5
Me encaminé hacia mi oficina con un gusto amargo en la boca. Sostuve con firmeza mi cartera mientras apretaba la mandíbula. ¿Cuántas posibilidades existían de que Tobias se enoje fuertemente conmigo si me presento en el estudio? ¿Cuántas posibilidades habría de encontrarlos a ellos dos juntos como ya me había pasado hace unos meses? ¿O si realmente fue mi culpa por despistada? Tantas emociones juntas y sin ninguna acción por realizar.
—Eva— me llama Lenn cuando paso frente a su oficina que se hallaba abierta como todos los días. —¿Podemos hablar?
Retrocedí en mis pasos con pesadez con la finalidad de que mis tacones resuenen en los pasillos. Sentí mi celular vibrar por un momento en el interior de mi cartera, pero por razones casi irreales, decidí ignorarlo.
—Si es por la conversación que tuvimos en el auto lamento decirte que no podrá ser aquí— me adelanto y él niega con la cabeza.
Se lo veía relajado, con el escritorio organizado y con las mangas de su camisa arremangadas. Contaba con su chaleco que hacía juego con su pantalón de vestir y la típica camisa blanca. Noté que su saco estaba colgado perfectamente en su perchero de pie moderno y que aún mantenía su peinado inmaculado. Realmente este hombre era fascinante y brillaba en todos los aspectos habidos y por haber.
—No, no es eso— niega con simpatía. —Me refiero a lo que pasó con Elinn en el juzgado— hace una pausa seria. —¿La has despedido?
—No estaba en su despacho— respondo casi a la milésima de segundo en que terminó de formular su pregunta. —Sabes... Tengo un pésimo presentimiento de todo esto— me acerco a la silla situada frente a su escritorio y me siento dejando caer mi cuerpo.
—¿Qué sucede, Eva?— pregunta compasivo. —¿Qué te preocupa?— hace una pequeña pausa reflexiva. —¿Piensas que el señor Forge...
—Sí— me limito a responder. —Estoy casi segura que lo está haciendo otra vez y de sólo pensarlo ya me da rabia— comento enfurecida. —Y esta perra lo único que hace es arruinar mi imagen ante todo el mundo... Incluso con él ¿Entiendes?— él toma mi mano y la acaricia.
—Sh, sh. Tranquila, cariño— pronuncia con suavidad. —No soy el más experto en el amor pero al menos déjame aconsejarte algo: estoy seguro que Tobias te ama, no lo dudo, jamás sería capaz de hacerlo de nuevo más teniendo en cuenta todo el apoyo que recibe de tu parte en este momento de su vida— asiento dándole la razón. —Pero si consideras que ésto te sobrepasa, y es algo por lo que aseguro que pasa, deberías ir a hablar con él y explicarle la situación.
—¿Ahora?— balbuceo y él asiente con certidumbre. —Pero está en plena grabación de Prequelle. Me echará a los gritos.
—No pasará. Eres su novia, Eva. No su amiga, por favor, madura— dice con tono burlón. —Ve e inténtalo, y si se enoja contigo pues pasa por mi despacho y te daré consuelo.
Sonreí por reflejo ante la inmensidad de corazón que me estaba enseñando Lenn y él me devolvió la sonrisa cuando lo notó. Tener a alguien tan cercano en mi ámbito laboral era pura satisfacción, algo que había perdido cuando abandoné mi antigua casa y a mis amigos. Lennart me había introducido en el nuevo significado de lo que es hogar.
—Oh, Lenn. Probablemente nunca te lo he dicho, pero eres el mejor— presiono su mano con fuerza y ambos nos sonreímos.
—Lo sé, querida. Ya lo sé. Ahora ve y demuestra quién es la señorita Forge— agrega guiñándome un ojo. El sonido del teléfono nos interrumpe la conversación y Lenn suelta mi mano sin antes poner los ojos en blanco, a lo que yo reaccioné con una leve risita. —Oficina de Eva Hedegaard— pronuncia con un tono profesional auténtico. —Oh ¿Qué tal, señor Forge?— dice aclarándose la garganta y me observa sorprendido. —Sí, ya le derivaré la llamada— presiona la tecla y mi teléfono comienza a sonar en la distancia. —Será mejor que vayas.
—¿Cómo lo has escuchado?— él me observa serio por unos segundos y rasca su mentón buscando una respuesta adecuada. —De acuerdo. Entendí. Iré a hablar con él— me incorporo mientras tomo mis cosas.
—Suerte...— oí decir a Lenn muy por lo bajo.
Con un trote suave me adentro en la profundidad de mi despacho cerrando la puerta detrás de mí. Deposito mi cartera sobre el escritorio haciendo lugar y atiendo la llamada lo más rápido que pude.
—Tobias— dije casi en un suspiro. —Escucha, yo...
—No hace falta. Ya me llamó el fiscal— pronuncia con recelo. —¿En qué diablos estabas pensando al entregar documentos ya presentados? Podrían haber ralentizado todo el proceso y por ende agregado más costos adicionales.
—La estúpida de tu secretaria vino a decirme que los tenía que entregar. No tenía ni idea de eso, Tobias— contesto con el mismo tono. —Está ahí contigo ¿verdad?
—Pues sí, Eva. Estamos trabajando— suspira con pesadez. —Lo más importante: ¿Alguien te ha reconocido hoy en el juzgado? Porque sé que la otra parte de la demanda estará desfilando por los pasillos esta semana con las pruebas que presentarán— recordé mi encuentro con Simon pero preferí hundirlo en la mismísima nada.
—No. Fui con Lennart nada más— hago una pausa. —Tobias, tienes que comprender que Elinn cometió un grave error y que la mejor y única forma de remediarlo es patearle su escuálido tr...
—Wow, tranquila, bebé. Hablaré con ella, te lo prometo— dice relajando la voz. —Me encargaré de que no vuelva a pasar.
—Es decir, lo pasarás por alto— mascullo en desacuerdo. —Por la culpa de esa perra casi te arruina el juicio usándome como herramienta ¿no lo entiendes?— sólo escuché silencio por el otro lado de la línea como respuesta.
—Hablaré con ella, Eva. Entiendo tu punto y es por eso que tomaré medidas— dice con ninguna pizca de seguridad. —Debo volver al trabajo, bebé. Nos vemos a la noche ¿De acuerdo?
—Bien... Lo que digas...— suspiro. —Diviértete— menciono casi sarcásticamente.
—Te quiero ¿sabes?— al escucharlo pronunciar aquellas palabras, mis mejillas nos tardaron en enrojecer. —Tengo una sorpresa para ti esta noche. Te gustará— exclama con picardía.
—Muero de ganas de ver qué es— digo divertida. —Yo también te quiero, cariño. Te veré luego— oigo que lanza un beso al aire y cuelga la llamada.
Refregó sus ojos al colgar el teléfono con rigidez. ¿Cuánto tiempo tenía que sobrellevar todo este caos que él mismo había creado? Por un momento se sintió débil, poca cosa, una simple hormiga en un mundo inmenso y completo. No estaba seguro si estaba lo suficientemente listo para luchar por lo que había engendrado y comenzó a cuestionarse si realmente el precio valía la pena tal sacrificio.
Una mano familiar se posó en su hombro haciendo que se sobresalte en su lugar. Le llevó pocos segundos reconfortarse con aquel apoyo para dejar de darle la espalda.
—¿Estás bien?— preguntó aquella dulce pero rígida voz. La única voz que seguía escuchando a lo largo de los años y que perduraba en el tiempo sin rupturas.
—No lo sé, Martin— confesó.
—¿Prequelle te tiene estresado?— se interesa aquel ex Ghoul que aún permanecía en la claridad.
—No, estoy orgulloso y satisfecho con lo que estamos logrando— sentencia con certeza. —Pero el juicio y los obstáculos me están jodiendo la vida.
—¿Y ahora qué? ¿Han presentado algún argumento en contra?— Tobias queda en silencio por unos segundos, los suficientes como para incorporarse y observar a Martin fijamente a los ojos.
—Elinn es el problema.
Martin masculla mientras pone los ojos en blanco. Queda de brazos cruzados por un momento como si quisiera ver a través de Tobias todos sus pensamientos y emociones.
—Sigo sin entender por qué has hecho ese trato, Tobias— menciona decepcionado. —Has firmado tu propia sentencia.
—Lo sé, pero si no lo hacía las cosas serían más difíciles y no tengo lo suficiente como para resistir ¿comprendes?— Martin asiente pensativo. —Con ese trato compré el silencio, que es lo más valioso para mí en estas circunstancias.
—Resulta que el precio resultó ser más caro...— reflexiona y Tobias asiente cabizbajo. —Descuida. Todo saldrá bien, Tobbe. Estás en buenas manos, así que deshazte de esos pensamientos y continuemos con Prequelle. Los chicos esperan— exclamó Martin dando una palmadita en su hombro y se retiro hacia la sala.
Tobias dedicó una última mirada a su piano pensando cuándo llegará el momento en que todo termine de una vez por todas. El momento en el que una de las dos aristas se ejecute: que el juicio termine o que su carrera termine.
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