FIVE


Deseando su propia muerte, Jimin tomó una de sus almohadas para colocarla sobre su cabeza en un intento de bloquear el molesto sonido que golpeaba las paredes de su habitación.

Sin embargó la tarea quedó a medios cuando la puerta de su habitación fue abierta dejando entrar también el sonido de la música que se reproducía en el televisor.

—Oye, alguien ha estado llamando como loco a todos los teléfonos, creo que es urgente —informó Taehyung que tenía la ropa suelta, una banda en la cabeza que levanta su cabello y algunas manchas de harina por las que Jimin no tenía ganas de preguntar.

Estirando su mano, el castaño depositó el teléfono en la palma abierta del mayor antes de volver a la cocina.

Jimin observó el número de teléfono que se presentaba en la pequeña pantalla recordándolo familiar pero su cerebro aun no carburaba del todo como para que lograra identificarlo.

Decidió descolgar llevándose el aparato a su oreja.

— ¿Diga?

¡¿Qué carajos quieres que te diga?! ¡¿Dónde estás?!

Frunciendo el ceño, Jimin volvió a observar el número una vez más reconociendo de lleno el nombre y la voz del hombre del otro lado de la línea, entonces su cerebro pareció comprender la situación. Se había quedado dormido.

—Mierda.

Sí, mierda, te estamos esperando desde hace media hora ¿Dónde carajos estas?

—Tuve un percance —Mintió poniéndose de pie para buscar ropa decente de su closet, reprochándose así mismo el no ser ordenado y dejar todo regado por las ultimas semanas, no podía encontrar nada dentro de todo el montón de prendas —Ya casi llego.

Colgando sin dar derecho a refutar lanzó el teléfono a la cama para colocarse unos pantalones negros y una camiseta básica del mismo color, hubo un tiempo en que escogía y combinaba su ropa meticulosamente e incluso dependiendo su estado de ánimo, era muy innovador cuando sentía sus emociones a flor de piel, sin embargo en ese momento solo podía pensar en un funeral.

Salió de su habitación encontrándose con un olor dulzón bailando en el aire que hizo que su estómago diera un vuelco.

— ¿Qué estás haciendo? —inquirió al pequeño castaño que escuchaba i kissed a girl de Katy Perry mientras daba vuelta a los panqueques, la música sonando tan alto que ni siquiera podía escuchar su propia voz.

Jimin puso mute al televisor haciendo que Taehyung finalmente lo notara.

—Lo siento.

—No importa, me voy así que no rompas nada.

— ¿Ya te vas? Pero no has desayunado —señaló la pila de panqueques con la espátula —Son mi especialidad.

—Yo no desayuno —rechazó tomando las llaves de su Cadillac e intentaba colocarse uno de sus bototos viejos, no recordaba la última vez que los había usado pero que más daba —No quemes mi casa, puedes practicar o sino deja la llave en la maceta de afuera cuando te vallas y dale de comer al gato antes de irte.

—Espera, no te vallas, tampoco cenaste ayer ¿seguro que no- —Calló cuando escuchó el sonido de la puerta al cerrarse —Bien pero si te duele el estómago desearas haber comido mis panqueques.

Jimin salió de la casa como alma que lleva el diablo rumbo a su auto, eran uno de los pocos lujos que le quedaban y que de seguro terminaría vendiendo con el tiempo, pero agradecía no haberlo hecho hasta el momento o estaría en más problemas de los que ya traía encima.

Pisando el acelerador hasta el fondo su auto pareció volver por la carretera importándole poco los límites de velocidad, mientras no chocase a nadie ni apalastrara a alguna ancianita cruzando la calle todo estaría bien.

Haciendo una escalera horizontal con la palanca maniobro con la palanca derrapando en un retorno antes de volver a acelerar en línea recta.

Giró su auto con brusquedad logrando que las llantas llorasen al ser talladas contra el pavimento entrando en el estacionamiento de la compañía.

De seguro había roto su propio record de velocidad pero estaba demasiado alterado como para notarlo.

Salió del auto corriendo escaleras arriba a la agencia donde su abogado le esperaba en la puerta observando en silencio la marca de llantas donde había patinado el azabache segundos antes de estacionar con una maniobra casi medida frente a él.

—No sabía que conducías tan bien —Comentó incrédulo, claro que Jimin lo ignoró pasando de largo a la sala donde su exjefa debería estar esperándolo unto a los demás.

Al caminar por el extenso pasillo se llevó una miradas cargadas de lastimas, otras eran más bien de diversión, se lo esperaba, después de todo dejó un puesto al que aspirar.

En algún momento la agencia había explotado su rostro para estamparlo hasta en portavasos, ahora todos y cada uno de esos carteles habían sido retirados y cada publicación había sido eliminada como si nunca hubieran estado ahí.

Su abogado abrió la puerta de la oficina donde entró contando sus pasos en un intento de mantenerse inmutable que para su suerte pareció funcionarle.

Tomó asiento frente a la mujer que antes solía sonreírle hasta que las mejillas se le entumían, ahora solo se mantenía serena y seria con sus brazos cruzados frente a él.

—Buenos días, Jimin.

Quiso reír al escuchar su nombre, antes le llamaba cereza, por ser la estrella y cara de su empresa, solía decir que él era la cereza de su pastel.

Donde quedó tu amor —Pensó irónico.

—Que tiene de buenos, señora Lennox —Respondió con el mismo tono indiferente, como si antes su relación no hubiera sido como la de madre e hijo, se presentaban uno frente al otro como dos extraños —Vengo a escuchar la decisión tomada.

—No dudes que no lo tengo —Aseguro la mujer —De hecho, gracias a tu retraso pude confirmar que fue una sabía decisión.

—Si bueno, esperaba que comprendieran mi falta de emoción ante el hecho de firmar mi renuncia —fingió inocencia —Pensaba que sería comprensible, veo que me equivoque.

—Deja el juego Jimin —Cortó la mujer haciendo sonreír al azabache —Creo que no hace falta decir cuál fue mi decisión, ¿verdad?

—Por supuesto que no, así que le ahorrare la explicación, a su edad no es bueno que se fuerce demasiado —Molestó pidiéndole un bolígrafo a su abogado quien no dudo en dejarlo en su mano — ¿Leíste bien?

—Al derecho y al revés, todo está en orden.

—Me ofende que lo dudaras —Comentó la mujer haciendo que el azabache riera.

—No deje de hacerlo en ningún momento —Respondió burlón dando una lectura rápida antes de llegar a la última hoja —Descuida, firmaré sin problemas.

Firmando el papel, Jimin devolvió el lapicero y dejó el contrato sobre la mesa con parsimonia.

—Es todo.

—Jimin, déjame darte un concejo por los viejos tiempo-

— ¿Qué te hace creer que quiero escuchar algún consejo tuyo? —Interrumpió el ahora ex-modelo con una sonrisa agria —Lo único que quería escuchar de ti ya lo dijiste, no deseo nada más.

—Jimin, eres un excelente modelo, uno de los mejores que he visto pero no sirves de nada si todo el mundo te rechaza.

— ¿Ese es tu maravilloso concejo? —Se burló, aguantándose el nudo que se había atascado en su garganta —Me alegra saber que al menos no modele para nada.

—Escúchame, si llegas a volver.

—Si llego a volver, créame que no será aquí —Aseguró dándose la vuelta para salir de la oficina.

Caminó bajo todo el montón de miradas que parecían querer comérselo mientras salía de la empresa rumbo a su auto.

—Jimin, espera —Rogó su abogado apenas alcanzándolo.

— ¿Qué?

— ¿Cómo que, qué? —Gruño molesto, dejando sus manos descansar en sus rodillas mientras jadeaba por aire, su edad y condición no eran las mejores precisamente para andar corriendo de esa manera — ¿Y ahora qué?

— ¿Ahora? —Repitió burlón el azabache abriendo la puerta de su auto —Ahora no queda nada, se acabó.

—Pero-

—Estamos desempleados, ya no queda ningún acuerdo de renuncia que deba firmar, este fue el último —Interrumpió con una mueca —Es todo.

—Pero pensé... pensé que al menos querías demandar a ese idiota.

Jimin se tensó ante la insinuación y casi nombramiento de ese individuo, no quería ver ni escuchar jamás de la existencia de esa persona nunca más.

— ¿Qué caso tiene? —Cuestionó amargo e incluso desanimado, dejando que el tono de su voz se quebrara pero se negó a mostrar más, no se dejaría caer, al menos no frente a alguien —No seas tonto, ni si quiera tú podrías ganar un juicio contra él.

—Podrías intentarlo, ¿dejaras que se salga con la suya como una maldita victima? —Inquirió enojado y casi indignado —Podría buscar-

—No encontrarías nada —Interrumpió chasqueando la lengua ante su necedad, el solo quería llegar a su casa a tirarse sobre su cama y no volver a salir jamás —solo lo complicarías más, déjalo estar.

Con intenciones de abandonar la conversación y entrar en su auto para irse a casa, sus planes quedaron a medias cuando el abogado dio unos golpecitos en su vidrio, Jimin bajó el cristal del auto recibiendo la pequeña tarjeta que este le tenía.

—Si cambias de opinión en cualquier momento, por lo que sea, de verdad —toco la tarjeta —Llámame.

Asintiendo como una promesa silenciosa, el abogado finalmente se alejó el auto para dirigirse al propio. Jimin dejó la pequeña tarjeta en el maletero antes de encender el auto y dirigirse a su casa.

Esperaba de verdad que Taehyung ya no estuviera ahí, ya no le quedaba energía ni para molestarlo, solo quería encerrarse y largarse a llorar hasta que sus ojos ardieran. Solo eso.

¿Era demasiado pedir un momento a solas?

Pues aparentemente así era a que el castaño seguía en su casa sobre la pasarela de práctica, Jimin pasó de largo a su habitación no sin antes notar que Taehyung había limpiado todo el lugar y lavado todo lo que había utilizado en la mañana, lo cual internamente agradeció pero que no se molestaría en dar las gracias ya que no tenía ánimos de una conversación que estaba seguro el menor insistiría en tener.

Pasó de largo quitándose los bototos y arrojándolos por ahí para meterse en la cama y enrollarse en la gruesa sabana.

Su gato no perdió el tiempo al meterse junto a él dentro de la cama.

Las cortinas cerradas impedirán que cualquier rayo de luz se atreviera a travesar la oscura habitación, para Jimin fue fácil quedarse dormido de un momento a otro ya que no podía distinguir si era de día o no.

Así pasó un largo rato hasta que la noche finalmente llagó y Taehyung dio unos pequeños golpecitos en su puesta, al no recibir respuesta imagino que el azabache seguía durmiendo así que no quiso molestarlo con la cena y le dejó en paz.

Nuevamente Jimin agradeció el gesto en voz baja. Su garganta, nariz y ojos ardiendo de tantas lágrimas y sus labios tan maltratados y resentidos por haber sido mordidos para acallar los sollozos.

Sin darse cuentaterminó cayendo en un profundo sueño.

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