Capítulo 12





—Hola...

Su sonrisa algo cohibida ilumina mi apartamento haciéndolo parecer más pequeño porque Park lo ocupa todo con su presencia. Mis latidos se aceleran, y podría jurar que se me están derritiendo las neuronas de solo mirarlo.

Estoy como atornillado a los tablones de madera del loft, incapaz de moverme de lugar, hipnotizado por su elegancia. Él entra, sin dudarlo, en una combinación perfecta de sex appeal y timidez. En ese instante, me es evidente el por qué me ha perseguido en sueños durante los últimos nueve días.

Mierda. Me atrae tanto que es ridículo.

Sé que debería mirar hacia otro lado, pero no puedo concentrarme en otra cosa que no sea la forma en que sus jeans cuelgan de sus caderas, o el modo en que sus rulos se roban los destellos de las luces empotradas en mi techo de cemento alisado.

—Holi —grazno, consciente de mí mismo y nervioso hasta la médula.

Park me mira de la manera en que quiero ser visto: sus ojos no dejan nada a la imaginación, detallan cada una de sus intenciones y tiran de algo muy profundo dentro de mí, zonificándome.

—Noah, ¿puedo contarte un secreto? —Su sonrisa me está dando un infarto. Estoy seguro. Voy a morirme sin poderlo tocar de nuevo. Maldita sea

—Tú puedes decirme cualquier cosa —le contesto, sorprendiéndome de lo ronca que me sale la voz. Casi sin darme cuenta, me encuentro cerrando un poco la distancia que queda entre nosotros.

—Si fuera por mí, te habría enviado un mensaje de texto de inmediato. De verdad. Juro que te hubiera escrito tres segundos luego de haberte dejado en la puerta de este departamento —Suelta un suspiro entrecortado, bajando la mirada en el proceso.

La timidez en su comportamiento derrite mis entrañas, convirtiéndolas en cenizas. Se dispersan por todos los paneles de madera del piso debajo de mí, donde sí, maldita sea, sí: vuelvo a estar como paralizado.

—¿Y por qué no lo hiciste? —le pregunto, juntando todo el coraje derramado de sus pupilas. Doy un paso adelante hacia él.

Cerca. Cerca. Más cerca.

—Pensé que querrías un poco de espacio. Después de lo que suce—Se detiene a mitad de la frase y se pasa la punta de la lengua por el labio inferior. Sus largas pestañas revolotean y cambia de postura nerviosamente. Se lleva una mano de largos dedos semi temblorosos al cuello, inclinando su cabeza y esos condenados rulos caen en cascada hacia un lado.

Actúa como si se sonrojara, pero sus mejillas están un poco pálidas. Cruzo ambos brazos sobre mi pecho para hacer algo con mis manos o de lo contrario volarían hacia su cara y tirarían de él para encontrarse con mi boca ansiosa.

No aguanto más... Cada milímetro de mí está alerta a cada milímetro de él. No sé dónde, ni cómo, pero encuentro mi voz y decido confesarle lo que llevo guardado hace rato.

—Déjame responderte con un secreto propio, Park. He querido enviarte un puto mensaje de texto desde el momento en que entré en mi casa luego de nuestra noche en la playa —Me ahogo un poco con mis palabras; pero cuadro mis hombros con renovada determinación. Voy a serle honesto, así me muera en el intento.

—¿Sí? —La sorpresa en su mirada es adorable. Demonios...

—Obvio que sí —Bufo, él se ríe entre dientes y la habitación se carga con una energía única. Chispea y rebota en todos los rincones de la habitación, instalándose en cada recoveco de nuestros cuerpos que ya no dan más de tensión.

—Me encanta tu casa —susurra, rebosante de calidez, derritiendo mi esencia hasta que soy suyo para hacer lo que le venga en gana.

Camina de un lado a otro, parece bailar alrededor, cómodo en su propia piel; sus hoyuelos están de vuelta... Estoy acabado.

—Me alegro de que te guste. Era el estudio de mi padre cuando estaba en la universidad. El año pasado, pensó que lo mejor sería que me mudara y me convirtiera en un hombre. Una especie de rito de iniciación —Carraspeo porque me inmoviliza el azul profundo en sus ojos.

—Aja... Eso dijo tu padre...

Detrás de él, las últimas luces de la tarde se desvanecen, al igual que mis ataduras. Está a centímetros de distancia, puedo escuchar su respiración superficial.

Maldita sea, esos labios...

Tengo que seguir hablando, lo que sea con tal de que no se me note el estado de locura que me corre por las venas.

—Sí —No puedo evitar sonreír tontamente bajo su hechizo cuando agrego —Dijo que vivir solo me convertiría en un hombre.

—Hmmn... concepto interesante: hacer de ti un hombre. Ya veo —repite, con la voz entrecortada.

Mierda. Mierda. Mierda.

No puedo soportar su cercanía sin su toque. Mi piel está ardiendo.

—Park... Y-yo —No me deja terminar. Sus manos suben por mi abdomen desnudo, trazando líneas sobre mis clavículas y deteniéndose deliberadamente en la base de mi cuello. Respiro hondo y su lenguaje corporal cambia, adaptándose a los latidos erráticos de mi corazón.

Bum bum

Él se pasea alrededor de mi cuerpo, sus manos nunca pierden el contacto con mi piel que vibra bajo la yema de sus dedos. Baja su mirada con lentitud a mi espalda mientras pasa a mi lado, tan condenadamente cerca, que puedo escuchar sus propios latidos, ajustándose a los míos.

—¿Park?

Todas las ideas preconcebidas que he fabricado en mi ente están cayendo en el olvido.

—¿Sí?

Déjalas caer, Noah. Es demasiado tarde para ser salvado.

—Esto es una locura —suelto entre jadeos.

Deja que rueden por tu piel.

—¿Por qué? —me responde, su cadencia áspera de deseo.

Bum bum bum bum Bum bum

—Es que yo... Yo no soy gay. N-no creo, al menos. Nunca estuve con un chico... Deberías saber eso —Si bien esas palabras no significan nada, las digo principalmente para protegerlo. Sé que se merece más que alguien conflictuado, defectuoso, un problema caminante... No quiero destrozar lo único hermoso que tengo en esta vida. O sea... él.

—¿Acaso eso importa, Noah? —Él ve a través de mí. Por su puesto que lo hace. Intuye cada uno de mis temores sin necesidad de explicarle nada.

—No. Simplemente, no sé qué hacer —Clavo la mirada en el suelo, muerto de vergüenza, aterrorizado de no estar a la altura de sus expectativas. Si es que las tiene, es decir. ¿Las tiene? ¿Será real todo esto? ¿Puede ser que algo así de increíble me esté sucediendo?

Dios... Para, Noah. Cálmate.

—Noah, ¿podrías ser más divino? —Hay una oscuridad deliciosa en medio de este momento llameante; estoy perdiendo la razón.

Sus palmas descansan abiertas en mi espalda, y se acerca aún más que antes, colocando la punta de su nariz justo entre mis omóplatos. Inspirándome.

Estoy a punto de volar el techo. Esto no puede ser tan intenso.

Quiero besarlo.

Quiero volver a oler su cabello.

No puedo más...

Aún de espaldas, deslizo mis dedos por la parte posterior de su cuello, tan suave y tentador, el recipiente de su olor varonil, su olor a Park. No puedo describirlo... hay puntos de él donde su olor está incrustado, como su antebrazo.

Me encantaba respirarlo. Lo deseo. Ahora. Mismo.

—Noah —suspira mi nombre detrás de mí, su voz me intoxica, me excita al punto de la desesperación.

No puedo pronunciar una sola palabra, todo lo que sale es un gemido, necesitado, urgente.

—Noah, bebé, me muero por follarte. Por favor, déjame follarte.

Bum bum Bum bum Bum bum

En mis tímpanos estallan esas palabras, se chocan contra latidos enloquecidos de placer anticipado.

Eres mi perdición, Park. Mi tormento, mi final. No voy a salir en una pieza de todo esto y me importa una mierda. Quiero deshacerme y desaparecer bajo tus caricias.

—Sí —respondo, mientras giro con rapidez, quedando frente a él, ambas manos agarrando su rostro.

Mis labios se estrellan contra los suyos. Nos convertimos en respiraciones, que dan lugar a jadeos, a gemidos. Su aliento... su sabor... Menta y nicotina: placer superlativo.

—Eres exactamente el tipo de riesgo que estoy dispuesto a correr, Noah Riley —murmura entre besos descontrolados. Su mirada turbia de deseo.

Y sonrío, levemente. Porque no tengo remedio. Porque estoy rendido a sus pies.

Estamos solos en formas que nadie entiende, pero ahora lo veo, no tengo que estarlo. No con él a mi lado. No esta noche.

Y es como si flotara fuera de mi cuerpo, me observara desde arriba... Desconozco a este ser que está haciendo puños con ambas manos, arrugando su remera y empujándolo hacia la cama. Pero soy yo, más yo que nunca.

No podemos dejar de besarnos, de sentirnos. Ambos aterrizamos en la cama. Park me mira boquiabierto, toda una constelación de emociones pasando por sus pupilas.

—¿Estás seguro? —susurra.

—Como nunca he estado de nada antes —le contesto, dejándolo entrar en mi universo.

—Maldita sea, eres tan condenadamente sensual, bebé —Está respirando con dificultad, quitándose los jeans mientras yo me quedo ahí, sentado, completamente erotizado.

Dejo que me desnude: lo hace lentamente, colocando húmedos besos aquí y allá. Se detiene por un segundo, todavía encima de mí, sus penetrantes ojos nunca rompen el contacto.

—Park —Respiro su nombre, porque no sé que mierda más decir —Park...

Cierro los ojos por un segundo. Allí, en la oscuridad, me dejo caer, haciéndome pedazos bajo sus expertas manos. Los segundos se suceden y vuelvo a abrir mis ojos... a esta conexión tangible.

Él sonríe tímidamente, poniendo mi corazón a mil. Dar marcha atrás es imposible. Nunca deseé a alguien tanto en mi vida. Tengo su nombre en la punta de mi lengua todo el tiempo, mientras lo veo produciendo el condón. Lo observo desnudo frente a mí. Cada milímetro de él: angustiantemente hermoso.

Todo su peso cae sobre mí, y nos estamos besando de nuevo, convirtiéndose para siempre en un instante.

Me doy cuenta de que si muriera ahora, me iría conociendo la felicidad. Pero estoy vivo. Estoy aquí. Él está aquí. Ambos necesitamos que esto suceda.

—No puedo soportarlo más, bebé —gruñe. Sus largos dedos vuelan a su boca, humedeciéndolos, y sé que está tratando de aliviar el dolor que se avecina... Un segundo después, se desliza dentro de mí con una delicada embestida.

Bum bum Bum bum

Mierda. Me duele, así que me concentro en su rostro. Y dos latidos erráticos mas tarde, el dolor cede y mi espalda se arquea de placer mientras él, sin saberlo, sonríe, haciendo de este el mejor momento de toda mi vida.

Dejo escapar un grito ahogado y él frunce el ceño preocupado. Está dentro de mí y podría llegar al clímax con solo pensarlo.

—¿Quieres que me detenga? —pregunta, con la preocupación grabada en sus delicados rasgos.

—Ni se te ocurra —contesto, ganándome otra sonrisa de su parte. Soy incapaz de reconocer la cadencia de mi propia voz ronca.

Cinco segundos después, Park se mueve una vez más, esta vez permitiendo que el puro deseo tome la iniciativa. Clavo mis dedos en su amplia espalda, mientras él gime mi nombre, fijando sus manos en mis caderas para un perfecto y sensual impulso.

Estoy saliendo en espiral de mí mismo. La intensidad de lo que está pasando se vuelve molecular.

—Joder, Noah —Escucharlo decir mi nombre así, ferozmente vulnerable, incita algo en mi piel, haciéndome llegar al clímax al mismo tiempo que él lo hace.

Demoramos los segundos que siguen; ambos cubiertos de sudor reluciente. De soslayo, aprovecho a admirar sus músculos tan condenadamente definidos y gráciles.

Me mira a los ojos, captando mis intenciones maliciosas y se ríe.

—Eres la cosa más hermosa que he visto en mi vida, Noah —Su mano izquierda se levanta, encontrándose con mi mejilla, acariciándola con ternura.

—No me digas que usas lentes de contacto y te los olvidaste en tu casa, bebé —le respondo, haciéndolo reír más fuerte.

—Nop, de hecho, mi visión es perfecta.

—Como tantas otras cosas —le suelto con descaro. Park se sonroja levemente. —Entonces... —agrego, tratando de reunir mis neuronas sobrevivientes.

—Entonces, sí, esto fue bastante increíble, y gracias. Encantado de conocerte —Me hace señas como despidiéndose, así sin más, sonriendo con picardía.

—Claro. Nos vemos —respondo sin rodeos.

Ambos nos quedamos quietos, tratando de no reírnos, pero Park tiene otras intenciones, porque me inmoviliza, haciéndome cosquillas sin piedad, mordiendo su camino hasta mi boca. Me besa con tanta devoción, como si su vida dependiera de ello, que me dan ganas de tratar de hacer valer su dulce entrega.

—Sé que deberíamos hablar y conocer detalles tontos el uno del otro. Lo sé. De verdad. Pero... ¿Podemos hacerlo de nuevo, cariño? —me pregunta, con esos condenados ojos de cachorro triste.

No puedo evitar estallar en carcajadas. Él hace lo mismo, y mientras tanto, el mundo deja de girar y las horas chocan con nuestra segunda vez, luego la tercera, hasta que me quedo dormido cómodamente acurrucado en su pecho.

La noche, se convierte en un manto estrellado para nuestro apacible sueño.

Diablos, podría jurar que incluso nuestros corazones se adormecieron en total sincronía...





N/A

Lo prometido es ley!!! Espero que les guste <3

Si llegamos a las 200 lecturas para mañana, me mato editando el siguiente!!!


graciassssssssssssssss

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top