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Cuando Lennart abandonó mi despacho, rápidamente, y sin perder ni un segundo más en aquella posición estática, me ubiqué frente a mi escritorio y encendí la computadora para reunir la cantidad necesaria de información sobre este tal Michael Berg. Tecleé con velocidad la contraseña de mi sesión y comencé a morderme las uñas entretanto el usuario iniciaba con su logotipo en carga.
Le dediqué una mirada fugaz a la pantalla ennegrecida de mi celular con la esperanza de recibir noticias de Lenn, pero recordé que no habían pasado ni 5 minutos de haberse alejado de mi lugar, por consiguiente, retorné la mirada a la pantalla brillante de mi computadora y oficialicé el inicio de mi investigación amateur. Comencé con un paso muy simple y sencillo como googlear el nombre de esta persona en cuestión y más de 20 resultados salieron en pantalla. En algunos foros se lo nombraba como un activista estadounidense y en otros como un simple civil de diferentes países del mundo. Suspiré cuando hallé la posibilidad de que esto no se facilite con una simple búsqueda y, a duras penas, proseguí buscando.
Mi celular suena repentinamente y yo lo tomo casi sin verificar quién era el remitente en cuestión.
—Diga— pronuncio con un tono profesional y un poco preocupado a la vez.
—Eva, estoy en planta baja. Me derivaron del Departamento de Seguridad hasta aquí porque en la sala de comandos se requiere del permiso del jefe de los jefes para que un simple empleado pueda entrar— explica Lenn.
—Tobias...— exclamé y él me da la razón. —Diles que yo te permito la entrada.
—Já, que divertida eres, preciosa— comenta sarcástico. —Fui de tu parte y casi me sacan a rastras— río bajo. —Estoy con Andreas en planta baja y quiere que tú vengas a ver las cámaras del lobby, Eva... No confían en mí— oigo que bufa.
—Descuida, nene. Pasame con Andreas, lo haré entrar en razón.
Con mucha cautela de no proveer ciertos detalles, le comenté la situación a Andreas, uno de los tipos duros de seguridad de la entrada que maneja las primeras cámaras en su pequeña recepción, y pareció comprender mi apuro y mi necesidad de verificar una persona en particular. Su amabilidad en su tono se hizo perceptible a través del parlante y aceptó en darle una mano a Lennart para nuestra improvisada investigación.
—Gracias, nena. Cuando encuentre alguna discrepancia, te la haré saber al segundo ¿De acuerdo?— dice con tono seguro. —Veré si consigo la copia del video para que tú puedas verla también y coincidamos.
—No hace falta, Lenn. Confío en tu instinto— agrego. —Hablamos luego— cuelgo y deposito mi celular sobre el escritorio para continuar con mi labor poco profesional de averiguar la identidad de Michael Berg.
A medida que iba chequeando resultado por resultado, la opciones viables se me iban acabando hasta quedar sumida en una completa laguna de ideas vagas que sólo me hacían estresar más de lo que ya estaba. Activista, padre de familia desempleado, escritor y filósofo, economista, entre otras tantas profesiones y ninguna de ellas coincidían con el país en el que era residente. Comencé a pensar que era un simple juego de Tobias y que, quizás, se trataba de alguna persona que haya escrito algo importante en la fecha que estaba escrita a su lado.
Suspiré vencida observando la tarjeta hasta que otro posible resultado saltó en pantalla. Se trataba de un perfil de LinkedIn que enseñaba la formación y profesión de otro Michael Berg. Presioné el enlace en azul y automáticamente la página se redirigió a su perfil profesional. Aquel Michael era un abogado laboral sueco, algo que despertó en mí la curiosidad y la presión de comprobar si era de buen augurio o no. Mientras más leía sus juicios ganados y su currículum intachable, más aumentaba mi temor. ¿Por qué era el único resultado que concidía con mi localización y con el nombre escrito? Un ardor insoportable recorrió mi nuca que me hizo querer rascar de manera salvaje.
Seguí leyendo su biografía y un dato en particular me sacó de mis casillas, una información que no pude ignorar por más que quisiera y que deseaba que sea irreal. Michael Berg actualmente residía en Estocolmo y trabajaba en el tribunal al que tuve que presentar la documentación para el juicio de Tobias. Aquel dato no menor se multiplicó a la quinta potencia cuando, en sus juicios pasados y ganados, agregó que estaba trabajando en el caso 'Ghost: Tobias Forge y Nameless Ghouls'. Detuve en seco el mouse cuando terminé de leer la oración pero, al cabo de unos minutos, la repetí incesantemente en mi cabeza. En un momento a otro, mi mente comenzó a trazar una inmensidad de teorías y conexiones habidas y por haber entre lo que yo ya sé y lo que está pasando actualmente.
No podía creerlo, era el mismísimo Michael Berg del que Simon me había alertado en su despacho. Era su abogado y ya me estaba dando caza para citarme como testigo a favor de los ex Ghouls.
—No... No puede ser... ¡NO!— grito y doy un puñetazo al escritorio. Unos deseos insoportables de sollozar se hicieron presentes cuando caí en la cuenta de que la fecha era muy próxima a la presente y que podía significar una citación o un simple aviso de que Michael sabe de mi existencia.
Con torpeza y prisa, tomé mi celular y marqué a Lennart. La ansiedad me estaba comenzando a atacar poco a poco y los demonios de la cuenta regresiva se apoderaron de mi mente y de la poca cordura que me quedaba en pie. Si pensaba que tenía pocos días para estar con Tobias y con mis amigos plenamente, sollozaría allí mismo con Lennart al teléfono. Quité esos oscuros pensamientos de mi agobiada mente y al primer tono oigo la voz agitada de Lenn.
—Eva— ambos pronunciamos nuestros nombres a la vez. —Estaba a punto de llamarte. Justo tecleé tu número— comenta y sus pasos se oyen acelerados desde el otro lado.
—¿Qué tienes para comentarme?— cuestiono sin importar su comentario. —¿Dónde mierda estás?— digo al borde del llanto.
—Estoy caminando hacia el elevador— responde y luego noto que el timbre de éste suena. —Lo que encontré y me comentó Andreas no te va a gustar para nada, Eva.
—¿Qué es?— exclamo en un hilo de voz.
—No querrás saberlo.
—Dímelo, maldita sea— espeto y él permanece mudo. —¡Lennart, dímelo ya, es una puta orden!— vocifero en un llanto histérico.
—Eva ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? ¿Qué has encontrado?— hago una pausa y sollozo como una desgraciada. —Eva, estaré allí en breve. Por favor, no llores.
—Lennart, dime qué has visto. Por favor...— suplico. —Necesito saberlo ya— luego de un incómodo silencio, él cede.
—De acuerdo, pero que conste que he avisado— claudica. —Quien ha ingresado ha sido Cassidy... Y le he preguntado a Andreas si sabe algo de ella o si hay alguna conexión entre Tobias y Elinn— hace una pausa y lo dejo continuar. —Eva... Cassidy y Elinn son hermanas. Ambas Leviels. Andreas no tenía ni idea que Tobias había despedido a Cassidy y por eso la dejó ingresar de todos modos.
Las lágrimas comenzaron a caer a borbotones de mis ojos hasta empapar de manera cálida mi rostro completo. Con un llanto histérico y aún con Lennart al teléfono, comienzo a maldecir en mi idioma natal sin importar lo fuerte que podría estar gritando.
—Esa zorra otra vez... Dios mío, Lennart. Seguro Tobias sigue viéndola y más aún sabiendo que su hermana es su actual secretaria— exclamo rendida. —¿Cómo pude confiar en él? ¿Cómo él puede confiar en esa perra cuando ella es quien está del lado contrario de la demanda?— reflexiono entre sollozos.
Lenn permanece en silencio unos segundos, que me parecieron eternos y punzantes, para dejarme sollozar lo necesario hasta que luego aparenta rendirse.
—Lo siento, Eva— pronuncia con la misma tristeza que siento yo.
—Mierda... Esto es una reverenda mierda. Me arrepiento de haber aceptado sus disculpas... Me arrepiento de haberme comprometido con él. Dios ¿Qué he hecho para merecerme esto?
—Preciosa, calma. Estaré allí en unos segundos y te consolaré lo que haga falta ¿De acuerdo?— exclama serio.
—Por favor, apúrate— suplico recostándome en el respaldo de mi silla y cuelgo arrojando mi celular sobre el escritorio.
Aún recostada, no logro contener mi llanto histérico y desgarrador y comienzo a drenar todo mi dolor que sólo me fusilaba por dentro y que parecía ahogar mi alma hasta el punto de hacerla desaparecer.
Alzo la vista y me encuentro con el pequeño cuadro de Tobias junto conmigo en su cumpleaños que adornaba mi escritorio y lo tomo para visualizarlo mejor. Envidié nuestros rostros felices e imperturbables por un momento y la situación que ameritaba tal buen humor. Las lágrimas se escaparon rebeldes con mayor velocidad y cantidad que comenzaron a gotear y, por consiguiente, a empapar la imagen que estaba observando. Entrecerré los ojos adolorida cuando me concentré en él y rápidamente arrojé el pequeño cuadro lejos de mí hasta que el sonido del vidrio roto me hizo saber que aquello que enseñaba la fotografía estará roto también dentro de poco.
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