? —pregunta, radiante.

—Sí, bebé. Creo que lo podemos lograr. Lo necesito —le digo, con toda esta gloriosa tristeza rebosante dentro de mí, la misma que podría ponerme de rodillas si Park no estuviera aquí conmigo esta noche.

—Estaré a tu lado en cada paso del camino —casi susurra como si pudiera leer mis penas, una por una —. ¿Qué tienes en mente, amor?

—Quiero crear una pintura de nosotros dos como si estuviéramos juntos ahora. Una especie de reflejo de mi propio rostro, pero tú y yo sabremos que no soy yo a quien estaremos mirando.

—No puedo esperar a verte pintándolo, cariño —dice, exhalando una vez mientras su mirada permanece fija en la mía. Intento poner mi cara de valiente y atreverme a sonreír un poco. Él me conoce demasiado bien para descifrar cómo esta nueva creación podría causar estragos en mi frágil armisticio cerebro-alma, así que me tiende una mano que tomo en señal de gratitud.

Esta infinitud que llevo dentro de mí, la que mantengo a raya cuando Park está cerca, podría estallar en cualquier momento. Tal vez debería estar solo esta noche. No confío en mí mismo en las próximas horas por venir, pero no quiero decirle que se vaya.

—Sé lo que estás pensando, Noah —dice.

—¿Ah, si?

—Sí. Sé que piensas que podrías estar mejor solo esta noche. Sé que quieres mantenerme alejado de tu oscuridad —Sus palabras me estremecen.

Me quedo quieto, con nuestros dedos aún entrelazados.

—Park, yo-

—No. No te atrevas a decir que sería lo mejor. No puedes tomar esa decisión por mí. Ya no. Lo que no entiendes es que el chico que saqué del agua se estaba ahogando en el océano y en su dolor. Te vi pelear contra esos demonios esa noche en la playa. No sabía la causa de tu lucha. Pero ahora todo es diferente. Y... y yo... Mierda. Yo estoy aquí para quedarme. ¿Okay? —grita en forma apasionada.

—Okay, bebé —Juro que mis pies se elevan del suelo con lo que acabo de escuchar.

Pasan los segundos y solo puedo escuchar nuestra respiración y los latidos de mi corazón sincronizados con el tictac de su reloj de pulsera. Sin otra palabra, salimos, deshaciendo nuestros pasos de vuelta a la calle.

Una vez fuera, me doy cuenta de que todo sigue igual. Supongo que esperaba algún tipo de turbulencia en el mundo que nos rodea después de lo que he experimentado esta noche.

Pero no. El viento sigue soplando fuerte, haciendo que las ramas crujan un poco. Tomo una respiración larga, permitiendo que mis pulmones se llenen con los olores de la hierba mojada y, muy por debajo, la tierra. El mismo tipo de tierra que sostiene a mi hermano esta noche. Envuelvo mi mente alrededor de ese concepto, permito que mi cerebro procese el pensamiento. Él es uno con la tierra ahora, uno con el mundo de arriba también. Me esforzaré más para estar bien con eso. Lucharé contra mi vacío con nueva determinación.

A partir de esta noche, recogeré mi propio dolor y pintaré mi vida, su vida. Quiero traer de vuelta a Caleb una pincelada a la vez con el amor de Park lanzando rayos de esperanza en mi frasco de vidrio interno. El chico-insecto asiente mientras subimos a mi Yamaha, que cobra vida con un fuerte rugido.

Un segundo después de eso, Park nos lleva de vuelta a casa y no puedo evitar contemplar cómo el mundo duerme mientras yo estoy más despierto que nunca.



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