40
El tintineo de las agujas del, probablemente, único reloj de la diminuta sala de espera que conectaba varias oficinas del tribunal, retumbó marcando la media hora pasada de las 12 del mediodía. Aquel detalle sólo estableció un naciente e inevitable ataque de nervios y ansiedad en la mente imperturbable del pelinegro, que se destacaba por sus vestiduras informales, más adecuadas para ensayar con su banda o simplemente para estar en un ambiente social que amerite su apariencia.
Aún con sus codos posados sobre sus trabajados muslos, acarició una y otra vez su mentón mientras que su mirada se hallaba perdida en la alfombra gris oscuro, típica de una oficina legal. Su presencia allí había resultado como consecuencia de haberse escapado del arduo ensayo que Prequelle le exigía para su finalización. De hecho, aquella aparición en el piso de su abogada se alejaba más allá de un simple escape de su estudio o de su almuerzo con sus colegas; había sido una urgencia lo que lo derivó a deambular por aquellas oficinas con ese paso pesado e inseguro.
—Maldición...— pronunció frustrado imitando un tono que sólo él y su alma podrían escuchar entre tanto tumulto de empleados, abogados y clientes. La impuntualidad de su abogada y la urgencia que lo había enviado hasta allí sólo lograban que su tensión se manifieste sin preámbulos, por lo que su nerviosismo se arremetió en sus extremidades poco a poco causando que se remueva en su asiento sin disimulo.
Observó el reloj repetidas veces y éste parecía haber quedado estático luego del tintineo que remarcó un retraso de media hora de la cita no pactada con anticipación. Luego, su mirada se deslizó entre la muchedumbre para divisar algún rostro conocido o simplemente para estudiar a quiénes realizaban la impetuosa y rutinaria caminata por los pasillos. Intentaba buscar la forma de que sus pensamientos ansiosos se desprendan de él como una prenda de vestir.
Emprendió el circuito de miradas curiosas en severas ocasiones hasta que su paciencia se agotó sin mediaciones. Exhaló con pesadez y se acomodó en su asiento para permanecer erguido y que, en cierta forma, la sangre amarga y densa fluya con mayor frecuencia y facilidad por su intranquilo cuerpo.
Buscó su celular en sus bolsillos y verificó que su prometida no se haya asegurado un lugar en la casilla de mensajes, con la disposición de conversar abiertamente con él aún sabiendo que Tobias le había ocultado su paradero en el día de la fecha.
¿Qué pensaría Eva de él si supiera que había hecho un pacto que podría costarle su futuro matrimonio y su carrera en Ghost a la vez? ¿Qué pensaría de él que, con una seriedad implacable y una coraza infranqueable, era estimulado como una marioneta y bajo la influencia de la bruja mayor? Al recitar estas cuestiones en su mente, su reacción se manifestó en el incipiente temblor en su labio inferior.
—No se puede usar el celular en este piso— pronuncia con gravedad el trajeado robusto de seguridad, quién se hallaba de espaldas a uno de los murales a pocos metros de Tobias.
—¿Acaso estamos en un banco?— responde Tobias al borde de la cólera proveniente de todos los actuales dilemas que surcaban en las redes de su mente.
El hombre, que podría desarmar a Tobias con un simple dedo meñique, se tensó en su lugar y le dedicó una mirada que podría absorberle el alma en simples segundos. Ajustó su cinturón y se aproximó a la ubicación de Tobias, quién aún se hallaba ensimismado en la pantalla clara de su celular sin cuidado de su carácter ni la pronta disputa que se desencadenaría a continuación.
—Señor, le he dicho que...
—Wilmer, el señor está conmigo— se interpone la atareada y poco sofisticada abogada de Tobias. —Hazme el favor y vuelve a tu puesto que yo me encargaré de patearle el trasero.
Tobias guarda su celular con rapidez y se incorpora quedando a escasos centímetros de pequeñez frente a Wilmer, el inescrupuloso y robusto oficial de seguridad. Éste lo fulmina con la mirada por varios segundos y Tobias sólo elige la neutralidad como mecanismo de defensa.
—De acuerdo, señora Söderlund— responde con una seriedad intensa. —Que no te encuentre solo por aquí con esa actitud corrosiva porque serás un simple saco de huesos.
La abogada ríe ante tal arrebato sin darle mucha importancia al motivo de su enfado. Quitó un mechón castaño corto de su rostro y su único iris cristalino como el agua brilló al posar su mirada dual en Tobias, su cliente más exigente y cercano a la vez.
—Bueno bueno, dejemos el teatro dramático para otro día ¿entendido?— bromea. —Señor Forge ¿Me acompañaría a mi oficina?
Tobias asintió con lentitud mientras su mirada se dirigía a su abogada con calidez, como si con el brillo de sus ojos esmeralda le transmitiera su gratitud por haber llegado en el momento adecuado. En ocasiones, su visión le dedicaba un mensaje vago a Wilmer, quien se mantenía firme y erguido como un toro dispuesto a dar caza contra cualquiera que se interponga en su camino y que, en cierta forma, aparentaba que en su mente ya había anotado el apellido de Tobias como persona non grata.
¿Cómo alguien con la complexión física del señor Forge podría rebelarse de esa forma tan descarada frente a un hombre fornido como Wilmer?
—Que tenga un buen día, Wilmer. Con permiso— se despide Tobias con cortesía y éste último sólo asiente con una rigidez intacta en su rostro.
Ambos, abogada y cliente, atravesaron la pasarela atestada de trajes grises y negros, en ocasiones azules marino, y que obstaculizaban el paso con sus pisadas torpes y apuradas. Aquel rasgo tan característico de las oficinas sólo generó que Tobias ahogue un quejido cargado de intolerancia y que continúe la caminata sumido en un espectral silencio detrás de la destacada y llamativa abogada que había tomado su caso con decisión.
Ellos tenían la costumbre de no entablar un diálogo corto camino a la oficina de la castaña, ya que era evidente que, por su apariencia tan varonil en ocasiones, llamaba la atención de los demás empleados y transeúntes. De por sí no sólo sus trajes con tintes oscuros y que no variaban en la tal intensidad serían lo primordial en los chismes, sino que, además, sus colegas merodearían con claras intenciones cerca de ellos para fisgonear el caso que ella tomó.
Al ingresar a la oficina embelesada con menciones especiales, varios títulos universitarios de grado y postgrado, e inclusive varias fotos con su pareja, la melodía de una suave canción embargó el organismo inquieto de Tobias y éste suspiró cuando la calma se apoderó de él y de sus sentidos. Sonrió al saber que ella se había esmerado en hacerlo sentir cómodo desde el primer día del caos.
—Tobias, que alegría verte de nuevo— exclama la castaña que llevaba el cabello casi más corto que él a medida que se funden en un amistoso abrazo. —Bueno, en realidad no sé si me alegro tanto porque siempre que vienes a visitarme me traes malas noticias— bromea y, al separarse de sus brazos, se asegura que la puerta de su despacho esté cerrada a cal y a canto.
—Lo sé, Ann, pero creo que esta vez podemos hacer una pequeña diferencia con eso— sonríe Tobias.
La amistad de Ann y Tobias era emblemática e incluso especial, no por el simple hecho de llevar una buena relación abogado-cliente, sino porque ella poseía una simpatía contagiosa y que resultaba ser el motivo de tal naciente acercamiento aunque el tiempo era escaso. Ella era muy cálida en sus relaciones, sin importar el ámbito, le agradaba forzar lazos fuertes y con su brillante personalidad lograba armar un conjunto de buenos amigos sin mucho esfuerzo y del que Tobias ya formaba parte.
—Oh, eso es excelente, Tobias— le da una pequeña palmada al hombro de Tobias sin cuidar su brutalidad y él ríe ante sus actitudes no profesionales tan repentinas. —Por favor, siéntate y cuéntame qué traes para mí.
Ann bordea su escritorio con desfachatez y se deja caer en su asiento ergonómico y, probablemente, el más cómodo de todo el edificio y le dedica una mirada curiosa a Tobias mientras que él se une a la charla quedando frente a ella.
—Hace un tiempo Cassidy se comunicó conmigo para encontrarnos en un bar en Uppsala— comenta preocupado. —Yo a...
—Bueno, no hay problema con eso, ya que ella no figura como parte de la demanda— interrumpe y él aclara su garganta con un semblante fastidioso. —Lo siento, continúa.
—Yo accedí a verla y, luego de hacerme esperar como un imbécil, llegó al bar con una propuesta para mí— Ann tuerce el gesto y su expresión amigable se difumina totalmente. —Me propuso un trato, un acuerdo de palabras como ella suele llamarle, del que establece mantenerse alejada de los archivos y documentos que ella tiene contra mí mientras yo haga todo lo que me pida al pie de la letra.
Ann frunció el ceño y descansó su erguida espalda en el respaldo de su silla entretanto su mirada se hallaba extrañada y cargada de incógnitas que precisaba descartar y descubrir lo más pronto posible. Se cubrió la boca con su mano libre y, con la yema de sus dedos, acarició su labio inferior aún en la penumbra de la incertidumbre que albergaban los mares de su mente.
—¿Qué es exactamente «hacer lo que ella te pide al pie de la letra»?— cuestiona pensativa. —¿Has aceptado?
Tobias hurga en un bolsillo especial ubicado en la parte interior de su campera de cuero y despoja de su lugar una pequeña grabadora de voz plateada con algunos botones laterales entintados con distintas tonalidades. Ofrece el dispositivo con una seriedad implacable a su abogada y ella lo toma con muchas dudas.
—Ya veo... Has grabado la conversación con Cassidy— afirma y él asiente.
—No sólo eso. También otras con Elinn desde el día en que comenzó a formar parte de mi equipo— agrega. —¿Crees que con esto puedes hacer algo?
La abogada alza una mano en señal de pedido de silencio y Tobias detiene sus impulsos de hallar la respuesta que tanto anhelaba y que, quizás, logre encontrar la calma que su mente necesitaba. Ella presiona una tecla lateral y la cinta comienza a correr, entretanto su profesionalidad se manifestó y la curiosidad se apoderó de ella. Sólo bastaron algunas expresiones en su rostro para que Tobias se percatara que algo no andaba bien y que podría ser que la solución sea compleja y engorrosa.
—Tobias, me has traído pruebas excelentes contra la otra parte de la demanda— declara Ann y él siente su organismo fallecer de una sobredosis de calma. —Esto nos sacará a flote.
—¿Qué quieres decir? ¿Cómo lo piensas usar?
—Primero, Cassidy oficialmente no forma parte del registro de testigos, por consiguiente, su función aquí es de extorsión por parte de los demás integrantes, es decir, ella establece que los ex Ghouls le pagarán muy bien por chantajearte de esta forma— explica señalando la grabadora. —Eso, mi querido amigo, es un acto punible y le podrá costar muchísimo, no sólo a ella, sino también a la otra parte. Todos los acuerdos los hacen los abogados entre ellos, no los clientes, incluso aunque Cassidy no sea cliente formal ella se jodió por haber mencionado la paga que los ex Ghouls le brindarán por esta coacción— hace una breve pausa y verifica algunos archivos en su computadora a medida que se coloca los lentes. —De la lista que el fiscal nos proveyó de los presuntos involucrados en este lío, Cassidy Leviels y Elinn Leviels figuran como «fuera del caso» porque los testigos del señor Berg ya están confirmados... Aunque es curioso porque hay una ranura que falta o que, por algún motivo, la reservaron para alguien más y no figura de manera pública... Pero descuida, con esto tendremos más ventaja.
Tobias rasca su mentón confundido e intenta fisgonear la pantalla de su abogada con la esperanza de poder hallar algo más que su abogada haya decidido omitir por seguridad.
—¿Hay algo que yo pueda hacer?— pregunta inconcluso.
—Sí, cada vez que converses sobre este tema con Cassidy y Elinn, graba las charlas y tráelas a mi despacho. Esas dos arpías parecerán muy inteligentes, pero por unos sucios billetes pueden desarmar todo un plan— comenta. —Yo te pediré prestada esta grabadora para transcribir los diálogos y para convertir las pistas de audio en archivos que la Corte pueda evaluar, así que mientras tanto usa tu celular como grabadora. Llamaré una petición para desestimar el caso porque esto es completamente punible y las pruebas son muy convincentes— sentencia aún con la mirada concentrada en los miles de archivos que se deslizaban por segundos frente a sus ojos.
—Bien. Entregas las pruebas, pides que desestimen el caso ¿y luego qué?— cuestiona Tobias de brazos cruzados.
Ann detiene su inspección atareada y se quita los lentes para observar a Tobias con profesionalismo puro en sus ojos entintados de dualidad.
—Si desestiman el caso, los ex Ghouls tendrán que pagar una gran suma de dinero por los daños y gastos administrativos que conllevó la demanda y tú sales ileso y limpio de allí— sentenció. —Sé que estás deseoso por tener más información al respecto y que quieres una solución pronto, pero debes entender que la burocracia no permitirá que, por más que mueva cielo y tierra, los procesos se aceleren más de la cuenta. Llevará tiempo que la Corte acceda a mi petición, que evalúe y determine un resultado. Por lo pronto, ayúdame de esta forma y mantén tu mente preparada para lo que se venga.
Tobias, con mucho pesar por su respuesta y por el poco tiempo con el que contaban, asintió sin darle más vueltas al asunto. Sabía que, de ahora en más, debía cumplir con el trato a regañadientes para obtener la salvación.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top