20
Maratón 1/3
Me incorporé por instinto para seguirlo pero él declinó mi intención alzando una mano. Aparentemente, él pretendía que fuera una sorpresa y tuve que aceptar su pedido sin chistar.
Volví a mi posición mientras lo veía alejarse en las escaleras que lo dirigían al segundo piso, donde él recorrió el intermedio pasillo hasta llegar a su estudio. Cuando cerró la puerta detrás de sí, oí el chasquido de un manojo de llaves allí dentro y luego cómo éstas aumentaban su ritmo cuando Tobias aparentaba estar abriendo algo con varios intentos. Agradecí por un momento la inmaculada acústica de su estudio que permitía apreciar estos pequeños detalles. Unos minutos después, todo sonido anormal se detuvo e inundó la casa otra vez con su característico silencio imperturbable. Me observé las manos con nerviosismo y luego mi anillo, que brillaba con la misma intensidad aún si la oscuridad nos atrapaba, y sonreí con entusiasmo por lo que sea que estaba preparando Tobias ahora.
—Cariño, puedes subir a mi estudio— su voz rompió el silencio desde lo lejos y me sobresalté un poco ante tal interrupción de mis vagos pensamientos.
Atravesé el living hasta llegar a la escalera, donde subí los peldaños con una velocidad que se destacaba por poseer una severa impaciencia en cada paso. Me sujeté del pasamanos con fuerza cuando llegué al pasillo e intenté divisar desde mi ubicación a través de la puerta entreabierta, sólo para tener un indicio de lo que me iba a enfrentar. A medida que me iba aproximando, podía ver el piano de cola de Tobias más excéntrico que haya visto en el centro del salón y las partituras que solía dejar a mano para cuando sus momentos de inspiración lo posean.
—Permiso...— pronuncié en voz baja cuando ingresé con la frente apuntando al suelo.
—Adelante, señorita Hedegaard... Ahora señorita Forge. Me alegro mucho de verla otra vez— exclamó la voz de Tobias, pero con un tono en particular que me puso los pelos de punta al segundo. —Usted y yo debemos discutir algunas cosas...
Cuando alcé la vista, noté que, bajo la identidad de Cardinal Copia, llevaba un traje negro de dos piezas lo suficientemente ajustado como para percibir que sus pantalones podrían explotar si hacía algún movimiento en brusco. Me mordí el labio por reflejo cuando advertí que su pelvis estaba mucho más remarcada gracias a la fina tela oscura de sus pantalones.
—Wow, Tobias...— suspiré sin quitar la vista de aquello que me tenía tan hipnotizada.
—No— espetó acercándose más a mí hasta que pude sentir con mayor minuciosidad su calor corporal, que ahora mismo estaba anhelando tanto. —Cardinal en estos momentos. Durante el tour no puedes llamarme por «Tobias», sería un dato delator— sus manos, cubiertas por unos guantes de cuero, se posaron en la zona baja de mi espalda y me apegaron a él, por el cual pude sentir su latente erección en mi vientre. —Tendré que reprenderte, bebé— agrega mientras me observa el cuello con deseo desde su altura.
—Lo siento mucho, Cardi. No volverá a pasar, lo prometo— cuando conectamos las miradas por un momento, la suya tenía un brillo especial que hacía que sus intenciones fueran más que evidentes. Sólo aquella penetrante mirada podía lograr que mis piernas tiemblen.
Sus labios húmedos y calientes se posan hambrientos en mi cuello, donde comienzan a devorar cada zona erógena lentamente y con mucha devoción. La presión que ejercía su pelvis contra mi cuerpo y sus manos sujetando hábilmente mi trasero sólo aumentaban mis deseos de ser poseída por él. Dejé escapar un gemido perceptible cuando sentí su dentadura morder con suavidad mi clavícula y luego su lengua caliente que se movía intensamente sobre la mordedura como si quisiera aliviarla.
—Mmm, no bastará con sólo una promesa, bebé— susurra en mi oído con un tono muy seductor y ronco a la vez, pero que me desaprobaba sin piedad. —Tendrás que darme lo que quiero... Y quizás te dé lo que tú quieras como una recompensa— susurra y, seguidamente, quita sus guantes con destreza y busca el inicio de mi blusa. —Dime qué quieres que te conceda...
Posé mi mano en su abdomen, sin dejar de observarlo fijamente, y comencé a deslizarla hacia abajo hasta llegar a su erección que tembló cuando sintió mi tacto sobre la tela. Sujeté con fuerza y Cardi cambió su semblante casi sin darse cuenta de lo que estaba pasando. Notaba que su pecho se inflaba con profundidad y que su respiración resultaba acelerada. Exhaló con vigor cuando mis manos lograron desabrochar su pantalón y se adentraron en él buscando lo que quería.
—Quiero esto— pronuncié casi en un suspiro cuando me percaté de su estado y cómo su miembro reaccionaba con mis caricias.
A través de su garganta se escaparon un sinfín de gemidos que se apoderaron de mis sentidos y mi cordura en simples segundos. La atmósfera inquieta y alterable nos envolvía y abrasaba hasta el punto de sentir que la ropa nos quemaba. Cardi pareció percatarse de esto cuando sus dedos desnudos arrancaron mis prendas interiores y luego me alzó con la intención de que mis piernas rodeen su cintura para después acorralarme en uno de los rincones del tan extenso estudio.
—Entonces te lo daré, bebé— susurró en mi cuello y su aliento caliente causó que un escalofrío recorra mis piernas y desemboque en mi feminidad. —Por lo tanto, ambos ganamos, ya que yo también quiero hacerte mía ahora mismo— sus labios se unen a los míos con desesperación, a su vez, me sujeta con determinación ubicándose en mi entrada y causando fricción en ella. —De esta forma me gusta más— exclama con la voz ronca.
—Hazlo, Cardi. Hazlo ya— casi cuando terminaba de pronunciar la última palabra, él se introdujo en mí con salvajismo, con sed y hambre de mi carne y tal acción desencadenó en mí cientos de choques eléctricos que sólo se manifestaban mediante mi respiración agitada y mis gemidos incontrolables. —A mí también me gusta más— pronuncié entre suspiros y aferrándome más a su cuello cuando sus embestidas iban aumentando en una escala que no sabría si podía aguantar.
Mis piernas comenzaron a flaquear y mi agarre se veía más inviable con cada sensación. Cardi notó que mi cuerpo comenzaba a perder fuerza y que sólo él era mi soporte ante la ya exitosa posesión de la lujuria, por consiguiente, sus manos se posaron en mi trasero y me aprisionó aún más contra la pared causando que sus embestidas sean más profundas y como si me estuviera clavando en el muro.
—Resiste, cariño— manifestó entre gemidos. —No te correrás sola. No te lo permitiré.
En concatenación con Cardi tocando mi límite, sus labios se apoderaron de los míos sin piedad y su lengua jugaba con la mía a medida que su ritmo se mantenía inalterable. Cuando mi organismo se contrajo encima de su miembro, una sensación de liberación y desahogo comenzó a adueñarse de mis sentidos. Exhalé con fuerza mientras Cardi incentivaba tal acto con sus besos calientes en mi cuello ya irritado por sus mordeduras. La atmósfera del climax se vio reflejada en todo el estudio, de tal forma que era incuestionable e insoportable de contener.
Luego de unos eternos minutos, ambos caímos rendidos y con la respiración entrecortada y los latidos irregulares. Nuestros cuerpos ardientes estaban decorados por una fina capa de sudor que brillaba en la tenue iluminación que él había proporcionado al estudio, mientras que nuestras melenas se hallaban desaliñadas como en plena batalla. Permanecimos unos minutos en silencio hasta que recuperamos la compostura y él, enseguida, depositó un suave y afectuoso beso en mis labios rojizos.
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