Capítulo 8: Amigos en los que confiar
La cobertura del tronco del árbol a su espalda no parecía suficiente para hacerla sentir segura, pues esa voz parecía venir de todas partes. Agarró con una mano la pequeña ametralladora en su cintura, preparada para defenderse.
- ¿Y qué si he conseguido lo que quería? - preguntó ella - ¿Te frustra que otros se salgan con la suya?
- No pareces nerviosa por esconder quién eres... ni de dónde vienes. Ellos confían plenamente en Haruakira, con lo que conllevan que confíen en ti, ¿no es así? Has sido una chica lista sabiendo camelar al pilar de la confianza de los Drifters.
- No he necesitado camelarme a nadie de la manera en la que piensas - contestó con una sonrisa socarrona - Sé utilizar mis armas de mujer, y aunque no tengan mucho efecto sobre un monje, la confianza y la seguridad siempre tienen más fuerza. ¿Y tú que, Yoshitsune? ¿No tienes confianza y seguridad en ti mismo?
Beretta vio por el rabillo del ojo a una figura cambiar de escondite en una fracción de segundo, negra como la noche, sin dejar que los rayos de sol le delaten demasiado.
- Si no la tuviese, no estaría aquí - confesó - Soy el único que puede acercarse tanto a los Drifters sin que me noten.
- Oh, felicidades... - dijo ella con algo de desgana.
Realmente, quería huir. Salir de ahí. No era que ese End le causara malestar ni miedo, era que si un Drifter la descubría manteniendo esa conversación con un End... se acabó. De principio a fin. El cuerpo para hacer pólvora y la cabeza cortada y enterrada.
- ¿Al final has vuelto con el Rey Negro? - preguntó - ¿Finalmente te interesa más su bando?
- No es por eso exactamente... - admitió sin dejarse ver - Hay alguien a quien quiero tener como rival.
- Que motivo tan vulgar... - dijo con una mueca desinteresada.
- Eso lo dices porque eres única - Beretta escuchó un chasquido cerca de ella - No hay nadie tan superiormente avanzada en tecnología como tú, no tienes enemigos, ni rivales, ni siquiera conocidos en menos de... ¿500 años?
Beretta tuvo un segundo para apartarse del tronco antes de que un pequeño kunai se clavase en la zona donde antes estaba su cabeza. Sacó la metralleta de su cintura con el tiempo justo para saltar atrás antes que el filo de la katana de su enemigo le hiriese, chocándose con la rodillera derecha y dando un ruido sordo.
- Qué hostil, Yoshitsune - dijo apuntándole con el arma - ¿Ya tenemos que considerarnos enemigos?
- Ten más respeto, mujer - dijo con voz dura el samurái - Y llámame por el nombre de mi familia.
- Oh, venga... mi respeto hay que ganárselo - Beretta dio una sonrisa, sabiendo que le había molestado.
- ¿Igual que se lo ganó ese alto mandatario? ¿Ese que cuida del gran barco de metal al que llamas con cariño y respeto por su nombre de familia? Qué habrás hecho para ganártelo...
Esa última frase la dijo en un tono que no le gustó en absoluto a Beretta, y sin pensarlo mucho apretó el gatillo dejando salir una pequeña ráfaga de balas que ahogaron la risa de su rival, escondiéndose tras un árbol. Beretta retrocedió apretando los dientes. No quería disparar por el ruido que haría, y puede que alguien la hubiese oído, pero era justo lo que iba buscando ese rival de sonrisa ladina y ojos claros que tan macabros le parecían. Apegó el arma a su cuerpo y vigilando, comenzó a salir del pequeño bosque, queriendo acabar ahí su disputa.
- Tu unida a los Drifters no debería suponer una alegría para nadie - volvió a escuchar entre las ráfagas del viento - Si finalmente has decidido tu bando, tú que no sabes cómo se mueve un combate, que no sabes dar órdenes ni sabes hacer otra cosa que apretar un gatillo, deberías suponer una carga para ellos. Lamentarás caro tus ofensas levantando un arma hacia mí.
- No empieces con tus delirios mentales - le advirtió ella sin dejar de mirar a todas partes - Empezaste tú lanzándome un kunai a la cabeza.
- Tú que alardeas de lo fuertes que son tus piernas, de tus potentes saltos y de tu velocidad al correr, serás privada de ese privilegio y podrás pensar y meditar si de verdad estás actuando correctamente.
Beretta echó a correr. De verdad era rápida y costaba que se cansara, y en ese momento debía salir del bosque e ir a la luz de la tarde, donde su enemigo no se expusiera tanto a ser visto o descubierto. Justo cuando iba a pasar por el último árbol, el samurái de largos cabellos lisos apareció a su lado, agachándose con un giro rápido y la katana en sus manos. Cuando Beretta quiso detenerse, Minamoto no Yoshitsune sonrió de lado, saliendo todo según lo planeado, pasando con gran velocidad el filo de su katana por detrás de las rodillas de la joven, buscando cortar los ligamentos de sus rodillas, haciéndole imposible que pudiese mantenerse de pie al perder la fuerza de estas.
El filo del arma cortó limpiamente la tela de los pantalones de camuflaje por encima de sus botas negras... pero nada más. El samurái abrió los ojos al ver que su cuerpo no cedía ni caía al suelo, si no que la vio girarse con velocidad mientras daba una pequeña sonrisa de lado y daba una fuerte patada en su mejilla lanzándolo un par de metros más atrás, sin soltar su katana.
Ella pudo ver una mirada de profundo odio mientras ponía su puño en su mejilla adolorida y de su boca salía un hilo de sangre. De verdad tenía fuerza en las piernas, y sus botas duras parecían vigas de hierro al golpear con ellas. Dio un salto parar subirse a la rama de un árbol antes de que otra pequeña ráfaga de balas cayera sobre donde había ido a parar.
- ¿Se te han quitado las ganas de jugar conmigo? ¿Quieres otra patada en la otra mejilla para igualarte el cardenal que te va a salir? - se mofó ella.
Antes que el samurái pudiese contestar de una manera horrenda, escuchó el fino siseo de una flecha disparada, y se movió un poco para que acabara clavada en el tronco. Tras una mirada odiosa de soslayo, se perdió entre el follaje y las espesas ramas de los árboles. Beretta sólo tuvo tiempo de suspirar algo más relajada antes de que apareciesen varios elfos en el bosque armados con arcos. El que iba delante, teniendo unos centímetros por encima del resto, hizo un gesto, y cinco elfos fueron corriendo por donde había huido el chico. Luego se giró hacia ella.
- ¿Estás bien? ¿Te ha herido? - preguntó mirándola.
Beretta bajó la cabeza y los hombros, guardando su metralleta.
- Estoy bien, muchas gracias...
- Demonios, ¿en qué estabas pensando? - dijo el elfo acercándose con enfado - Tenemos prohibido salir solos fuera de la puerta, siempre en parejas o en grupo, ¿no te lo han dicho al llegar?
- La verdad es que no... - Beretta levantó la mirada al ver que se acercaba, y no pudo evitar centrar su atención en lo lindo que era - Pero ya quedé avisada.
- Pues si no hubieses disparado, no nos habríamos dado cuenta, has tenido suerte... - el elfo se guardó el arco - Si ya has quedado avisada, que no se repita más, ¿me has entendido? - dijo señalándola con el dedo.
Beretta asintió sin atender a lo que le estaba diciendo, pues estaba embobada mirando las enormes orejas que ese elfo, de nombre Shala, tenía. El elfo la miró de una forma extraña, y luego miró hacia atrás. El joven Drifter vestido de azul estaba de pie al lado de un árbol, mirando hacia la flecha disparada por Shala en el árbol mientras parecía sumido en sus pensamientos. Shala y Beretta se acercaron a él a la vez.
- Yoichi, ¿te encuentras bien? - Shala puso la mano en su hombro.
El chico parpadeó, saliendo de sus pensamientos, y luego dio una pequeña sonrisa cerrando los ojos.
- No te preocupes, sólo estaba pensando en algo - y dando una palmada cariñosa sobre la mano de Shala en su hombro, se giró hacia la chica - Shala es exigente, no te preocupes. Lo importante es que hemos llegado a tiempo y hemos evitado un desastre, aunque parece que te defiendes bien sola.
- ¿Shala? ¿Exigente? - Beretta sonrió - Él es un amor en comparación con otros que he tenido que tratar, me ha advertido bien. No creas que me aflijo o me entristezco si me dan una lección.
- Entonces nos llevaremos bien - Yoichi sonrió, y luego miró a Shala - La acompañaré dentro de nuevo, ¿vas a esperar a los elfos que has mandado?
- Así es, id juntos - indicó el elfo dándoles la espalda.
Yoichi hizo un gesto con la cabeza meneando su pelo, indicando que le siguiese. Beretta dio un último vistazo a los elfos y luego caminó hacia Yoichi saliendo del pequeño bosque junto a él.
- No te he dado las gracias por lo de antes... - dijo ella - Y tampoco nos hemos presentado formalmente, aunque Haruakira me dijo quién eras.
- Me di cuenta - contestó con una sonrisa - Nasu no Yoichi, para ti sólo Yoichi.
- Vaya, al igual que Toyohisa permites que te llamen por tu nombre... Yo soy Beretta. Sólo Beretta.
- Pues para mí serás Beretta, pues - contestó apartándose un poco el cabello del rostro - Y si, si estoy entre amigos en los que puedo confiar, mi nombre está bien.
Amigos en los que puedo confiar...
Beretta repitió eso en su mente mientras caminaba por impulso. Llevaba unas escasas horas dentro de ese lugar, y acababa de conocer a la gran mayoría. ¿De verdad podía tener el privilegio de llamarle de esa manera? Si supiesen la verdad de que estaba hablando con un End... o que ella misma era un End... se sentirían muy traicionados.
Así recordó las palabras que le dijo Yamaguchi Tamon: "cuida de los demás, y ellos cuidarán de ti; confía en los demás, y ellos confiarán en ti". Si ella debía confiar en ellos como lo hacía, debía darse motivos para que confiaran en ella. No era prudente volver a estar sola, pues ahora Minamoto no Yoshitsune le había demostrado que estaba siendo observada... de una forma en la que tal vez su vehículo de combate no podía detectar, y ahora que no le tenía, estaba más desprotegida en ese sentido. Volvió a poner los pies en la tierra saliendo de sus pensamientos cuando vio la mano de Yoichi moverse delante de su cara para captar su atención.
- Te has quedado callada de golpe... ¿sigues pensando en lo de antes? - preguntó el joven con una sonrisa.
- Oh... sólo un poco, pero ya pasó...
Cuando Beretta volvió a ser consciente de dónde estaba, vio que ya habían entrado de nuevo a esa pequeña ciudad, y que ahora seguían caminando, pero ella se limitaba a seguir a Yoichi.
- ¿Vamos a algún lugar en concreto? - preguntó.
- Por supuesto, vamos a la cantina. Estoy bastante seguro de que no comiste al llegar.
- ¿Y cómo puedes saber eso? - preguntó ella deteniéndose en la puerta.
- Los samuráis somos muy observadores - confesó - Sobre todo los arqueros. Tenemos que estar alerta continuamente. No te dio tiempo desde que entraste a comer si estuviste conociendo a los demás, y no saliste con muy buena cara cuando te cruzaste conmigo. ¿Tal vez por la carne?
- Creo que no necesito contarte nada, ya lo has acertado todo - Beretta sonrió, sintiéndose un poco vulnerable y descubierta - ¿De verdad lo has deducido o te lo ha chivado alguien?
- Bueno, si tienes dudas... - dijo mirándola a punto de entrar en la cantina - Siempre puedo sorprenderte con más observaciones... como que tal vez tengas algo que contarme sobre tus piernas.
- ¿Mis piernas? - ella se las miró - ¿Qué quieres que te cuente? ¿Qué me gustaría tenerlas un poco más largas?
Yoichi dio una pequeña risa.
- No exactamente. Algo que explique el por qué puedes caminar perfectamente si tienes la ropa cortada como si alguien hubiese querido cortar los ligamentos que sujetan tus rodillas.
Tras eso, Yoichi entró en la cantina. Beretta se quedó quieta, con el mismo rostro. Ese fino corte apenas se veía entre los colores y las arrugas de la anchura de su pantalón, y aún así las había visto y deducido de qué eran. Yoichi podría ser un observador nato, pero a Beretta no le gustaba que indagase más en su vida, mucho menos en lo que acababa de pasar hace unos minutos. Seguía con el miedo a flor de piel de que descubriesen algo de esa conversación, que no hubiese sido un enfrentamiento entre un Drifter y un End. Tal vez debería pensar en contárselo a Haruakira... aunque no le haría ninguna ilusión saber eso.
Con un suspiro, entró en la cantina, buscando a Yoichi con la mirada. Al fondo, estaba hablando con una mujer enana, inclinado y apoyado sobre sus rodillas. Aunque la señora cocinera tenía un carácter duro, la personalidad de Yoichi le parecía tan tierna que se le ablandaba el mal humor, y eso el joven lo sabía. Le entregó una bandeja que el colocó en una mesa apartada y se dirigió a ella para indicarle con la mano que se acercara.
- La jefa de la cocina es bastante cabezota, ni siquiera Toyohisa puede con ella - indicó el joven sentándose enfrente de ella - Pero creo que soy su debilidad...
- Eso es porque tienes un rostro muy lindo, Yoichi - contestó con una sonrisa - Una mujer ruda que ha vivido conociendo a rudos enanos de rostro peludo, que llegue un chico joven de cabello cuidado y ojos brillantes que le habla con dulzura... destruye a cualquiera, Yoichi...
El joven puso su puño apoyado en su mentón para mirarla más atentamente. Beretta movió despacio la cuchara en su cuenco con los restos de sopa que habían quedado. La astuta chica sabía cómo evadir la atención de ciertos temas, así que tenía que intentar camelar un poco a este joven para desviar la atención de sus piernas, ya que realmente no tenía ganas de hablar de eso.
- No, no creo que sea por mi cara - sonrió el samurái mientras frotaba una manzana en sus manos para él.
- Por tu cara, por tu pelo y por el resto - Beretta dio un sorbo de sopa - Una cara bonita no hace mucho si no lo acompaña una voz linda y una forma de actuar digna.
- No, en absoluto, yo no soy nada guapo - Yoichi mordió la manzana mientras se cruzaba de piernas sentado delante de ella - Yo soy un callo, una aberración.
- Pero qué cosas dices, por favor... - Beretta se separó de su comida con una sonrisa extraña - ¿Quién te ha metido esas ideas en la cabeza?
- Todos aquellos que me conocieron cuando aún vivía con mis hermanos mayores. Ellos sí que son hombres hermosos, heredaron lo mejor de mis padres. Yo sólo heredé la puntería con el arco. La belleza se fue gastando a medida que nacían mis hermanos mayores. Cuando llegué yo, ya no quedó nada.
El samurái dio otro mordisco con una pequeña sonrisa. Había una parte de él que no se creía lo que decía, y Beretta lo sabía.
- Yoichi, la genética no funciona así... - Beretta dejó la cuchara.
- ¿La gene... qué?
- Bueno, no importa. Aunque digas eso, a mí en particular me pareces muy lindo y adorable. Eres muy jovencito, tal vez seas menor que yo incluso.
- Puede ser, puede ser... - Yoichi sonrió, demostrando que de verdad le gustaba eso de ser el menor del grupo - Oye... eres muy directa hablando... ¿no? Por lo general, las chicas suelen ser tímidas.
- Es que yo no tengo vergüenza - confirmó ella con una sonrisa - Y eso se soluciona cuando no te importe lo que los demás piensen de ti cuando demuestras ser como eres. A muchos chicos le gustan las mujeres directas y con confianza en sí mismo, ¿sabes? Ya hay demasiadas que buscan ser el tesoro de alguien, algo que guardar y proteger... pero yo también quiero tener mis tesoros.
Yoichi masticó la manzana mirándola mientras ella terminaba la sopa bebiendo directamente del cuenco. Entonces recordó lo que quería preguntarle sobre sus piernas.
- Beretta - su tono cambió - Esto...
- ¿Eh? - dijo dejando el cuenco en la mesa y mirando hacia afuera - Creo haber oído a alguien llamarme a lo lejos. Tal vez sea algún enano, me ofrecí a ayudar en la forja - contestó poniéndose de pie de un salto - ¡Muchas gracias por la comida, Yoichi!
Y en vez de marcharse, rodeó la mesa mientras caminaba con ánimo y se agachó a estrechar al joven entre sus brazos con una sonrisa. Yoichi abrió los ojos con las mejillas rellenas de manzana al notar un pecho blando contra su sien, y no pudo evitar pensar que sería un lugar cómodo para dormir.
Al separarse de él, Beretta lo tomó por el mentón y se acercó a besar su mejilla más descubierta. Luego fue corriendo hacia la puerta con una sonrisa.
- ¡Nos vemos, Yoichi!
Yoichi miró hacia la puerta cuando ella se marchó y se puso la mano en la mejilla que fue besada. Tras comprender un poco mejor lo que había pasado, dio un ligero sonrojo con una sonrisa complacida.
Beretta salió de la cantina y se fue hacia la forja. Aunque no la habían llamado, debía aparentar, y como no iba a arriesgarse a ser descubierta, puso rumbo a la forja sonriendo triunfal por haberse escapado de esa pregunta incómoda... por ahora.
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