4.¡PAPARAZZI!

NOTA MENTAL🤔

¿Y si descubrieras que tu llegada a Inglaterra es motivo de alegría para unos, pero no para otros? Y de repente te das cuenta de que hay SECRETOS. Secretos que, en cierto modo es mejor no averiguar.

ELA

—Hemos llegado, Milady. ¿A qué hora la recojo?

Miro mi reloj. Son casi las nueve de la noche, y ya está anocheciendo.

—Dentro de tres horas estaría bien, gracias.

Tom, el chófer de la familia, acaba de aparcar cerca de Leicester Square, el lugar donde he quedado con Evelyn, mi nueva "amiga". Lo peor de todo es que me he ido del castillo a duras penas. María no quería que saliera, pero finalmente ha decidido que uno de los guardaespaldas me acompañara, por si acaso.

¿Qué es lo que pienso? Que me fastidia más de la cuenta tener que pedir permiso para salir a la calle, aunque comprenda la situación. Sin embargo, necesito aire fresco y lo cierto es que no puedo estar consumida por el miedo, no es propio de mí.

Dicho y hecho. Antes de salir del coche me analizo unos minutos con nerviosismo, aunque no me da mucho tiempo, ya que veo que Evelin está ya aquí. Me está esperando delante del cine Magic Cinema—nuestro punto de quedada—, y me saluda con la mano desde la otra acera.

—¡Hola!

—¡Guau! Ela, qué cambio das al arreglarte un poco. Hoy parecías una adolescente con esas zapatillas de deporte.

—Sí, te lo he dicho: arreglarme no es lo mío, aunque tampoco me desagrada en ocasiones especiales. No soy de las que va a comprar el pan maquillada.

Le sale una risa.

—Pues... se te ve muy bien así.

—Gracias.

¿Qué más puedo decir? Comparada conmigo, ella parece una modelo y tiene muy buen gusto para vestir, propio de su profesión. Lleva unos pantalones cortos y un top celeste a juego con los tacones turquesa, aparte de un chaleco que combina perfectamente con los pantalones. Realmente, a su lado me siento como una estudiante de secundaria.

—¿Qué te parece si primero vamos al cine y luego cenamos en el Peter Gourmet? La carne está deliciosa y tienen una variedad interesante de postres.

—Me parece bien —digo y sonrío—. En cualquier sitio estoy mejor que en Northampton.

—¿De verdad? Pero si es una pasada vivir en un castillo.

Me hace mucha gracia porque Evelyn no para de mover el bolso de un lado a otro y parece entusiasmada con nuestra salida, al igual que yo.

—Lady María y todos los demás son geniales conmigo, pero aun así no consigo sentirme como en casa. Es normal, supongo...—añado y muevo un poco la boca, mientras miro al guardaespaldas que me han asignado—. Y no te creas que hay tantas cosas que hacer en un castillo. Es muy aburrido y antes casi me pierdo mientras buscaba el cuarto de la colada.

—Pues eres la primera persona a la que oigo decir que es aburrido vivir en un castillo. Será... —contesta extrañada y divertida al mismo tiempo.

Echo un vistazo a la cola que nos espera delante del prestigioso cine en Leicester. Las luces de la cartelera nos ciegan y las farolas que iluminan la calle intensifican ese brillo. No pensaba que iba a haber tanta gente y me imagino que vamos a tardar un buen rato, lo que para mí resulta insoportable, porque soy muy impaciente. El edificio blanco e imponente tiene tres pisos y la forma del cine es esférica. Me recuerda mucho al Globe Theatre, el teatro que Shakespeare fundó en 1599 y que tenía características semejantes.

Sin embargo, al mirar mejor a mi alrededor, observo que no son solamente las luces de las farolas y de la cartelera, sino que hay luces interminables y cada vez más persistentes. El zumbido de las cámaras suena una y otra vez.

¡Ohhhh mierda!

—¿Qué está pasando? —mi corazón empieza con su tambor tan característico en mi pecho y miro a Evelin alarmada.

—¡Son los paparazzi! —responde y veo su asombro.

¡Mil veces joder!¡Se supone que mi presencia en Northampton no es oficial todavía!

—¿Cómo se han enterado?

Volteo la cabeza y veo atónita que estoy completamente rodeada de periodistas cargados con cámaras, que intentan sacar fotos de mí con profesionalidad. Desgraciadamente, me doy cuenta de que finalmente está ocurriendo lo que tanto temía: la prensa está aquí.

¿Cómo es posible?

De repente no veo a Evelyn. ¿Y dónde está ella? No sé cuándo puñetas se ha ido de mi lado, ni cómo, pero no la veo por ningún sitio. Y al guardaespaldas de los cojones tampoco.

Mi corazón empieza a latir más fuerte todavía y miro alrededor totalmente desorientada. Hay al menos veinte cámaras, sin exagerar, y no distingo bien las voces de los periodistas, ya que todos luchan literalmente por llegar lo más cerca de mí y entrevistarme. Únicamente pude descifrar algunas de las preguntas que están formulando: «¿Es usted Catalina Dashwood? ¿Cuánto tiempo lleva aquí? Lady Dashwood...».

Empiezo a retroceder desesperada y me siento horrible porque estoy prácticamente acorralada. Mi maldita mente piensa que no puedo huir del sitio, no conozco la ciudad y, de todos modos, los paparazzi irían detrás de mí. Por un instante, al verme en esta tesitura, me pregunto cómo pueden los famosos soportar esto todos los días, al mismo tiempo que me llevo los brazos a la cara, cegada por el flash de las cámaras.

De hecho, no me da tiempo a pensar en nada más. ¡Oh dios! Un ruido demasiado intenso me provoca un pitido horrible en los oídos y siento mi cabeza taladrada. De repente gritos. Los míos y de los periodistas. Noto el cuerpo de una persona detrás de mí, derrumbándose sobre el asfalto, y a solo un metro.

¿Qué coño está pasando? Siento mi débil corazón bailar en mi pecho.

NO-ME-LO-CREO

¡Ha sido un puto disparo! Abro los ojos y me llevo las manos a la cara cuando veo la sangre fluir del cuerpo robusto de un hombre mayor, el cual carga una cámara. ¡Sangre! El sitio se torna más despejado, puesto que todos han empezado a correr en todas las direcciones. Al instante percibo que a poca distancia hay un todoterreno de color oscuro. Asimismo noto un jodido tipo oculto por la penumbra, el cual lleva medio cuerpo sacado por la ventanilla. Consigo distinguir en la confusión que este lleva una gorra y me está apuntando con una pistola.

«¡Mierdaaaa!», grito mentalmente. ¡Me está apuntando a mí!

En mis jodidos planes no entraba morir en menos de veinticuatro horas, ¡eso lo tengo clarísimo!

Mis pies quedan entumecidos y apenas me puedo mover. Solamente oígo un chirrido estridente sobre el asfalto cuando, de repente, un BMW deportivo azul oscuro, clava las grandes ruedas denlante de mis narices, precisamente en medio de dónde me encuentro y de aquel todoterreno

Un hombre alto—demasiado alto—, castaño (¿o rubio?), vestido de traje y que lleva unas gafas de sol se lanza fuera del automóvil. Observo que sujeta una pistola, la cual mueve agitado, pero decidido. Queda de espaldas a mí y alza su brazo, tapandome completamente. Acto seguido, coloca su codo en lo alto del deportivo y dispara en dirección a aquella camioneta.

¿Pero qué... narices... sucede?¿Y dónde está mi guardaespaldas? No me da tiempo a tener ninguna reacción porque enseguida el hombre de las gafas se gira a mí y me agarra el brazo, arrastrandome al suelo, junto a él. Una bala atraviesa instantáneamente el cuerpo de una mujer que se encuentra detrás de nosotros.

¡Ohhh, cielo santo! ¿Qué puta pelicula de miedo es esta? Empiezo a temblar al ver la sangre fresca otra vez y quedo totalmente bloqueada.

«Rojo...»

—¡Mierda! —escucho la voz del hombre en mi oído y siento un dolor pronunciado en mis rodillas, como fruto del golpe brusco.

Miro atolondrada cómo el tipo de piel clara, que contrasta demasiado con su cabello, flexiona sus piernas y levanta la cabeza, a la vez que otra bala sale disparada de su pistola.

—¡Bien! —otra vez su voz curiosamente tranquila.

Es como si hablara solo. Veo cómo carga el arma y casi que vuelo por el aire cuando su mano potente agarra mi brazo y me empuja en el deportivo, haciendo que camine a gatas sobre el asiento del piloto. Estoy tan aterrada, que incluso se me ha olvidado hablar, o de que llevo falda y ahora mismo las manos del tipo este qué ni sé quién es, están haciendo presión en mis nalgas y la parte trasera de mis muslos desnudos para darme prisa.

Mientras me coloco velozmente en el asiento del copiloto, no dejo de mirar el 4X4, que empieza a dar marcha atrás, apróximandose a nosotros. Giro mi cabeza y veo cómo el tío cierra su puerta deprisa y arranca el coche. El derrape de las ruedas provoca mucho humo con nuestra salida violenta.

Lo miro con perplejidad y aprieto mis manos. ¿Quién es este tipo?

Veo su rostro de perfil en la penumbra, pero no percibo gran cosa. Mi conciencia, también despistada, me avisa que no conozco a nadie en Londres, salvo a Evelin, ¡que en ese momento no tengo ni puñetera idea de dónde está!

—Yo... —me quedo completamente boquiabierta—. No te conozco...

—¡Eso da igual! —me hace una señal con la mano y su tono es serio y muy irritado. —Ya me conocerás. ¡Ahora solo ponte el maldito cinturón!

«Virgen...», pienso mientras me tambaleo con gravedad a raíz del movimiento brusco del coche. ¿Qué hago?

—¿El cinturón? —pregunto y desvio la mirada, poniéndome más nerviosa todavía.

¡Qué más da el cinturón en este momento!

«Estás con un hombre desconocido en un coche desconocido. ¡Y casi te mueres!», me susurra esa voz interna muy pero muy cagada de miedo.

—¿Y Evelin? —digo nerviosa y miro hacia atrás, pero no hay nadie más en el vehículo, únicamente él y yo. —¿Quién eres? —pregunto sumamente aterrorizada.

Empiezo a mirar por la ventana alarmada, en un intento de averiguar si puedo abrir la puerta y bajar deprisa, pero es en vano. El individuo acelera y empieza a conducir a una velocidad vertiginosa, huyendo de la prensa.

—Te lo vuelvo a preguntar... —me armo de valor y le grito—. ¿Quién... coño... eres?

Noto la manera en la que aprieta los dientes alterado y ... sus jodidas gafas de sol.¿A qué persona en su sano juicio se le ocurriría llevar gafas de sol de noche? A no ser que.. ¡Ohhh mierda! Que me quiera secuestrar y necesita pasar desapercibido.

¿Pero por qué me ha salvado?

—¡Contesta!

Noto sus brazos extendidos sobre el volante y cómo eleva el mentón, centrándose en la carretera.

—¿Cómo se te ha ocurrido salir a la calle?—oigo su voz llena de reproche.

Abro los ojos como platos.

—¿Me estás hablando a mí? —me giro y lo miro incrédula, sin poder creerme que me está cuestionando sin conocerme de nada. Me llevo la mano al corazón, demasiado preocupada.

¿O sí me conoce?

No contesta y solamente aprieta su barbilla con una mano, mirando el espejo retrovisor. Me paso la mano por el cabello y analizo sus manos fuertes sobre el volante del coche, después miro al tipo, después el volante, acto seguido la ventanilla y así.

—Deberías darme las gracias —afirma con mucha seguridad y cierta soberbia—. Te acabo de salvar el culo, duchess.

¿Qué? ¿Este individuo me acaba de llamar "duquesa" con un sarcasmo evidente?

No me cabe la menor duda de que sabe quién soy.

En la penumbra distingo más o menos su rostro, aunque sea de perfil. Noto que en su cara reinan unos rasgos exageradamente masculinos, su mentón es más que saliente y sus dientes resaltan en la oscuridad del coche. Hasta diría que este hombre vive en el odontólogo o posa para anuncios publicitarios de pasta de dientes. Quizás sea modelo y a la vez sicario o algo por el estilo.

«Sicario...¡Mierda!».

¿Y si en realidad el otro tipo del 4X4 le estaba disparando a él para intentar protegerme, y no al revés? Basicamente el chico ha llegado de momento y ni siquiera he visto quién ha derrumbado al periodista que había detrás.

Mi piel se eriza.

¿Y si en realidad me he ido con la persona equivocada?

Aprieto la maneta del deportivo con disimulo mientras observo con la boca abierta cómo él sonríe con sarcasmo y malicia misteriosa. Como resultado, en este preciso y puñetero instante me quiero morir del miedo. Y más me quiero morir cuando veo con estupor que el dichoso hombre este es más rápido que yo y activa el seguro de las narices.

—Ni lo intentes —me suelta sin mirarme—. No tienes adónde ir, ¿vale? ¡Tranquilízate ya! Solo intentaba protegerte—añade.

—¿Por qué te creeria?

—¿Porque no te queda otra? —responde con otra pregunta.

Tiene razón, aunque me cueste reconocerlo. Estoy atrapada.

—¿Eres alguien de seguridad? —me humedezco los labios y pienso en averiguar quién es.

Se rie irritado y no me contesta. Mi corazón late a mil al encontrarme sumergida en la incertidumbre.

¿Por qué no me contesta?.

—¿Tienes miedo? —agudiza su voz, de modo que esta suena más áspera todavía.

—¿Debería tenerlo?

Soy muy consciente que estoy a la defensiva en este instante, muy preocupada y con los ojos terriblemente abiertos.

—¿Qué tal con tu nueva vida?

¿Será posible? Este tipo en versión James Bond y salido de la nada está esquivando mis preguntas constantemente.

—Entonces sabes quíen soy —alzo el entrecejo.

—¿Te parece que tengo cara de dedicarme a salvar gente por ahí por ... —junta los labios y mueve la mano— puro aburrimiento, o qué?

Un escalofrío me recorre.

—Te aseguro que tengo otras mejores cosas que hacer que proteger a una descerebrada como tú.

¿Me acaba de llamar descerebrada? Ya en serio, ¿de qué coño va?

Sus modales dejan de desear y me resulta muy extraño que me hable así si realmente fuera alguien de seguridad. Al fin y al cabo soy su jefa. Me está mintiendo.

«¡Dios, Elena! Piensa, piensa...»

Vuelvo a entrar en pánico.

—¡Cuida tu boca, ehh! —tartamudeo con gravedad, pero alzo mi mano amenazante—¿qué narices ha sido eso que acaba de pasar ? —hablo consternada y casi histérica, debido a que los nervios me siguen jugando una mala pasada.

—Si quieres, te lo escribo. ¿O quieres que te lo grabe, guapa? —Me sigue hablando en ese tono burlón y la verdad es que no entiendo por qué. Acto seguido, continúa fijándome con su vista. En cambio, soy yo la que mantengo mi mirada al frente esta vez y pongo morros.

Me empiezo a ruborizar.

¿De qué va? ¿Acaba de decir pretty? Es decir, ¿«guapa» en inglés? Al escuchar esa palabra, me acuerdo de la película Pretty woman. Solo que él no es Richard Gere y yo no soy Julia Roberts.

Aparto la vista del frente y miro por la ventana, pensando en que me parece demasiado atrevido por su parte hacer estos comentarios y, como resultado, me pongo arisca. Su petulancia y lo prepotente que es, me incomoda y hace que me entren ganas de volarle esas gafas oscuras de la cara de un guantazo.

—A ver si lo entiendo... —hablo verdaderamente jodida—. ¿Tu trabajo también consiste en incomodar a tu protegida con comentarios inoportunos?

—Mi protegida...ajaamm —bufa incómodo, pero al mismo tiempo divertido. Como si le hiciera gracia mi pregunta.

Yo me cruzo de brazos y no le quito la vista. Permanezco como una tumba.

—¿Qué?

—Exijo unas disculpas —le digo contundente.

Resopla angustiado en su asiento y me mira desconcertado. Solo lo supongo, porque claramente no lo puedo saber del todo por las gafas de sol de las narices.

—¡Pues olvídate! —me dice en un susurro y acerca su cabeza a la mía—. No soy de los que piden perdón.

—Ahhhh, ya sé— respondo bajo impulso—. Tú eres de los idiotas que asocian el "perdón" con el fin del mundo.

Gira bruscamente el volante en una curva. Por mi parte, prefiero no mirarle la cara. Ya me cae como el culo.

—¿La verdad te incomoda, duchess? —prosigue con una voz demasiado mordaz.

—¿Cómo? —respondo con voz interrogativa, al mismo tiempo que me agarro al asiento por el impacto del giro brusco.

Creo que lo del guantazo es buena idea, si lo pienso bien. No me puedo creer las preguntas impertinentes que me está haciendo. Dios mío, ¿me pueden pasar más cosas extrañas? Mi vida ha sido un caos, y no han pasado ni dos días.

—Te preguntaba si la verdad te incomoda.

—¡Sé lo que me has preguntado! —Trago en seco—. ¿Puedes ir más despacio? Pensaba que querías protegerme, no provocar un maldito accidente —sigo inquieta, dando tumbos en el asiento por la gran velocidad a la que está conduciendo.

El deportivo resbala por la carretera a causa del suelo mojado por la lluvia, a ciento ochenta kilómetros por hora. Me agarro más en el asiento y lo miro atemorizada. Me prometo en mi mente que si consigo sobrevivir esta noche, no volveré a fumar a escondidas de mis padres—no, directamente dejaré de fumar—, y tampoco me copiaré en la clase de Literatura Clásica.

—¿Es que estás loco? —tenso los labios y mis manos para sujetarme mejor mientras noto un pitido agudo en mi tímpano.

Pero él sigue tan tranquilo.

—¿Qué pretendes?—insisto—. ¿Matarnos?

—Ojalá... —musita en voz casi inaudible y yo me llevo la mano al pecho.

«¿Y si es un puto terrorista suicida con cara de modelo y cuerpo de...?»

Trago en seco otra vez e intento no analizarlo demasiado.

—¿Qué tal en Northampton?

Doy un brinco en la silla.

—¡Dios mío, todos me preguntan lo mismo! — balbuceo.

—¿Su Excelencia te cuida mucho, no?

—¿Tú qué opinas? —respondo ruda.

—Entonces debes sentirte contenta y satisfecha. Tu vida ha cambiado por completo y a cualquiera le gustaría estar en tu lugar.

¡Joder Ela! ¿ Qué es todo esto?

—No entiendo. ¿Puedes decirme ya de una vez qué pretendes? —estoy disgustada, sin entender su actitud tan borde y engreída.

Me muerdo la lengua en el mismo instante, porque lo mínimo que podría hacer sería cerrar la boca y estar quieta hasta que me vea fuera de este maldito coche.

«Pero noooooooo.... Elena, hablas demasiado... Ufff, ufff»

—Supongo que eras una persona normal hasta hace unos días. Se te ve muy joven, pero ya eres la heredera de toda una fortuna.

—¿Y eso hace que deje de ser normal? —le grito.

—No sé, tú dime —su voz suena sensual y hasta juraría que está jugando conmigo— ¿No era esto lo que buscabas? Si no, ¿para qué venir a Inglaterra, y exactamente al castillo de Ipswitch, donde está expuesto el cuadro de Elissa?

¡Ohhhh dios! No entiendo nada.

—¿Qué insinúas? —pregunto rápido, intentando salir de mi conmoción, aunque surge el efecto contrario.

—No te quiero ofender, pero ha habido ya muchas como tú que decían ser la persona que Lady Dashwood está buscando. Su Excelencia es la persona que más me importa.

Seguro que si no llevara esos lentes sin sentido, ya me habría atravesado con una mirada lacerante, puesto que el individuo afirma todo esto con mucha dureza y odio. No entiendo por qué, pero no es difícil darme cuenta de que está sospechando de mí.

—Entonces, ¿por qué me has rescatado de los periodistas si piensas que soy una impostora? —pregunto desconcertada, yendo al grano.

Muevo las rodillas, que me están temblando. Sinceramente, no sé a dónde quiere llegar.

—No te he rescatado a ti, sino a la nieta de la duquesa, hasta que se demuestre lo contrario. Una prueba de ADN puede no significar nada y una falsificación no queda excluida. Los médicos no siempre son de fiar, ya sabes...

—¿Te digo una cosa? —Carraspeo molesta—. ¡Ojalá no fuera la nieta de tu duquesa! Pero mientras lo sea, debes respetarme hasta que se demuestre lo contrario, tal y como acabas de afirmar —añado con franqueza.

Sus facciones cambian y sigue con su manera salvaje de conducir.

—No sabes con quién estás hablando.

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