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Me tomó con cuidado de la cintura con la finalidad de atraerme más a él. La suavidad de sus labios de látex se apoderaron de los míos sin piedad, por el cual comenzó a subir la temperatura del ambiente en simples segundos. La atmósfera inquieta, latente y alterable nos envolvía en una potente atracción y lujuria que era imposible ignorar. La ropa comenzaba a incomodarnos y, poco a poco, Tobias parecía percatarse de eso.
Cerró la puerta detrás nuestro y me arrinconó a ella ubicando mis manos por encima de mi cabeza. Las sostuvo con firmeza mientras que sus labios recorrían mi cuello incesantes y sin pudor. Dejé escapar un audible gemido cuando sentí su caliente lengua sobre mi piel, lo suficiente como para lograr hacerlo sonreír de una manera muy malévola, pero irresistible a la vez.
—Eso es, bebé. Haz sentir orgulloso a Cardi— pronunció suavemente en mi oído. Aquella dicción resonó en la profundidad de mi mente, además provocó una explosión de sensaciones que se fueron desparramando y distribuyendo en mi organismo. Era puro éxtasis encontrarse en los brazos de este hombre insaciable.
Sus manos soltaron las mías y bajaron con desesperación al inicio de mis pantalones. Los guantes de cuero de Tobias fueron despojados de sus manos cuando desabrochó los botones de mi pantalón de vestir y, sin perder ni un segundo, sentí su piel aterciopelada en mi carne.
—Tobias...— suspiré reclinando la cabeza hacia atrás. Lo imploraba a cada minuto, era increíble el efecto que lograba causar. Lo necesitaba ya mismo.
—Cardi para ti esta noche, Eva— pronuncia con aquel típico acento que hacía temblar mis piernas. —Una agradable sorpresa ¿no crees?— asentí con la respiración entrecortada cuando sus dedos comenzaron a trazar círculos en mi feminidad.
Con su mano libre alzó mi pierna para bordear su cintura con la finalidad de tener mayor acceso a mí. La fricción de sus dedos se hicieron más rápidas, más eléctricas; cada vez que aumentaba la intensidad, una gran parte de mi organismo sufría un espasmo insoportable que me hacía caer rendida en los brazos de Tobias sin aliento. No quería terminar así, no debía, pero él sólo se divertía adelantando lo inevitable.
—Cardi, por favor...— supliqué sosteniéndome de sus brazos con fuerza y a pocos centímetros de sus labios. A peligrosos centímetros.
—¿Por favor qué?— exclama con autoridad pero sin perder el tono erótico. —¿Qué es lo que necesitas, bebé?— aquella fricción se demoró de un segundo a otro y efectuó en mí unos fastidiosos deseos de continuar. —¿Que pare?
—Por favor, Cardi, tómame ya— supliqué sosteniendo su rostro con ambas manos. —Ahora.
Él simplemente sonrió con malicia y me sostuvo ambas piernas para bordear completamente sus caderas dejándome en el aire y a disposición suya.
—Sus deseos son órdenes— exclamó divertido y retrocedió unos pasos en camino a nuestra cama que se hallaba indiscreta y aclamando por nuestras almas pecadoras en el centro de la habitación.
Me depositó con cautela sobre el terso edredón lila que no tardó en acariciar mis brazos y hombros. Cardi se colocó entre mis piernas sin dejar que su peso me aplaste y besó mis labios con pasión buscando con sus habilidosas manos mi pantalón para despojarme de él de una vez por todas. Posó un cálido beso en mi muslo y luego transitó el resto pasando por mi abdomen como si estuviese fabricando un camino en mi piel con sus propios besos. Se detuvo en la pieza arrugada de mi blusa y la observó con desaprobación, por lo que la deslizó por sobre mi cabeza con destreza exponiendo mi desnudez frente a sus ojos nítidos.
—Eres toda una joya, princesa— dijo relamiendo sus labios.
Sus ardientes labios se posaron en mis senos y con aquel estímulo sentía que mi entrepierna estaba a punto de estallar debajo de él. Arqueé la espalda sosteniendo su cabeza y ambos conectamos nuestras miradas por un segundo. Todo parecía eterno y la idea de ser poseída por él no dejaba de consumir mis emociones.
Se incorporó, aún quedando de rodillas frente a mí, y me observó de arriba a abajo con detenimiento. Detallé en su ajustado pantalón negro que su miembro era notable a simple vista y que era evidente que estaba lo suficientemente listo para romper con todos mis esquemas. Estiré el brazo sin quitar la mirada de la de él y acaricié su latente erección por encima de la tela de su pantalón.
—Definitivamente apruebo este pantalón— exclamé y mordí mi labio inferior como reacción. Cardi se limitó a una simple risita complacida y me ayudó desabrochando el único botón que tenía.
Su miembro rebotó fuera de su pantalón manteniendo su firmeza. Sujeté aquella longitud extraordinaria y lo estimulé con ambas manos mientras Cardi emitía gemidos casi roncos a través de su garganta. Relajó su cabeza y se dejó llevar por la cautela de mis caricias. Cuando su miembro comenzó a erguirse y a aumentar su temperatura, Cardi quitó mis manos de él y se posicionó en mis piernas dejando un considerable espacio entre ellas. Rebuscó en la mesa de luz un condón y se apresuró en colocarlo con destreza en su miembro.
Cuando sus labios buscaron los míos con desesperación, y yo se los correspondí, él se introdujo con fuerza en mi interior ocasionando que emita un gemido audible entre besos. Exploró mi cuello mordiendo, lamiendo y besando cada rincón de esa zona con pasión mientras sus embestidas apuñalaban todo mi ser sin piedad. Enrollé mis piernas en su cintura y me sujeté de él lo más que mi organismo pudo aguantar ante tales choques eléctricos que causaban nuestros cuerpos hambrientos.
Sentí su aliento caliente en mi cuello y una cadena imparable de gemidos escapándose de su boca, que no evitó enloquecerme más de lo que era posible en ese momento. Estábamos completamente entregados el uno al otro. Unidos como uno solo. Un sinfín de sensaciones caían de nuestros labios que adornaban la habitación como un canon de voces. La lujuria y el éxtasis se fue apoderando de nosotros una vez más en esta habitación.
Unos minutos después, nuestros organismos se liberaron y cayeron rendidos uno al lado del otro. Ambos cuerpos yacían casi inertes luego de haber participado en una gran lucha de sensaciones enérgicas; ambos sonreímos exhaustos y observamos los pequeños recovecos que la luz de la luna iluminaba al introducirse en el cuarto a través de la ventana.
—Espero una opinión— exclama con la voz entrecortada.
—Cardi ha sido estupendo— dije al fin. —Gracias por la sorpresa— busco su mirada y deposito un suave beso en sus labios carnosos.
—Sabes... Esto no es todo— lo observo confundida ladeando la cabeza y él se incorpora hurgando en el bolsillo de su pantalón que se hallaba en el suelo.
—Oh, Cardi, recién te conozco y aún tienes más para mí...— menciono burlona. —¿Qué es?
Aún dándome la espalda, noto que suspira y observa algo concentrado. Sin dejar que las dudas lo consuman, se voltea y me enseña un pequeño cubo de una tela oscura que no lograba apreciar en la baja iluminación del cuarto. Pero toda incertidumbre se disipó cuando él lo abrió enseñando su contenido. Aquel brillante diamante, que tintineaba aún en la más profunda oscuridad, quedará grabado por el resto de mi vida.
—Eva, apuesto todo por nuestra relación, hoy más que nunca, y es por eso que me gustaría preguntarte si... ¿Te casarías conmigo?— llevé ambas manos a mi rostro y me incorporé casi de un brinco. Una cascada de lágrimas no tardó en empapar mi rostro al cabo de unos pocos segundos.
—Dios mío, Tobias. Claro que sí, por supuesto que quiero— sus ojos brillaron a través de su máscara y nos fundimos en un abrazo implorante.
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