2. ¿UNA COINCIDENCIA?

NOTA MENTAL🤔

¿En qué momento se me ocurrió la brillante idea de viajar? No volvería a pisar Inglaterra ni por el amor a la abadía de Westminister, que tanto adoro y venero.

ELA

¡Nunca hubiese imaginado que afirmarían semejante cosa!

Elissa Belenguer —la dama del cuadro— ¿MI JODIDA MADRE? ¿La madre que me parió?

«¡No, no, no...!» niega mi mente.

Me he quedado sin palabras y solamente necesito reflexionar. Tengo una sensación semejante a cuando alguien afirma que Don Quijote de la Mancha está escrita por Quevedo —no el cantante, el escritor obvio—, cuando todos saben que la novela está escrita por Cervantes.

Soy hija única y tengo una familia, así que, por supuesto, algo no encaja aquí.

Me humedezco los labios y sigo dándole vueltas, inclusive hasta parece que huele a cerebro chamuscado, de tanto reflexionar. Vuelvo a atravesar con mi mirada a los dos individuos y me llevo un dedo a la barbilla.

«Pero... ¿y si es verdad?»

¡No! Me reprocho a mí misma mentalmente, regañándome porque he sido capaz de creer semejante estupidez y dudar de mis orígenes, aunque fuera por un instante. Me niego rotundamente a dar crédito a esa historia tan absurda y todo por una simple coincidencia. Pienso enseguida que cuando se lo contaré a mis amigas, fliparán, así que contesto relajada:

—Es solo una coincidencia física y poco más. Es verdad que existe un cierto parecido, pero si lo que ustedes sospechan fuera cierto, estaría informada, ¿no opinan lo mismo?

—Puede, pero para esto tenemos que investigar. ¿Entiende lo que quiero decir? —me pregunta la mujer con cierta inseguridad, pestañeando nerviosamente.

Alzo el entrecejo. ¿Investigar?

—Hasta ahora, en todos estos años hemos tenido solo pistas falsas sobre dónde podría estar Catalina —prosigue y agita las manos—. En este momento estamos tan cerca de averiguar si usted es ella, que no lo podemos dejar escapar, esperamos que lo comprenda. También le pedimos disculpas por las molestias, realmente esto es necesario. Su Excelencia estaría muy contenta si recuperara a su nieta.

—¿Su Excelencia?

—Lady María Dashwood —completa Vivien y mira con admiración la pintura de la señora morena de pelo rizado que hay delante de mí—. Su abuela.

La señora Brett habla como si ya estuviera asumiendo que yo soy la persona que están buscando.

«¿En qué marrón estás metida, Ela?», me cuestiono en silencio.

Tras decir eso, la rubia se da media vuelta profundamente emocionada y mira por la ventana. Pues vaya, sí que es importante para esta gente encontrar a la chica desaparecida.

La lluvia está cayendo en grandes cantidades y no es precisamente un paisaje digno de contemplar. En cambio, parece que a ella le inspira para recordar toda la trama de la historia, de la cual me empieza a hablar.

—Toda su vida ha sido muy triste desde la muerte de su hijo Samuel y su nuera Elissa en Mallorca, y desde la desaparición de su nieta. Estos se encontraban de vacaciones cuando, desafortunadamente, una madrugada, tuvieron un accidente, si se puede considerar como tal. Su coche se incendió tras una fuerte explosión y ni rastro de la pequeña.

—En aquel momento se consideró que los duques habían sido asesinados y su hija secuestrada —añade rápidamente Buckley, quien se ha levantado de la silla, sin ni siquiera darme cuenta, ya que toda mi atención se centra en el relato la señora Brett.

Observo que, mientras habla, el abogado se pasea por la habitación pensativo. Algo me entra por el cuerpo y empiezo a mover la pierna. Pensaba que ese horroroso tic había desaparecido, pero vuelve cuando menos lo esperas. ¡Prácticamente no puedo estar quieta!

Buckley me mira y termina el discurso que ha empezado Vivien.

—Con el paso del tiempo, esa nieta perdida no se encontró, y tras muchos años de búsqueda, se dio por fallecida. A pesar de eso, Su Excelencia nunca ha dejado de creer que su nieta sigue viva. Claramente, tendremos que averiguar su grupo sanguíneo y hacerle un test de ADN, si nos lo permite...

—¿Ahora mismo?

—Sí, ahora mismo. No pienso que quiera tardar mucho más de lo que ya estamos tardando. Será rápido —añade.

—De acuerdo —digo despacio, no muy convencida.

Obviamente, no opino lo mismo que los dos individuos, aun así, ¿acabo de decir «de acuerdo»? Me llevo las manos a la cabeza ¿Qué estoy haciendo?

«¡Vete a tomar por saco, Ela!»

Sigo insistiéndoles en que se van a dar cuenta de que yo no soy la persona que están buscando, pero es en vano.

—¡Esperemos que sea lo contrario! —contesta la señora Brett, echándome una sonrisa juguetona. Lo próximo que hace es pulsar un número de teléfono, que al instante doy por hecho que es el del médico.

«Genial. Allí va la verdad», me digo a mí misma.

Honestamente, no estoy por la labor de perder el tiempo, y mis compañeros y profesores de la universidad me están esperando fuera. Le empiezo a dar vueltas a todo y me muero de vergüenza. ¿Qué les voy a decir? Llevan ya esperándome cerca de una hora. «¡Ah! ¿Sabéis? He tardado más de una hora ahí dentro porque me han estado interrogando. Sí, exacto, como en un cuartel. Resulta que me han confundido con la hija de una señora por parecerme a ella. La abuela la está buscando y bla-bla-bla...».

Al instante, cambio de opinión y pienso que mis compañeros se pueden joder. No es mi culpa de que nuestra visita turística en el castillo de Ipswitch se retrasara.

¿Miss? —Vivien pasa la mano por delante de mi cara, intentando llamar mi atención —. ¿Está bien?

—¿Cuánto durará esto? —hablo con un hilo de voz, todavía en estado de shock.

Estoy experimentando un colapso mental al ser cada vez más consciente de la realidad. En los siguientes minutos me van a extraer sangre para hacerme una puñetera prueba de ADN. ¡En Inglaterra!

¡SOS!🚨—escribo deprisa nuestra clave secreta en el grupo de Instagram. La usamos solamente cuando alguna de nosotras está en apuros. En otras palabras, si está metida en la mierda hasta el cuello y se está ahogando. Y yo hasta noto el sabor en la boca.

De momento pienso que me va a hacer mucha gracia ver las caras decepcionadas de los dos desconocidos que tengo delante cuando el médico les diga que mi sangre es más roja que el pintalabios que lleva la señora Brett que, por cierto, es demasiado chillón. Sería incapaz de pintarme los labios de ese color. El mareo vuelve a aparecer con el simple pensamiento, debido a mi maldita fobia.

Sin embargo, reconozco que a ella le queda como un guante.

***

Unas horas más tarde...

«Sangre azul: linaje noble».

«Noble: adj. Dicho de una persona o de sus parientes: Que por herencia o por concesión del soberano posee algún título del reino».

¡Puras chorradas!

Mi nombre verdadero es Catalina y, aunque quede demostrado que soy Catalina, no me siento como ella o por lo menos, como se sentiría una mujer inglesa de sangre azul, futura heredera del ducado de Northampton y del condado de Warwickshire, que es lo que esta gente me acaba de afirmar ante mi jodida cara de cuento. La verdad es que mi nuevo nombre y apellido vienen en el mismo paquete con dos títulos nobiliarios.

Queda confirmado.

Toda mi vida ha sido una jodida, maldita y cruel MENTIRA.

Mi tensión sube y mis nervios se tensan. La cabeza me está dando vueltas. Cuando lo pienso, mi garganta se contrae y es como si no pudiera respirar, por lo que me esfuerzo en inhalar el aire, a la vez que me resulta imposible frenar las lágrimas que me salen a raíz de este nuevo descubrimiento.

«Mis padres me mintieron...».

Suspiro profundamente cuando pienso en ello y analizo las gotas de la lluvia torrencial, las cuales se deslizan sobre el cristal de la ventanilla del autovehículo en el que me encuentro en estos instantes. Me paso la mano por la cara, sumamente distraída. Estamos en pleno mes de verano, a principio de julio, aun así, está lloviendo en la capital inglesa.

—Lady Dashwood, ¿se encuentra bien? —escucho una voz.

Es Vivien Brett la que me está acompañando en el automóvil pomposo en el que nos encontramos ahora mismo, rumbo a mi nuevo hogar. Giro mi cabeza, todavía sin poder creerme que me está hablando a mí y que me nombra de esa manera.

¿Qué se supone que debo contestarle?

—Solo quiero saber cuándo puedo hablar con mis padres —respondo seca y froto mis manos en mi regazo.

—Pronto.

—¿Cuándo es pronto?

—Cuando ellos queden en libertad.

—Con todo mi respeto, señora Brett, nada de lo que está pasando es necesario.

Mi irritación aumenta.

—El jefe de seguridad de Northampton tenía ordenes claras de avisar enseguida al cuerpo de policía de Madrid, por lo tanto...

—¡Ellos no son culpables! —levanto mi tono, sin poder evitarlo e interrumpiéndola con mala educación.

¿Esta gente de verdad piensa que ellos son unos asesinos, o qué?

«¡Joder, joder, joder!»., maldigo por dentro.

Me maldigo a mí misma y el momento en el que se me ocurrió viajar hasta aquí. Aunque... de lo contrario, hubiese vivido toda mi vida con una venda en los ojos.

—Lady Dashwood... —La mujer que me lleva unos diez años nada más mantiene esa voz lineal, sin mover ni una pestaña. Es como si tuviera un poder de autocontrol fuera de lo común—. Nadie le está diciendo que las personas que la criaron sean culpables de la muerte de los duques.

—¡No, no lo son! —casi le grito, aunque aprieto mi boca e intento controlarme—. Puedo garantizar que nunca harían algo así.

—Aún así, serán el punto de partida de la investigación, ¿lo comprende? —intenta explicarme y gesticula con las manos de una manera muy elegante.

—Comprendo que ellos deberán someterse a un interrogatorio, lo que no comprendo es que en menos de diez minutos queden bajo custodia policial y sin poder hablar con ellos —comento medio asfixiada, ya que estoy luchando con las lágrimas de desesperación, las cuales a la vez luchan conmigo para abrirse paso en mi rostro.

—Es así como funciona esto, lady Dashwood —aclara—. Son los principales sospechosos ahora mismo,no la voy a engañar. Quedarán a cargo de la policía hasta que se demuestre que ellos no tuvieron nada que ver.

—¡No me parece justo, joder! —exclamo—. Son personas normales y corrientes, no unos... asesinos —sollozo.

La fijo con mi vista, más que furiosa. La señora Brett me mira disgustada y es posible que en gran parte fuera por las palabrotas que estoy soltando sin cesar. Ella habla muy fino y correcto, y con un acento impecable. ¡Pero me da exactamente igual! Estoy tiritando y sé que cualquier jodida persona en mi lugar estaría igual o peor.

¡Cielo santo! Me quedo en silencio, contemplando el cielo gris y la lluvia trepidante que se ha adueñado de las calles de la gran ciudad británica.

Es curioso conocer en primera persona las vueltas que puede dar la vida, al igual que una rueda, que cambia de dirección cuando menos lo esperas. Mi futuro, a pesar de que está más claro que el agua, ahora mismo lo estoy viendo más oscuro que la noche. No pretendo desafiar al destino ni oponerme a lo que la vida me tiene reservado, solo que no estoy preparada.

No esperaba que un simple viaje al extranjero supondría que mi vida tomara un camino totalmente distinto. Y lo más importante, no esperaba verme envuelta en un asesinato ni que yo fuese aquella niña desaparecida cuyos padres fallecieron en un accidente devastador, veintiún años atrás, en Mallorca.

Hasta hace poco más de media hora pensaba que era Elena Bernal, una joven española que estudia en la Universidad Complutense de Madrid. Pues no, no soy Elena. Pensaba que mis padres se llamaban Lola y Rafael, y no, no es así, aunque ellos siempre lo serán para mí. Pensaba que mis abuelos maternos eran mallorquines y no. ¡Todo lo contrario! Vengo desde la otra punta de Europa, desde Inglaterra, ni más ni menos.

En este fatídico momento estoy convencida de que toda mi vida ha sido una maldita farsa. Y yo....

¡Joder! Mi aliento se dispara. Yo siento que nunca los podré perdonar. Nunca.

—Lady Dashwood,—vuelvo a escuchar aquella voz—le quería avisar de que...

—Por favor —le suplico con la voz rota—. No hace falta que me llame así, me siento muy incómoda.

—Pero es cómo debo llamarla —conserva esa actitud seria y profesional—. Usted es la hija de un duque, por lo tanto es la manera en la que debo llamarla.

Respiro agobiada. Al nombrarme así hace que me sienta mayor, y no tengo más de veintidós años.

—¿Cuánto queda? —pregunto nerviosa.

—Estamos casi llegando. El ducado se encuentra en las afueras de la capital.

Solo asiento con la cabeza y saco el móvil, deseando escribirle a mis amigas en el grupo. Leo de repente al menos quince mensajes.

¡Qué pena! —escribe Emma—. ¡No me lo puedo creer todavía!

¡Elaaaa, por dios! —dice Mar—. ¿Qué coño está pasando?😖😭😭😭

Emi: No puedo creer que mañana volvemos a España sin ti...😭😭😭🙈

Mar: ¿Y por qué no puedes irte? ¿Es en serio que te vas a quedar ahí con esa gente?🤷🏼‍♀️🤬🥺

Emi: ¡Qué fuerte todo, tía!😥

Mar: ¡Apenas hemos tenido tiempo para despedirnos!

Emi: ¿Qué pasará con la universidad?

Mar: ¡Ayyyyyy! Te voy a echar de menos😘😘😘😘

Me entran ganas de patalear y gritar, los mensajes hacen que sufra más todavía. No hemos podido tener privacidad apenas para despedirnos en condiciones. Llevamos casi dos semanas en Inglaterra y nos vinimos con una beca de la universidad. Íbamos a estar aquí un tiempo, conociendo el país y la cultura inglesa, a la vez que mejoraríamos el idioma, como en cualquier viaje al extranjero. A decir verdad, estaba muy ilusionada en cuanto al viaje, ya que a menudo hablaba sobre este evento con mis mejores amigas, Emma y Mar.

Hoy, el penúltimo día antes de nuestra partida teníamos prevista la visita turística al castillo de Ipswitch, pero ahora resulta ser que mi estancia en la capital británica será permanente.

Agarro fuerzas y tecleo en mi teléfono móvil, con mucho sufrimiento e incertidumbre a la vez, sin saber qué más sorpresas y coincidencias raras me esperan.

A ver, chicas... primero. No sé nada más, solo que por ahora debo quedarme aquí.

¿Y por qué, joder? —pregunta Mar.

Porque hay alguien que me está buscando para...

«¡Ohhh, dios mío!».

Para matarme —añado, siendo yo misma consciente de lo que acabo de afirmar.

Tengo los pelos de punta, tía... 😱😱😱😭

Te buscan los mismos que los asesinaron a ellos, ¿verdad?

Así es... Ufffff, ¡joder! Os echaré mucho de menos 😏😥❤️—aprieto los ojos.

¡Y nosotras!🥰—dice Emi exaltada.

Muchísimo 😘😘😘

Os tengo que dejar. Hemos llegado.

—¿Está preparada? —pregunta la rubia.

La miro.

Ni de coña. No estoy preparada para nada. Aún así, asiento con la cabeza y le tiendo la mano al chófer que me ha abierto la puerta del imponente vehículo. El mismísimo en el que he visto viajar solamente a la reina de Inglaterra. Una vez fuera, hay otro hombre que se dispone a sacar mi maleta del maletero y me indica con una mano la entrada principal de la....

¡Miér...coles!

No es una jodida casa. Ni siquiera una mansión o un chalet.

Siento que me baja la tensión mientras intento tranquilizarme.

¡Es un jodido castillo! ¡Como los que he visto en televisión y el triple de grande que el de Ipswitch!

—¡Bienvenida a Northampton Court, milady! —dice la señora Brett, pero no soy capaz de mirarla, y menos de dar algún paso.

Me he quedado sencillamente abrumada por las características de la opulenta edificación, la cuál se alza con poderío delante de mis narices en este momento. Un colosal edificio de dos plantas, con dos torres de un lado y del otro, en los cuales vislumbro tres plantas, fachada un tanto desgastada—típico de las mansiones antiguas—, color blanco combinado con marrón y enormes ventanas alargadas con pequeños balcones a doquier.

—¿Qué le parece? —pregunta Vivien y al mismo tiempo empezamos a subir las escaleras amplias de la entrada principal, quedando deslumbrada por lo señorial y lo vintage que se ve todo.

—Pues... —bufo boquiabierta e intento estabilizar mi tensión, todavía sin poder creerme que es el sitio donde viviré.

Por un tiempo, por supuesto. No tengo pensado quedarme aquí.

—Buenas tardes —interrumpe un señor mayor —muy mayor diría—, que enseguida nos abre la puerta con una sonrisa en los labios.

—Buenas tardes, Malcom.

Veo que el hombre se lleva las manos a la boca y agranda sus ojos rodeados de aquellos surcos típicos de la edad, sin dejar de analizarme minuciosamente.

—¡Señora Brett! —exclama—. No me diga que es ella.

—Sí, es ella.

La señora Brett sigue seria.

—¡Gracias a dios! —de repente el señor mayor coge mi mano e inclina la cabeza, depositando un beso preciso en mi piel y veo que sus ojos se llenan de lágrimas—. Milady... ¡bienvenida! Teníamos tantas ganas de encontrarla.

Yo lo sigo mirando embobada y mi sangre se convierte en hielo.

—Su Excelencia estará muy feliz de verla.

Hago un intento de sonrisa y retiro mi mano enseguida. Nunca me han besado la mano y que lo haga este señor, que podría ser mi abuelo perfectamente, me desconcierta.

—¿Dónde está?

—Donde siempre —contesta el anciano—¡Entren, entren! —dice deprisa y nos indica el señorial pasillo, que da a un amplio salón y el cual está bordeado de puertas.

—Milady... —habla Vivien—. Malcom es el mayordomo de Northampton.

—Estoy aquí para servirle.

—Gracias —contesto con media voz.

Veo que Malcom le señala al hombre que está cargando mi maleta el camino hacia la primera planta y la rubia y yo nos disponemos a andar en dirección a unas gigantescas puertas. Quedo esperando mientras noto que esta da dos golpes suaves y, acto seguido, abre. Me invita a entrar.

—Su Excelencia... —dice y fija con la vista a una anciana de sobre setenta años, sentada en un sillón de cuero marrón, detrás de un escritorio —Ella ya está aquí.

La señora Brett le sonríe cálidamente y, al instante, la anciana está moviendo sus gafas con desazón, a la vez que levanta su mirada.

—Gracias Vivien, querida. Puedes retirarte.

—Estaré fuera, ¿de acuerdo?

Esta se va con una suave inclinación y me deja asolas con la mujer mayor.

«Mi abuela...».

Aprieto los ojos y empiezo a moverme y a mirar a todas partes, sin saber qué hacer o decir. Ella también me examina en silencio y noto una suave tos. La anciana continúa mirándome por encima de las gafas con cierta sospecha, incluso parece que está más interesada en su lectura, que se llama Saved by an Angel, de Barbara Cartland, que en su nieta perdida. Finalmente cierra el libro y empieza a examinarme fijamente de arriba abajo, probablemente buscando algún rasgo de su hijo o de su nuera.

—Querida... —tartamudea de una manera obvia—. ¿Qué tal tu viaje hasta aquí?

Me doy cuenta de que a la hora de dirigirse a mí por mi nombre tiene dudas. No sabe cómo llamarme y es perfectamente normal. En cambio, se levanta de la silla con dificultad y se acerca a mí. Siento mi corazón agitado cuando ella coge mis manos entre las suyas. Me indica sentarnos en un sillón enorme color caoba, el cual se encuentra cerca de la puerta de su gran despacho.

—Bien, gracias —digo serena, aunque muy nerviosa.

—Cuando me lo han dicho, no me lo podía creer. ¿De verdad eres mi nieta?

Me quedo callada. Lo siguiente que hace es darme un abrazo lleno de calor y expectativas. Yo también aprieto emocionada mis manos alrededor de su cuerpo un tanto rechoncho y la felicidad que desprende me provoca ternura.

—Te pareces mucho a tu madre, que en paz descanse... No puedo creer que seas tú, por fin... ¡Gracias a Dios!

No me siento feliz, todo lo contrario; me siento miserable y ojalá pudiera compartir sus sentimientos, pero no puedo. Para mí, esta ancianita con mirada bondadosa y firme es una desconocida. Se acaba de comprobar que llevo su sangre, pero lo tengo que asimilar.

—Hace más de veinte años que no siento esta felicidad por dentro —sigue hablando con mucho brillo en sus ojos más bien claros que contrastan con sus arrugas y ojeras—.Te confieso que por fin puedo morir tranquila. Tus padres estarían muy orgullosos si pudieran ver la jovencita tan hermosa en la que te has convertido. Lo único que deseo es que estés a gusto en Northampton. No dudes en pedirme lo que necesites. Todo esto te pertenece, darling.

—Gracias. —Esbozo una sonrisa y sinceramente es lo único que puedo decir.

Por un lado, me siento mal por no poder compartir su cariño. Me siento destrozada por no haber podido conocer a Elissa y Samuel y, a decir verdad, estoy deseando ver más fotos de ellos. Y me siento peor todavía al caer en la cuenta de que mamá y papá no tuvieron la confianza suficiente para revelarme la verdad.

Las palabras de... mi abuela retumban en mi mente: «Todo esto te pertenece».

Se ha comprobado que así es, no puedo negarlo aunque quisiera.

¿Pero a cambio de qué?

¡Ohhh, mierda! ¿Qué me espera en este sitio? ¿Quién o quiénes asesinaron a mis pa... a Elissa y a Samuel?

Siento un dolor agudo en mi pecho.

Dios... dáme fuerzas.


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