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Me despedí de Lennart por segunda vez consecutiva, de manera cordial y afectiva y estableciendo algunas pautas de trabajo para dentro de los próximos casi dos meses en las que incluía el recibimiento de mi oficina como su nuevo puesto de trabajo y la delegación de las tareas relacionadas con el juicio que, si bien estaban ya cubiertas por Tobias teóricamente, él se encargaría de transmitirme las novedades y cualquier avance de mi situación con respecto a la citación que pendía de un mismísimo hilo de coser.
Antes de ir al aeropuerto para emprender nuestro tan anhelado tour a Estados Unidos, denominado Rats on the Road por Cardinal Copia en persona, Tobias decidió hacer un pequeño cambio de imagen y, como detalle agregado de manera obligatoria con esto último, de personalidad en el baño de la oficina y luego escapó por la puerta de emergencia que nadie utilizaba en la vida diaria, ya que no era de suma necesidad en la corriente rutina sumida en la normalidad absoluta, para evitar miradas curiosas en el hall del edificio. Nadie debía ver que entraba a la empresa Tobias Forge y seguidamente atravesaba la puerta principal Cardinal Copia. Aquel criterio era indispensable de cuidar según él y su ambiciosa jugada de permanecer incógnito.
Al cruzar la pasarela con un paso decidido y con la frente bien en alto, observé por encima de mi hombro cómo las puertas del ascensor, que todo este tiempo había usado para dirigirme a mi piso, se cerraban a varios pasos detrás de mí. Primeramente, había comenzado a sentir un arduo apego emocional que se incrementaba con cada paso que efectuaba en mi camino a la salida del establecimiento y que me imposibilitaba no mirar hacia atrás y echar de menos a mi nuevo lugar, mi nuevo trabajo, mi segunda casa. Pero luego lo tomé como un mensaje de buen augurio, de aquellos que siempre mi madre me recordaba cuando un cambio, por más pequeño que sea, ocurría en mi vida.
"A veces, cuando una puerta se cierra se abre un universo entero", me decía. Y sonreí ante tal repentino recuerdo.
—¿Estás lista, mi bella Ghoulette?— pregunta Cardinal al verme ingresar a su limusina quien, además de haber organizado un encuentro sigiloso y exitoso de toda la banda en este punto, había preparado todas mis maletas tal y como se lo había pedido hace unos pocos días.
Asentí con nerviosismo al notar que los Ghouls se encontraban viajando en la misma camioneta en la que yo solía trasladarme a los hoteles y conciertos, justo detrás de nosotros. Con este detalle supe que ya no habría una Cassidy que tome mi lugar ni estorbe en ningún momento con su presencia ingrata y de varios de miles de coronas suecas, ni con sus llamadas inoportunas que exigían la total atención de Tobias en cada cuestión que ocurría. Todo sucedía exactamente como me lo imaginaba: sólo éramos nosotros dos y los Ghouls como nuestros acompañantes en esta aventura que experimentaba por segunda vez con Ghost.
Bernt se hallaba oculto del otro lado de la pequeña ventanilla que conectaba ambos roles de conductor y pasajeros, totalmente concentrado en su labor y ajeno a nuestra conversación que ya había finalizado por mis nervios que se manifestaban a flor de piel. La canción que sonaba a través de los parlantes del estéreo pertenecía al excelentísimo álbum Infestissumam, por el que dediqué noches largas y eternas a admirarlo de comienzo a fin cuando había empezado a trabajar con Ghost, precisamente cuando Papa Emeritus III lideraba el linaje familiar. Entretanto Year Zero resonaba majestuoso en el ambiente, con sus acordes y letras particulares y característicos de la esencia pura de la banda, Cardinal sujetaba mi mano por encima de mi muslo y la acaricia con la dulce suavidad del frío cuero de su guante, tan oscuro como su traje más relajado de Cardinal.
—¿Te encuentras bien? No es muy normal que permanezcas tan callada— rompe el silencio buscando mi mirada que se hallaba perdida en la carretera de la ciudad de Estocolmo, tan transitada y caótica como de costumbre.
—Pues, claro— disimulé mi nerviosismo a causa del tour y, con principal prioridad, los documentos que había encontrado en su despacho sobre el juicio y la implicación de Cassidy y su hermana en aquella jugada o 'trato', como él mencionaba en la cinta. —Sólo estoy nerviosa como la primera vez que trabajé con ustedes en el último tour— percibo una breve sonrisa escaparse de su máscara y luego asciende mi mano para besarla con dulzura.
—No hay de qué estar nerviosa, bebé. Todo saldrá perfectamente bien, tal y como lo pautamos en un principio ¿recuerdas?— me pregunta risueño. —Sin nadie que se entrometa entre nosotros. Tú y yo, gozando un tour tan simbólico como Rats on the Road, con un líder más libidinoso que el anterior y una asistente tan hermosa como una flor en primavera que me tendrá embobado todos estos meses.
Lo observo divertida ante su propuesta de tour y beso de manera fugaz sus labios. Él me lo corresponde con suavidad y seguidamente me recuesta sobre su pecho para que ambos observemos a través de la ventana de la flamante limusina de Ghost. Su mano se ubicó en mi cintura y la bordeó apegándome más a él para luego depositar un breve beso en mi pelo.
—¿Quién se lo hubiese imaginado? Cardinal Copia, un líder lascivo inigualable, que ofrezca unos piropos tan románticos— comento a modo de broma y su pecho se contrae y relaja al ritmo de una risita.
—Eso fue un simple calentamiento ¿Acaso quieres escuchar más?— asentí cargada de curiosidad. —Pero mira que bonitos esos pantalones... Apuesto a que quedarían muy bien en el suelo de mi habitación— bromeó y yo río a carcajadas como respuesta. —¿Ya te he vuelto a enamorar?
—Eres un tonto, Cardinal. Siempre lo haces— me incorporo un poco de su pecho para buscar sus labios y besarlos con la misma intensidad de antes. —Te quiero.
—Y yo a ti, preciosa— acarició mi mejilla sin pausar su sonrisa y me posó cautelosamente sobre su pecho para continuar con nuestro ameno y calmado viaje al aeropuerto.
Cuando arribamos al avión personal de la banda y ya todos nuestros equipajes de trabajo y de indumentaria se hallaban en su respectivo lugar en la bodega del mismo, Cardinal se tomó unos minutos antes de hablar por teléfono en el exterior de la cabina, alejándose al punto de buscar la extrema intimidad para la conversación que estaba teniendo con quién sea que lo había llamado minutos antes de despegar. Aquel detalle de último sólo hizo enfurecer en silencio al piloto y copiloto que ya estaban a horario puntual de abandonar Suecia para adentrarse en territorio americano.
La cabina particular y personal del líder me recordaba la cantidad de veces que Papa me invitaba a permanecer allí con él y que yo rechazaba al percatarme que contaba con la presencia de Cassidy, aquella indeseada presencia que hacía replantearme mil veces mi puesto en Ghost en aquel momento debido al martirio que me hacía padecer con sus actitudes altaneras y de poco prestigio. Esta vez, me encontraba sola y expectante de la vuelta de Cardinal y de su tan sorpresiva llamada.
Me volteo de mi asiento un poco para espiarlo a través de la conexión de las cabinas del avión, pero todo intento de encontrarlo con mi mirada fue en vano. Por otro lado, me sorprendió el hecho de que la cortina roja que separaba ambas cabinas, del líder y de los Ghouls por un lado, se hallaba parcialmente abierta y que tal abertura me redirigía a uno de los Ghouls corpulentos que, a juzgar por su traje, no era más que Fire quien tenía su mirada posada en mí desde hace un buen rato. Aquel detalle generó que vuelva mi mirada al frente con la intención más que evidente de evadirlo, ya que me provocaba unos nervios que me volvían torpe de un momento a otro. Sin darle demasiada importancia al asunto, roté en mi lugar a la espera de Cardinal, no obstante, la mirada descarada del Ghoul permanecía fija en mi persona como si estuviese analizando cada uno de mis movimientos y mis reacciones tan contraproducentes que aquella inspección tan inoportuna y sin motivos me provocaba.
¿Desde hace cuánto que me está observando de esa forma tan extraña? ¿Acaso sus compañeros no se dan cuenta de lo que está haciendo? Incluso los demás Ghouls se hallaban inmersos en una amigable y divertida charla sobre diversos temas que desconocía y que no podía escuchar, totalmente ajenos a su amigo y compañero Fire.
Intenté conectar mi mirada con la suya con la finalidad de causar algo, aunque no sabía exactamente qué era lo que buscaba con mi accionar, pero estaba segura que algo surgiría, como un quiebre en aquella caravana incómoda e impertinente de miradas. No obstante, el único quiebre fue la llegada de Cardinal, que se entrecruzó en esta conexión hasta adentrarse en nuestra cabina especial.
—Eva, tenemos visitas...— pronunció con un tono frustrado y saturado de mal augurio.
Su ex asistente, Elinn Leviels, lo acompañaba detrás de sí con una mirada altiva que me traía precisos recuerdos materializados como películas frente a mis ojos sobre Cassidy y todo el caos que su existencia atraía con cada paso decisivo y fulminante que ella realizaba. La joven rubia poseía casi el mismo poder que su hermana e incluso era poseedora de una verdad que me era ajena y rechazada. Una verdad que hoy descubrí en el despacho de Tobias y que pronto saldría a la luz a través de mi impulso o el de Tobias, dependiendo de lo dispuesto que esté él de cumplir con aquel fraudulento trato frente a mis ignorantes ojos.
—Señorita Hedegaard— pronuncia realizando una breve reverencia. —Un placer volver a verla tan pronto.
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