Capítulo III

Después de aquel saludo tan intenso, donde pensamientos distintos se arremolinaron, se pudo percibir el rechazo completo de YoonGi hacia JiMin. De pronto una tensión se instauró entre las dos familias, que inclusive causó revuelo entre los progenitores de ambos.

Esa sensación de hogar, de querer tocarlo y permanecer a su lado, sumado a que estaba previo al celo, hacían estragos en JiMin. El notorio rechazo de YoonGi le hizo desviar su mirada y agachar un poco la cabeza. Tenía esa sensación triste y desamparada. Nunca había sufrido algo así y mucho menos lo esperó de su pareja. Porque sí, después de sopesar un poco sus sensaciones, se dio cuenta de que ese YoonGi era su pareja destinada. Su lobo deseaba abalanzarse al otro, frotarse y que lo marcara.

Nada de eso iba a suceder. JiMin se dio cuenta de ello cuando notó el bufido de hastío de YoonGi y cómo se había marchado de donde sus familias estaban. Sus padres se miraban atónitos y pidieron disculpas por el comportamiento de su hijo. JiMin no supo qué más pasó, lo único que hizo fue caminar hacia donde el otro había ido.

¿Acaso él no sabía que JiMin se trataba de su pareja destinada? ¿No había sentido ese anhelo hacia él?

Pasó entre la gente, pidiendo disculpas y haciendo venias a alfas dominantes, para así llegar al pasillo que llevaba a los baños y donde estaban los balcones. El aroma de YoonGi lo pudo reconocer y de esa manera le resultó más sencillo encontrarlo. Caminó rápido cuando el aroma se intensificó y se detuvo en seco, a unos pasos del alfa, observando la espalda del otro que estaba recargado en el barandal del balcón que daba una vista hermosa de la noche en Seúl.

—¿Qué quieres, mocoso? —preguntó YoonGi, asustando al pelinegro quien desvió su mirada cuando el rubio se viró para verle por sobre su hombro.

—¿No lo sentiste? —inquirió dudoso JiMin, armándose de valor para preguntar lo que tanto quería saber— ¿Tú no...?

—Sé que eres mi pareja, pero yo no te quiero —respondió seco, frío, tajante y cruel YoonGi—. No me lo tomes a mal, eres caliente, pero no quiero ser tu pareja.

JiMin tragó grueso, aguantando las inmensas ganas de llorar, viendo al otro a los ojos pues se había girado para verle de frente. Pudo notar que su semblante era estoico, como si no tuviera sentimientos y no le costara destrozar los de otros.

—Eres muy cruel... y un imbécil —dijo JiMin con la voz temblorosa, respirando profundamente para no romper en llanto.

¿Por qué cuando por fin había hallado a su pareja destinada, resultaba rechazado?

—No soy conocido por ser de otra manera —resolvió YoonGi, encogiéndose de hombros, restándole importancia al dolor que los ojos ajenos despedían.

—Esto no se suponía que tenía que ser así —pensó en voz alta el pelinegro, posando su mirar en cualquier otro lado que no fuera el rubio.

—¿Y cómo esperabas que fuera? ¿Que me lanzara hacia ti, diciéndote que te estuve esperando, que te amo, que eres mi todo? —dijo burlón YoonGi—. Por favor, eso es de críos. Yo amo a alguien más, alguien que ha estado conmigo por mucho tiempo y no alguien a quien no tengo ni una hora de conocer.

Aquella confesión acribilló a JiMin, pero se mantuvo firme. No flaquearía, no se rompería frente al otro, aunque por dentro poco a poco iba destrozándose.

—Así que, te recomendaría aceptar a algún estúpido hijo de papi que hay adentro. No soy el único en esta jodida reunión. —recomendó YoonGi, pasando de largo al pelinegro—. Tienes buen culo, por cierto.

Tan vil, tan...

En cuanto ya no sintió más el aroma de YoonGi, JiMin se permitió derramar unas cuantas lágrimas. ¿Cómo debía sentirse? ¿Humillado? ¿Rechazado? ¿Imbécil?

Por otro lado, el rubio sentía la rabia de su lobo, la impotencia que éste sentía al ver cómo el humano rechazaba cruelmente a su pareja, a su omega. Pero, a consideración de él, era mejor así. No lo amaba, no creía llegar a amarlo. Dudaba amarlo algún día, porque no era Hobi, porque no lo conocía como Hobi lo hacía. Y esas eran razones suficientes para declinar en lanzarse a devorar aquellos labios y en hundirse en aquel voluptuoso trasero.

No quiso regresar con sus padres, quería marcharse de ahí, pero no pudo cumplir su cometido, puesto que su progenitor le halló y lo llevó adonde no quería estar.

Mientras aquello ocurría, JiMin volvió a lado de sus progenitores, haciéndoles saber que no se sentía bien, que quería volver a casa pues su celo se le hacía más difícil de controlar. Una mentira que sus padres notaron, pero que —por sus ojos rojos y un poco hinchados— omitieron lo dejaron ir. Ya ellos rendirían cuentas a las demás manadas.


En casa, JiMin se fue directamente a tomar una ducha. Su lobo lloriqueaba y tenía las orejas y cola agachadas, en signo de tristeza máxima. Los ánimos del pelinegro no eran los mejores y sentía que en algún punto cometería alguna tontería.

Saliendo de la ducha, se puso un pijama ligero de color azul cielo, se metió a su cama y decidió que tenía que distraerse. Así, terminó llamando a su amigo TaeHyung, quien respondió al cuarto timbrazo.

¡JiMin-ah! —respondió TaeHyung sumamente alegre, haciendo sonreír un poco al aludido.

—Hola —respondió en un hilo de voz JiMin.

Woah, no desbordes tanto entusiasmo —replicó TaeHyung, sacándole una pequeña risa.

—Lo siento.

Mmmm...supongamos que te creo.

— Me agrada tu suposición.

Un pequeño silencio hubo hasta que JiMin escuchó un susurro.

—¿Estás con alguien?

Eso sonó a lo típico de una pareja celosa, amigo.

La sola mención de «pareja» hizo que los ánimos del pelinegro volvieran a decaer. Un suspiro profundo escapó de sus labios y aquello alertó a su amigo.

—¿Qué tienes?

JiMin quiso responder, en verdad deseaba hacerlo, pero un nudo en la garganta se formó y nada escapó de su boca.

¿JiMin?

— Ven —pidió por lo bajo y con la voz entrecortada—. TaeTae, ven.

¿Dónde estás?

—En mi casa.

¿Ya terminó la Gran Aburrición?

—No.

Silencio, unos cuantos murmullos más y una respuesta al fin.

Voy para allá.

Y así finalizó la llamada. Su pecho dolía, sus ojos acumulaban más y más lágrimas. Se sentía patético, un completo tonto por sufrir por un rechazo. Sin embargo, no era un rechazo cualquiera, era el rechazo de tu propia pareja destinada, por la que esperaste años, por la que te negaste a muchos alfa, por la que soñabas. ¿No había sido cruel la forma en la que YoonGi le había tratado?

No habían cruzado media palabra más que para el saludo. No entendía su odio. Ni siquiera le había dado la oportunidad de conversar; nada. Fue doloroso y hasta se recriminó por no haber aceptado la propuesta de compromiso con otro alfa de las Cinco Céntricas. Todo por esperar iluso a su otra mitad, a su complemento, a aquel que pudiera hacerle sentir una y mil sensaciones.

JiMin se hizo ovillo, cubriéndose con su cobertor hasta arriba de su cabeza, soltando sollozos que no podía retener más. Y de pronto, un calor familiar, un aroma conocido: TaeHyung había llegado y fue ahí donde su llanto ya no pudo reprimirse. Su amigo no retiró el cobertor, había respetado eso. Le sostuvo entre sus brazos el tiempo suficiente en el que sus ojos derramaron lágrimas amargas.

Cuando al fin pudo calmarse, se quedó en silencio, concentrándose en la calidez fraternal que Tae le brindaba. Hasta ese momento no había sido consciente de un aroma más, uno dulce con toques al aroma de su amigo. Será...

JiMin se descubrió poco a poco viendo el rostro de un ahora sonriente Tae, quien secó sus mejillas y acomodó sus cabellos de forma delicada.

—¿Mejor?

JiMin asintió, aclarándose la garganta. Aquel aroma ahora era un poco más intenso y la sensación de ser evaluado le hicieron erguirse un poco para ver a un jovencito sentado al estilo indio a un lado de su cama, en el suelo. Sus ojos grandes de color verde con dorado y sus cabellos castaños caramelo le atraparon. ¿Quién era?

—¡Oh! —exclamó Tae, asomándose por sobre el hombro de JiMin, recargándose en este—. Él es JungKook-ie, mi pareja, JiMin-ah. Kookie, él es mi amigo, JiMin-ie.

Una presentación en el momento menos oportuno. Típico de Tae.

Los dos omega se miraron intensamente hasta que JungKook esbozó una ligera sonrisa, que contagió a JiMin.

—¡Un gusto!

—El gusto es mío.

Tae dejó escapar el aire contenido en sus pulmones, haciéndolos reír.

—Pensé que algo iba a suceder... ¡No se rían!

Después de que JungKook le relatara qué hacía ahí, siendo que Tae se trababa mucho al hablar, fue que JiMin se dio cuenta que sus historias eran muy diferentes. JungKook le comentó que él supo que Tae era su pareja destinada el mismo día que fue a aquella cafetería. Sin embargo, y por órdenes de su padre, tuvo que abstenerse de acercarse. De hecho, cuando conversó con su mejor amigo —que resultó ser el primo de Tae—, ese día, tuvo una discusión con su padre donde le hizo saber que había encontrado a su pareja. Su papá no le creyó e hizo que la boda se adelantara para el día de la Gran Reunión. Tae se enteró por su primo y fue a impedir la boda.

Demasiado para ser real, pero todo puede suceder, ¿no?

JiMin sintió envidia de su amigo, pues no había sido rechazado, ni nada por el estilo. En cambio, él...

—¡Yah! —exclamó TaeHyung, llamando la atención de JiMin—. Di de una vez qué te tiene así de depresivo.

—¡Tae! —regañó JungKook, que, para ser menor, era un poco más maduro que su amigo.

—Encontré a mi pareja destinada.

Ninguna respuesta. Dos pares de ojos le miraban atentos, procesando tal confesión.

—¿No deberías estar feliz? —inquirió TaeHyung completamente extrañado.

—Debería, ¿cierto? —respondió irónico JiMin.

—¿Qué fue lo que pasó? —habló dudoso JungKook, temiendo que fuera a incomodar; después de todo, él apenas conocía al pelinegro.

—Me rechazó.

—¡¿Qué?! —respondieron sorprendidos al unísono la pareja— ¿Cómo...? Es que...

Tae no hallaba algo que pudiera ser completamente lógico para que una pareja rechazara a la otra. No había coherencia.

—¿Pu-puedes decirnos quién es? —preguntó esta vez JungKook.

—YoonGi.

—¿YoonGi? ¿El hijo menor de los Aulladores?

—El mismo.

En cuanto notó el fruncimiento del entrecejo de Tae, JiMin supo que debía tener cuidado con él. Cuando Tae se molestaba sólo hacía un berrinche leve, JiMin hacía aegyo y fin del asunto. Pero, cuando se enfadaba, era otro. No había suplica o perdón suficiente para contenerlo. Quizás JungKook podría ser la excepción, aunque no había algo garantizado.

—¿Qué te dijo?

La voz grave, la mirada enfadada, hicieron temblar de nervios a JiMin.

—N-no tiene caso recordarlo, ¿sí? Sólo me rechazó.

—Solamente.

Ahora recordaba por qué en la Academia llegaron a respetar al infantil de Tae.

—¿Tae? —llamó JungKook, posando una de sus manos en una de su pareja.

—No quiero repetirlo, JiMin, así que responde: ¿qué te dijo ése imbécil?

Kook trataba de calmar a su pareja lo mejor que podía, pero era difícil siendo que aún no se unían: eso era algo primordial para poder contener mejor a un alfa enfadado.

JiMin estaba por negarse, pero sabía que sólo haría enojar más a su amigo, por ello decidió responder.

—Me dijo que sabía que era mi pareja, pero que ya amaba a otro, que mejor aceptara estar con algún otro alfa porque él no quería estar conmigo.

Los ojos azules de JiMin estaban posados en las mantas de su cama, evitando mirar a su amigo. Sentía miedo, porque Tae podía ser impredecible y bastante fiero. Anhelaba que JungKook pudiera calmarlo un poco para que no cometiera alguna locura.

—De acuerdo.

JiMin miró a su amigo aferrándose a las mantas con una de sus manos mientras la otra sostenía la de su pareja. JiMin sabía que estaba conteniéndose, luchando consigo mismo para no hacer lo que su cabeza dictaba, lo que su lobo pedía. Un ligero alivio recorrió su espina cuando vio la sonrisa en los labios de Tae.

—Gracias y, por favor, que nadie más sepa de esto, ¿sí?

—Lo prometemos, JiMin-hyung.

Con eso, el pelinegro tuvo para confiar que ese problema no se volvería más grande. Entre menos personas supieran, mejor. Sin embargo, en la vida existen coincidencias; ya sean para bien o para mal.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top