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El pequeño cuerpo de Tobias se tensó al escuchar lo que había pronunciado sin cuidado alguno y, al percibir mi estrés e incertidumbre a través de los poros de mi piel, quitó el vinilo que estaba sonando hasta que nos hundió en la quejumbrosa mudez que él mismo había permitido. Rascó su incipiente barba y traslado tal nerviosismo hasta su cabello que brillaba por su color negro azabache y lo despeinó entretanto evitaba mi mirada inquisidora. Noté a la distancia que su pecho se inflaba y desinflaba con dinamismo y que su postura resultaba forzada en su lugar, como si realmente quisiera que la tierra se lo tragara en ese preciso instante para eludir mis cuestionamientos.
—Eva...— pronuncia con tono dolido y luego exhala con fuerza aún permaneciendo su visión en un punto de la alfombra. —Lo siento— se limita a decir.
—¿Lo sientes?— cuestiono a modo de burla teñida del sarcasmo más hiriente. —¿Eso es lo único? ¿Lo sientes?
—Escucha... No sé quién te lo ha dicho, aunque sinceramente no me importa ahora porque ya lo sabes— hace una breve pausa alzando poco a poco la visión hasta conectar con la mía. —Pero quiero pedirte mis más sinceras disculpas. Sé que me equivoco ya casi de manera constante últimamente, pero...
—No. Ya basta de tantos peros, Tobias— dictamino. —Los errores más horrendos sólo los cometes conmigo y siempre termino siendo yo la que resulta herida por tus falencias. Desde el primer tour con Papa Emeritus hasta hoy, tú siendo tú y solamente tú— agrego y una sensación de ahogo comienza a poseerme poco a poco. —Quién sabe qué otras mentiras estarás ocultando ahora mismo...
—Cariño...— pronuncia con suavidad y acelera el paso hacia mi posición alertando todos mis sentidos. —Tienes razón y te entiendo. Me he comportado muy mal contigo hasta el punto de lastimarte sin ser consciente de lo que estaba provocando— se lamenta entretanto alza una de sus manos para acariciar mi mejilla. Al notar mi rechazo, frunce el ceño como respuesta pero aún así su tono se mantiene pacífico. —No te lo he contado porque es parte de mi pasado y algo que intenté enterrar en mi memoria durante mucho tiempo por ser tan trágico y lastimoso para mí. Sabía desde un principio que una persona tan especial y preciosa como tú no quisiera estar con alguien como yo, es totalmente respetable tal decisión. Pero aún así, mis deseos de quedarme contigo fueron más fuertes y por eso lo oculté. No quería espantarte con mis terribles errores.
—De todas formas, Tobias, cuando tuviste la oportunidad de correr a los brazos de Cassidy, aún estando conmigo, has ido— refuto con frialdad. —Así que, por favor, deja de seguir lastimándome y ahórrate las palabras— exclamo dejando ganar al severo nudo que atormentaba mi garganta. Gota a gota comenzaron a caer desde mis ojos hasta empapar mi rostro paulatinamente. Aquel dolor insoportable e irremediable era imposible de evadir. —Si supieras lo que me espantas ahora mismo dejarías de hacerlo, pero no te das cuenta... Maldición, ni siquiera puedo imaginarte cargando en tus manos un hijo de Cassidy... Y tuyo... Conociéndote, sé que te hubieses quedado con ellos si todo hubiese salido bien.
—Eva, escúchame— pronuncia tomando mi rostro con ambas manos y seca mis lágrimas una por una con una mirada afligida. —Por más que lo pienses y lo repienses, eso ya ha pasado hace mucho y ha permanecido en el olvido por ambas partes. Tanto Cassidy como yo decidimos dejar el tema de lado y seguir con nuestras vidas— aclara. —Confieso que, en ese momento, no deseaba ser padre. No estaba en mis planes y ella tampoco estaba dentro de ellos, pero si hubiese salido todo como esperábamos, pues entonces estaría con ellos— hace una pausa brusca al notar mi expresión cada vez más alterada. —Pero no pasó ni pasará. Mis planes de tener una familia son contigo, cariño. Ya lo tienes bien en claro.
Me remuevo incómoda entre sus manos y evado su inquietante mirada que me atosigaba con su intenso verde esmeralda. Desde que nos comprometimos, lo único que formó parte de nuestra conversación fue el trabajo. Ghost, Prequelle, el tour y la fotografía. Jamás habíamos dedicado un tiempo para conversar sobre nuestra boda o sobre la posibilidad de tener hijos, aquellos temas sólo resultaban ajenos en mis oídos. Estaba segura que Tobias deseaba ser padre y, con algunas acciones, se hacía notar lo suficiente como para hacerme abrir los ojos ante esa realidad, pero la otra cara de la moneda era que yo no estaba lista para ser madre. Toda la planificación me aterraba y no podía imaginar el suplicio que debía suponer un parto. De tan sólo pensarlo ya me retorcía en mi lugar.
Quité aquellos repentinos pensamientos que no coincidían con el momento y me quité de entre sus manos.
—Déjame sola... Por un rato— pronuncio ahogada en mis más profundos pensamientos y él me dedica una mirada incomprendida a medida que mis pasos torpes se alejaban hacia el baño.
—¿Adónde vas, Eva?— pregunta alzando un poco la voz. —Eva...
—Debo prepararme para la fiesta de graduación de Lennart— agrego al detenerme frente a la puerta de nuestra habitación con la intención de escapar al baño. —Sé lo que piensas y sí, ya sé que mañana viajaremos pero no puedo faltar esta vez. Es importante.
—No era eso lo que iba a decir— afirma cambiando la expresión. —Iré contigo.
—No, Tobias. Ni lo sueñes...— niego rotundamente con la cabeza. —Aún sigo enojada contigo.
—Pues, no me importa, te acompañaré de todas formas— declara. —¿Piensas que te dejaré ir sola? ¿Aún sabiendo que Lennart se encontrará allí con sus amigos dispuestos a devorarte con la mirada? No, gracias— espeta mientras se dispone a buscar su traje en el armario. —Además sé que me ha invitado para disimular que tiene otras intenciones contigo.
—Estás diciendo estupideces. Lenn es gay— refuto de brazos cruzados y recargando el cuerpo en el marco de la puerta. —No sería capaz de acercarse a mí.
Nuevamente mi mente me jugó una mala pasada y aquellas memorias de él consolándome en mi despacho por lo que había pasado con Cassidy y Michael Berg revivieron para quedarse. Sólo con el recuerdo de su mirada especial y su energía tan potente y dispuesta para romper con las reglas lograban que coincida parcialmente con Tobias. Aquel momento lo registraba tan vívido e inusual, tan fugaz y eterno a la vez. Era como si algo en él estaba deteriorado y lo expuso como evidencia. Casi sin darme cuenta, había descubierto una verdad que aún no estaba dispuesta a aceptar, luego de tanto tiempo de conocernos. Aún creía y velaba por lo que Lenn permitía demostrar exteriormente.
Tobias dejó escapar una risa contenida en lo más profundo de su ser y prosiguió con la búsqueda de todo lo que necesitaba para acompañarme esta noche.
—Entre hombres nos entendemos y créeme, a Lennart puedo leerlo como un libro— declara con un aire de superioridad en su voz. —¿Acaso no te das cuenta cómo te mira y te trata? Y no te excuses diciendo que es porque eres su jefa o una amiga muy cercana. Eres más que eso para él. Por eso mismo no confío en él e iré contigo.
Rodeo los ojos exhalando con pesadez y luego ladeo la cabeza con extrañamiento al notar que había estado buscando el conjunto entero de Cardinal Copia. Percibí que lo observó a la distancia con admiración y devoción y luego sonrió victorioso.
—¿De verdad piensas ir como Cardinal Copia a la ceremonia? La temática es máscaras venecianas— comento.
—Es bueno saberlo entonces, querida— afirma convencido con su elección. —Tengo varias máscaras venecianas, también llamadas bauta. Eso quiere decir que esta noche serás mi Ghoulette.
Como esperaba, el mismo chofer que nos había llevado a recorrer varios puntos con Papa Emeritus III, emprendió camino en la flamante limusina negra hacia la dirección que le había proporcionado al ingresar. Sonreí como tonta al recordar todas las situaciones que habíamos pasado en la limusina y que su chofer había presenciado en algunas ocasiones. Algunas veces se sentía bien volver a las viejas andadas.
—Está muy hermosa esta noche, señorita Hedegaard— susurra Cardinal de una forma muy deliciosa en mi oído. —Ese vestido le queda estupendo... Mi preciosa Ghoulette.
Tobias me había prestado una máscara bauta completamente negra que, según sus experiencias en Ghost, había pertenecido a uno de los Ghouls en la era Infestissumam. Era sorprendente como su longitud y magnitud no me resultaba incómoda y, de hecho, parecía coincidir con las medidas de mi cabeza y rostro. Incluso divagaba de vez en cuando para adivinar quién habrá sido el portador en su momento. Además de la máscara, llevaba un vestido negro que cubría desde mi busto hasta varios centímetros arriba de mi rodilla y tenía las mangas y el cuello de encaje que continuaba el camino del vestido hacia sus terminaciones. A simple vista, parecía todo de encaje y tal tela realzaba mi figura. Ya podía comprender las intenciones de Tobias al comprarlo hace un tiempo.
—Gracias, Cardinal— me limito a decir dedicándole una mirada a través de la máscara. —Aunque me resulta muy extraño que me llames Ghoulette...
—Oh, ni hablar. Me encanta que sea mi Ghoulette, señorita Hedegaard— gesticula a medida que hablaba con precisión en sus palabras. —Es usted mi primera y única Ghoulette... ¿No se siente halagada de ser mía?— susurra mientras que una de sus manos traviesas ascienden por mi muslo hasta el inicio de mi falda.
—Cardinal...— reniego en voz baja y él ríe con malicia aún si quitar su mano de mi pierna.
Hábilmente abre mis piernas y recorre la parte interior de mis muslos con suma cautela y cruzando un camino de deseo a su paso. Sostuve su muñeca intentando mantener el límite de su recorrido pero resultó en vano cuando la fina y suave tela de su guante se introducía aún con mayor profundidad en mi falda. Cuando su dedo índice rozó mi feminidad cubierta por mi ropa interior, solté un perceptible gemido y él rápidamente cubrió mi boca con la mano que bordeaba mi cuello con la intención de mantenerme callada e inamovible en mi lugar.
—Silencio, señorita Hedegaard— ordena en voz baja. —Bernt nos descubrirá...
La llamativa limusina se detiene frente a un salón de eventos del mismo calibre. Irradiaba una elegancia que jamás podría coincidir conmigo ni con Tobias personalmente. Decorado con luces frías y brillantes como la Luna llena que nos acompañaba, el salón blanco escarcha enseñaba un interior parcialmente oscuro pero que se percibían a la distancia flashes de distintos colores que rotaban sutilmente en un período de tiempo determinado. Sobrio pero elegante. En la entrada se hallaban dos hombres enormes de negro como King Kong y varios invitados se hallaban en un sector especial justo en ambos laterales del establecimiento con sus máscaras puestas y bebiendo de sus copas. A juzgar por aquellos sectores externos ensimismados en una especie de jardín sumado el enorme salón, aparentaba ser que Lennart había invitado a bastantes personas.
—Ya llegamos, señor Copia. Ha kul tillsammans— exclama Bernt mientras admiraba el lujoso establecimiento con nosotros.
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