Capítulo 5: Una charla liberal
Beretta estaba en el hangar donde estaba su vehículo. Había decidido no llevárselo por varias razones, entre ellas porque así sería más fácil de localizar por los Ends y para no dejar solo al almirante, que no podía abandonar el portaaviones por sus motivos éticos. Se cargó algunas armas que podía llevar en sus botas, como un bonito cuchillo y otra pistola Derringer que no era su encendedor, y en su cintura podía llevar su fusil pequeño además de otro rifle a su espalda, asegurándose de llevar las armas de las que más munición tenía. El almirante la observaba recoger sus cosas, pellizcando con el dedos el filtro de su cigarrillo en la mano para que caiga la ceniza de la punta. Le había dado una carta escrita a mano por él para que se le entregase a ese Drifter si de verdad era alguien de su bando.
- Pues ya estaría todo - dijo incorporándose lista - Heavy permanecerá encendida en todo momento, sólo recuerde echarle un bidón de agua de mar por cada tres días. Además, ella puede indicarle lo que necesita y ayudarle en todo momento.
- Se me hará raro hablarle a un coche... - admitió - Pero seguro que conversa mejor que muchos humanos...
- Por supuesto, Heavy puede salvarte la vida - dijo con una sonrisa.
Luego hubo un silencio incómodo entre ambos, que rompió los pasos del almirante acercándose a ella. Miró sus manos que estaban enguantadas, agarrando la cinta con la que se colgaba el subfusil a la espalda. Tendió una de sus manos, tocando con dos dedos las suyas.
- Ten mucho cuidado con eso - indicó - Los Drifters saben que las chicas que pertenecen al bando del Rey Negro dominan ciertos elementos.
- Lo se... aunque mi poder no es para nada comparable al de Juana o al de Anastasia... - dijo asintiendo - Conozco cómo murieron por la historia, pero yo no... bueno... no sé si llegué a morir o no... pero lo mío fue una explosión...
- No pienses en la muerte ahora - dijo poniendo su mano en su hombro - Piensa ahora que estás a punto de ver lo que nadie de tu época puede. Cuida de los demás, Beretta, y los demás te cuidarán a ti. Hazte de confiar para que tu confianza en los demás no sea en vano. Por favor, mantente alerta.
Ella dio una gran sonrisa asintiendo.
- No me eches mucho de menos, te he dejado cigarrillos hechos de sobra para que no tengas mal humor. ¡Bye!
Se despidió con la mano de Heavy, que le respondió con un suave parpadeo de sus luces, y tras darle un abrazo a su almirante favorito, subió las escaleras con felicidad. Yamaguchi suspiró, y subió detrás de ella hasta una de las torres para poder ver cómo ella se acercaba al carro donde le esperaban los demás.
Kid se había quedado de pie sin montarse, como un caballero, esperando para ayudarla a subir al alto carro, pero ella dio un gran salto con las piernas juntas subiéndose sin esfuerzo alguno. Haruakira parpadeó asombrado y Kid se sujetó el sombrero.
- Vaya salto... - dijo sorprendido.
- ¡Tengo mucha fuerza en las piernas! - les respondió ella feliz mientras se quitaba el arma de encima para sentarse apoyada enfrente de Haruakira.
Luego ella miró a lo alto de la torre, donde sabría desde lejos que Yamaguchi la miraba. Dio una sonrisa a la vez que Butch sacudía las riendas para ordenar a los caballos que caminasen, y por el mismo camino que habían vuelto, se marcharon hasta perder el portaaviones de vista.
Haruakira se cruzó de brazos para pensar. Ciertamente se arriesgaba mucho confiando en esta End, pero si era verdad lo que decía, habría quitado un futuro importante pilar a las filas del Rey Negro para dárselo a los Drifters. Mientras se demostraba que se podía confiar en ella, no le podía quitar el ojo de encima.
Beretta miró el paisaje. Iban por mitad de un bosque con la carretera señalada por la ausencia de vegetación, y si respirabas profundamente, aún olía a mar, pero poco a poco cambiaba el olor del aire.
- Maldita sea, que bien huele... - dijo en voz baja emocionada.
- ¿Impresionada por el olor de un bosque? - preguntó Haruakira enfrente de ella.
- Oh, si supieras lo difícil que es encontrar más de cinco árboles juntos en mi mundo... - dijo estirando las piernas sin llegar a tocar las de su compañero - Esto es precioso...
- Eh, Beretta, háblanos de tu mundo - dijo Butch sin quitar la mirada de la carretera.
- ¿Eh? ¿De verdad queréis saber eso? - preguntó mirándolos.
- Pasamos gran parte del día de un lado a otro de esta forma - Kid se giró a mirarla - Ya nos lo hemos contado todo y los viajes empiezan a ser aburridos.
- Sobre todo cuando Haruakira se enfada con nosotros, cierra la boca y no nos cuenta nada - indicó Butch.
El monje se cruzó de brazos con un signo de molestia. Ahora estaba molesto con ellos por esa situación tan vergonzosa que le había hecho pasar junto con Beretta, normal que no hablara con ellos.
- Bueno, puedo hablaros de mi mundo y de mí, si queréis, aunque muchas cosas no son bonitas de escuchar - confirmó ella - ¿Qué os interesa?
Ambos forajidos, aunque iban uno al lado del otro sentados delante, se miraron de reojo, sabiendo que ambos pensaban lo mismo, pero sólo Butch tenía las maneras de decirlo.
- Entonces cuéntanos, ¿Cómo es que eres tan cariñosa?
- ¿Tan cariñosa? - repitió ella sin esperarse esa pregunta.
- Si, si... abrazas a ese viejo almirante sin reparo, te lanzas a los brazos de nuestro querido monje virgen... - Butch seguía mirando la carretera con una sonrisa.
- ¡Pero bueno! - Haruakira los miró enfadado - ¿No tenéis otra pregunta incómoda que hacerle? Por favor, estáis hablando con una señorita, un poco de respeto. Ya se que sois forajidos, bandidos, ladrones...
- Déjalo, Haruakira, está bien... - ella puso su mano sobre su brazo.
El monje se giró a mirarla, parpadeando. Ella le miraba con una sonrisa.
- Está bien, de verdad. No me importa. No es algo que se esconda ni sienta vergüenza de ello. Es normal de dónde vengo.
- Pero de todas formas... eres una mujer... - dijo bajando la voz.
Ella dio un suspiro, con un poco de paciencia, respetando su antigua mentalidad que poco a poco se iba abriendo.
- ¿O sea, los hombres pueden alardear de lo que hagan con las mujeres, pero nosotras no podemos? Técnicamente, para tener sexo hacen falta mínimo dos personas, Haruakira. Para uno de los dos no debe ser una vergüenza y para el otro algo de lo que sentirse orgulloso.
El monje dio un suspiro y volvió a sentarse bien en el carro. Ella sonrió.
- Si soy cariñosa con el almirante es porque soy así de naturaleza - indicó - Mis antiguos superiores no eran personas con las que pudieses hablar normalmente, pues al ser "superiores" se sigue con la temática de que están por encima de las personas. Con Yamaguchi entablé amistad, que aunque siendo él un almirante y yo, que nunca lo fui, nos tratábamos de iguales. Eso en mi mundo sería imposible.
- Sin embargo - le interrumpió Haruakira - Dijiste que la igualdad social entre el hombre y la mujer salió cara...
- Y así es. En mi mundo, un hombre es igual a una mujer a los ojos de la justicia, ley y sociedad. Y digo que salió caro porque aunque los sexos sean iguales, las clases y la jerarquía es más estricta. Todos somos iguales... siempre que estemos dentro del mismo grupo. Todos somos capaces de trabajar en lo que sea, de adquirir los conocimientos que sean necesarios y queramos. Yo, por ejemplo, era técnica superior en el mantenimiento del armamento militar, y hace varios años, se consideraba un trabajo exclusivamente de hombres.
- Muy interesante... - indicó Butch - Pero nos vamos del tema... - dijo con su sonrisa socarrona.
- Cierto, cierto... me voy por las ramas. El caso es que para todos nosotros el amor, el cariño y las relaciones sexuales es un tema muy normalizado que nos inculcan desde pequeños. Hace tiempo no era tan común por el tema del sobre poblamiento humano, pero desde que estalló esta guerra mundial tan larga, hay tantas bajas que es necesario que nos volvamos a reproducir sin temor. Por eso se ha vuelto a normalizar las relaciones sexuales de todo tipo, aunque principalmente entre hombres y mujeres. Además de eso, el cuerpo está tan normalizado que ya no atrae ni llama la atención. Un escote, la camisa abierta... nada atrae la atención. Por eso me es curioso e interesante llegar aquí y descubrir que todavía te pueden comer con la mirada - comentó con una sonrisa de medio lado.
Haruakira iba a abrir la boca, pero prefirió callarse. No era de extrañar que 1500 años en el futuro, las relaciones homosexuales y heterosexuales fueran iguales, pero estaba claro con cuál podría haber un método de reproducción.
- Así que está bien visto que una persona... tenga esa libertad, quieres decir - Butch se giró a mirarla.
- Exactamente. Es lo más normal del mundo, pero siempre y cuando ambas partes estén de acuerdo. Si alguien te interesa o simplemente te apetece, basta con ofrecerlo sin ningún tipo de pudor - indicó con naturalidad - Ayuda a desconectar del estrés, algo que es muy importante para nuestro buen funcionamiento en el trabajo.
Ella estaba tranquila con una sonrisa, como si fuera un tema bastante normalizado que no le causaba ninguna vergüenza, cosa que dejaba perplejo a Haruakira.
- Entonces... - Butch se giró completamente a mirarla - Si un hombre te gusta o simplemente te apetece hacerlo, se lo ofreces, acepta, ¿y ya está?
- Un hombre... - dijo incorporándose un poco a mirarlo de más cerca - O dos hombres... o tres... - dijo mirándolo a los ojos - o una mujer... o dos... o tres... o de todo junto.
Queriendo intimidar a conductor con su mirada y sus palabras, la chica había embelesado su voz mientras hacía su seductora declaración, y sólo consiguió que Butch retrocediera con una gran carcajada y volviese a mirar hacia delante.
- Yo tengo una pregunta... - Kid se giró esta vez - ¿Y si quien te gusta está casado? ¿Cómo es el tema de la fidelidad?
- Es que en mi época el matrimonio es una institución muy anticuada - declaró - Hace muchísimos años que no se casa nadie, salvo algunas clases dirigentes, pero sólo como formas de pactos o ciertos casos de "amor verdadero". Ellos dirán lo que quieran, pero tienen muchísimos amantes... - confesó con las manos tras la cabeza - El matrimonio es sólo una forma de atar a alguien a ti, no dejarle ser libre en ese sentido. La gente se dio cuenta y ven que son capaces de quererse o tener una relación abierta sin necesidad de ese vínculo.
Kid soltó un silbido, impresionado por la nueva mentalidad de las personas de 500 años en el futuro. Haruakira se tapaba la cara con una mano. Realmente le daba vergüenza, pero igual que ella respetaría sus condiciones, ellos no la juzgarían ni pensarían, que tal vez si ella no se hubiese explicado correctamente, que era una "suelta" "fácil". Este era un mundo donde si querías llevarte bien con los demás, debías ser tolerante. Entonces el más sinvergüenza de ese carro, soltó lo que nadie esperaba oír de su boca.
- Entonces, si yo te propusiera tener esa clase de acercamiento, ¿tendrías algún problema?
Kid miró a su amigo sin inmutarse, pero Haruakira dio un respingo con un sonrojo como si se lo hubiese preguntado a él. Ella giró la cabeza para encontrarse con esos ojos de un color verde bastante curioso y hermoso a su vista. Sonrió y se puso de pie con cuidado en el carro en movimiento, y acercándose al forajido, rodeó con sus brazos su pecho por la espalda, dejándose apoyar su nuca sobre sus senos, mirándolo desde arriba con su sonrisa tranquila. Notó que el forajido se había puesto tenso, y su sonrisa se había convertido en una mueca contenida. Podría ser porque no estuviese acostumbrado a ese contacto físico, o porque pensase que iba a agarrar sus armas si se distraía.
- Yo sinceramente no tengo ningún problema... - le indicó desde arriba con su suave voz, a la vez que él le miraba - aunque no acostumbro a hacerlo con hombres que me doblen la edad... por muy bien que te conserves.
- ¿Eso es un problema?
- Hay otros problemas - indicó con una sonrisa - El primero es que me gustan los hombres limpios y arreglados... y eso tiene fácil solución, ¿verdad, Butch?
- Obvio que la tiene. Agradezco que entiendas que en esta situación no podemos lavarnos cuando queramos - decía él sin quitarle ojo, en esa postura en la que se sentía tan cómodo.
- Y el otro problema es que... me gusta disfrutar del sexo - dijo con una sonrisa - No me gusta sentirme un objeto del cuál puedas tocar y frotar hasta que termines... que es la forma más común de tu época, ¿no te parece?
Butch levantó una ceja, escuchando lo que decía.
- Lo sé, lo sé bien. Parece que si una mujer disfruta es que es una golfa o una prostituta... pero me da igual lo que pienses. Si yo no disfruto y no sabes cómo hacerme sentir bien, voy a tener de rechazar tu oferta. Eso ya no tiene tan fácil solución, ¿verdad, Butch?
- Pero...
Ella le puso un dedo en los labios antes de dejarle continuar.
- Pero con sólo la penetración es muy difícil llegar al orgasmo. El cuerpo femenino tiene mil zonas sensibles, incluyendo un órgano sexual que sólo sirve para dar placer... - le comentaba con su voz melosa - Buscadlos, no es tan difícil...
Luego agarró su cabeza para obligarlo a mirar al frente de nuevo, y se separó de su cuerpo para volverse a sentar. Kid tenía los labios apretados con las comisuras levemente levantadas, intentando no reírse de la cara de estupefacción que se le había quedado a su amigo, y dejó escapar la risa cuando el propio Butch empezó a reír moviendo los hombros. Haruakira se había tapado la cara con las dos manos y había encogido las rodillas. Realmente le daba vergüenza todo eso. Vaya elemento de chica se había ofrecido a cuidar... al menos esperaba que su temperamento no chocara con otros de carácter fuerte como el mismo Toyohisa o con Naoshi.
*
Tras un rato más de viaje, el carro entró a una fortaleza que desde lejos parecía destruida. Haruakira le iba contando mientras tanto cómo fue la liberación del pueblo de los elfos y ahora la del pueblo de los enanos, que aún se estaban recuperando de la malnutrición de varios años y cogiendo fuerzas. Ahí habían establecido la nueva base, en lo que enseñaban a los enanos a fabricar mosquetes. Haruakira le señaló hacia lo alto de un tejado.
- Mira, aquel de allí es Nasu no Yoichi - dijo indicando a un chico joven que vigilaba el carro sentado en el borde de una chimenea - También es un Drifter y un samurái de la era Heian. ¿Te suena?
- Sinceramente no... - respondió - Conozco más la era Sengoku... pero espero poder hacerme amiga de él.
- De la era Sengoku tenemos a Nobunaga Oda - comentó Haruakira con una pequeña sonrisa.
- ¿En serio? - ella sonrió mirándole - Vaya, hay muchos japoneses en este mundo...
Haruakira la miró. Ciertamente, el trío que mandaban era japoneses, más él, el almirante y el loco Dios del Cielo eran japoneses. Tal vez ella conocía a más japoneses que fueran Ends. Luego volvió a señalar.
- Aquel de allí es Shala - dijo señalando a un elfo en otro tejado - No es un Drifter, es el líder de los elfos.
Ella hizo brillar sus ojos de emoción. Realmente existieron esos seres típicos de los cuentos de hadas... aunque no fuera en un pasado común, pero sí en otro mundo. Y le encantaría conocerlos.
Tras tomar su arma y ponérsela y bajar de un salto del carro seguida de Haruakira, los dos forajidos fueron a llevar el carro al establo, para soltar a los caballos y darles un merecido descanso con comida y agua. Olmine vino corriendo a recibirlos.
- ¡Maestro! - le llamó desde lejos saludando con la mano - ¡Por fin ha vuelto!
- Sí...Olmine, quiero presentarte a Beretta - le indicó - Ella es Olmine, pertenece a los Octobrist.
Beretta se asomó desde la espalda de Haruakira, mirando a la chica que llegaba sin importar que sus grandes pechos rebotasen. Jadeó un poco y luego le tendió la mano, colocándose bien sus lentes redondos.
- ¡Encantada! ¡Soy Olmine! ¡Por favor, cuenta con mi apoyo para todo! - dijo sin quitar la sonrisa.
- ¡Que amable! - dijo ella tomando su mano con una sonrisa - ¡Y qué linda! Espero que nos llevemos bien.
Olime sonrió apretando su mano, y notó a Haruakira nervioso por ese acercamiento, pues no podía quitarse la conversación en el carro de la cabeza, aunque no podía desvivirse pensando en que a ella le podían gustar hombres y mujeres. Beretta le miró, aguantando la risa.
- Por favor, Haruakira... no pienses que quiero acostarme con todo lo que mueva.
El monje desvió la mirada y Olmine les miró sin entender, pero rápidamente dio una sonrisa.
- Ven, te ofreceré algo de comer - indicó ella - Por cierto, ¿quieres conocer al resto de los Drifters?
- Me encantaría - dijo ella haciendo brillar sus ojos.
Justo antes de que ellas pudiesen dar un paso, un hombre alto se interpuso entre ellas, que atrayéndolas a su cuerpo a la vez rodeándolas con sus brazos, agarró uno de los senos de cada chica.
- Olmitetas, ¿te has traído a una amiga? Qué linda es...
Beretta levantó la mirada. Un hombre maduro, vestido también de samurái, agarraba a las dos chicas con una sonrisa que no le cabía en el rostro. Tenía el pelo negro y muy largo, además de una pequeña barba y un parche en el ojo derecho. Olmine se enfadó al momento.
- ¡Te tengo dicho que no me agarres los pechos! - le gritó enfadada dándole unos puñetazos en la mejilla apenas indoloros.
- Qué mal humor tienes hoy, Olmitetas... - dijo quitando su brazo de ella - Pero mira, a nuestra nueva amiga no le importa en absoluto que lo haga.
Ambos miraron a Beretta. Sí, tenía uno de sus pechos agarrados por ese hombre, pero sólo le miraba el rostro con gesto curioso, como si no le importase. Olmine dio un respingo y tiró de su mano.
- ¡Que no la manosees, es nueva! ¡Respeta, viejo verde!
Tiró del brazo de Beretta para hacer que se separase de ese hombre. Aún no entendía cómo no le había dicho algo o pegado.
- ¿Y dices que es nueva? - el viejo puso una sonrisa ladina - ¿Es Drifter?
- Sí, lo es - Olmine la defendió seria - La acaba de traer Haruakira y no has tardado ni un minuto en agarrar sus senos.
- Eso entonces es un récord - dijo poniendo las manos en las caderas y riendo.
Olmine suspiró mirándolo.
- Él es Nobunaga Oda... - le indicó.
- Oh, Haruakira me dijo que estabas aquí - dijo volviendo a mirarle el rostro con curiosidad.
- Oh jovencita, me gastaré si me miras tanto - dijo con su sonrisa enorme y algo engreída, peinándose hacia atrás - ¿Qué miras con tanta curiosidad? ¿Mi sentada madurez? ¿Mi belleza innegable? ¿Mi espíritu de Rey Demonio?
- Nada en particular, sólo pensaba que el tuerto era Date Masamune - confesó con una pequeña sonrisa.
Nobunaga se desinfló perdiendo todo su orgullo como un balón de playa pinchado. Aunque parecía alicaído, no había podido evitar mirar el arma tan moderna que traía en su espalda, además de su brillante cinturón repleto de munición.
- Si acabas de llegar deberías entrar al comedor. Que te sirvan un plato caliente y a ver si podéis convencer a Toyo de que deje de engullir. Come por cinco legionarios... - indicó Nobunaga señalando con el pulgar la dirección.
- No es mala idea - Haruakira volvió - Yo iré con vosotros - indicó con una sonrisa.
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