uno
2008
Antes de que la alarma sonara, Hoseok ya estaba despierto, sus ojos fijos en el techo. Su habitación seguía a oscuras puesto que todavía no amanecía, sin embargo, apenas había podido pegar un ojo en toda la noche, tan ansioso por lo que le esperaba para ese día. Tomó una larga respiración y cerró los ojos, intentando calmar el palpitar acelerado de su corazón, tratando de pensar en alguna cosa buena que terminara relajándolo, pero no lo conseguía.
Sacó su brazo de abajo del edredón y apagó la molesta música de su alarma que había comenzado a sonar hacía segundos atrás. Se quedó en su mismo lugar, sin querer mover un solo músculo, pensando que, tal vez, si se quedaba ahí podría desaparecer por completo hasta volver a su país natal.
La puerta de su habitación se abrió después de que dos golpes se oyeran. Desde su lugar, Hoseok observó a su madre quien aparecía frente a él, ya bañada y vestida.
—Buenos días, cariño. Ya es hora de levantarse... —comunicó la mujer, encendiendo la luz. Hoseok se sentó en la cama y ella pudo ver las ojeras que se marcaban bajo los ojos de su hijo menor. Ingresó a la habitación y fue a sentarse en la orilla de la cama, tomando las delgadas manos del chico entre las suyas—. Sé que este cambio ha sido difícil, pero es lo mejor para nuestra familia, Hoseok.
Él luchó contra las ganas que tenía de rodar los ojos. Por supuesto que ese cambio había sido difícil. Y es que para nadie era sencillo cambiar de continente y más para él que siempre había sido un chico nervioso y tímido. ¿Qué era lo peor? Además de haber dejado toda su vida en Corea del Sur, no dominaba el idioma como le gustaría, lo cual, Hoseok sabía que sería su gran barrera. A pesar de que les rogó a sus padres para poder quedarse en Corea junto a su hermana mayor ellos no lo permitieron, alegando que seguía siendo un niño y que, con la universidad y su trabajo, a su hermana se le haría muy difícil cuidar de un preadolescente.
Por ende, sin mucho que decir al respecto, el muchacho asintió, suspirando temblorosamente.
—Levántate y ve a ducharte. Te prepararé el desayuno —le dijo la mujer. Dejó un cariñoso beso en su frente y salió de la habitación, dejándolo solo una vez más.
En contra de su voluntad, Hoseok se levantó y tomó una toalla para ir al baño. Veinte minutos después, terminaba de vestirse. Estiró su cama, tomó la mochila que sus padres le habían comprado y salió de su habitación apagando la luz, guardando el antiguo teléfono de su hermana (que ahora era suyo) en el bolsillo de su pantalón.
La casa alquilada en la que estaban viviendo era bastante pequeña. Constaba de tres dormitorios, un baño, living comedor y una cocina estilo americano que él sólo había visto en las películas. Llevaba un mes viviendo en Toledo, Ohio porque la empresa donde trabajaba su padre en Corea había abierto una sede en el centro de aquella ciudad y no encontraron mejor candidato que él. Sí, Hoseok lo reconocía, aquel cambio ayudaría económicamente a su familia porque a su padre le habían aumentado el sueldo de manera considerable, no obstante, él sabía también que el proceso de adaptación no sería nada fácil.
—Buenos días —saludó el chiquillo al ver a su padre ya sentado en la mesada.
—Hola, Hoseok. ¿Cómo pasaste la noche?
—No estuvo mal. —bebió un corto sorbo de café— Gracias, mamá.
Agradecía enormemente que su madre siguiera cocinando comida tradicional coreana, aunque algunos ingredientes le eran muy difícil conseguirlos.
Los primeros minutos comieron en silencio. El nudo que apretaba la garganta del chiquillo apenas le dejaba pasar bocado, pero aun así hizo el esfuerzo. Cuando su padre terminó de desayunar, retiró los trastes que había utilizado y se paró al otro lado de la mesada, justo frente a Hoseok. Notaba que su hijo estaba decaído y aunque el chiquillo no se lo hubiera dicho a la cara, el hombre sabía que no apoyaba la decisión que habían tomado. Antes de mudarse, Hoseok había llorado, pidiéndole que no se mudaran, pero la decisión ya había sido tomada.
—Escucha, hijo —habló el hombre. Hoseok dejó de revolver la comida y alzó la cabeza, observándolo—: sé que esto es algo muy difícil para ti y que, a tu corta edad, no puedes comprenderlo por completo, pero esto es lo mejor para nuestra familia. Por más que hubiésemos querido dejarte viviendo en Gwangju con tu hermana, no podíamos, porque Jiwoo no habría podido cargar con esa responsabilidad.
—Lo sé... —el muchacho asintió. Bajó la mirada cuando sus ojos se llenaron de lágrimas y, con la voz temblorosa, agrego—: pero tengo miedo, papá. No sé hablar inglés y tengo miedo que mis compañeros se burlen de mí.
—No lo harán, Hobi —esta vez fue su madre quien habló, escuchándose realmente preocupada. La mujer rodeó la isla y abrazó por los hombros al chico, frotándole el brazo con cariño—. El director del colegio está al tanto de que no manejas el idioma a la perfección y él se comprometió a informárselo a los profesores
—No puedo decirte que los primeros días serán fáciles porque eso sería una mentira —confesó el señor Jung—, pero ya verás como todo, poco a poco, comienza a ser más fácil. Sólo tienes que ser tú mismo y si necesitas ayuda en algo, puedes acercarte a alguno de tus profesores o al director, ¿está bien?
—Sí, papá.
—Bien. Ahora, termina de desayunar y luego vas a cepillarte los dientes. Yo iré a dejarte a la escuela.
Hoseok asintió y continuó comiendo su desayuno. Unos minutos más tarde, cuando ya no pudo tragar más por culpa del nerviosismo, se disculpó con su madre y fue a lavarse los dientes. Mientras se cepillaba, se observó al espejo y se preguntó qué tan difícil iba a ser adaptarse a su nueva escuela. Cuando ellos llegaron a Toledo, las clases habían terminado y cuando fueron a inscribirlo al colegio, los pasillos y aulas de la institución estaban completamente vacías puesto que las vacaciones de verano habían comenzado hace un par de días.
El cambio de horario le golpeó fuerte. Más de doce horas de diferencia hacían que estuviera toda la noche despierto y que durmiera durante el día. Le costó acostumbrarse, pero a la segunda semana de haber llegado, pudo dormir una noche completa. No salía mucho de casa, y las pocas veces que acompañó a su madre al supermercado, las personas fueron amables con él. Lo observaban y le obsequiaban sonrisas que Hoseok no sabía cómo interpretar.
Pero, ir al colegio e ir de compras al supermercado eran dos cosas totalmente diferentes.
Una vez que estuvo listo, volvió al living donde su madre lo esperaba cargando su mochila y una bolsa de papel, que él supuso, era su almuerzo.
—Tus clases terminan a las dos. Yo iré a buscarte, ¿bien? Estaré esperándote afuera de la escuela.
El chico asintió —Está bien, mamá.
—Que tengas un buen día, amor.
La mujer le dio un beso en la frente y lo observó hasta que cerró la puerta, desapareciendo. Hoseok se subió al auto de su padre y se abrochó el cinturón de seguridad, abrazando su mochila con fuerza, como si su vida dependiera de ello. El hombre le dio algunas recomendaciones para ese día, le pidió que intentara no estar tan nervioso y que cualquier cosa que necesitara, llamara a su madre o a él.
—Nuestros números ya han sido cambiados —le comentó el señor Jung—. Y hoy durante la mañana, irán a instalar el internet a casa, ¿bien?
—Sí, papá.
Luego de eso, Hoseok guardó silencio. El viaje a la escuela fue relativamente corto. Cuando llegaron, el muchacho pudo ver aquellos grandes autobuses escolares amarillos que veía en la televisión y sintió como si estuviera viviendo dentro de un sueño. Jamás se imaginó haber estado viviendo al otro lado del mundo. El colegio no era tan diferente a como era su escuela en Corea. Un edificio de concreto de dos plantas era acompañado por una gran área verde en el frontis, que en ese momento se encontraba llena de estudiantes.
—Hemos llegado, hijo.
La voz de su padre se escuchó lejana, sus manos comenzaron a sudar por culpa de la ansiedad y los pensamientos intrusivos apenas lo dejaban pensar con claridad. Intentó respirar profundo para controlar el golpeteo rápido de su corazón, pero no lo conseguía.
—Hoseok... —el señor Jung lo llamó, preocupado. Se desabrochó el cinturón de seguridad y se inclinó hacia el lado para tomar el rostro de su hijo entre sus manos. La expresión de susto reflejada en el rostro de su hijo le apretó el pecho— Respira, Hobi. Estoy aquí contigo, ¿bien? Respira conmigo, hijo —fue guiándolo, respirando profundamente junto a él—. Eso es, cariño. Hazlo una vez más. Eso es, hijo, otra vez
Hoseok siguió las órdenes de su padre hasta que, poco a poco, el oxígeno empezó a llegar de manera regular a sus pulmones, relajando el vaivén de su pecho. Tomó una larga respiración y suspiró, deslizando las palmas sudorosas sobre la tela de los jeans, un poco más calmado.
—¿Te encuentras bien? —preguntó el señor Jung. Tomó una botella de agua que llevaba en su bolso, la abrió y se la entregó a su hijo. El chico le dio un sorbo de inmediato.
—Sí, estoy un poco mejor. Gracias, papá.
—Bien. ¿Quieres que te acompañe a la oficina del director?
El chico dudó. Por supuesto que quería que lo acompañara porque a diferencia de su padre, él sólo manejaba lo básico de inglés y no entendería nada de lo que le dijera el director, pero tampoco quería que se retrasara para llegar al trabajo.
—Tengo tiempo para llegar al trabajo, Hobi. No te preocupes —comentó, adivinando los pensamientos de su hijo.
—Está bien
Ambos se bajaron del coche y Hoseok siguió de cerca a su padre, casi colgándose de su brazo. A medida que avanzaban por la entrada, notaba que varios chicos se detenían a mirarlo de pies a cabeza, deteniéndose más tiempo del debido en su rostro. Cohibido, Hobi bajó la mirada y la fijó en sus pies, tratando de normalizar el latir de su corazón.
Después de caminar unos pocos minutos, finalmente llegaron a la oficina del director. El hombre los recibió con amabilidad y se mostró muy comprensivo cuando el señor Jung le recordaba que su hijo no manejaba correctamente el idioma. El director le entregó el horario y antes de irse, el padre de Hoseok le escribió rápidamente en coreano las materias que ese día tendría para que no le costara tanto llegar a los salones y se comprometió que, al llegar del trabajo, harían uno en coreano para toda la semana.
Cuando su padre se despidió, Hoseok se dio cuenta que era momento de enfrentar su nueva realidad. Al salir de la oficina del director, los pasillos ya estaban casi vacíos, indicándole al chico que las clases ya habían comenzado. Antes de ingresar al salón, se acomodó la chaqueta, sintiéndose incómodo. En Corea siempre había utilizado uniforme y ahora, asistir a la escuela con ropa de calle como él la llamaba le causaba cierto rechazo. No le gustaba.
El director hizo las presentaciones correspondientes en el salón, pidiéndole a todos los alumnos que fueran amables y comprensivos con Hoseok y se encargó de recordarle al maestro que cualquier cosa que sucediera con él se lo informara directamente. Hobi avanzó hasta un puesto vacío sintiendo la mirada de todos sobre él, escuchaba murmullos, sin embargo, no entendía lo que decían y él pensaba que no enterarse de lo que sus nuevos compañeros hablaban en ese momento era lo mejor.
Aquél iba a ser un día duro.
❤️➕🏀
Sólo cuando Hoseok estuvo dentro de la seguridad del coche pudo respirar con normalidad. Su rostro estaba pálido y los ojos bien abiertos y cristalizados. Aquella había sido la jornada más larga de su vida y no estaba seguro de poder volver a pasar algo así otra vez al día siguiente.
—Hola, cariño —lo saludó su madre, preocupada. Le acarició el cabello y el muchacho se estremeció en su lugar— ¿Cómo te fue?
—Bien.
La respuesta de Hoseok fue escueta y no le dio espacio a que la mujer preguntara otra cosa al respecto. ¿Realmente ella quería saber cómo le había ido? Quiso reír con ironía, deteniendo las palabras que quería decir dentro de su boca. Aquél había sido un día horrible; los chicos no habían dejado de mirarlo durante todo el día como si él fuera una extraña atracción de circo, murmuraban a sus espaldas y por las risas que más de alguno soltó, Hoseok pudo darse cuenta que no eran cosas agradables lo que estaban diciendo. Claro, todos habían pensado que por no saber inglés era estúpido, sin embargo, no había que ser un genio para darse cuenta de todo.
—¿Podemos irnos ya? Por favor —le pidió a la mujer, el auto seguía estacionado a las afueras del colegio y aunque no hubiera más de cuatro chicos mirando en su dirección, Hoseok sentía como si todos estuvieran riéndose de él.
La señora Jung lo miró por unos instantes y luego asintió, encendiendo el motor y marchándose de allí. Apenas llegaron a la casa, Hoseok fue directo a su habitación y se encerró allí, detestando el hecho de que apenas cerró la puerta, las lágrimas que había estado conteniendo todo el día eran libres finalmente, deslizándose por sus mejillas.
Le escribió un mensaje de texto a su hermana diciéndole que la extrañaba aun sabiendo que la chica posiblemente estaría durmiendo. No podía hablar con sus amigos y desahogarse con ellos por la diferencia de horarios entre ambos continentes, sabiendo que allá eran cerca de las cuatro de la madrugada. Estaba solo y se sentía solo.
Después de un rato cuando ya estaba más calmado, salió de su habitación encontrándose con su madre en la cocina quien al verlo se colocó de pie y acortó la distancia entre ambos para abrazarlo. Hoseok dejó que su madre lo consolara, disfrutando de las caricias que la mujer impartía en su espalda y cabello.
Ella deshizo el abrazo y peinando el cabello de Hobi con los dedos, preguntó:
—¿Hoy fue un día duro?
—Sí —confesó, sus delgados labios se torcieron en una mueca, su mirada fijándose en el collar que rodeaba el cuello de su madre.
—¿Los chicos fueron muy duros contigo?
—No. De hecho, ni siquiera se acercaron a hablarme. Pero susurraban, hablaban sobre mí y se reían.
—Oh, mi amor... —la mujer le acarició las mejillas con dulzura—, lamento que tengas que vivir esto...
Le dolía en lo más profundo de su corazón ver aquella expresión triste en el rostro de su hijo menor, conociéndolo y sabiendo que él era lo más amigable y risueño del mundo. Por más que quisiera volver el tiempo atrás, no podía. Se habían mudado a otro continente, lo único que necesitaban ahora era adaptarse.
—Está bien —el chiquillo suspiró y se encogió de hombros—, supongo que en un par de días se acostumbrarán y yo también lo haré.
Ella sonrió apenas— Exactamente. No te desanimes, cielo. Ya verás que pronto aprenderán a conocerte y derribarás todas esas barreras que ahora no te dejan comunicarte y verán lo increíble que eres.
—Eso haré
—Mi niño tan precioso... —le pellizcó suavemente la mejilla, haciéndolo reír— ¿Quieres que te prepare algo de comer?
—No tengo hambre, gracias mamá. Oh, papá me dijo esta mañana que vendrían a instalar el internet, ¿ya lo hicieron?
—Sí. Me dieron una tarjeta con el usuario y la clave. Te la dejé sobre el escritorio.
—Gracias, mamá. Estaré en mi habitación si me necesitas, ¿está bien?
❤️➕🏀
Poco a poco, aquellos días que se le hacían interminables a Hoseok comenzaron a convertirse en semanas, y las semanas, en meses. Adaptarse no fue una tarea sencilla, no obstante, de a poco comenzó a salir de su zona de confort y empezó a socializar con sus compañeros de salón, dejando un poco aquella timidez de lado. Por supuesto, seguía siendo objetivo de burlas de algunos chicos, pero con ayuda de sus nuevos amigos aquellas situaciones eran menos molestas que al inicio.
De igual manera y para su fortuna, su padre le contrató un tutor para que le enseñara inglés cuatro veces por semana después de la escuela y aunque llegaba un poco cansado, Hoseok estaba entusiasmado en aprender y el hecho de ir progresando y lograr comunicarse cada día más y con menos complicación con sus compañeros le hacían querer seguir intentándolo. Cuando cometía algún error de pronunciación o de gramática, sus amigos no dudaban en corregirlo con amabilidad y Hoseok lo agradecía profundamente.
Mantener la comunicación con sus viejos amigos en Gwangju era difícil, pero, aun así, programaban citas virtuales por Messenger los fines de semana y hablaban hasta altas horas de la madrugada, aprovechando que al siguiente día no tenían que ir a la escuela. Taehyung, su mejor amigo, le contó que sus padres estaban planeando ir a Disney World en vacaciones de verano y si ambos tenían suerte (y Taehyung se portaba bien) podrían hacer una pequeña parada en Toledo para que ambos chicos se reencontraran.
Para sorpresa de Hoseok, una fría mañana de infierno (días antes de navidad) su padre salió muy temprano y al regresar, no volvió solo. Oh, no. Él había regresado junto a su hija mayor quien viajó para pasar las fiestas junto a su familia. Aquel día, Hoseok despertó asustado porque alguien se había lanzado con fuerza sobre la cama. Cuando despabiló, se dio cuenta que era su hermana y no tardó ni tres segundos en ponerse a llorar. Rio, saltó y lloró de felicidad al ver otra vez a su hermana después de tantos meses. Estuvo pegado a ella todo el tiempo, contándole absolutamente todo, presumiendo el hecho de que ya hablaba inglés con fluidez y su hermana no hacía otra cosa más que felicitarlo. Hicieron monos de nieve, ángeles de nieve y bebieron chocolate caliente con malvaviscos frente a la chimenea por las tardes justo como habían visto miles de veces en la tele.
Pero Jung Hoseok sabía que la felicidad no era eterna y comenzó a llorar en el momento en que se enteró que su hermana tenía que volver a Corea. Si antes había sido asfixiante con ella, los últimos días que Jiwoo estuvo en casa lo fue mucho más, apenas y se despegaba de ella cuando iba al baño y lo hacía a regañadientes. Y cuando ella se fue, la soledad volvió a golpear el pecho de Hoseok haciéndolo sentir triste.
Por esa razón, para no extrañar tanto a su hermana y distraerse un poco, decidió descargar en su computador un juego del que sus compañeros muchas veces le hablaban. Según ellos, era entretenido porque, además de jugar en línea con otras personas de todo el mundo, podías conversar con ellos por chat y hacer buenas amistades.
Como no tenía idea de qué se trataba el juego más allá de lo que había escuchado, mientras el mismo se descargaba y luego se instalaba, decidió buscar algunos artículos sobre ello en internet y cuando se sintió listo, se registró y lo intentó. Demás está decir que perdió un montón de veces y al ser un juego en equipos, hacía que su equipo perdiera también.
De pronto, un pequeño número uno apareció en el rectángulo que se encontraba en la parte inferior izquierda de la pantalla, avisándole de que le había llegado un mensaje. Un tanto dudoso, Hoseok le dio clic y la ventana se abrió, ocupando la mitad de su pantalla.
dtown: Oye, @_JHobi94 si no sabes jugar pq no te largas?
dtown: @_JHobi94 todo el equipo está perdiendo por tu culpa
Hoseok miró la pantalla un poco ofendido, como si estuviera viendo cara a cara a ese cretino. Nunca había leído su usuario antes y si lo había hecho no le había tomado importancia. Sin dudarlo, tecleó una respuesta.
_JHobi94: Ni siquiera te conozco, @dtown. No me digas q hacer
_JHobi94: Además el unico q está arruinando el juego eres tú @dtown
dtown: soy el lider de tu equipo, idiota @_JHobi94
dtown: puedo sacarte si quiero @_JHobi94
Hoseok rodó los ojos y un poco más molesto que antes, le escribió:
_JHobi94: sácame si quieres, no me importa @dtown
@dtown te ha expulsado de la sala de chat. Ya no puedes enviar mensajes. Por favor, inténtalo más tarde.
Hoseok parpadeó observando la pantalla y luego de un par de segundos, soltó una pequeña risa burlona.
—Imbécil.
❤️➕🏀
Pasaron tres días para que Hoseok volviera ingresar al juego y apenas lo hizo, le llegó un mensaje privado. Al darse cuenta de quién se trataba, el muchacho rodó los ojos.
dtown: @_JHobi94 tu otra vez x aquí???
_JHobi94: @dtown me sorprende q te hayas dado cuenta q no ingresé varios días
dtown: @_JHobi94 seh no te hagas ilusiones
_JHobi: contigo @dtown???? Nunca
dtown: mmmm que simpatico eres @_JHobi94
_JHobi94: Cuantos años tienes @dtown???
dtown: @_JHobi94 te importa???
—¿Te importa? —Hoseok farfulló haciendo al final una mueca de mal gusto. Esa persona no le agradaba.
Decidió ignorar cualquier mensaje proveniente del juego y se dedicó a hacer las tareas atrasadas que su tutor le había enviado por mail unos días antes de que las vacaciones por las fiestas comenzaran. Como el idioma ya no se le dificultaba tanto como al inicio no demoró mucho en realizarlas y cuando llegó Owen, uno de sus nuevos amigos ya estaba totalmente libre.
—¿Qué haces? —fue lo que preguntó su amigo cuando ingresó en su habitación. El de cabello anaranjado se lanzó sobre la cama de Hoseok con libertad, observándolo desde allí.
—Sólo terminaba de hacer mis deberes —le comentó, encogiéndose de hombros— Sabes, estuve tratando de jugar este juego que me dijiste, pero no lo entiendo. Además, hay un tipo muy pesado que no me deja jugar tranquilo.
Owen soltó una carcajada— ¿Quién es?
—No lo sé —Hoseok abrió la ventana del juego y luego aquella sala de chat— Se hace llamar DTown...
—Ah, sí lo he visto jugar —Owen se colocó de pie y arrastró una silla extra que su amigo tenía en el dormitorio para sentarse junto a él—. Nunca he hablado con él, pero sí lo he visto jugar.
La nariz de Hoseok se arrugó.
—Desde que ingresé al juego no ha hecho otra cosa que más que mandarme mensajes. No me gusta para nada.
—Sí, me he dado cuenta que es un poco odioso. Pero, no te preocupes, seguro es un viejo de cuarenta años que todavía vive con sus padres —se burló el pelirrojo, haciendo reír a Hoseok— Mira, te enseñaré a jugar.
Aquella tarde, finalmente, con un poco de esfuerzo, Hoseok aprendió a jugar.
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