Capítulo V
¿Había escuchado bien? ¿JiMin podría... morir? ¿Entonces no exageró ese tipejo que le había dado tremendo coñazo hace unas horas?
Ya eran cerca de las siete de la tarde, y en la casa de los Aulladores se encontraba la omega líder de los Zafiro y el segundo hijo de los Fuego. La mujer estaba con ojos llorosos, viendo con molestia a YoonGi quien había sido obligado por sus padres a atender el llamado de la madre de JiMin. TaeHyung había querido seguir las instrucciones de su padre: pedir disculpas por haber golpeado al menor de los Aulladores, pero fue detenido abruptamente por la madre de su amigo, quien dijo que había sido sólo un poco de lo que en verdad debería sufrir aquél que había rechazado a su hijo.
—¿M-morir? —repitió anonadado YoonGi, abriendo sus ojos completamente.
—Sí, YonHye-ssi nos ha dicho que, al ser rechazado por su pareja, morirá de tristeza o sufrir problemas cardiacos en el futuro, si llega a sobrevivir. Está en celo y eso ha empeorado todo, porque no permitiste que digiriera con tiempo tu rechazo, lo hiciste sin más —acusó la madre de JiMin—. ¿No pensaste en las consecuencias de tus acciones? ¿Ni siquiera imaginaste lo que podrías causar con ello? ¿Ah?
TaeHyung tenía su mirada asesina sobre el cuerpo del rubio, quien no sabía qué decir, notando la decepción en sus padres y en HoSeok, que había llegado junto con NamJoon. Fue en ese instante que sintió el peso real de lo que había cometido sin meditarlo y siendo estúpidamente egoísta. Quería reírse, no porque le pareciera divertido, sino porque estaba ocurriendo lo mismo de siempre: su forma de ser causaba problemas.
Su lobo estaba completamente enfadado con el humano, mirándole con reproche y casi ordenándole que fuera por su omega, que permitiera que el destino siguiera su curso.
—Así que necesito que vengas —ordenó la madre de JiMin, alertando a los padres de YoonGi.
—¿Por qué? —inquirió queda la madre del rubio, recibiendo una mirada fúnebre de su amiga.
—Porque sólo hay una forma de remediar esto y es que él vaya y cumpla con su parte.
—¿No puede otro alfa...?
En ese instante la madre de JiMin gruñó y se levantó de donde estaba sentada, viendo indignada a la otra.
—Tu hijo es el causante de todo esto, no quieras que otro cargue con responsabilidades que no le corresponden. Por una vez en tu vida, deja que tu hijo resuelva sus asuntos —regañó y, mirando a TaeHyung, suavizó un poco sus facciones—. Acompáñalo al auto, por favor.
El castaño asintió y se levantó para acercarse al rubio, viéndole con frialdad. El otro sin más se puso de pie y siguió a TaeHyung, saliendo de su casa.
Se encontraban en la camioneta de los Zafiro, yendo en silencio y con una tensión demasiado palpable.
YoonGi realmente no sabía qué estaba sucediendo, no había pensado en las dimensiones de su decisión. Se sentía confundido porque sabía que no amaba a ese chiquillo, pero esa sensación de miedo a que fuera a desaparecer, le estaba matando.
Pronto llegaron a la casa de los Fuego, yendo directamente al hospital que había a un costado de la casa principal. Esa manada tenía la reputación de ser excelentes médicos y rastreadores, y aunque no pertenecieran a las Cinco Céntricas, tenía el respeto ganado. El edificio no era muy alto, pero por dentro era muy espacioso, con lo característico de los hospitales convencionales.
YoonGi fue guiado hasta un sótano, donde podía escuchar alaridos y gemidos que le erizaban la piel, poniendo en alerta a su lobo que rasguñaba ansioso de llegar, porque sabía de quién era aquella voz. En cuanto el rubio llegó donde el padre de JiMin conversaba con YonHye, sintió la mirada asesina del alfa Zafiro.
La doctora, al ver que nadie diría algo, se acercó al rubio.
—Ya debes saber lo que está pasando, ¿cierto? —cuestionó neutra y con vestigios de cansancio.
—¿JiMin va a...?
—No, si decides aceptarlo y hacérselo saber —suspiró YonHye—. Sé que está la libertad de aceptar o no, pero en este caso fue en el momento menos indicado. Lo hiciste cuando estaba cerca su celo.
—Yo no sabía —se excusó por lo bajo.
—¿No percibiste su aroma intenso? —inquirió incrédula la doctora.
—Estábamos en la Gran Reunión, varios tenían el aroma intenso.
—Es tu pareja, debiste percibirlo por sobre los demás.
YoonGi calló puesto que ninguna excusa parecía servir. No había perdón, se estaba percatando de ello.
—Bueno, eso ya no importa, ¿vas a arreglarlo o no?
El rubio no quería responder porque seguía confundido. Él podía remediarlo, o al menos eso le estaban diciendo, pero no estaba muy seguro de querer hacerlo. Pronto un alarido seguido de un gemido de dolor le hizo virar su cabeza y ver, a través de un ventanal, a un JiMin desnudo, tendido en el suelo, llorando y golpeándose los brazos.
—¿Qué sucedió con la cama? —inquirió TaeHyung, viendo con reproche a su hermana mayor.
—La rompió —respondió con cansancio.
—¿Cómo?
—Le había atado para que no se hiciera daño, pero él rompió las correas y de paso hizo que la camilla se averiara de las patas —explicó mirando al pelinegro—. Él no puede con el dolor y trata de infligirse otro más grande para tener su mente ocupada en otro lugar que no sea su abdomen y pecho, donde se acentúa.
YoonGi sintió su respiración detenerse al ver a través del cristal aquellos ojos azules mirarle entre lágrimas. Todos vieron cómo el pelinegro se desmayó en ese instante, alterando a todos y más al rubio, quien entró presuroso, acercándose al cuerpo del otro.
—¡Yah! ¡Mocoso! ¡JiMin, responde!
En ese instante YoonGi fue derribado por un lobo blanco con ojos azules. JiMin se había rendido ante su lado salvaje, permitiendo que su lobo saliera. Un hermoso lobo a ojos del rubio le estaba gruñendo y mostrando sus colmillos.
—¿Qué ha pasado? ¿Por qué JiMin se transformó? —cuestionó TaeHyung, viendo a su amigo convertido y encima del alfa.
—Su lobo está enfadado —respondió YonHye—. JiMin se rindió y afortunadamente YoonGi está aquí, si no... otra cosa sería.
—¿En verdad iba a morir si ese bastardo no venía?
—Es correcto, pero es preferible que esto pase. Que se arreglen de alguna manera —dijo conciliadora la doctora, sonriendo a los padres de JiMin—. Debemos dejarles solos, acompáñenme, por favor. Tú también TaeTae.
—¡Noona!
YonHye enarcó una ceja como usualmente ChanYeol lo hacía cuando una orden era cuestionada, haciendo que el castaño bufara y caminara hacia el elevador que le llevaría lejos de lo que estaba sucediendo en aquella habitación especial.
—Tranquilo —susurró YoonGi, sintiéndose algo intimidado por el omega.
JiMin gruñó más fuerte. El rubio elevó una de sus manos queriendo tocar el cuello del otro, pero grande fue su sorpresa al ser mordido.
—¡Mierda! —se quejó el rubio. Su lobo soltó un alarido y el instinto de querer demostrarle al omega quién mandaba, salió a flote.
Sin más, YoonGi permitió que su lobo saliera, comenzando una pelea entre él y su pareja destinada, que no parecía ser fácil de calmar. En verdad estaba herido y enfadado con él. Ambos lobos se encontraban ya de pie, uno frente al otro, gruñendo uno con fiereza y otro para demostrar dominancia.
De un momento a otro, JiMin se había abalanzado al contrario, tumbándolo y lanzando mordidas que YoonGi esquivaba con rapidez. En un descuido por parte de JiMin, Yoongi le mordió una pata delantera, causando que chillara y cayera de costado. Con algo de trabajo logró contener al omega quien seguía fiero. Se recostó encima del cuerpo ajeno, con su hocico cerca del contrario, gruñendo y manteniendo el contacto visual.
Cuando lo notó más tranquilo, YoonGi comenzó a lamer su rostro, gruñendo cuando éste quería volver a morderle. En esa posición estuvieron hasta que JiMin estuvo completamente calmado, mostrando un poco de sumisión. Con cautela YoonGi fue levantándose poco a poco, dirigiendo su hocico hacia el cuello ajeno y morderlo levemente, escuchando un gemido y una mirada expectante. Pasó su lengua en el mismo lugar que había mordido para repetir la misma acción, notando que el omega poco a poco iba cediendo y se colocaba con el vientre expuesto.
Aquello significaba que estaba aceptando que YoonGi era su pareja, sólo faltaba que él también lo hiciera, al morder cerca de su garganta. El alfa estaba por negarse, pero al ver aquellos ojos posarse en él con un brillo que empezaba a odiar —denotando tristeza— es que terminó mordiendo ligeramente aquella parte del cuello para así ver con sus propios ojos cómo aquel lobo blanco volvía a su forma humana, dejando ver a un hermoso JiMin, con ligeras marcas en su cuello, cabello negro revuelto y desnudo.
—¿Me has aceptado? —preguntó con voz rasposa el pelinegro, viendo la transformación de su alfa.
Ambos estaban desnudos, viéndose fijamente a los orbes ajenos. YoonGi por primera vez se dejó encandilar con la belleza de su omega. Porque sí, había aceptado que aquel mocoso era su omega, aunque aún hubiera un revoltijo de pensamientos y sentimientos en su interior.
—Sí —respondió secamente.
JiMin asintió, desviando su mirada al ventanal, dejando expuesto su cuello. YoonGi sintió seca su boca al ver aquello, teniendo la necesidad de volver a morderlo, probando ahora la piel cálida del otro. Sin más, bajando lentamente llegó a aquel lugar donde se asentaba aquel aroma que parecía nublar sus sentidos, aspirándolo, sintiendo el estremecimiento del cuerpo que tenía debajo.
Sus orbes oscuros miraron el perfil sonrojado de JiMin y, sin apartar la mirada, lamió toda la extensión de cuello, escuchando un suspiro placentero que estaba pronto a convertirse en un gemido que quería escuchar. Con algo de desespero mordió aquel cuello, haciéndolo sin mucha presión, oyendo lo que tanto quería: un gemido.
Siguiendo sus instintos, dejándose llevar, es cómo terminó tomando el rostro de JiMin y besó aquellos labios gruesos, siendo correspondido con algo de duda. Las manos pequeñas del pelinegro se enredaron en sus cabellos rubios haciéndole gruñir de lo bien que se sentía. Sus manos comenzaron a recorrer el torso ajeno, dirigiéndose a aquellas nalgas que habían llamado su atención la primera vez. Un gemido de sorpresa murió en aquel beso húmedo y necesitado, sin embargo, cuando YoonGi estaba dirigiendo sus manos a la entrepierna ajena, JiMin le detuvo, rompiendo el beso y alejándolo con rapidez.
Desconcertado, YoonGi miró al otro, quien se encogió y abrazó sus piernas, ocultando su rostro.
—¿Qué sucede? —preguntó con suavidad YoonGi, queriendo comprender.
No obstante, el pelinegro no contestó, simplemente afianzó el agarre a sus extremidades.
—¿JiMin?
—No me amas —habló el aludido, con la voz entrecortada, elevando su rostro dejando ver que estaba llorando, haciendo sentir mierda al alfa—. Eso sucede, que no me amas.
—Te he aceptado como mi pareja.
—No es suficiente.
El rubio tomó una bocanada de aire, controlándose para no joder las cosas, pues temía que fuera a decir algo pudiera poner en peligro la salud del chiquillo. Sabía que lo había jodido todo entre los dos, él no podía pensar que JiMin se dejaría marcar tan fácilmente.
—Perdón —dijo en voz alta, mirando a los ojos a su pareja, quien los abrió del asombro—. Fui un imbécil contigo. No merecías que te hiciera aquello... Perdón.
Hubo silencio por ambas partes, sin embargo, no parecía ser incómodo, en realidad, era un silencio de reflexión. JiMin asimilaba todo, aunque estuviera en celo y con las ganas de ser marcado por su pareja, seguía esa inseguridad de nunca poder ganarse el corazón del rubio. A pesar de estar dolido por el trato y con ligeros convulciones y dolores en su cuerpo, aceptó la disculpa, acercándose a rastras al rubio quien le estaba al tanto de sus movimientos. JiMin se sentó a horcajadas sobre YoonGi, quien sintió su corazón comenzar a latir con fuerza, desconcertándolo.
—Acepto tu perdón —habló JiMin, con sus brazos rodeando el cuello ajeno.
—¿Pero? —cuestionó el rubio, al ver una condición implícita en la mirada del otro.
—No podrás marcarme —sentenció asombrando a YoonGi—. No ahora.
—En pocas palabras, me tengo que ganar tu confianza, ¿cierto?
JiMin pareció aturdido por cómo el otro había leído entre líneas, sonrojándose y asintiendo.
YoonGi fue quien acortó la distancia entre ambos, volviendo a probar aquellos belfos carnosos. Fueron lento, sin ninguna intención de terminar pronto el acto que harían. Sus manos recorrieron cada centímetro de la piel ajena. Jadeos, gemidos y siseos se vieron atrapados en aquella habitación. Pronto el pelinegro se encontró recostado en el suelo, con su alfa entre sus piernas, notando la erección ajena frotarse contra la suya, arrancándole gemidos roncos.
—Te dejaré en claro algo —habló YoonGi sin dejar de frotarse—. Dudo llegar a amarte como pides.
JiMin le miró con cierto dolor, sin embargo, al sentir un dedo ajeno adentrarse en él, un placer le recorrió por completo, haciéndole jadear.
—Porque... —Fue interrumpido por un beso brusco.
«Creo llegar a amarte más de lo que pides.»
El beso que JiMin usó para acallarlo, fue el culpable de no decir el pensamiento completo. Pronto el descontrol de las acciones, de mandar a la mierda a la cordura, fue que YoonGi se enterró en su omega, sintiendo un placer embriagador y que no creyó sentir alguna vez. Los gemidos del omega le resultaban gloriosos, su lobo quería proclamar a su pareja, necesitaba hacerlo, pero la condición le retenía, le hacía gruñir frustrado. Por ello le embistió con fuerza, buscando la manera de transmitirle lo mucho que le estaba costando evitar marcarle.
—¡YoonGi! —gimió alto el pelinegro, llegando a su tan ansiado orgasmo, para después sentir la eyaculación de su pareja en su interior.
El rubio le abrazó con algo de fuerza, encontrando, de esa manera, refrenar las ganas de hincarle sus colmillos que habían crecido dolorosamente.
—Gracias.
Escuchó el murmullo del pelinegro, quien sonrió mientras acariciaba los cabellos ajenos con delicadeza. YoonGi no dijo nada, simplemente salió del interior del otro y, aún abrazándolo, se dejó caer encima del menor, disfrutando de las sutiles caricias ajenas.
Y así estuvieron un buen rato, sin decir nada, con las respiraciones tranquilas, con el calor de ambos haciéndoles sentir somnolientos, hasta caer dormidos.
Al día siguiente la puerta fue abierta abruptamente, alertando a YoonGi quien despertó enseguida gruñendo y estrechando a su pareja, demostrando que le protegía en caso de que se tratara de algún intruso. No obstante, se trataba de TaeHyung.
Los ojos de TaeHyung inspeccionaron el cuerpo adormilado de su amigo, notando ligeras marcas de mordidas en su cuello y una pequeña herida en su antebrazo derecho. Al ver aquello al instante gruñó, mostrando su enfado.
—Lo heriste —acusó el castaño.
YoonGi no dijo nada, simplemente estrechó aún más a JiMin. Aquello significaba un reto para el castaño quien estaba por convertirse si no es porque su amigo despertó.
—¿Qué sucede? —cuestionó con voz rasposa JiMin, mirando curioso al rubio, pues había percibido la tensión en el alfa.
YoonGi miró directamente al omega, sintiéndose un poco más relajado al ver sus hermosos ojos. Estaba experimentando, por primera vez, lo que su omega podría provocar en él, siendo pareja destinada; cosa que nunca sintió cuando estaba con Hobi.
—¿Tae? —llamó JiMin, al deshacer el agarre del mayor, quien le dejó sin apartar la mirada de su cuerpo—. ¿Me quieres explicar qué haces aquí?
—Vine a ver que este hijo de puta no te haya hecho algo, y sí que lo hizo.
JiMin frunció el entrecejo, no entendiendo a qué se refería su amigo.
—¿De qué hablas?
—¿Acaso no te duele la herida en tu antebrazo? Es, claramente, una mordida.
En ese instante el pelinegro dirigió sus orbes donde el otro le había dicho, viendo la herida con sangre seca y vestigios de colmillos. En realidad, no le dolía, o al menos no era algo por lo que debía preocuparse, puesto que desaparecería rápido. Lo que le costó trabajo, fue recordar el momento que se lastimó, hasta que un fragmento de memoria le hizo recordar la pelea con YoonGi. Se giró con rapidez y tomó la mano del alfa. YoonGi se mantuvo callado cuando el otro le miró con deje de culpa por haberle herido.
—Quítate, que tengo unas ganas de patearle el culo a ese imbécil.
—¿Te duele? —inquirió JiMin, ignorando a su alterado amigo.
—Me lo merecía, no te preocupes —dijo suave YoonGi, quien se puso de pie aún desnudo.
En ese momento, JiMin se percató de la desnudez de ambos y su rostro se coloreo de un intenso rojo.
—TaeTae —habló JiMin.
—¿Qué?
—¡Lárgate! —gritó, mirando sonrojado al otro.
—¡¿Por qué?!
—¡Estoy... estamos desnudos!
—¡Como si nunca te hubiera visto así!
El gruñido inconforme por parte de YoonGi, atrajo las miradas de los menores.
—¡Que te largues te digo! —repitió JiMin.
—¡Somos hombres, niño pudoroso! ¡Ni mi hermana... auch!
YonHye había llegado, golpeando en la cabeza de su hermano menor con una pequeña libreta.
—¡Te dije que los dejaras!
—¡Pero...!
—Papá te está buscando —confesó YonHye, mirando severa al otro—. Es sobre Kookie.
Fue sólo cosa de nombrar al menor que pronto no hubo rastro de TaeHyung. YoonGi bufó, rodando los ojos, recargado en una pared. YonHye dirigió su mirada empática hacia el omega Zafiro, sonriendo levemente.
—¿Cómo te sientes? —cuestionó la mujer mientras se acercaba al otro que seguía en el suelo.
—Mejor —respondió quedo, recibiendo un asentimiento.
—Te ves mejor —afirmó YonHye—. Le diré a tus padres que estás fuera de peligro, sin embargo, quedarán unas secuelas que trataré de aminorarlas con unos cuantos medicamentos y ejercicios terapéuticos. Hoy por la tarde estarás en casa, ya verás.
—Gracias, noona —dijo sonriente y alegre el pelinegro.
—¿Qué secuelas? —intervino YoonGi.
La doctora adoptó una postura fría para dirigirse a él.
—Convulsiones en todo el cuerpo, omisión al dolor, ligera taquicardia y baja respuesta en extremidades inferiores. En un rato los veo.
Dicho aquello, YonHye se retiró, sumiendo en un silencio mortífero a la pareja. YoonGi asimilaba todo lo dicho por la mujer, mirando a un tembloroso JiMin. Con cautela se acercó al menor y, tomándole de los brazos, le ayudó a ponerse de pie, notando que le costaba sostenerse, preocupándose y sintiéndose cada vez más culpable.
—Estaré bien —aseguró el pelinegro, tratando de transmitirle calma al mayor.
—Es mi culpa —dijo con pesar, tragando grueso.
—Quizás —añadió, para luego tomar el rostro ajeno y hacer que le mirara—, pero ya dije que estaré bien. Mejor ocúpate de tu parte.
El mayor sabía a lo que se refería JiMin: ganarse su confianza. Había meditado un poco la situación que estaba viviendo. Parecía que ya había aceptado del todo que el pelinegro era su omega, pero estaba esa espina que parecía no dejarle en paz: HoSeok. Debía arreglar tantas cosas, y todo por culpa de sus malas decisiones, de su egoísmo. Realmente no estaba seguro de lo que pasaría después de que el menor saliera del hospital, mas, estaba consciente de las posibilidades que pudieran surgir tan pronto se cruzaran las puertas del hospital.
YonHye había llegado con dos batas de hospital, dándoselas a los chicos, además de traer una silla de ruedas. JiMin fue puesto en ella con delicadeza, recibiendo también una manta para cubrir sus piernas. En silencio, fue llevado arriba, acompañado de YonHye y YoonGi. Al llegar, fue llevado a una habitación con una camilla, mesa con flores, el electrocardiograma, un sillón largo para visitas, una televisión empotrada en una esquina y una ventana con persianas. Cargado por YoonGi fue puesto en la camilla, escuchando el anuncio de que sus padres serían llamados. No fue cosa de esperar mucho puesto que ya tenía a sus progenitores abrazándole y con signos de alivio en sus rostros ya con ojeras.
—¡Mi amor! —exclamó su madre, estrechándole y repartiendo besos en su rostro, demostrando felicidad.
—Me alegra que estés bien hijo —comentó su padre, colocando su mano en el hombro de su hijo.
—Se encuentra fuera de peligro —intervino la doctora, atrayendo las miradas de los líderes Zafiro—. Podrá ir a casa por la tarde, mientras tanto estará en observación, se le realizarán estudios rápidos para determinar la gravedad de secuelas y se le suministrará suero para atender la ligera anemia que pueda tener.
—Gracias, doctora —agradeció el padre de JiMin.
—No hay de qué —respondió con una sonrisa—. Todo sea por un amigo de la familia, ¿cierto, ChimChim?
—¡Noona!
La habitación estalló en risas, ignorando que YoonGi seguía ahí, observando todo con incomodidad. Sabía perfectamente que no podía esperar gran cosa, puesto que había sido una falta suya todo aquel embrollo. Sin más, en silencio salió de la habitación, siendo notada su ausencia por JiMin.
—¿YoonGi? —llamó dudoso, interrumpiendo la breve plática banal que se había desatado.
Los padres del chico se miraron entre ellos y después a la doctora, quien suspiró y salió de la habitación, dando privacidad a aquella familia. Los progenitores se acercaron a la camilla, la madre se sentó, tomando la mano de su hijo con cariño.
—¿Qué pasa? —cuestionó calmo el chico.
—Nos regresaremos a Busan —anunció su padre de pie tras su madre—, hoy.
El pelinegro abrió los ojos por la sorpresa, boqueando por el desconcierto.
—Ah...
—Así te recuperarás pronto y...
—No —refutó JiMin.
—Hijo...
—¿Por qué más se quieren regresar? Sé que no es sólo por mi salud. ¿Es por YoonGi? ¿Es por él?
La molestia que sentía estaba creciendo. Aunque no estaba seguro de lo que sucedería con aquel alfa de los Aulladores, quería constatar que el rubio se esforzaría por ganarse su confianza. Tenía la ligera esperanza de que no se decepcionaría.
—Sí —contestó su madre—. Es por él que también queremos llevarte a casa.
—Pero...
—Escucha —interrumpió la mujer, haciendo un ademán con su mano—. Sé que es tu pareja destinada, pero es importante que te recuperes —dijo sincera y firme la mujer, para después suspirar—. S-será por un tiempo que no le verás. Mientras ustedes estaban abajo, nos dimos a la tarea de llegar a un acuerdo con los líderes Aulladores...
YoonGi había sido recogido en el hospital por un chofer que le facilitó una muda de ropa. Al llegar a casa, sus padres, hermano y HoSeok le esperaban en el despacho de su padre. Las miradas fijas sobre su persona, la incomodidad y la culpa sólo le estaban crispando los nervios. Tenía la seguridad que sería regañado y quizás castigado.
—YoonGi —llamó su padre con voz demandante.
—¿Qué? —respondió con cierta altanería, no apropiada para el momento, sin embargo, era característica de él.
—¿Arreglaste el problema? —inquirió su progenitor.
—Si te refieres a que JiMin está fuera de peligro, sí, hoy por la tarde será dado de alta —explicó neutro.
El resoplido de alivio dado por su madre, le hizo saber que eso era lo que más les aquejaba.
—Es bueno saber eso —añadió sincero el alfa, para después adoptar una postura autoritaria. Algo realmente duro le sería impuesto—. Hijo, por los problemas que causaste a una familia muy allegada a nosotros, además de casi poner en duda la lealtad de nuestra familia, tendrás un castigo.
Lo sabía y no se opondría —por primera vez— a recibirlo. Por ello sonrió con cierta ironía.
—Serás degradado a lo más bajo en la compañía —anunció severo el alfa líder—. Tendrás un año, antes de que se efectúe la Gran Reunión del año entrante, para demostrarnos que mereces ser llamado hijo mío. Hasta entonces, serás despojado de todos los privilegios y serás llevado a la zona habitacional cerca de la fábrica, como cualquier empleado. Si en el plazo que te hemos dado, no logras demostrar que eres mi hijo, te será negado todo contacto con JiMin y serás expulsado de la manada, ¿entendido? Por ahora, al salir, te escoltarán hasta los condominios, no podrás despedirte de JiMin, lo siento.
El rubio en todo momento miró la herida en su mano, aquella en la que los colmillos de su omega se habían encajado. Al escuchar que no tendría contacto con JiMin, se tensó pues su lobo se alteró por ello. En el preciso instante que su padre terminó de hablar, le miró aún sonriente, sin embargo, esta vez era un gesto de aceptación.
—Sí —respondió suave YoonGi, suspirando y comenzando a reír por lo bajo, descolocando a los presentes—. ¿Saben qué es lo gracioso? Que estoy aceptando algo como esto, porque quiero volver a ver a JiMin.
—¿Por qué es gracioso? —inquirió HoSeok, no comprendiendo lo que decía el otro.
—Porque se supone que te amo —respondió sin filtro, siendo honesto consigo mismo—. Y digo se supone, porque ya no sé si en verdad lo haga, por ello, te pido perdón por causarte problemas, Hobi.
La manera de ser de YoonGi en ese instante era sorprendente. Tan manso, amable... Eso no se veía todos los días.
—Hermano, en realidad no tengo remordimientos hacia ti así que no esperes disculpas de mi parte. Es más: vete a la mierda.
Aunque era muy temprano para decir que el rubio había cambiado.
—Madre, gracias por preocuparte por mí, pero estaré bien. Acepta que ya tengo más de veinte —dijo con cariño a su progenitora, quien sonrió enternecida—. Padre, ten en mente que, en la Gran Reunión, estaré ahí.
Dicho aquello, es como él realizó una venia antes de retirarse y seguir a los guardas que había afuera del despacho de su padre, escoltándole a los edificios donde los empleados de la compañía maderera vivían.
Iba a ser un año largo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top