37
Maratón 1/3
—Ha llamado muy temprano, señor— comenta Bernt observando de manera fugaz a Cardinal a través del espejo retrovisor. —¿Todo en orden?
—Sí, sólo ha sido una fiesta muy aburrida. Nada trascendental— responde acomodándose a mi lado casi con la intención de acorralarme contra la puerta de mi costado derecho. —¿Podrías cerrar la pequeña ventana? Debo hablar algo con Eva— solicita con amabilidad en su tono haciendo alusión a la ventanilla que lograba establecer comunicación entre conductor y pasajero y que contaba con un material vidrioso polarizado. Además de establecer contacto entre ambas personas presentes, otorgaba privacidad e intimidad en la parte trasera de la limusina de forma inmediata.
—Seguro, señor— responde Bernt a medida que, con un simple toqueteo en el panel luminoso de la limusina, la cierra dejándonos en la total soledad.
Luego, la pista country de mediados de los 80, que resonaba en los parlantes laterales de nuestra ubicación, es reemplazada por una melodía delicada y calma que podría ser fácilmente confundida con la música zen. Rozaba entre lo ambiental y lo relajante que le daba la característica fundamental a ese estilo de música y que, en ocasiones, poseía la fortaleza y estructura de la música clásica. En pocas palabras, adornaba el ambiente con una atmósfera seria y apacible, más no sugerente.
—Mira, con respecto a Lennart, yo jamás hubiese pe...
—Shh...— exclama a mi lado alzando una mano. —No era eso de lo que quería hablar— hace una breve pausa. —Luego tendremos más tiempo para conversar sobre Lennart.
—Entonces... ¿De qué quieres hablar?— pregunto y le dedico una mirada curiosa a través de la tenue luz que iluminaba el interior de la limusina.
Emite una risita traviesa y coloca su mano sobre mi muslo desnudo. Comienza a acariciar de manera suave mi piel usando como ventaja la sedocidad y la frescura que tal material oscuro irradiaba efectuando sus movimientos con una lentitud que lograba poseer hasta el último gramo de cordura que me quedaba. Su mirada se hallaba plasmada concentrada en cada una de sus caricias sobre mi muslo; su pecho se hinchaba y desinflaba a la par que mis latidos eran efectuados de manera irregular por su hábil tacto.
—¿Sabes? Me ponen muchísimo los celos y sé que suena raro e incluso enfermizo confesarlo—comenta alterando su voz por una más ronca y seductora. —Pero es que no puedo dejar de alterarme cada vez que un hombre que no me agrada intenta acercarse a ti con otras intenciones— me dedica una mirada encendida a medida que su mano comienza a ascender con un leve aumento en su velocidad y con un camino claro hacia su objetivo. —¿Cómo puedo hacerles entender que eres sólo mía?— mis piernas rápidamente ceden ante su contacto y logra posicionar sus dedos ocultos en el cuero de su guante sobre la fina tela de mi ropa interior. —¿Por qué eres tan hermosa y cautivadora en todo tu esplendor incluso cuando te enloqueces cuando te toco?— exclama con curiosidad al verme exhalar un jadeo sorpresivo debido a su repentino tacto en aquella zona. —Me fascinas, Ghoulette.
Clavó su mirada en la mía sin interrumpir el movimiento cíclico y mortal de sus dedos en mi intimidad a la par que yo permanecía estática a su lado y jadeando, de forma tal que Bernt no se percate de lo que en verdad estaba pasando. Ubiqué una de mis manos en su muñeca, para incentivarlo a que vaya más allá de lo preestablecido con mayor rapidez, y la otra se posicionó en su nuca, con la finalidad más que evidente de besarlo con pasión y anhelo por el que tanto me desesperaba a su lado.
Lo apegué más a mi cuerpo durante la interminable lucha de nuestras lenguas y el movimiento circular de sus dedos por encima de mi ropa interior se detuvo paulatinamente. Buscó mi labio inferior y lo mordió con ligereza a medida que la actividad de sus dedos volvió a entrar en juego, pero esta vez el modus operandi fue ampliamente distinto. Se distanció un poco para observar mi expresión confusa, luego de aquella tarea tan desatinada, e introdujo sus dedos en mí sin importar que sus manos aún permanecieran cubiertas por una prenda.
—¡Cardinal!— gemí de manera audible a causa de esa nueva sensación. Él se limitó a sonreírme cuando observó que me sujeté de su traje con fuerza y mi semblante había cambiado aún con la máscara puesta. —Llevas los guantes puestos— exclamé entre jadeos.
—Lo sé, bebé. ¿Te gusta?— asentí con dificultad a medida que una oleada de calor me poseía gracias al estímulo incesante de su juego. —Los guantes ensanchan mis dedos y la tela fría de cuero trastorna tu calor corporal de una forma muy exquisita ¿lo puedes sentir?— genera un patrón especial en mi interior con la finalidad de que comprenda a lo que se estaba refiriendo y yo gimo aumentando el volumen de mi timbre y sosteniéndome con pavor de su traje completamente oscuro. —Es como si estuviera embistiéndote con mi tamaño.
Poco a poco, el clímax iba invadiendo mi organismo hasta poseer la última membrana de mi cuerpo. El calor se concebía insoportable y la humedad, inclusive, aumentaba con velocidad puesto que el nuevo estímulo era más que abarcativo y generaba olas más intensas de pasión que resultaban, además, incontrolables.
Me besó con anhelo y fervor mientras que su actividad cumplía un rol más que específico en cuanto a mantener el descontrol y jugar con mis emociones a flor de piel.
—Cardinal... Tus guantes...— susurré cuando sus dedos se introdujeron con mayor intensidad y tales choques eléctricos provocaban mi humedad.
—Tranquila— pronuncia con la voz ronca. —Esto es sólo el principio de nuestra fiesta, mi Ghoulette— exclama seductor llevando sus dedos empapados a sus labios para saborearlos con devoción.
Dejó reposar mi cuerpo desnudo sobre la tersa cama que se hallaba gélida a comparación de nuestros ardientes y hambrientos cuerpos. Nuestros trajes de fiesta se encontraban desparramados por el suelo como si fuera la escena de un crimen; el tintineo de las agujas de nuestro reloj antiguo marcaban el compás de sus besos y caricias en concatenación con el canon de voces y suspiros que adornaban y teñían la atmósfera de una forma más apasionada y cargada de deseo.
—Tú dime: ¿Cardinal Copia o Tobias Forge esta noche?— pregunta al colocarse entre mis piernas con lascivia.
—Me encantan los dos— sonrío apreciando su desnudez desde mi posición. —Pero quiero que venga el anfitrión de nuestra fiesta, aquel que me volvió loca en la limusina.
Cardinal, aún en su estado pleno, me sonríe cautivado con mi decisión y busca, entre las pocas prendas sobre la extensa cama, el único condón que llevaba en cada ocasión.
—Buena elección, mi preciosa Ghoulette— comenta al deslizar el condón en toda su longitud. —Drink me, eat me— ruge con malevolencia y se hunde en mi interior con anhelo.
Se coloca a la altura de mi rostro y comienza a repartir besos calientes en toda la zona de mi cuello y pecho a medida que ejercía un circuito de movimientos precisos y chocantes en mi ser. Mis uñas se clavaron en su espalda desnuda y de su boca rápidamente se escaparon leves jadeos al sentir la presión que yo ejercía debido a sus impactos, de tal forma que ambos logramos conectar nuestras respiraciones agitadas y los latidos que se efectuaban con una verídica aceleración.
—Cardinal...— susurro suavemente en su oído. —Más rápido— imploré en un hilo de voz.
Él posó su fría nariz sobre la mía y me observó fijamente con un brillo especial que caracterizaba la situación. Sonrió de lado con una expresión particular y mordió su labio inferior como una respuesta más que favorable.
—Sus deseos son órdenes, mi Ghoulette— pronunció y seguidamente la intensidad de sus embestidas aumentaron a gran escala, generando que de mi garganta se escapen más gemidos que antes. —Por el amor de Satán, me vuelves loco...— jadea al clavarse con mayor profundidad de mí hasta tocar mi punto límite.
Descendí mis manos, entretanto mis uñas marcaban su espalda con exasperación, hasta ubicarlas en el contorno de sus caderas, que se hallaban mimetizadas con el áspero meneo de sus embestidas, y nuevamente clavé mis uñas en él. Sus labios se separaron de los míos y cayeron en mi cuello para permanecer allí con una finalidad más que exacta, por lo que mi organismo comenzó a manifestar el inicio del sendero a la liberación gracias a sus carnosos y calientes labios besando y mordiendo aquella zona con deleite. En síntesis, Cardinal me estaba poseyendo en toda mi integridad.
Noté que su cuerpo se tensó y sus músculos se recalcaron quedando a simple vista como una complexión netamente escultural. Sus manos se sujetaron de las tersas sábanas a medida que sus jadeos eran cada vez más incesantes y que sus embestidas se incrementaban rompiendo varios niveles de intensidad. Aquella contagiosa tensión me poseyó paulatinamente y ambos emprendimos camino hacia el clímax anhelado sin que ninguno se pierda en el sendero.
Luego la habitación se sumió en un fatídico silencio; nuestra agitación marcó el ritmo de nuestras aceleraciones cardíacas y nuestros cuerpos yacían casi inertes sobre la cama matrimonial. Aquella fiesta de la que Cardinal tanto alardeaba había resultado ser cierta.
—Nunca voy a obtener suficiente de ti, mi Ghoulette— jadeó pegando su frente contra la mía entretanto intentaba buscar un equilibrio en su aliento. —Te quiero— acaricia mi nariz con la suya y deposita un extenuado beso en mis labios.
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