8
Los nacientes rayos del sol comenzaron a interceptarse a través de la persiana de la ventana, que por poco se hallaba cerrada, y que no tardó demasiado en esquematizar de una forma desigual nuestra habitación.
Tobias se movió a mi lado y me abrazó con firmeza, por el cual me atrajo más a él y su saludo fue un simple beso gradual en mi pelo. Le devolví el abrazo y posé mi mano en su pecho desnudo, con la evidente intención de acariciar aquella suavidad que hechizaba las yemas de mis dedos. Esa sensación de percibir que éramos sólo nosotros dos en el mundo era adictiva y no me permitía salir de allí, ni tampoco lo deseaba. Esa monotonía era simplemente perfecta.
—Buenos días, señorita Forge— exclamaron sus labios calmados. No evité una sonrisa a escondidas al escuchar mi nuevo apellido o el que estará por venir en un futuro no muy lejano.
—Buenos días— pronuncié casi con un tono tímido. Alcé un poco la vista y noté que mi anillo brillaba resplandeciente con la luz de sol. Me estremecí al recordar mi conversación con Lenn sobre la relación de Tobias y su secretaria, aquella en la que pensé despectivamente sobre él y sus extrañas andadas. Al fin y al cabo, Tobias, con la simple acción de anoche, había disipado todas mis confusiones y sospechas. —¿Cómo has dormido?
Con su dedo índice levanta mi mentón y nuestras miradas se cruzan y quedan permanentes. Aún con sus facciones adormiladas, estaba totalmente atractivo con su pelo negro despeinado y sus ojos entrecerrados, pero que emitían un destello casi irreal que me hacía sonreír serena. Cuando notó tal efecto, me regaló una sonrisa radiante y besó mis labios con ternura.
—Mejor que nunca, cariño— exclama acariciando mi mejilla. —De hecho estoy tan cómodo que no quiero levantarme— relaja su cabeza sobre la almohada sin dejar de observarme con cariño.
—Pues quédate conmigo un rato más— sugiero apegando mi cuerpo junto al suyo.
—Me encantaría, bebé. Pero tengo que irme más temprano hoy, será un día fatal— refuta con seguridad y yo fruncí el ceño como respuesta. —Lo siento, preciosa. No puedo quedarme, aunque ansíe demasiado seguir aquí— con su dedo pulgar acaricia mi labio inferior y lo separa un poco del superior y emite una risita. —No te enojes conmigo, bebé— sonrió tan plácidamente que no pude evitar hacer lo mismo. ¡Qué peligroso que es este hombre cuando usa sus encantos! ¡Qué proeza!
—Está bien, cariño. No hay problema— exclamé aunque en mi interior no sonaban más que falasias. —¿A qué hora volverás?
—No estoy seguro de eso. Hay mucho por hacer y las 24 horas del día ya no me resultan suficientes— bufó. —Pero haré todo lo posible por mantenerme en contacto contigo— me guiña el ojo de una manera fugaz y sonríe de lado. —Lo bueno es que es viernes y no hace falta que tú vayas a la oficina. Puedes quedarte— deposita un suave beso en mi frente y se incorpora dispuesto a prepararse para irse al estudio.
—Tengo una reunión con un productor de Estocolmo, no puedo ausentarme— él se voltea casi mecánicamente a observarme a medida que se ponía sus típicos jeans ajustados.
—Pero si ya sabes que tenemos uno ¿Por qué habrías de agendar una reunión con otro?— cuestiona buscando en los cajones de su exagerado armario una remera en particular.
—Pues, tú siempre dices que es bueno tener una planeación auxiliar por si algo no sale como esperas... Ya sabes, luego de lo que pasó con los Ghouls siempre es oportuno tener una segunda opción— reflexiono y abrazo mi almohada en una posición más cómoda para admirarlo vestirse.
Cuando Tobias ya se encontraba del todo vestido, guardó su celular en el bolsillo de su pantalón y tomó las llaves del auto jugando con ellas con audacia. Se sentó a mi lado y acarició mi pelo azul sin evitar que se escape una fresca sonrisa de su rostro. Tan sereno me miraba que era casi imposible no perderse en el verde de sus ojos.
—Es por eso que estoy muy orgulloso de ti y de todo lo que estás haciendo por la compañía, cariño. Me dejas muy tranquilo cuando eres tú la que se encarga de eso— dedicó unos segundos para admirarme aún acostada y el reloj de pared, que sus agujas resonaban en un tick tack casi incesante, dio la hora exacta de partida de Tobias. Él lo observo sin alzar mucho la cabeza y volvió su mirada a la mía sin extinguir aquella radiante sonrisa. —Debo irme. Le diré a uno de mis amigos que te lleve a la oficina. No quiero que andes sola por ahí— sentencia.
—¿Uno de los que está trabajando contigo ahora con Prequelle?— él ladea la cabeza efectuando una mirada curiosa, pero como si estuviera reprochándome algo a la vez. —Ya entendí, no hace falta que respondas— él sólo ríe. —Cuídate ¿sí? Y espero que tengas un lindo día.
Él toma mi mano y la acerca a sus labios para depositar un suave beso. Por un momento posa la palma de mi mano en su mejilla y cierra los ojos deleitándose con mis caricias. Cualquier sensación de ternura relacionada con otra cosa era simplemente nada comparado a lo que estaba presenciando. Tobias era puro amor y era agradable saber que ya estaba acostumbrado a esa manera de ser. Volvió a besar mi mano y la acarició con ambas de las suyas.
—Lo haré, bebé. Cuídate tú también ¿De acuerdo?— deposita un beso fugaz en mis labios y se incorpora. —Terminaré de arreglarme en el baño de abajo ¿sabes? Te veré luego. Te quiero.
Alargó aún más la distancia entre nosotros llenando el vacío que venía sintiendo desde que se levantó para vestirse. Oí sus pisadas resonar en las escaleras y luego un silencio severo que se adueñó de mis sentidos.
El amigo de Tobias estaba predicho que llegaría en unos pocos minutos a buscarme, aún así la espera se hacía intolerable y los minutos corrían como maratonistas cada vez que esperaba sentada en el sofá observando el paisaje sueco a través de la ventana. Entre inhalación y exhalación, verificaba la hora de mi celular, la del reloj antiguo de pie de la sala y viceversa. Conocía el tráfico naciente hacia la ciudad de Estocolmo y todo lo que eso implicaba.
Segundos después, y me atrevería a decir milésimas de segundo, el timbre suena. Mis piernas aceleradas no tardaron en llegar a la puerta y sujeté con más fuerza mi cartera al abrirla delante de mí. Todo parecía ir por su camino natural y normal hasta que el amigo de Tobias se hallaba ahí esperándome muy serio y con apariencia avergonzada y tímida a la vez. No podía distinguir con exactitud qué característica lo definía más.
—Buenos días, soy Eva, la prometida de Tobias— exclamo con una jubilosa sonrisa y extendiendo la mano.
Aquel hombre del mismo estilo que Tobias me sonrió aceptando mi mano con energía. Sus manos estaban frías y sudorosas, un detalle que dejaba en evidencia que los nervios estaban a flor de piel en su organismo. No aparentaba a simple vista ser mayor que Tobias y su chaqueta de cuero junto con su vestimenta oscura y el exceso de pulseras en su mano izquierda me daba la pauta que pertenecía a su mismo ámbito. Llevaba la barba finamente prolija pero abundante y sus mechones de pelo caían en su frente contrastando el azul de sus ojos. Maldije por dentro al darme cuenta que la mayoría de los amigos de Tobias eran terriblemente atractivos.
—Un gusto conocerte, soy Pär— estrechamos nuestras manos y me invita a salir con un ademán. —Lamento la tardanza. Tuve un asunto que atender con varios de mis colegas— se justifica. —Haré lo posible para que llegues a horario a la oficina.
—Descuida, Pär. No hay problema con eso, es comprensible— él me dedica una sonrisa de lado y yo cierro la puerta detrás de nosotros.
Atravesamos los pocos metros de pasarela que separaban nuestra casa de la vereda y divisé un sedan Mercedes Benz, aparentemente de clase S, pintado en un color vino más oscuro. A medida que me iba acercando al asiento del acompañante lo iba examinando de lado a lado y de arriba a abajo con impresión. No cabían dudas que desprendía lujo y bastante estilo clásico en cada zona brillante del automotor.
—Lindo auto— exclamo admirando el interior cuando ambos nos asentamos en él.
—Gracias. Aunque más bien soy de los que prefieren las motos— confiesa mientras activaba el punto de contacto con la llave. —¿Eres más de los autos alemanes?
—Japoneses en realidad— refuto. Emite una risita y con un par de movimientos ya estábamos andando y dejábamos mi casa atrás cada vez.
—Ya veo... Nissan sentra— comenta divertido mientras observa concentrado la carretera. —Ambos tienen buen gusto para los autos. No lo niego.
—Pues yo soy más de admirar los autos, Tobias sólo los maneja— ambos reímos. —No suele darle demasiada importancia a eso.
Él asiente pensativo pero sin eliminar su carisma impregnado en su rostro y continúa manejando hacia Estocolmo. En un instante sentí incomodidad al notar que la situación ya estaba demasiado tensa para mi gusto y que el silencio abundaba con exageración. Si bien uno de mis principios era nunca romper el silencio si no es para mejorarlo, en esta ocasión tenía que hacer una excepción.
Cuando separé un poco mis labios para pronunciar una pregunta relacionada al vínculo entre Tobias y él, Pär se encargó de tomar la iniciativa.
—Así que... ¿Prometida de Tobias?— preguntó rascando su barba con lentitud.
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