Epílogo [Parte III]
Posteriormente a que la unión se hiciera, todos se enteraron de que ya eran pareja. Los padres de ambos estaban sorprendidos y a la vez alegres. El caso de TaeHyung fue muy aparte, pues no aceptaba que su amigo se hubiese unido con aquel bastardo; afortunadamente, JungKook estaba ahí para castigar a su alfa y los berrinches que profería.
Se suponía que el mayor era TaeHyung, ¿cierto?
Los días de la Gran Reunión pasaron y fueron los más especiales para JiMin. YoonGi, a pesar de su carácter tan bien conocido, le trataba con delicadeza, demostrando que le aceptaba y estaba contento con lo que había sucedido. En cuanto a su salud, al parecer los temblores ya no estaban, aunque la taquicardia parecía seguir. Ya era el último día de la Gran Reunión y los alfa líderes de las Cinco Céntricas llamaron a YoonGi y a JiMin.
La joven pareja no sabía exactamente qué esperar de semejante solicitud. El pelinegro tenía una ligera idea y los nervios amenazaban con aparecer, sin embargo, sólo era cuestión de ver a su pareja de hermosa sonrisa y ojos hipnotizantes, para calmarse. Mientras tanto, JiMin seguía dándole vueltas al pensamiento del futuro de su manada. No había pensado qué sucedería después de unirse con YoonGi y por un lado no se arrepentía, pero por el otro...
—¿Te preocupa tu manada? —cuestionó YoonGi abrazando por la espalda a su desnuda pareja, besando su nuca.
¿Cuántas veces había caído ante los encantos de su adorable pareja y hacerlo suyo en aquella cama que pronto se amoldaría a sus cuerpos?
—Sí —respondió sincero, suspirando ante las caricias delicadas.
—Dentro de poco debemos ir con ellos —recordó el pelinegro estrechando con mayor fuerza al menor.
—Lo sé —replicó con una ligera sonrisa en sus labios.
Esa sensación de aceptación de recibir gestos llenos de ternura, estaban embriagándolo de una felicidad y un placer hermoso. Hubo ocasiones en las que se imaginó cómo sería YoonGi siendo cariñoso, y ahí estaba, viviéndolo en carne propia.
—Vamos —sentenció suave YoonGi, separándose del menor e ir por sus ropas regadas en el piso.
JiMin se giró para admirar la parsimonia con la que mayor se colocaba cada una de sus prendas. ¿Se había apresurado? ¿Debió dejar pasar el tiempo y permitirse conocer? ¿Se estaba arrepintiendo? ¿No había esperado por ese día en el cual YoonGi llegara victorioso de haber concretado una condición impuesta por sus familias? YoonGi le había dicho que lo había hecho, ¿no?
—¿JiMin? —llamó preocupado YoonGi al ver al menor con unas cuantas lágrimas en sus ojos—. ¿Te lastimé? ¿Estás bien?
El de cabellos rosas, sin más terminó de acercarse al preocupado alfa y así besarlo con intensidad, sintiendo su pecho cálido. Sí, había estado bien, había esperado lo suficiente, habían pasado por un momento difícil y, aunque separados, lograron superarlo.
—Te amo —confesó por enésima vez el menor, luego de aquel beso arrebatador.
—Lo sé —respondió quedo YoonGi, sintiéndose mal al no decir lo que su pareja esperaba.
—Vamos —anunció JiMin, separándose del otro con una sonrisa débil en sus labios y dirigirse a su armario para tomar prendas limpias y así marcharse al baño y cambiarse.
YoonGi resopló, pasándose las palmas por su rostro completamente frustrado de sí mismo al no responder a ese «Te amo» sincero y que le llenaba por completo. Se lo había dicho cuando se unieron, pero ahora le costaba trabajo pronunciarlo. En silencio terminó de vestirse y después acomodar un poco la cama, distrayéndose de esa agobiante sensación de molestia.
JiMin salió completamente vestido, deslumbrando a su pareja por su porte y belleza. Como siempre. Sus orbes se encontraron y una tensión se instauró entre ellos, sabiendo que era por esa frase tan pequeña, tan sencilla y a la vez tan difícil de expresar.
—JiMin —llamó YoonGi, acercándose al otro con cautela—. Perdón —dijo estando cerca y habiéndole tomado la mano.
Ese «Perdón» le resultó tan honesto y con un significado tan profundo que no pudo evitar apretar un poco el agarre, entendiendo lo difícil que le resultaba a YoonGi decirlo; aunque se lo había confesado esa noche en la que se unieron y eso le bastaba al menor, a pesar de que deseaba escucharlo con mayor frecuencia.
—Descuida, entiendo —respondió afable, con ternura y cariño abrasador.
El pelinegro sintió un gran alivio y sonrió de medio lado, tirando de la mano del de cabellos rosas y salir de la habitación. Caminaron por los pasillos de la casa, dirigiéndose al estudio del padre de JiMin, donde se encontraban todos los alfa de las Cinco Céntricas.
Un poco cohibido, JiMin se apegó a su pareja quien mantuvo su expresión seria, fría y segura. YoonGi le transmitió al menor un poco de tranquilidad.
—Buenas noches —saludó el líder de la manada de la Noche, que tenía por nombre JongDae, recibiendo una inclinación como muestra de respeto para después, con un gesto de mano, pedir que todos los ahí presentes se sentaran en las sillas que había en aquella mesa cuadrada de madera fina.
—El motivo de esta reunión es por ustedes —habló nuevamente el líder, sonriendo con aires de amabilidad—. Joven pareja proveniente de tan poderosas y respetadas manadas. JiMin y YoonGi, un gusto tenerles aquí.
Los nombrados inclinaron la cabeza, viendo a los ojos al líder.
—Mis más sinceras felicitaciones, en estos tiempos es más difícil hallar la pareja destinada; son afortunados, jovencitos —se sinceró JongDae, mirándolos con alegría.
—Gracias —respondieron al unísono.
—Bien —añadió el líder—, el motivo es para determinar si habrá fusión de manadas, traspaso de poder o disolución.
JiMin fue el más sorprendido de aquello, pues se iba a discutir lo que tanto temía. Con discreción miró a su padre quien mantenía el semblante serio sin mostrar sus emociones.
—¿Propuestas? —solicitó JongDae, mirando a todos los presentes y deteniéndose en la joven pareja—. ¿Muchachos?
JiMin miraba con fijeza la mesa, viendo su reflejo tratando de buscar una solución, pero, por los nervios, no la encontraba. Una mano cálida, firme y segura se posó en su muslo izquierdo atrayendo su atención y dirigir su mirar a YoonGi, quien le miraba impasible. ¿Qué haría el mayor?
—Traspaso de poder —respondió YoonGi, mirando fijamente al líder, quien sonrió cual guasón—. Eso propongo.
—Oh, vaya —exclamó quedo el líder, recostando la espalda en el asiento—. Me encantaría escuchar sus razones, joven YoonGi, segundo hijo de los Aulladores.
El pelinegro tomó aire, apretando un poco más el muslo de su pareja. Lo que estaba proponiendo sumaría un gran peso sobre sus hombros, pero no quería que su lindo JiMin se viera triste. Algo que realmente detestaba.
—Los Zafiro no poseen un hijo alfa que pueda suceder al líder, y en los Aulladores... NamJoon parece buen candidato —dijo sincero, siendo conciso en lo que quería decir.
—¿Me está diciendo que planea sacrificar su nombramiento de pertenencia para ponerse aprueba en una manada ajena? —inquirió curioso el líder.
—Sí, eso quiero —afirmó YoonGi, dejando perplejos a su padre y a JiMin.
—Interesante —reconoció JongDae—. Demasiado arriesgado y más en estos tiempos. Un alfa nato y con fuerte apego a su nombramiento de pertenencia habría elegido la disolución de la manada de su pareja o quizás la fusión, aunque es muy poco eficiente. Debe amar demasiado a su omega, joven YoonGi.
Todos los presentes miraban con asombro al pelinegro quien parecía muy decidido en lo que decía. JiMin miraba intercaladamente entre el padre de YoonGi y el suyo, buscando una negativa o algo, pero les encontró sonrientes; uno de alivio y empatía mientras el otro lo hacía con orgullo.
YoonGi estaba haciendo ese sacrificio por él.
—Debe saber los riesgos que puede correr, joven Yoongi —continuó el líder—. Estará a prueba por un periodo de tres meses, ahí le evaluaremos como alfa. Sabe la sanción y el trágico final que puede haber si no se desenvuelve adecuadamente.
El pelinegro no titubeó y simplemente con voz cansada afirmó que sabía en lo que se estaba metiendo, pero lo haría, por JiMin más que nada.
—Bien, ¿alguna objeción?
Nadie levantó la mano.
—En ese caso, líder Zafiro, le quiero felicitar, la Gran Reunión ha sido agradable. Gracias.
Todos se inclinaron ante el padre de JiMin y el menor no pudo sentirse más feliz por su progenitor.
¿Así de fácil había sucedido todo?
—YoonGi —llamó tímido JiMin.
Había terminado la reunión y los invitados disfrutaban del día antes de su partida por la noche. YoonGi y JiMin se encontraban a las orillas del bosque, observando el asado que se estaba realizando en el jardín trasero de la casa de los Zafiro. No habían hablado sobre lo ocurrido durante la reunión, simplemente salieron y se dedicaron a caminar por los pasillos, mientras el menor le hablaba sobre la historia de algunos retratos familiares. Fue la comida y después se dedicaron a ver una película, posponiendo una plática importante. Dieron las seis de la tarde y decidieron salir a tomar aire. Permanecieron callados, observando el ocaso.
—Lo hago por ti, Min-ie —confesó YoonGi sin ver el rostro sorprendido del menor.
—¿De qué estás hablando?
—El traspaso de poder es lo más conveniente en tu situación... en nuestra situación —dijo calmo, siendo honesto y sintiendo un ligero temor a que JiMin se enfadara.
El menor suspiró, procesando lo dicho y razonando lo que había ocurrido. Si bien, se sentía agradecido con él pues había pensado en su bienestar, sin embargo, temía lo que pudiera suceder cuando entrara en vigor los meses de prueba.
—Es demasiado —respondió JiMin de forma queda, atrayendo la mirada molesta del otro.
—¿Demasiado? ¿Estás bromeando? Porque son muy malas tus bromas.
—No, hablo en serio.
—JiMin —repuso serio, estremeciendo con su mirada penetrante al menor—, esto no es nada comparado a este maldito año que pasó. ¿Sabes lo que pasé sin ti, viviendo de fotos y de informes tuyos, no pudiendo ir a buscarte para pedirte perdón cuando caí en cuenta que te necesitaba? No, esto no es demasiado, porque te tengo aquí, eres mío y estamos unidos. Así que deja de compadecerte de más y mejor piensa dónde me vas a meter porque me mudaré aquí, eso seguro.
El menor había quedado sin aliento, viendo fijamente aquellos pozos que adoraba contemplar. Quizás estaba exagerando al preocuparse de más. ¿Acaso estaba dudando de YoonGi?
—¿Confías en mí? —inquirió el pelinegro, tomando de la mano a un dudoso omega.
¿Por qué estaba dudando en responder? ¿Por qué?
—Ah... YoonGi...
Sin más, el mayor estampó sus labios con los suyos, demandando un beso necesitado y con sabor amargo por el dolor de no tener la entera confianza de JiMin. Sí, a YoonGi le dolía al ver esa duda en su pareja, a pesar de estar unidos, de compartir un lazo importante.
—Por favor, confía en mí, Min-ie —suplicó el mayor al deshacer el beso y juntar sus frentes.
—Lo haré —aseguró el menor, convenciéndose que debía alejar las dudas, los miedos y permitir que ese lazo hermoso fluyera entre ellos.
—Bien.
Al separarse, miraron las estrellas tildar en el cielo oscuro. JiMin se esforzaría por su lazo, por YoonGi.
—Ammm... YoonGi.
—¿Mmmh?
—¿Cómo que viviendo de fotos e informes míos?
El pelinegro le devolvió la mirada, topándose con orbes curiosos y en los que se reflejaban algunos destellos de las estrellas.
—Cada principio de mes recibía una caja con fotos e informes de tu salud, de cómo ibas evolucionando.
—¿Quién te las mandó?
—No lo sé, nunca había remitente.
—Qué extraño.
—Lo es, pero agradezco a aquella persona porque sin eso muy probablemente no estaría aquí.
—¿Ah?
—Me habría rendido —confesó, abrazando al menor y dejándose caer en el césped.
—¿Por qué?
—Supongo porque caería en la idea de que habrías encontrado a alguien más, olvidándote de quien te hirió profundamente, pero recibir esas cajas simplemente alimentaba mis esperanzas de volver a verte y seguir trabajando. ¿Sabes? Cada mañana veía la foto que más me gustaba de ese mes y decía «Deséame suerte», yendo a trabajar pensando en ti.
JiMin se ruborizó completamente pues no era normal escuchar hablar de esa manera y con tanta soltura al mayor.
—¿Por qué estás rojo? ¿Tienes fiebre?
El menor negó y simplemente se cubrió el rostro con sus manos.
—Esto es tan vergonzoso.
—¿Vergonzoso?
—Escucharte decir todo... todo eso...
—Es lo que ocasionas, Min-ie.
—¡Agh! Cállate.
Habiéndose ido el último invitado, los Aulladores y Zafiro se encontraban en la sala, discutiendo sobre cómo sería el traspaso de poder.
—Durante los tres meses, estarás yendo de misión en misión hasta que tengas todos los requisitos que debes tener como alfa para dominar mi manada —explicó el padre de JiMin con semblante serio—. El traspaso de poder será hasta haber cumplido cinco años como segundo al mando, claro si pasaste la prueba. Te daremos una habitación y...
—Dormirás con mi hijo —intervino la madre de JiMin, desconcertando a todos.
—Eh... querida...
—Va contra las reglas, amiga —replicó la madre de YoonGi.
—No me interesa, ya están unidos, separarlos a tan temprana edad de realizarse la unión, sólo traerá problemas... para ambos.
Era verdad, los primeros seis meses de una pareja ya unida eran cruciales, se establecían vínculos afectivos propios de la pareja, lenguaje corporal único, formas de tratarse, además de reforzar la confianza y la unión. Todo un proceso de aceptación total.
Dicho aquello, nadie objetó y se zanjó esa parte de la conversación.
—Bien —habló nuevamente el padre de JiMin—, aquí está la Carta de Negación.
Una hoja con el ícono de las Cinco Céntricas como fondo de agua, fue extendida hacia los padres de YoonGi quienes tragaron grueso pues con esa carta se negaban a su hijo y su pertenencia a la manada. La madre del pelinegro miró a su hijo con ojos acuosos.
Iba a ser doloroso.
—Les dejaremos un momento —anunció el alfa Zafiro, tomando de la mano a su pareja y llamando con un gesto a su hijo quien estrechó la mano de YoonGi y se retiró.
Estando solos los Aulladores, hubo una ligera tensión de saber lo que pasaría al firmar.
—¿Estás seguro, bebé? —inquirió la madre de YoonGi.
El pelinegro le miró por largos segundos para después sonreír.
—Miren el lado amable, ya no seré su dolor de cabeza —bromeó para aligerar un poco el ambiente.
—¡Oh, mi vida!
Sin más, la mujer se levantó de su lugar y fue a abrazar a su hijo, sollozando y llenando de besos el rostro del otro que le permitió hacerlo porque sabía sería la última muestra de afecto que tendría en un buen tiempo por parte de su madre.
—Esto es demasiado, hijo —intervino su padre, mirándole con deje de tristeza.
YoonGi rodó los ojos.
—No es nada —respondió con deje de fastidio—. JiMin me dijo lo mismo y créanme que esto en verdad no será nada comparado al año que pasé sin él. No se preocupen, estaré bien.
Su padre sonrió orgulloso y alegre.
—Además —añadió—, sé que NamJoon liderará los Aulladores mejor a si yo lo hiciera —reconoció, sorprendiendo a sus padres.
—Hijo —exclamó la mujer, parpadeando constantemente desconcertada.
—Estoy orgulloso de ti —confesó su padre provocando que tragara grueso y su rostro se descompusiera por breves instantes—. Confiaré que honrarás a tu pareja, a su manada y te volverás digno alfa de Zafiro.
Sin decir algo más, su padre trazó su firma en aquel documento. Su madre, regalándole una deslumbrante sonrisa, firmó de igual forma. Cuando el papel quedó con aquellos trazos tan conocidos, la familia se fundió en un abrazo que tocó lo más hondo en YoonGi.
Su lobo aullaba de felicidad porque había sido reconocido su esfuerzo, había recuperado a su pareja y se había unido a ella. Por primera vez en años, se sentía completo.
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