7- Trato
No entraba en mi cabeza como un chico que parecía tan normal como Nate pudiese haber hecho algo así; aunque ahora que lo pensaba, ser normal era relativo.
Tampoco sabía si sería verdad. Los rumores, en los psiquiátricos, como en muchos otros lados, corrían como la plaga y la mayoría de las veces se desvirtuaban según la persona que los contara.
Estaba yendo a mi habitación cuando vi a Jameson que volvía desde donde sea que hubiesen llevado a Nate. Corrí hacia él para cortarle el paso y él rodó los ojos cuando me vio.
─Aris, por favor, ¿qué sucede ahora?
─Se lo veía agotado y el día recién había comenzado.
─Sé que estoy haciéndote perder el tiempo con esto pero necesito saber qué pasó con Nate. ¿Se encuentra bien?
─No puedo darte esa información, lo siento.
Trató de continuar su camino pero volví a bloquearle el paso.
─Aris, ya basta. Tengo que seguir con mi trabajo y todavía me quedan diez de horas para salir de aquí.
Lo tomé de los hombros y traté de hacer mi mejor impresión de una cara de perrito mojado.
─Solo dime eso Jameson. Solo eso y prometo que te dejaré ir.
Él miró haciendo todos lados, seguramente comprobando que nadie escuchase lo que estaba a punto de decirme.
─No se encuentra muy bien. Tiene varias heridas de consideración. Eso es todo lo que puedo decirte. Lo siento.
─¡Espera!
No me dio tiempo de nada, ni a una respuesta ni a una segunda pregunta. Se fue corriendo, alejándose lo más rápido que pudo de mí.
Tomé mi rostro con mis manos y me tapé con fuerza para emitir un grito y descargar mi frustración, cuando alguien me tomó del hombro.
─¿Todo bien?
Me di vuelta y vi que se trataba de la doctora York. Rodé mis ojos en señal de fastidio.
─Sí, seguro ─ironicé─. Todo bien.
─Pues entonces sígueme. Tenemos una sesión y parece que te has olvidado.
De hecho sí. Lo había olvidado por completo. Como había terminado mi sesión anterior antes del tiempo recomendado, Jameson me había dicho que la sesión de había agendado nuevamente para hoy; pero con todo el lío con el que comenzó el día, lo había olvidado por completo.
─¿Podríamos dejarlo para otro momento?
─Mmm nop. ─Levantó sus cejas con aires de haber ganado la batalla y no tuve más remedio que seguirla hasta su oficina.
Estuve recostada en un sofá unos quince minutos en total silencio, sin ganas de darle nada con lo que pudiese comenzar una conversación. No obstante, tenía un dejo de admiración por no rendirse ante de mi actitud odiosa.
─Como veo que no tienes deseos de hablar, creo que podría decirte algo que has estado tratando de averiguar y que podría interesarte.
Sus palabras llamaron mi atención en el acto e hicieron que me incorporara rápidamente.
─¿A que se... refiere exactamente? ─Había encontrado uno de mis puntos débiles, mi curiosidad.
─Sé que estuviste tratando de averiguar qué pasó entre Nate y Miles.
No conocía a Miles, pero inmediatamente pude identificarlo. Era un poco imposible no hacerlo.
─Sí, quería saber por qué ese chico se metió con Nate y si él se encontraba bien. ─Mi tono de preocupación era evidente, cualquiera se habría dado cuenta, pero tampoco estaba tratando de ocultarlo. Había bajado mis defensas.
─¿Qué dirías si te cuento algo de lo que sucedió y la razón?
─Diría que suena demasiado sospechoso. ─Entrecerré mis ojos y la miré con desdén.
─Mira, sé que no es ético. Técnicamente ambos son mis pacientes, pero veo que debo recurrir a medidas extremas para que pueda generar un lazo contigo y al fin poder ayudarte.
─¿Cómo se supone que pueda confiar en usted ahora? Quiere compartir información que es confidencial. ¿Cómo sé que no compartirá las cosas que yo le cuente en estas sesiones?
A este punto me encontraba parada y ni siquiera me había dado cuenta de que lo había hecho. Mi estómago dolía por los nervios y mi cabeza también.
─Tienes razón. No puedes saberlo. Supongo que simplemente tendrás que confiar en mí. ─El tono de su voz había permanecido igual de calmo durante toda la conversación. Ni un movimiento de tensión ni una pizca de duda.
Cerré mis ojos con fuerza, sopesando las posibilidades. ¿Qué es lo peor que podría pasar? No iba a contarle la verdad, simplemente podía darle pequeños pedazos de verdad con mezclas de mentiras y eso sería suficiente para salir de aquí y, claro, saciar la curiosidad que me estaba matando.
Relamí mis labios que ya estaban secos y volví a sentarme, enfrentándola con una mirada que no dejaba nada a la imaginación.
─Acepto su propuesta ─dije, levantando una ceja─, pero necesito algo a cambio.
Me miró como cuando la alumna supera a la maestra. Asintió un par de veces y acercó su silla haciendo donde yo estaba.
─Dime, ¿qué es lo que quieres? ─preguntó en un tono más bajo de lo normal.
─Que cuando se cumpla el mes de mi estadía aquí, firmes que estoy apta para salir.
Evidentemente la había tomado por sorpresa porque hizo fuerzas para mover su silla con ruedas alejándose de mí, pero antes rodó sus ojos y pude ver el disgusto en su rostro.
─No puedes pedirme eso Aris. Si sales y algo va mal, podría perder mi licencia.
─Es un riesgo que quizás deberías tomar ─expresé tranquilamente, sin dubitar ni un segundo en mi estrategia.
Olivia estuvo unos minutos en silencio, seguramente pensando en todas las cosas que podrían suceder si aceptaba el trato que le proponía.
─Bien, acepto tu trato, pero tengo otra condición.
Oh no. Casi.
─¿Y cuál es esa condición? ─pregunté manteniendo mi postura altanera.
─Vendrás a todas las sesiones agendadas, pero no estarás en silencio. Hablaremos. Hablaremos lo que sea necesario e incluso más. Quiero que te abras Aris. No hay términos medios en este acuerdo. Tienes que prometerme que tarde o temprano, antes de que lleguemos al mes, me contarás lo que realmente pasó con Alex.
No había escuchado su nombre en tanto tiempo que cuando lo pronunció, mi corazón se estrujó. No había esperado eso de parte de la doctora, pensé que podía pasar por encima de ella y al final fue todo lo contrario.
─No sé si estoy lista para eso ─susurré tomando mis manos con tanta fuerza que el color comenzaba a irse de ellas.
─Es tu decisión Aris. Y esto ya no es solo para satisfacer tu curiosidad, esto es para que cuando salgas de aquí puedas retomar tu vida, pero hacerlo de verdad.
Sabía que ella tenía razón, lo sabía en lo más profundo de mi ser, pero... ¿Sería capaz de contarlo todo? ¿Absolutamente todo?
Tragué con fuerza buscando las palabras para responderle.
─Lo intentaré. Quiero hacerlo. Acepto.
Ella extendió su mano y yo hice lo mismo, cerrando nuestro acuerdo. Estaba segura de que, pronto, me arrepentiría de ello.
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