Capítulo 9

Tres semanas habían pasado desde que Liam entró a la empresa; trabajar con él era fácil y muy cómodo. Ryan y él se habían hecho buenos amigos, aunque sospechaba que Ryan intuía la atracción que había entre Liam y yo — que cada vez era mas fuerte y notoria —, no lo había mencionado, pero no era estúpido, solo lo estaba dejando pasar por algún motivo. Él ya no me insinuaba nada, ya no sugería que lo utilizara como consuelo y yo, sospechaba que había una mujer detrás de todo eso; me alegraba por él sin embargo, éramos amigos y nada me haría más feliz, que verlo feliz, al lado de una mujer, que correspondiera a sus sentimientos.

Se nos había echo costumbre a Liam y a mí, almorzar juntos. A veces se nos unía Kelly o Ryan y disfrutábamos mucho de esos ratos de descanso. Sophia — la autora del libro en el que trabajábamos — se sentía muy feliz, habíamos conocido a la chica y entablamos una bonita amistad, cada cierto tiempo llegaba a Be&Le y se dedicaba a trabajar junto a Liam. La chica, cómo todas las demás, se embobaba cada vez que lo veía pero, sólo actuaba un poco tonta, cuando estaba cerca de Theo, y eso, no, no me agradaba; muy tonto de mi parte, pero no podía evitarlo, aunque sí, lo disimulaba muy bien.

Con Theo, todo iba de mal en peor, triste, pero real; era algo que me esperaba, no lo deseaba y jamás lo desearía, pero era así y tenía que aceptarlo. Dolía cuando Rebecca llegaba a la empresa a visitarlo, verlos juntos siempre iba a doler mucho. Una tarde, cuando llegué a la empresa junto a Liam y Kelly, después de almorzar; Theo se encontraba fuera del ascensor, esperando por el, mientras acariciaba el vientre de su esposa y su hijo sonreía al escucharlo hablar de manera graciosa. Era una escena feliz para todo el mundo, no para mí; me golpeó en lo más profundo de mi alma y tuve que seguir, como si nada hubiese pasado.

Rebecca lucía un poco más delgada y demacrada, el embarazo la estaba golpeando duro, creí que eso la iba a volver un poco más cretina, pero, sorprendentemente, su manera de ser había cambiado y las pocas veces en las que me había cruzado con ella, me saludaba de manera educada y amable, sin ser hipócrita — o por lo menos, fingía muy bien — y claro, le respondía amable y educada, aunque yo, si era una hipócrita.

Papá como siempre, me había sentado frente a él y me había dado una de sus pláticas, de esas que te hacen pensar y analizar, de las que muchas veces terminan convenciéndote de que todo lo que él dice, es correcto. Así había sucedido, esta vez, habló conmigo acerca de Leanne y su padre; me dijo lo importante que era que le dijese la verdad a Theo, que era mejor que lo supiera por mi y no por otra persona. Por supuesto que no estuve de acuerdo y me negué rotundamente, pero, como siempre, terminé analizándolo mejor, a parte que, lo había platicado con Ryan y él también estuvo de acuerdo con mi padre.

Que sorpresa.

Luego que Liam se había ido de mi oficina, me animé a ir a la de Theo, tal vez no era el mejor lugar para hablar sobre eso, pero tampoco era bueno estar a solas con él, en otro lugar. No cuando la noticia que iba a darle, lo pondría como loco.

Llegué fuera de su despacho, su secretaria no estaba y eso solo me ponía mas nerviosa, decidí entrar a su oficina sin anunciarme, ya no era correcto que hiciera eso, pero, en esos momentos, sino actuaba de esa manera, entonces me arrepentiría de hablar con él de una buena vez. Respiré profundo e ignoré a mi acelerado corazón, tomé el pomo de la puerta y la giré.

¡Uff!

Había dado el primer paso.

Pero, mover uno de mis pies y luego el otro, fue un trabajo un poco difícil, aun así, lo hice y me felicité por eso. Caminé un poco más rápido hasta llegar frente al escritorio de Theo, la silla estaba viendo hacia el ventanal y él estaba recostado y relajado en ella ¿Disfrutando de la vista?

— ¡Umm! — gimió y mi corazón casi se detuvo cuando di un paso más y noté una cabeza rubia encima de su regazo.

— ¡Mierda! — chillé un poco fuerte y llevé mi mano a mi boca, en un vano intento por no hacer ruido. No lo logré.

— ¿¡Qué demonios!? — un sorprendido Theo se puso de pie cuando me escuchó. La cremallera de su pantalón estaba abierta y gracias a Dios había guardado a su amigo antes de girarse hacia mí — ¡Anabelle! — pronunció mi nombre afligido. Rebecca se puso de pie y disimuladamente limpió su boca.

— ¡Oh Dios! Yo...yo lo siento — dije horrorizada ante lo que había visto — tu secretaria no estaba, necesitaba hablar contigo. Sabía que no era correcto entrar así. Pero si no lo hacía perdería el valor. Lo que tenía que decir no podía esperar. ¡Demonios! Debo callarme.

— Ya, Anabelle, calmáte, respira profundo — pidió Rebecca ante mis divagaciones — tampoco es del otro mundo que una pareja haga lo que nosotros hacíamos — aclaró y sentí que mi sangre se calentó en esos momentos. Miré a Theo y noté que estaba avergonzado, sus mejillas se habían sonrojado, Rebecca en cambio, estaba muy tranquila.

— Tienes razón — acepté intentando recomponerme —. Pero igual, disculpen por entrar así, no quise interumpir su aventura.

— Bel, por favor — habló el idiota al fin.

— Tal vez hablemos luego Theo, puedo esperar. Disfruta de tu polvo — mi voz iba cargada de sarcasmo, pero sonreí como si nada hubiese pasado y salí de la oficina casi siendo más rápida que flash.

Para cuando llegué a mi oficina, mi corazón casi se salía por mi garganta; reí como si fuese una loca al recordar a Theo y Rebecca en la oficina, mientras ella le daba una mamada. Jamás sacaría de mi cabeza el gimoteo de Theo; había sido una idiota por entrar de esa manera.

— Bennett, al fin tengo el ensayo oficial — la voz alegre de Liam, inundó mi oficina, me giré a verlo — ¡Por Dios, Mujer! ¿Acaso has visto un fantasma? Estás pálida — dijo mientras se acercaba, solo reí, lo hice como si me hubiese contado un chiste — y loca — agregó al ver mi reacción.

— Vaya, gracias — me quejé.

— En serio ¿Qué sucedió para que estés así?

— Nada — me encogí de hombros — solo acabo de encontrar a Theo y Rebecca en su oficina — expliqué.

— ¿Y?

— ¡Oh, si! — exclamé como si había recordado algo asombroso — ella le estaba haciendo una mamada — se quedó mirándome y de pronto abrió más sus ojos, el chico tenía reacción retardada.

— ¡Oh, mierda! — reí, esas también habían sido mis palabras — Ahora comprendo todo — me miró y juraba que si lo hacía con lástima, iba a abofetearlo — ¿Y no se te antojó?

— ¿¡Qué!? — no podía creer lo que estaba preguntando — Enserio ¿Escuchas lo que me estas preguntando? — asintió — ¿Crees que se me iba a antojar, hacerle una mamada, después de verlo con su mujer? — era increíble que Liam preguntara eso.

— Hacérsela tú a él, no. Me refería a qué, si no se te antojó, que te hagan una mamada a ti — mi boca se abrió y cerró varias veces después de escuchar aquello. No sabía que pretendía Liam con eso, pero era estúpido que me preguntara algo así, después de encontrar al hombre que aun amaba en esa situación con su esposa — Vamos Bennett, tienes que aprender a verle el lado a las cosas.

— Estás loco — espeté.

— Mira, hagamos algo — dijo y lo miré — toma esto — me entregó un cuadernillo, al frente se leía Prohibido y reconocí que era el ensayo del que había hablado — busca la página ciento cincuenta y lee en voz alta. Quiero que veamos que tanto llega a provocar. Si es lo que yo pienso, entonces el libro será un éxito — dijo, comencé a hacer lo que decía y sonreí cuando comprendí lo que él hacía. Persuadirme le salía muy bien; comencé a calmarme y a olvidar lo que había sucedido en la oficina de Theodore.

— Gracias — dije y asintió, con su mano me invitó a hacer lo que había pedido — Teresa llegó a la oficina de su jefe y llevaba con ella, los documentos que le había solicitado. Se le había echo costumbre, sentirse nerviosa cada vez que estaba cerca de él, sobretodo cuando Daniel no disimulaba como se la comía con la miradamientras leía, no pude evitar pensar en Liam y en mí, a veces me sucedía como a Teresa — la atracción entre ellos cada vez era más fuerte, y ninguno evitaba robarse miradas de vez en cuando. Ese día en especial, Daniel se había propuesto algo, y lo comprobaría de una buena vez.

< Cuando la hermosa chica llegó frente a él, se deleitó con sus mejillas sonrojadas y no puedo evitar pensar, en como se pondrían cuando la tuviese debajo de él, completamente desnuda, mientras él la penetraba duro. Su polla reaccionó a ese pensamiento y sus instintos le gritaban que lo comprobara ahí mismo.

Le hizo caso a sus instintos.

Como un animal, llegó hacia ella y la tomó entre sus brazos; una de sus manos la colocó en la nuca de la chica y la otra en la cintura. Ella jadeó ante la reacción de su jefe, pero no lo detuvo; sus labios se entre abrieron y fue como una invitación para Daniel.

Unió sus labios a los de ellas y comenzó a devorar su boca de una manera en la que Teresa jamás había sido besada, torpemente ella correspondió a su beso y pronto la pasión y lujuria comenzó a ganar terreno, tanto así, que en un santiamén, él la llevó hacia el escritorio y subió la falda de la chica, ella dejó que lo hiciese, en esos momentos necesitaba más, mucho más. Daniel, con su mano, hizo hacia un lado la braga de Teresa y con uno de sus dedos, abrió los pliegues de ella. Suspiró profundo al sentirla tan húmeda y preparada para él, ella gimió cuando el chico le daba la atención que tanto necesitaba en aquella zona.

Quiero tomartesusurró él cerca de sus labios.

Tómameconcedió ella.

Teresa desabrochó el cinturón de su jefe y luego bajó su pantalón, liberó la erección del chico y la acarició con su mano. Se relamió los labios cuando vio lo bien dotado que estaba y eso, solo calentó más a Daniel. La secretaria tímida se había ido a la mierda y frente a él, tenía a la mujer más caliente y hermosa con la nunca había estado. Con sus piernas, separó las de la chica y se hundió en ella de una sola estocada, ambos gimieron y jadearon ante lo que sentían. Ella movió sus caderas al encuentro de las embestidas de él y él, hizo de sus embestidas más fuertes y...

Dejé de leer y de manera instintiva crucé mis piernas, estaba parada frente a mi escritorio y me recargué un poco en el. Sentía mi rostro caliente y juraba que me había sonrojado. Era la primera vez que leía esa parte del libro, antes creía que jamás un libro me llegaría a poner de esa manera. Estaba muy equivocada.

— ¿Sabes Anabelle? — dirigí mi vista hacia Liam — en estos momentos me estoy preguntando lo mismo que Daniel — su mirada se había oscurecido un poco y no quise preguntar a qué se refería — si te sonrojas así con lo que leíste ¿Cómo sería si te tuviera desnuda y debajo de mí? — jadeé ante eso y el cuadernillo cayó de mis manos, justo por mis pies, él sonrió y se acercó a recogerlo. Eso había sido torpe pero su pregunta me tomó por sorpresa.

Mi piel se erizó cuando Liam estuvo junto a mí, justo cuando cogió el ensayo, levantó su vista mientras una de sus manos subía por mi pantorrilla, mi piel cosquilleaba ante su toque, mis manos se asieron a los bordes del escritorio, mi respiración se aceleró y las puntas de mis pezones se endurecieron cuando su mano siguió subiendo y se coló por debajo de mi falda.

— También me pregunto si estarás igual de húmeda, como Teresa — susurró mientras se erguía y llegaba a mi rostro, su mano en cambio, se quedó en el mismo lugar. Tragué duro, Liam me gustaba y fantaseé algunas veces con esa situación.

— Te diría que lo compruebes — dije viéndolo a los ojos — pero si lo haces nos sumergiremos en un juego peligroso Foster — miré a sus labios, moría por probarlos — yo no busco amor y recuerda que sé dañar — le advertí.

— Yo tampoco busco amor Bennett — aclaró, subió un poco su mano — te diría que también sé dañar pero eso ya lo sabes — llegó cerca de mi encaje — seamos solo dos buenos jugadores y disfrutemos de éste juego — sugirió y sonreí cuando hizo a un lado mi braga.

— Me gusta ganar — dije rozando sus labios con los míos.

— Y yo no sé perder — confesó. Mi respuesta fue un gemido cuando su dedo se abrió paso entre mis pliegues, llegó a mi clítoris y lo masajeó con ímpetu — también estas húmeda y preparada para mí — señaló.

Cerré mis ojos para disfrutar más la maravillosa sensación que me estaba embargando. Sus labios tomaron los míos y al fin pude saborearlos; su aliento cálido y mentolado me embriagó, sus labios suaves masajeaban los míos y pronto su lengua se adentró en mi boca. Sus dedos seguían moviéndose en mi sexo, se movían en coordinación con su legua y eso me fascinaba. Dos de sus dedos se hundieron en mi interior, gemí pero sus besos se tragaron mi gemido, su otra mano masajeó mis pechos por encima de la ropa y las mías buscaron su entrepierna. Lo acaricié por encima del pantalón y a pesar de la tela, pude sentirlo grande. Darcy no estaba equivocada en eso y deseaba que tampoco en lo demás; mordió mi labio inferior y se hundió más en mí, estaba a punto de correrme pero los toques en la puerta nos interrumpieron.

— ¡Maldición! — me quejé.

— No hagas caso — me tentó.

— Anabelle, el señor Lee está aquí, necesita hablar contigo — informó Leah atrás de la puerta. Saqué la mano de Liam de entre mis muslos. Mi orgasmo se había ido a la mierda.

— Dame un minuto Leah — pedí.

— ¡Demonios! En el libro esto no iba así — reí por lo que dijo y él me acompañó — Te invito a cenar esta noche — pidió y miré como  acomodaba su erección.

— No Liam, no es bueno, sería como una cita y tú y yo no vamos a salir — le recordé.

— Bien, entonces te invito a mi apartamento. Quiero follarte y terminar lo que empezamos — besó mis labios de manera casta y eso me gustó. Caminamos juntos hacia la puerta, vi que estaba con llave y lo miré interrogante — Yo si tomo mis precauciones — dijo encogiéndose de hombros.

— Es bueno saberlo — respondí — mándame tu dirección en un mensaje de texto — dije y sonrió con satisfacción.

No respondió ya que al abrir la puerta, Theo no esperó a ser invitado para entrar, lo hizo como si estuviese en su oficina y eso me molestó en demasía. No tenía ningún derecho a hacerlo, si bien, yo hice lo mismo antes, aprendí muy bien mi lección.

— Oh claro Theo, puedes pasar — espeté,  me miró mas no respondió.

— Bennett, te veo a las ocho — dijo Liam besando mi mejilla y asentí —. Hasta luego Theodore.

— Adiós Foster — le respondió con fastidio.

Cerré la puerta luego que se marchó y me fui hacia mi escritorio, hasta el momento, el idiota frente a mi, no había dicho una sola palabra.

— ¿Qué hacías con él? — y cuando lo hizo, fue solo para preguntar algo estúpido.

— ¡Qué te importa! — bufé, vaya que perder un polvo así de pronto, te cambiaba el ánimo. Creo que él estaba así por lo mismo — estamos a mano — murmuré en voz baja.

— ¿Por qué a mano?

— Olvidálo Theo — hice un gesto de mano para restarle importancia —. Estaba trabajando con Liam en el ensayo del libro — en eso, literalmente no mentía.

— ¿Y para eso, tienes que ponerle seguro a la puerta? — suspiré profundo ante su pregunta y me senté.

— ¿A qué has venido? — lo invité a sentarse con mi mano.

— A disculparme por lo que viste en mi oficina — soltó cambiando de humor.

— No te preocupes, la próxima vez pon el seguro — dije y le sonreí, estaba siendo una total descarada con él, pero le prometí algo y se lo iba a cumplir.

— Desde la primera vez que te conocí, supe que había una pequeña descarada escondida en tu interior, Anabelle — dijo acomodándose en la silla frente a mi — Nunca creí llegar a conocerla pero veo que me equivoqué.

— Yo en cambio nunca vi en ti al descarado y mira la sorpresa que me llevé — devolví y sonrió de lado.

— ¿Quieres que me encargue de despedir a ese imbécil? — amenazó y tocó algo que no debió.

— ¿Quieres que me encargue de que le prohíban la entrada a esta empresa, a tu esposa? — cuestioné de la misma manera que él lo había hecho — No te equivoques conmigo Theo, no estás tratando con una de tus empleadas, bien sabes que eres el presidente de esta empresa, porque yo así lo quise — le recordé y me miró retante.

— Descarada y altanera — murmuró.

— No cariño. Sincera y con poder en esta empresa al igual que tú — se puso de pie y lo imité, habíamos caído en un punto indignante. Nos habíamos amado tanto pero después de todo caímos bajo. Yo lo notaba y me dolía, no podía hablar por él.

— Tan bien te lo hace que ahora lo defiendes — espetó y lo miré boquiabierta.

— No idiota, no he podido comprobarlo — dije cegada por la ira — si hubieses llegado mas tarde, entonces podría confirmarte eso — rió al oírme, lo hizo sin gracia y supe que mis palabras le habían dolido.

— ¿Lo comprobarás hoy a las ocho? — preguntó mientras se acercaba a mí.

— Vamos Theo, yo no te cuestiono a ti cuando vas a follar a Rebecca — dije, se paró a mi lado, estaba de frente, yo me quedé en la misma posición y solo giré mi cabeza para verlo.

— ¿A caso a Ryan no le importa que dejes sola a su hija, por irte a follar con otro? — mi paciencia había llegado a su límite, me giré por completo y lo enfrenté.

— No, Theo, no le importa — respondí viéndolo a los ojos —. En primer lugar, porque la única vez que he dejado de llegar a casa, fue por estar contigo — aclaré recordando aquella noche —. En segundo lugar, porque jamás dejo sola a mi hija — y jamás lo haría, mi pequeña siempre estaba bien cuidada —. Y en tercer lugar, porque Leanne no es su hija — solté y vi la confusión en sus ojos —. Ella no es hija de Ryan — repetí —, has tus matemáticas Theodore Lee — y sus ojos se desorbitaron al escucharme cuando al fin lo había comprendido todo.

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