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Maratón 2/3
04 de mayo del 2018
Los incipientes rayos del sol que se comenzaron a manifestar durante el alba se hicieron presentes poco a poco en la habitación, con la finalidad de quebrantar con tal lúgubre oscuridad y gélida atmósfera.
Me removí en mi espacio, distendiendo los músculos débiles que mi cuerpo imploraba por desentumecer, y luego, aún permaneciendo con los ojos cerrados por la repentina luz natural, busqué de manera vaga a Tobias en el otro extremo de la cama. Tal acción resultó fallida y sólo palpé las sábanas destendidas y la frialdad de su ausencia, en consecuencia, entreabrí los ojos y bufé al confirmar mis sospechas.
—Maldición, Tobias. Siempre te escapas de mí— resoplé y me volteé dándole la espalda a la puerta de nuestra habitación.
Dediqué unos pocos minutos en aquella posición lamentable mientras que me angustiaba por su ausencia tan habitual por las mañanas. No podía negar que estaba orgullosa de su trabajo con Ghost, pero a veces me hacía mucha falta como pareja más que como compañero de trabajo. Extrañaba con locura compartir el desayuno con él e inclusive conversar sobre temas misceláneos a cualquier hora de la mañana. De sólo saber que este día sería igual que los demás me desmotivaba bastante.
Me senté sobre la cama sin interés en comenzar el día rutinario y noté que nuestras ropas de ayer ya no se hallaban desparramadas en el suelo cómo las habíamos dejado al llegar de la fiesta de Lennart. Aquel detalle sólo me hizo entrar en razón y me percaté que quizá Tobias se halla ido al estudio mucho más temprano que la hora actual.
Al intentar incorporarme, sentí una leve punzada en mi intimidad y unos espasmos musculares en mis piernas. Tal aflicción generó que vuelva a mi posición sólo para quejarme bajo por la rutina intensa que tuve ayer con Cardinal, quien resultó ser el personaje más duro de todos los que Tobias había encarnado. Masajeé mis muslos con suavidad y los desplacé para adelante y para atrás con la intención de acostumbrarlos a la actividad más ordinaria que es caminar. A medida que efectuaba los ejercicios de estiramiento, podía sentir con agudeza y precisión la fricción que los guantes de Cardinal habían ejercido en mi intimidad durante el viaje de vuelta a casa en la limusina, como si pudiera volver a materializarlos allí. La sensación era intensa y punzante, a la vez que era irritante y dolorosa.
Cuando tuve la suficiente fortaleza para mantenerme en pie sin parecer lisiada, me incorporé y rápidamente la puerta de nuestra habitación me tomó por sorpresa.
—¿Adónde vas tan apurada?— cuestiona Tobias con un tono especial. —Pensé que querrías desayunar conmigo antes de irme.
Me volteo y me dejo caer nuevamente sobre la cama al verlo traer consigo una bandeja con el desayuno que él mismo se había molestado en preparar. Me enseña una radiante sonrisa descamisado usando un pantalón jogger completamente negro y con el cabello húmedo, que a través de la distancia se podía notar cómo las gotas de agua caían de sus mechones oscuros hacia su pecho desnudo.
—Oh, no puedo creerlo— exclamo conmovida por su gesto. —Supuse que ya me habías dejado sola como siempre lo haces— ríe y se ubica a mi lado.
—Hoy es un día especial, cariño. Empezaremos el tour a Estados Unidos solos sin que nadie nos moleste y además Prequelle saldrá a la venta en breve— comenta tomando una taza. —¿Qué mejor forma de empezar el gran día contigo?— me dedica una mirada cargada de afección y luego se percata que aún seguía desnuda. —Eva, ponte algo, por favor. Verte así como te trajeron al mundo sólo me incentiva a tirar esta bandeja a la mierda para hacerte mía otra vez— desvía la vista hacia la taza a la que iba a verter café. —He salido a correr temprano y aún tengo las endorfinas listas para ser liberadas otra vez. Tú decides. Luego veremos si seré duro como ayer o todavía mucho más.
Me cubro tímidamente con las sábanas blancas, que lograban traslucir mi desnudez, y me muerdo el labio inferior al imaginarme otra escena ardiente como la de ayer por la noche.
—No creo que sea buena idea hacerlo de esa forma— me ofrece la taza de café y yo accedo, a su vez me dedica una mirada interrogativa. —Estoy algo adolorida— confieso avergonzada. Él emite una risita con orgullo en su semblante y busca, en uno de los cajones de su pequeño mueble de noche, una remera de Slayer.
—Oh, ya entiendo... Estoy mejorando como podrás ver— bromea. —Lo lamento... Bueno en realidad no porque tú me has pedido que sea más severo, por lo que estas son las consecuencias de comportarme dulcemente contigo la mayoría de las veces que lo hacemos— agrega. —Lo de ayer ha estado excelente. Te acostumbraré a esas formas— me dedica una mirada encendida y luego desciende a la sábana que no lograba ocultar mi desnudez. —Ponte esto. Puedo verte los pechos, Eva. Por Satán...— me ofrece su remera y yo la tomo con diversión. —Sé que te he dicho que hoy podías tomarte el día en la empresa, pero debo pedirte un favor de todas formas— cambia el tema verificando la hora en su celular.
—Claro, dime qué es lo que quieres que haga— me observa con picardía y curiosidad y luego desvía la mirada a otro punto de la cama.
—Necesito que vayas a mi despacho a retirar unos papeles del tour. No te preocupes, ya los conoces, son los que has armado tú antes de iniciar la grabación de Prequelle— comenta. —Los llevarás tú porque, como ya sabes, eres mi nueva asistente y te quiero bien preparada para mis exigencias— esboza una sonrisa traviesa.
—¿No crees que ya he demostrado que estoy preparada para el señor Copia?— cuestiono infalible y él sólo me observa complacido.
—Tiene sus trucos, ya lo verás— me guiña el ojo. —Aprovecha el tiempo que estarás en la empresa para hablar con Lennart. Sé que es tu asistente y que yo no tengo poder allí, así que sólo espero que tomes la decisión que consideres correcta luego de lo que pasó en su fiesta de graduación. Tienes absoluta libertad.
Torcí el gesto al recordar que nos debemos una seria conversación con Lennart. Exhalé exhausta cuando reparé que siempre se repetía la misma historia de errores con él.
—Es verdad. Debo hablar con Lenn al respecto— suspiré. —Me llevarás ¿cierto?
—Pues, claro, cariño— ríe. —Esta vez yo seré tu conductor, pero, mientras tanto, aprovechemos los minutos que nos quedan para nosotros dos.
El ascensor se detuvo en mi piso y todos aquellos que se encontraban deambulando por las oficinas dedicaron un minuto de su tiempo para saludarme de manera formal o sólo para regalarme una mirada de cortesía. Por ser el último día de la semana, la oficina se hallaba atestada de empleados ensimismados en sus documentos o, en su defecto, en sus celulares.
Atravesé el pasillo que me dirigía a mi despacho y, unos pasos antes de llegar, me entrometo en el pequeño cubículo hermético de Lennart y éste se sobresalta al verme aparecer en escena sin haber avisado. Noto que finaliza una llamada y luego deposita el teléfono en su lugar sumido en el desorden de papeles de su escritorio.
—Eva...—se aclara la garganta. —¿Qué... Qué te trae por aquí? Pensé que no vendrías porel tour.
—Lennart, tenemos que hablar seriamente— espeto y él tuerce el gesto. —Lo de ayer no ha sido nada bueno— me siento frente a él y él permanece petrificado.
—Lo sé y lo siento mucho de verdad, Eva. Mis intenciones no eran causarle un mal al señor Forge, al contrario, estaba seguro que era una gran oportunidad para él y su carrera— se excusa. —He hablado con ellos luego de su partida y nada de lo que le ofrecieron al señor Forge era lo que habían acordado conmigo.
—Entonces son unos estafadores y tú has sido un imbécil por haber caído en su trampa— sentencio y él se enmudece. —Pudiste haber vendido a Tobias por pocos billetes, Lennart. ¿Sabes lo grave que suena?— asiente. —Espero que lo mínimo que hayas hecho sea haberlos mandado a la mierda a esos ladrones.
—Por supuesto, Eva. Eso está hecho— asiente. —Casualmente, he estado buscando la forma de compensar mi falencia y he encontrado una excelente oportunidad esta vez, lo juro. Se trata de un...
—Olvídalo, Lennart. Ya has hecho suficiente— interrumpo y él detiene la búsqueda de unos papeles en su mesa. —No necesitas remediarlo con otra cosa. No te despediré— su expresión paulatinamente comienza a relajarse. —Pero que sea la última vez que te equivocas así ¿entendido? Un error de este calibre y te mando a la calle sin pudor.
Su semblante vuelve a tener color y su mirada vuelve a brillar como habitualmente lo hace. La esperanza era notoria en su cuerpo que ya lo había embargado en su totalidad.
—Gracias Eva por la oportunidad. No te arrepentirás, te lo prometo— le sonrío de lado y me incorporo para retirarme a mi despacho.
—Antes de irme ¿Quién ha llamado?
—Un tal Martin Persner ¿lo conoces?— asiento con una sonrisa. —Ha querido programar una cita contigo pero la he denegado porque pensé que no te presentarías hoy. ¿Quieres que lo llame para confirmar horario?
—Sí, por favor. Hazlo que venga en lo posible ahora, ya que no estaré mucho tiempo por aquí— explico y él toma el teléfono. —Sólo vengo por unos papeles y eso es todo.
—De acuerdo ¿Deseas algo más, Eva?— me dedica una mirada dócil.
—Sí— afirmo con autoridad. —Ordena tu maldito escritorio— decreto y él asiente entre risas.
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