Epílogo [Parte II]
Después de que La Fogata fuera un desastre a medias, se le dio el premio a unos que habían permanecido ajenos al acontecimiento que sería hablado por años. Como para ese momento se habían asignado las habitaciones a los invitados, la mayoría se encontraba en sus respectivas alcobas, durmiendo, exceptuando a JiMin, quien seguía dándole vueltas a lo ocurrido en La Fogata. Se sentía un poco apenado por lo acontecido, sin embargo, se autoconvencía que todo había sido para proteger a su alfa.
Un suspiro escapó de sus labios antes de salir de las sábanas de su cama y dirigirse a la puerta. De pronto necesitaba una malteada de chocolate con fresa...
¡Diablos!
¡Su celo estaba presente!
Sí, luego del incidente con YoonGi un año atrás, los síntomas de su celo eran diferentes, pareciendo como si fuera estéril por lo leves que eran. Por un lado, estaba bien, pues ya no tenía que encerrarse por tres días, sin embargo, tenía la preocupación de que ya no pudiera tener cachorros.
Sin más, bajó las extensas escaleras, usando sólo una bata de seda color azul plumbago. Pasó un pequeño pasillo para dirigirse a la cocina, encendiendo las luces sin cuidado. Las ansias por beber aquella bebida dulzona incrementaban, por lo que se apresuró a sacar los ingredientes: leche, fresas, helado de fresa (sí, más fresa), azúcar y chocolate líquido. Todo lo vertió en la licuadora y, olvidando que alguien podría escucharle —siendo que la casa estaba llena—, accionó la máquina. Mientras su malteada se hacía, buscó entre los estantes un vaso especial para la bebida.
Detuvo la mezcla, retiró el vaso de la licuadora de su soporte, destapó y vertió una cantidad generosa en el vaso. Realizando un baile de felicidad, moviendo sus caderas de un lado a otro mientras sonreía y tarareaba una tonada cualquiera, dio un sorbo.
—¿En serio? ¿Malteada a estas horas?
JiMin por poco y escupe la malteada al escuchar la voz de YoonGi. Había hecho caso omiso a su aroma, pensando que quizás su cabeza le había estado jugando una mala pasada o algo. Con lentitud se viró para ver al mayor recargado en el umbral de la cocina, vistiendo un pantalón de chándal y una sudadera negra.
—¿H-hola? —articuló el menor, sintiéndose avergonzado sobremanera.
YoonGi soltó una risilla pues el rostro del menor le resultó gracioso. Él no pudo dormir tan pronto como el resto. Muchos pensamientos revoloteaban su cabeza, causándole su normal insomnio. Se había ido a la sala de estar, que se conectaba con la cocina por un pasillo. Todo había estado tranquilo hasta que escuchó ruido en la cocina. Extrañado se levantó y, a tan sólo unos metros, percibió el aroma dulce y atrayente de JiMin, siguiéndolo hasta dar con la cocina. Le vio hacer todo el procedimiento, entreteniéndose por el espectáculo que el menor le estaba dando sin saberlo.
—¿No podías dormir por hambre? —inquirió suave YoonGi.
JiMin se sonrojó, mirando el vaso de malteada sintiendo que el apetito se había ido, deseando algo diferente. Deseando a aquel hombre que le miraba entretenido y con docilidad.
—No es eso —respondió por lo bajo, pero, por el silencio, fue escuchado.
—¿Entonces? Ya deberías estar dormido, Min-nie.
Aquel mote sorprendió al menor, no queriendo levantar la mirada de lo rojo que sabía se había puesto.
—Celo...
—Oh.
Vaya, eso no se esperaba YoonGi, no obstante, se le hacía lógico. Por fin había notado que el aroma del menor durante, la velada, había sido más fuerte que la de cualquier otro; además que su pene parecía cobrar vida cada que se encontraba cerca del menor.
JiMin, por lo incómodo que se tornó el ambiente, decidió beber la malteada, dándole la espalda al mayor.
YoonGi le miró de pies a cabeza, deleitándose con la hermosa vista que el menor le estaba dando. Se había apretujado de más la bata, por lo que su trasero se marcaba en la tela. Por mero instinto, YoonGi se acercó al otro, que terminó de beber y el mayor aprovechó para rodearle la cintura y aspirar su aroma característico junto con el de la malteada: una combinación exquisita, a decir verdad.
—Hueles demasiado dulce, Min-nie —dijo ronco YoonGi.
JiMin se petrificó y no supo qué responder, pues su cuerpo comenzó a reaccionar ante el tacto ajeno. ¡Demonios!
—YoonGi —llamó entrecortado el menor—. Para.
El alfa no quería detenerse, quería seguir sintiendo el trasero del menor presionar su pelvis, dándole una sensación placentera.
—No.
—Por favor...
La simple suplica y la voz queda del menor, hicieron gruñir al mayor, quien volteó rápidamente a JiMin y le besó con una pasión desbordante. Ese niñato le estaba derritiendo de todas las maneras posibles, sorprendiéndose de sí mismo al verse en la necesidad de sentir nuevamente al menor, de acariciar cada parte de su cuerpo, de hacerlo suyo y reclamarlo.
Sí, quería reclamarlo.
La pregunta era, ¿JiMin aceptaría?
YoonGi deshizo el beso de forma brusca, haciendo que un chasquido obsceno resonara en la cocina.
—Vamos a tu habitación —pidió el mayor, recargando su frente en la del otro.
—YoonGi no sé si...
—No te marcaré —externó rápidamente—. Lo prometo. No lo haré sino hasta que te sientas seguro, pero... por favor, te necesito.
JiMin tragó grueso y asintió ante la petición ajena. Dejó el resto de la malteada en la encimera, ignorando siquiera que la había hecho. Tomó de la mano a su pareja y le guio escaleras arriba, llevándole a su alcoba. En cuanto la puerta fue cerrada con seguro, YoonGi volvió a reclamar sus labios, tomándole por sorpresa. Con cierto desespero, el mayor retiró la bata, dejando a la vista el torso desnudo del menor quien llevaba sólo bóxer.
—¿Acaso duermes así siempre? —inquirió divertido YoonGi, avergonzando al otro.
—Durante el celo mi temperatura se eleva y...
—Me gusta —interrumpió el mayor, quien besó una mejilla sonrojada.
YoonGi llevó hasta la cama a JiMin, recostándole con delicadeza, para después elevarse y admirar el cuerpo del menor, notando que los abdominales se encontraban ligeramente marcados a comparación de hace un año que le había visto el abdomen plano. Sus manos acariciaron cada centímetro de piel, sus labios se entretuvieron en el cuello del menor, lugar donde se concentraba ese aroma que le relajaba tanto, que le atraía en demasía.
—YoonGi —gimió por lo bajo el menor al sentir la mano del mayor masajear su miembro por sobre su bóxer.
El aludido gruñó a modo de respuesta, separándose de su cuello para ver a los ojos al otro. JiMin admiró aquel brillo de deseo que el mayor le estaba permitiendo ver. YoonGi le deseaba, en verdad que lo hacía por lo que se sintió dichoso.
Sus bocas se unieron nuevamente. JiMin hizo un desastre en la cabellera negra del mayor tras profundizar el gesto. Sus pequeñas manos, deseosas de tocar la piel pálida de YoonGi, tiraban torpemente de la sudadera, en señal de querer retirarla. La risa burlona del mayor se hizo oír y la sonrisa de bastardo ocasionó que JiMin hiciera un puchero.
—Tan tierno —comentó YoonGi, dándole un pico a los morritos que hacía el menor, para después retirarse la sudadera, permitiendo que las cálidas manos ajenas le recorrieran el torso.
—Tienes la piel muy blanca —dijo JiMin, admirando cada parte que era tocada.
—Lo sé, por eso me pusieron el apodo de Suga.
—¿Suga?
—Un intento fallido de querer decirme azúcar en inglés.
—Ya veo.
Los ojos brillosos, curiosos y hasta inocentes de JiMin, acapararon toda la atención de YoonGi. Cayó en la cuenta de que podría admirar aquellos orbes, y a su pareja, por horas y no se cansaría.
Demasiadas cursilerías.
YoonGi hizo volver aquella atmósfera llena de deseo, de pasión, al volver a besar con brusquedad al menor, siendo correspondido de la misma manera. Con lentitud descendió sus besos desde el cuello hasta el abdomen, concentrándose en adentrar su lengua en el ombligo del otro, escuchando ligeros jadeos y gemidos, notando lo sensible que era.
Con lentitud fue bajando la ropa interior del menor, liberando su pene y dejándole completamente desnudo. Le admiró desde arriba, deleitándose con tan hermosa imagen vagamente alumbrada por la lámpara de la mesa de noche y la poca iluminación que la luna daba.
Con premura tomó una pierna repartiendo besos desde el tobillo hasta la cara interna de los gruesos muslos que JiMin poseía. En todo momento mantuvo su mirada en el rostro del menor, captando toda reacción a lo que le hacía, memorizándose tan única imagen y que podía decir con arrogancia que sería el único que vería esa faceta tan vulnerable, tan sexy y tan hermosa de JiMin.
Sus manos amasaban los muslos mientras se dedicaba a dar ligeras mordidas en su cara interna, sin nunca llegar a la entrepierna, notando lo excitado que el otro estaba. Sonrió con cierta maldad al ascender y capturar los labios ajenos en un beso lento mientras una de sus manos se posaba en el pubis y la otra le servía de apoyo para no dejarse caer encima de JiMin.
—¡Ah!... YoonGi...deja de hacer eso.
Los ojos suplicantes, deseosos y hasta desesperados hicieron que las caricias que YoonGi daba en el pubis se incrementaran. Quería ver hasta dónde llegaba el menor.
—¿Hacer qué? —inquirió cínico.
—¡Maldita sea! ¡Deja de torturarme!
—¿Lo hago?
—¡Sí!
—Oh.
La mirada enfadada del menor fue todo lo que necesitó para decidirse a rodear el pene ajeno con su mano, arrancándole un gemido al menor, que arqueó ligeramente la espalda.
—Eres muy sensible.
—Es por el celo...
—Ya veo.
—¡Ah!
YoonGi comenzó a bombear el pene de JiMin, disfrutando de los gemidos quedos, jadeos y maldiciones. Quería todo de JiMin, quería todo su ser, que compartieran esa unión legendaria pues no planeaba dejar ir a tan precioso ser. Con sutileza besó una de sus mejillas, sin dejar de masturbar el miembro del otro.
—¡Mierda! ¡Ya casi...!
YoonGi bombeó con mayor rapidez, con mayor fuerza, arrancándole gemidos sonoros y que quizás algunos podrían escuchar, pero eso no importaba, YoonGi quería dar a entender que JiMin ya tenía una pareja, ya tenía un alfa y era él.
—¡Ah, YoonGi!
JiMin explotó con fuerza, teniendo ligeros espasmos. El mayor le besó la frente con dulzura, retirándose de encima, mirando su mano manchada de la semilla del menor. Encogiéndose de hombros comenzó a lamer los residuos, saboreándolo, importándole poco el ligero sabor amargo.
YoonGi se sentó en la orilla de la cama, olvidando su erección que había entre sus pantalones, siendo testigo de cómo el menor se recuperaba de su reciente orgasmo. JiMin, recuperando un poco la conciencia, buscó con la mirada al mayor, sentándose y acercándose al otro, quedando frente a frente. Sus ojos azules tenían un brillo especial y que hipnotizó a YoonGi por breves instantes, hasta que sintió cómo el menor se sentó a horcajadas en su regazo.
—¿Vas a tomarme? —susurró JiMin, rodeando con sus brazos el cuello ajeno.
—¿Quieres que lo haga?
El de cabellos rosas le miró por largos segundos antes de asentir.
—Sí, hazlo.
—Es posible que te marque...
—Hazlo.
YoonGi abrió sus ojos, denotando sorpresa pues había pensado que el menor le pediría más tiempo para recobrar su confianza.
El mocoso le había tomado con la guardia baja.
—¿Seguro? ¿Crees que tu cuerpo soporte? Estás temblando justo ahora, JiMin-ie.
—Puedo soportar esto. —Sonrió con ternura—. Ha pasado un año, YoonGi —explicó, mirándole con algo de obviedad sin dejar de sonreír—. Has venido aquí, cumpliendo con la condición que se te impuso. Dijiste que viniste por mí, ¿acaso era mentira?
—No —respondió rápidamente el mayor.
—Entonces no veo el problema.
—¿No me pedirás más tiempo para sopesarlo? ¿Qué tal si los temblores aumentan? ¿Y tu corazón?
JiMin no pudo evitar besar a ese hombre que no había olvidado las secuelas de sus acciones, haciéndolo caer más ante él.
—Estaré bien —tranquilizó JiMin después de cortar el beso—. Estás aquí, y mientras lo estés, nada malo sucederá.
—¿Y si te lastimo en el futuro?
—No lo harás.
—¿Cómo puedes confiar tanto en mí?
JiMin sonrió con cariño, besándole con lentitud, transmitiéndole todo lo que podía sobre sus sentimientos.
—Sólo lo sé —susurró luego de separarse.
—Demasiado cliché, ¿sabes?
JiMin soltó una carcajada, causando que el pelinegro sonriera.
—Supongo que sí.
—Me gusta.
Con eso último, YoonGi adoptó un gesto serio e inició una segunda ronda de besos, jadeando al sentir los movimientos de cadera que el menor realizaba en torno a su pene que seguía erecto. Ese chiquillo se estaba portando atrevido, sonriéndole de medio lado en cuanto se separaban, mirándole con lujuria. Eso le estaba encantando en demasía. La risilla que soltó JiMin al notar un desesperado movimiento del alfa por querer apegarse un poco más a su cuerpo, causó que YoonGi gruñera y le arrojara de nueva cuenta a la cama. JiMin soltó una carcajada, haciendo sonreír al mayor, quien se colocó encima de él, admirando su lindo rostro con tan bonita sonrisa.
Ambos guardaron silencio, admirándose el uno al otro. Los labios expertos del mayor se dirigieron al pecho del menor, repartiendo besos castos en aquella piel, para después entretenerse en los pezones marrones del menor y dedicarse a endurecerlos, deleitándose con aquellos gemidos que simplemente le sobreexcitaban. Una de sus manos descendió hasta la entrepierna del menor, masajeando lentamente sintiendo los estremecimientos que el cuerpo ajeno le daba.
—En verdad eres bastante sensible —reconoció YoonGi, tirando ligeramente de un pezón.
—¡Ah! ¡Calla!
Habiendo dejado ambos pezones erectos, YoonGi se irguió sin dejar de masajear el miembro del otro.
—Veamos qué tan lubricado estás —comentó YoonGi llevando su mano libre hasta el ano del menor, sintiendo la ligera humedad característica del lubricante natural de los omega. Para estar más seguro, introdujo su índice en el interior del muchacho, deleitándose con la facilidad que se abría paso en ese interior cálido que alguna vez probó y que en ese momento anhelaba sentir—. Alguien parece muy desesperado de que lo partan —bromeó el mayor, recibiendo un golpe en su hombro, sin embargo, los suaves gemidos que emitía el menor, le hacía saber que disfrutaba del tacto.
YoonGi sonrió como un maldito al notar las expresiones que el menor tenía. Pronto introdujo un segundo dedo, comenzando a expandir lo mejor que podía aquel agujero y a la vez jugar con la paciencia de su omega, provocándolo con adentrar por completo sus falanges y en su lugar, retirarlas. Cuando el menor comenzó a maldecirlo, sacó sus dedos y se quitó sus pantalones, quedando desnudo frente a su pareja, colocándose entre las piernas del menor, torturándolo con que entraría.
—¡Por la mierda, YoonGi! —exclamó el menor al sentirse desesperado por ser penetrado.
—Que boquita tan sucia —molestó el mayor, adentrando sólo la punta para después retirarla.
—¡Maldito infeliz!
El pelinegro, divertido por cómo se estaba expresando el menor, siguió con aquel juego hasta que JiMin tiró de uno de sus brazos, haciéndole perder el equilibrio y así terminar él de espaldas a la cama.
—¿Tan desesperado estás?
JiMin, mirándole de forma retadora, viéndose atemorizante y a la vez sumamente atractivo, sin más se dejó caer encima de la erección del otro, donde ambos casi gritan por lo repentino que fue.
El menor comenzó a cabalgar al mayor, proporcionándole una hermosa vista. El sonido vulgar de las pieles chocando invadió parte de la estancia, así como los jadeos, siseos y gemidos roncos. Maldiciones dichas por ambos al encontrar en el otro el paraíso mismo, las miradas fijas en los rostros ajenos, captando cada expresión sintiendo que en un punto se habían vuelto un solo ser, mientras le recorría una conexión increíble a lo largo del cuerpo.
El momento estaba por llegar, podían percibirlo. Sin más, YoonGi tomó fuertemente las caderas del menor, para acelerar las penetraciones, arrancándole gritos y gemidos al menor.
Faltaba poco.
De un momento a otro, YoonGi invirtió las posiciones, sintiendo sus colmillos crecer.
Ya casi.
Las penetraciones siguieron brutales, JiMin sentía su cuerpo temblar y como si estuviera ardiendo en algo semejante a un infierno que parecía ser el paraíso mismo.
Algo inexplicable.
—JiMin-ah... —llamó el mayor, tomando de las mejillas al menor, sin dejar de embestir aquel hermoso cuerpo, llegando a lo más profundo que podía—. Te amo.
Le besó pasional, acallando aquellos sonidos que le hacían perder la poca cordura que tenía.
Tras romper el beso es como se fue directo al cuello del otro y encajó sus dientes, escuchando el último gemido de la noche, sintiendo cómo llenaba el interior del menor, formándose después el nudo y cómo JiMin llegaba a su segundo orgasmo.
Ambos habían formado su lazo inquebrantable.
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