Capítulo 20: Descubriendo la verdad

Antes de que cayese la noche, Beretta, Naoshi y Escipión volvieron a montar en las gigantescas aves, dejando el ejército de furros al mando del almirante Yamaguchi. Estos dos iban a ir a la base de los Drifters básicamente para informarse bien sobre cuáles eran los próximos movimientos y cómo podrían actuar, así que luego serían libres de marcharse de nuevo cuando quisieran.

Desde el momento en que las aves entraron en la ciudad y tomaron una calle como pista de aterrizaje, Beretta sabía que algo andaba mal. No había guardias en la muralla, no habían elfos ni enanos. Nadie estaba vigilando, pero notaba sus presencias. Se bajó del ave seguida de Escipión y miró alrededor buscando a alguien. Naoshi se acercó a ella cuando las aves retomaron el vuelo para marcharse.

 - Esto está muy muerto... ¿realmente es como me has contado? - preguntó.

 - Sí, de verdad... también me extraña... - Beretta miraba por todas partes.

 - Yo no estuve mucho tiempo aquí - confesó Escipión - Y también lo veo un poco muerto. No hay vigilancia y eso es fundamental.

Un grito de enfado se escuchó por una calle, y todos dirigieron la mirada al ver a una persona que corría rápidamente hacia ellos dejando una polvareda a sus espaldas.

 - ¡¡Escipión!! - gritó - ¡Maldito bastardo, has vuelto!

 - ¡Aníbal! - contestó el ojiazul seriamente - ¡Sigues vivo!

 - ¡Hasta que no entierre yo mismo no descansaré felizmente! - él se detuvo a escasos pasos, caminando lo que quedaba a paso ligero.

 - Aníbal, que gusto verte - Beretta sonrió - Pareces muy animado y en forma.

 - Eso es porque mi diosa Tánit ha vuelto sana y salva... - contestó con una sonrisa - Aunque con este bastardo romano...

 - ¿¡Cómo que diosa Tánit?! - Escipión se quejó - ¡Cómo se nota que no conocéis ni vuestros propios dioses, bárbaros del sur! ¡Ella es la diosa Belona, divinidad romana!

 - ¿Me dices a mí que no reconozco a mis propias divinidades cuando vuestra religión es una copia de la antigua Grecia? ¡Los romanos sois una expertos copiándolo todo! - se enfadó Aníbal.

 - ¡No oses a blasfemar sobre mis dioses! - amenazó Escipión con un dedo acercándose.

 - ¡Y no contento con eso te dedicas a copiar todas mis tácticas y estrategias de combate! - Aníbal acusó también con el dedo - ¡Todas las veces que lo has hecho lo he notado, estafador!

 - ¡Pues no he sido yo el que ha perdido las batallas más importantes a las que nos hemos enfrentado!

Ambos empezaron a pelearse, acercándose cada vez más y con insultos más graves. Beretta suspiró, sabiendo que este día llegaría. Cuando se iba a acercar a separarlos, Naoshi le tomó la muñeca y la miró negando.

 - Son problemas y disputas que tienen que resolver solos - indicó - Son enemigos naturales, ¿no?

Beretta dudó un momento mirando a los ancianos, pero tras pensarlo, se dio cuenta de que el piloto tenía razón. Del edificio principal apareció Olmine, que al verlos, se acercó despacio, guardando las distancias.

 - ¡Oh, Olmine! - Beretta sonrió - ¡Me alegra verte, siento haber venido con un día de retraso!

 - Oh, no te preocupes... - dijo en voz baja, algo ausente - Has traído a dos Drifters, eso está bien...

 - Sí señorita - comentó Naoshi - Pero no estaremos mucho, vamos por nuestra cuenta.

 - Al menos déjame darte una habitación para esta noche... - comentó ella sin mirar a Beretta a la cara - ¿No te... molesta si te asigno la que está al lado de la de Beretta? - preguntó con timidez.

 - En absoluto - Naoshi sonrió enseñando todos los dientes.

 - Y tú, Beretta... - Olmine miró al suelo, con signos de tristeza - Deberías ir a tu cuarto... Haruakira quiere hablar luego contigo...

 - Está bien...

Ella estaba preocupada mirando a Olmine, que en ningún momento parecía la que ella conoció al principio. Cuando la Octobrist comenzó a caminar para llevar a Naoshi a su cuarto, el piloto tomó a Beretta por la muñeca, tirando despacio de ella, para que saliese de sus pensamientos. Ya empezaba a notar que algo no iba nada bien.

Al entrar en el edificio, Olmine le dio la llave a Naoshi del último cuarto, al lado del de Beretta, y se marchó sin volverla a mirar ni despedirse. Beretta la miró con tristeza desde la puerta de su cuarto y dio un pequeño suspiro del que el piloto se dio cuenta.

 - Eh - la llamó - ¿Estás preocupada por algo?

 - A lo mejor está enfadada conmigo... - murmuró - Y no se por qué... y eso me apena...

 - Habla con ella mañana, si no le has mentido o engañado no debería ser malo.

Beretta pensó en esas palabras y miró al suelo. Realmente... ella había mentido y engañado. Y la visita posterior que tendría de Haruakira realmente no le tranquilizaba en absoluto.

 - Voy a descansar un poco... gracias, Naoshi... - comentó abriendo su puerta.

 - Esto... si necesitas algo... - él se rascó la nuca mirando a otro lado con un suave sonrojo.

Beretta dio una pequeña sonrisa y asintió, entrando en su cuarto y cerrando tras de si. Allí se quitó las armas y el cinturón, además de las botas, escondiendo sus pies de metal en el pantalón que le quedaba largo. Luego se tumbó en su cama mirando al techo, con un mal presentimiento en el centro de su pecho. Cerró los ojos queriendo dejar la mente en blanco, hasta que un suave toque en la puerta la alteró, reconociendo la forma de llamar de su querido monje.

 - Adelante, está abierto... - indicó.

Haruakira abrió la puerta lentamente y sin hacer ruido, vigilando el pasillo a su alrededor, para entrar con disimulo y sin abrir demasiado. Luego cerró igual de lento y silencioso. Se encontraba serio y aún tenía rastros de ojeras alrededor de sus ojos negros acentuadas en su piel pálida, y no pudo evitar dar un suspiro cuando la vio en la cama.

 - Ojalá no hubieras vuelto... - le murmuró.

 - Haru, ¿qué sucede? - preguntó ella levantándose - No hay nadie fuera, y Olmine parece enfadada o decepcionada conmigo... hay algo mal, ¿verdad?

 - Siéntate... tenemos que hablar... - indicó el monje acercándose.

 - Cómo odio esas palabras... - dijo cerrando los ojos con nervio.

Se giró con él, sentándose ambos en la cama, teniendo cuidado ella de que no se vieran sus pies con el pantalón. Haruakira entrecruzó sus manos mirando al frente y apoyó los codos en sus rodillas, pensativo.

 - Iré directo al grano, no puedo andarme con rodeos en esto - dijo haciendo una mueca con los labios - Toyohisa se ha enterado de la peor de las maneras de que eres una End.

Esa frase le sentó como si una enorme catarata de agua fría le cayese por encima a Beretta, petrificándola al completo y dejándola con ojos y boca abiertos. Algo en el fondo de su corazón le decía que tal vez podría ser eso lo que ocurría, pero no quería pensar en que podría acertar.

 - Y... ¿Cómo se ha enterado? - preguntó dubitativa.

 - Parece que algún End le ha mandado un mensaje donde le critica por no ser un buen líder, acentuándole que había dos personas cercanas a él que le habían traicionado y mentido... tú y yo...

 - Haru, yo... - Beretta miraba al suelo sin saber qué decir - Debería haber estado aquí cuando pasó eso... yo... he dejado que toda la culpa y la carga cayese sobre ti y no te lo mereces... confiaste en mí...

 - Y esa confianza es sólo asunto mío - él la miró, tomando su temblorosa mano - Se bien de qué cosas debo hacerme cargo, y yo asumí la responsabilidad de tenerte con nosotros, y fue mi idea que te quedaras hasta que fuera el momento ideal para revelar tu naturaleza. Que esos malditos Ends hicieran esto... - dijo apretando la tela de su pantalón con el puño - Ha sido un golpe muy rastrero...

 - Estoy segura de que ha sido idea de Rasputín... - comentó ella cruzándose de brazos - No hay ningún End más rastrero que él...

 - No importa quien fuera ahora - él volvió a suspirar y a mirar al frente - El caso es que ayer en la noche acudió a mi despacho y me pidió explicaciones sobre ello. No tuve más remedio que admitirlo, no serviría de nada decir lo contrario.

Haruakira se puso las manos en la cara masajeando sus ojos, recordando lo ocurrido.

 - Él no me dijo nada acusativo hacia mí ni hacia ti... pero en sus ojos había una clara molestia y desconfianza que no quería ver. Yo, Abe no Haruakira, líder de Octobrist, antiguo Drifter con claras ideas de odio hacia los Ends... infiltro a una de ellos en los Drifters... es muy normal que a partir de ahora desconfíen de mí.

Beretta sintió un nudo enorme en la garganta de verle tan mal. Su voz era firme como siempre, pero luchaba por intentar que no se le quebrara. De verle ahora tan frágil, quería abrazarle fuertemente... pero ella se veía ahora como un ser ajeno a ellos, un ser despreciado y odiado que cuanto menos contacto tuviese con los Drifters... mejor.

 - Entonces... - murmuró ella - ¿No ha servido de nada ganarme la confianza de los demás? Aunque se hayan enterado así...

Beretta no quería hablar, pero pensó que era necesario decir eso. La confianza que los Drifters le dieran... ¿le conseguiría el perdón?

 - Eso es lo más importante que debo contarte - él se quitó las manos de la cara y se enderezó cruzando las piernas - Esta mañana hemos tenido todos una reunión, añadiendo a Shala, Doug y Olmine. En la reunión, se explicó todo lo que había pasado y todos escuchamos con detenimiento, sin esconder nada. Luego se me practicó un juicio en el que digamos... salí impune, pero debo volver a ganarme la confianza del resto. En realidad, no me esperaba salir tan bien, gracias a que varios de ellos pensaron como yo en el momento en que me pediste ir con los Drifters: eres una fuerza que le quitamos al Rey Negro y la añadimos a los Drifters, además que tus aportes nos han venido muy bien y has sido crucial en el ataque con el dragón.

 - Me alegro por ti, Haruakira... - ella dio una sonrisa compasiva - Realmente no te mereces nada malo... sólo has sido víctima de... mi egoísmo... - ella bajó la mirada al suelo con pena.

 - ¿Es egoísta perseguir tus deseos? - preguntó mirándola - Es lo que todos hacen.

 - Sí, pero... no quería involucrar a nadie... 

 - Todo el mundo hace eso, no te sientas diferente. Ahora bien, tras mi juicio, llegó el tuyo.

Beretta tragó saliva, y asintió decidida a escuchar.

 - Propuse que te aceptaran como Drifter, que estabas dispuesta a renunciar ser un End. Te habías ganado la confianza de muchos, muchos te quieren y nos has salvado la vida. Finalmente, demostré que el claro odio que tienen algunos Ends hacia ti significaba que realmente habías abandonado al Rey Negro. 

 - Entiendo que mi noticia no sentara bien a nadie... en realidad me duele haber abusado de su confianza... - ella suspiró derrotada - Me siento muy bien con todos... les quiero y aprecio, daría mi vida por ellos, y es la primera vez que siento tanto cariño por algunas personas como para sacrificarme por ellas...

 - Te creo. El caso es que cada Drifter tenía un voto de confianza hacia ti, por eso cada uno de nosotros, apartando a los tres asistentes que no eran Drifters y a mí, debíamos decidir por mayoría absoluta si te perdonábamos y podías ser una de los nuestros... o no.

*Flashback*

 - Bien... - Nobunaga se levantó de su asiento en la gran mesa rectangular, de picos cerrados - Entonces como hemos acordado, cada Drifter excepto Abe no Haruakira dará su voto y si quiere, lo justificará. Repito: Beretta es un End y nos ha estado engañando todo este tiempo. Juzgamos si debe ser perdonada y tratada como una de los nuestros. En el caso de que no haya un acuerdo de mayoría absoluta... que los que se nieguen expliquen sus motivos y cuál cree que debe ser el castigo para ella.

Presidiendo la mesa había dos personas. En un lado estaba el Conde de Saint Germi, y al otro, dejado caer sobre el asiento, con la mirada baja, se encontraba Haruakira, en completo silencio. Empezando a la izquierda del Conde se encontraban, por orden hacia su derecha; Aníbal, Kid, Butch, Haruakira, Yoichi, Nobunaga y Toyohisa.

 - Comienzo - el Conde se levantó de su asiento - Con respecto a esto, mi opinión es afirmativa. Quiero que Beretta, la chica del futuro lejano, se quede entre nosotros. Creo que mis motivos son obvios, es una guerrera con una tecnología que ha impulsado la nuestra, dándonos ventaja sobre las prácticas prehistóricas del Rey Negro.

Luego se sentó, mirando a Aníbal para que continuase. El viejo estaba con las manos apoyadas en la mesa, con una elevada sonrisa y los ojos cerrados. Luego se apoyó en ella para levantarse.

 - Siempre he dicho una cosa: "Encontraré un camino, y si no, haré uno propio". Eso es exactamente lo que está haciendo esta jovencita. Ella es perfectamente capaz de entender que se ha querido ganar nuestra confianza escondiendo quién es realmente, porque eso es una carga para ella. Son cientos los guerreros que han traicionado a sus pueblos natales para unirse al lugar donde quieren pertenecer. Rechazar a una diosa como Tánit en nuestro grupo es una enorme locura que sólo un insensato permitiría. Quiero, no, deseo que ella continúe con nosotros.

Todos se quedaron callados observando al anciano, pensando en que él había vuelto a la normalidad y había dejado de chochear. Tras sentarse, Kid descruzó las piernas, poco acostumbrado a hablar en público para temas serios, pero se dijo que tardaría poco.

 - Simplemente digo que acepto a Beretta, como hasta ahora mis compañeros. Su trato con las armas es excelente y aún no lo ha dado todo. También añadir que es una buena persona y muy inocente involucrada en un mundo bastante duro para ella. Se esfuerza por todo y eso debe ser recompensado.

Luego se sentó rápidamente sin mirar a nadie, y le dio a Butch con el codo indicando que le tocaba. Él sonrió sin levantarse.

 - Beretta se queda. Es mi opinión.

 - Butch, haz el favor de levantarte cuando hables - el Conde giró los ojos.

Él dio un bufido con algo de pereza y se incorporó.

 - ¿Qué queréis que os diga para justificarla? Soy un ladrón, he pasado mucho tiempo en la cárcel, no soy buena persona - dijo con una sonrisa y abriendo los brazos - Y aquí estoy, sin ser juzgado por nada. Y ahora me encuentro envuelto en una reunión a la que no le veo sentido porque una chica ha mentido sobre sus orígenes para poder tener una mejor vida y más feliz. ¿Realmente eso es un delito? He tratado con chusma mentirosa de verdad y Beretta no tiene maldad. Si lo ha hecho, por mí está más que justificado.

Y sentándose de nuevo haciendo ruido con la silla, se colocó en la misma postura que antes. Los ojos del resto se saltaron a Haruakira para ir ahora hacia Yoichi. El joven tenía una mano en la frente y se masajeaba las sienes. Luego se levantó despacio quitándosela.

 - Yo... no sé que decir, la verdad... - dijo mirando hacia la mesa y hacia la nota en el centro de esta - Me duele, porque me siento traicionado... pero me pongo en su lugar, y la entiendo. Beretta es una chica muy sincera, realmente habla con el corazón y dice lo que piensa. Le tiene que haber dolido tener que recurrir a esto para poder tener una oportunidad. Puede que mi orgullo esté algo dolido por esto... pero quiero que vuelva...

Haruakira levantó un poco la mirada hacia él, algo sorprendido de lo que el joven había dicho por Beretta, sabiendo que de verdad se había ganado la confianza de muchos de ellos. Cuando Yoichi se sentó, Nobunaga se levantó.

 - Bien, como experto en ser traicionado - dijo dando una sonrisa sarcástica - No me lo esperaba por parte de Beretta... es lo que tienen las traiciones. Y como tampoco me esperaba las anteriores de Mitsuhide, de...

 - Nobunaga... - El Conde daba golpecitos en la mesa con el dedo.

 - Bien, bien...  no acostumbro a dar segundas oportunidades, pero para una chica que me deja tocarle los pechos sin pegarme... - dijo pensativo - Además, sigo firme con mis ideas del futuro que tengo para Beretta, es un pilar importante en mis planes. Yo, como Rey Demonio del Sexto Cielo, la perdono. Espero que lo tenga en cuenta.

Luego se sentó con satisfacción. Apegados a la pared, se encontraban Shala, Olmine y Doug. Ellos no tenían voz ni voto en esta parte de la reunión, pero se habían quedado a escuchar, pendientes de todo. Shala jugueteaba con un pico de su camisa, algo nervioso por todo, Olmine tenía los dedos cruzados fuertemente tras su espalda, deseando que todo saliese bien, aunque interiormente se sentía mal. Doug tenía la mandíbula apretada y las orejas casi bajadas y su cola se movía nerviosa escondida entre sus piernas sin poder frenarla. 

Ahora todos los ojos estaban pendientes de Shimazu Toyohisa, quién se había quedado el último, con los brazos cruzados. Finalmente los descruzó y se levantó decidido.

 - Me niego - dijo seriamente - Me niego a que se le perdone y vuelva como uno de los nuestros.

Nobunaga escupió el agua que bebía, a la vez que Yoichi se apartaba para no mancharse. El Conde le miraba con una mueca de incredulidad, y los forajidos tenían una mirada seria y oscura bajo su sombrero y flequillo. Aníbal le miraba seriamente, y Haruakira había dejado caer sus hombros derrotado.

 - No sé vosotros, pero yo sigo manteniendo mi orgullo y soy firme a mi decisión. He decidido perdonar a Haruakira por ser quién es, pero ya no confío en él. Con esa End no seré igual de benévolo. Engañarnos y jugar así con nosotros tiene un precio, y ese precio es su cabeza. Si los Ends están molestos con ella, que sea una desertora amable no le garantiza que el enemigo la acepte. Ella no tiene orgullo por su lugar de origen, no puede tenerlo por nada. Esto no es como nuestro mundo de origen y no podemos compararlo con él. Vienes y te designan un bando, dependiendo de tu naturaleza... y si ella vino aquí como mi enemigo, así la consideraré.

Todos miraron molestos a Toyohisa, sabiendo que no podrían hacerle cambiar de idea y que ya había asignado un castigo a Beretta: quería su cabeza. Nadie se atrevía a contradecirle cuando tenía esa mirada de determinación aunque no les pareciese en absoluto correcto... pero había un hombre en la mesa que no tenía miedo de él. Miedo de nada, miedo a morir. El anciano Aníbal amplió su sonrisa a la vez que apoyaba su mentón en sus manos.

 - Como bien dije... - comentó - Rechazar a la chica es una locura que sólo un insensato permitiría.

 - ¿Tienes algo en contra de mi decisión, viejo? - Toyohisa le desafió con la mirada - Que yo sepa no he replicado sobre tu opinión.

 - Cierto, no lo has hecho. Tal vez porque respetas a tus mayores, quizás... pero podría decir que tu negativa ante esta reunión se debe a tu orgullo y sentido de la justicia.

 - ¿Y eso que tiene de malo? Son fundamentales para cualquier samurái - Toyohisa endureció la mirada - Eso es algo que tal vez no puedes entender.

 - Claro que puedo... lo que no puedo entender es...  - él sonrió más acariciando su perilla - Cómo has aceptado a unos bandidos, ladrones, monjes, condes, seres fantásticos en tu equipo sin rechistar... y cuando descubriste la identidad de la chica, la repudiaste.

 - ¡Porque no pertenece a nuestro grupo! - Toyohisa dio un golpe en la mesa.

 - ¿Nuestro grupo? - Aníbal se levantó con una sonrisa socarrona - No... cada uno dejó a su grupo en su mundo... para venir a mezclarse con varios a este. Este grupo no es el que hemos elegido nosotros. Una fuerza sobrenatural nos ha querido así, y nadie asegura que siempre acierte. Tu sentido de la justicia y tu orgullo se atrofió en el momento en que asumiste que lo que te rodea y se te asignado es tu propio grupo cuando ni siquiera la vida misma es así.

Toyohisa se subió a la mesa con velocidad, atravesándola y agarrando a Aníbal por el cuello de su ropa, levantándolo más.

 - ¿Estás poniendo en duda mi honor y mi justicia? ¡Tú que eres un guerrero deberías saber que eso es lo más valioso de una persona!

Él empezó a agitar al viejo de delante a atrás con velocidad mientras le gritaba. Aníbal se dejaba y sonreía, sin quitarle ojo. Nobunaga agarró a Toyohisa por detrás para apartarle, y Olmine hizo lo mismo con Aníbal. Fue entonces cuando Toyohisa escuchó unas seseantes palabras del viejo que le devolvieron a la realidad.

 - Mírate... sucumbes a la ira con facilidad... - dijo con una sonrisa - Cuando la mayor característica de un líder es la templanza...

Toyohisa se detuvo abriendo los ojos, pudiendo escuchar fuera de su enfado a Nobunaga gritar y a Olmine intentando separar sus manos de la ropa del anciano. 

 - ¡Toyohisa para! ¡Que vas a romper al abuelo! - regañaba el rey Demonio.

Toyohisa lo soltó, dejándolo caer sobre su silla. Aníbal levantó la mirada.

 - ¿Magón? ¿Eres tú? - preguntó en uno de sus delirios - Busca a Asdrúbal... dile que la primavera en Cartago Nova es preciosa...

 - ¿Ves? - Nobunaga lo señaló - ¡Ya lo has roto! ¡Vuelve a ser el viejo chocho de siempre!

Ignorando a Nobunaga, Toyohisa seguía de pie en la mesa, mirando fijamente al anciano mientras pensaba con seriedad. Luego, levantó una mano, sacando un dedo.

 - Bien, viejo... si templanza buscabas, templanza tendrás. Le daré una oportunidad a esa End. Cuando vuelva, al día siguiente después del amanecer... peleará contra mí. Si es capaz de derrotarme, será reconocida como un Drifter y pertenecerá a nuestro grupo. Si pierde, tomaré su cabeza y todos olvidaremos su existencia una vez finalice el enfrentamiento. Es más, si ella consigue vencerme - dijo girándose a los demás con una sonrisa que no sentía nada de empatía - Sois testigos de lo que digo: si consigue vencerme, ella será la líder de los Drifters, pero sólo aceptaré mi derrota en el momento en que me mate.

Y tras esto, saltó de la mesa y se dirigió hacia la salida sin añadir nada más, bajo la perpleja mirada de todos los que se encontraban en la mesa. El silencio y la tensión fue roto por Nobunaga.

 - Uff... que complicado es este chico... - comentó rascando su cabeza.

*Fin del Flashback*

Beretta había encogido las piernas y ahora se abrazaba a sus rodillas, con la mirada perdida, escuchando sin preguntar nada a Haruakira. El monje dio un suspiro y se echó el cabello hacia atrás al terminar.

 - Así que... eso es lo que quiere Toyohisa... - murmuró ella.

 - No creas que es un estúpido ni nada parecido... él se siente muy traicionado aunque no lo demuestre...

 - Lo comprendo, cada uno tiene su opinión... ahora mismo... no sé como sentirme.

 - Deberías huir, Beretta... - susurró Haruakira - Es la única manera que se me ocurre para que ambos podáis seguir viviendo, aunque Nobunaga dijo que trataría de convencer a Toyohisa de que no fuera un combate a muerte y se aceptase el noqueo y el quedar inconsciente.

 - Eso sería muy cobarde, Haruakira - ella sonrió con tristeza - Y yo no soy así. Sé que he mentido y he traicionado, y sabía bien que merecía un castigo... pero nunca me imaginé uno así... - ella miró por la ventana, viendo el atardecer - Así que mañana por la mañana puedo morir... ¿verdad?

Haruakira dio una mueca sin contestar mientras la miraba. Ella seguía con su sonrisa triste, que luego amplió más tranquila.

 - No quiero matar a Toyohisa. Sé que no es fácil, pero no quiero hacerlo... y a la vez eso no significa que renuncie a mi única oportunidad de ser una Drifter y de ser aceptada.

 - ¿Entonces qué piensas hacer?

 - Tengo una noche para pensarlo, ¿no es así? - ella le volvió a mirarlo - Seguro que tomo una decisión, aunque no siempre tome la mejor.

 - Entonces... - él se levantó - Debería dejarte descansar. Ya sabes, si necesitas algo, sabes donde encontrarme.

 - Oh, cuantos chicos tan atentos he conocido en este mundo... - ella dio una sonrisa ladina de las suyas, que aunque no lo admitiera, le levantó el ánimo a Haruakira al ver que seguía siendo la de siempre.

 - Buenas noches, Beretta... nos vemos mañana al amanecer... - dijo con una pequeña sonrisa.

Él se marchó, cerrando tras de sí. Beretta tardó unos segundos en moverse, pues ese portazo en medio del silencio le había dejado completamente sola consigo mismo y sus pensamientos hechos un lío. Se levantó despacio, remangándose los pantalones para dejar descubiertos sus pies, y se acercó a la ventana, viendo cómo se escondía el sol, dejando un bonito cielo color naranja y rosado. Luego puso una mano en su pecho. Había experimentado el sentimiento de saber que iba a morir cuando marchó a la guerra... pero este era más intenso.

Se giró y se sentó contra la cama, en el suelo, mirando la pulsera en su mano, y la acarició pensando en si llamar sería una buena idea. Tras pensarlo, presionó el pequeño botón a un lado, contestando rápidamente su vehículo de combate.

 - Aquí el vehículo de combate TRS-19, Heavy, para servirle, dueña.

 - Hola Heavy, buenas noches... - ella dio una pequeña sonrisa al oírla.

 - ¿Todo bien en la base de los Drifters?

 - Todo bien... - dijo rápidamente - Quería preguntarte... ¿sabes si el almirante se ha acostado ya? Él siempre lo hace cuando se esconde el sol...

 - Es lo que siempre hace, correcto. Pero hoy está ocupado revisando el ejército que está en el hangar continuo.

 - ¿Podrías avisarle? Quiero hablar con él antes de que se acueste.

 - Espere un momento, dueña.

Beretta apoyó la mano sobre su rodilla y miró al techo. Realmente necesitaba la voz templada y tranquila del almirante en ese momento, y también sería su forma de despedirse de él en el caso de que todo saliese mal. Tras un minuto, se escuchó su voz por la pulsera.

 - Aquí el almirante Yamaguchi - dijo como estaba acostumbrado.

 - Su socia Beretta al aparato - contestó ella con una sonrisa - ¿Cómo se encuentra?

 - Todo está bien aquí. El ejército ahora descansa tras organizar turnos de vigilancia, aunque ya les dije que no era necesario. 

Él estaba sentado en el asiento delantero de copiloto en el vehículo, respetando el sitio de Beretta.

 - Me alegro entonces... nosotros aquí estamos... bien - dijo sin saber cómo continuar - La verdad es que tengo una pregunta, y es un poco extraña...

Al no haber respuesta del almirante, ella prosiguió.

 - ¿Usted qué hace con ese nudo que se forma en todo el pecho cuando sabes que puedes morir en cualquier momento?

 - Esa es una pregunta seria, Beretta. Bastante seria, viniendo de ti. Yo he visto caer bombas en mi portaaviones y sobre las ciudades, y te puedo asegurar que no es algo que puedas tragar con facilidad... pero hay que hacerlo, con confianza y movimiento. Organiza tus ideas y mantente alerta, juega todas tus cartas y consigue vivir.

 - Organizar mis ideas y permanecer alerta... jugar todas mis cartas... - ella pensó en voz alta.

 - Beretta... ¿lo saben? - preguntó tras una pausa.

 - Lo han descubierto - contestó.

El almirante comprendía que era diferente saber una cosa, que descubrir una cosa en este contexto, por eso mantuvo la seriedad mirando el monitor.

 - ¿Y bien?

 - Puedo morir mañana si no consigo mi objetivo, que es matar a otra persona... - ella dio una sonrisa triste notando que le picaban los ojos - Agradecí enormemente mi lesión para que me apartaran del campo de batalla... me gustan las armas, me gusta disparar... pero creo que nunca superé aquello de considerar que mi vida valía más que cualquiera de otro humano...

 - Comprendo... ¿estabas preparada mentalmente para la llegada de este día?

 - Sí, eso sí... pero siempre pedía que nunca llegara... - ella sonrió con tristeza, dejando caer la cabeza a un lado - Después de todo, es el destino de los soldados mal parados como yo...

 - No digas eso... se llega a almirante empezando como soldado raso. Así pasa con todo. 

Ella asintió varias veces.

 - Gracias por escucharme... ya me siento mejor...

 - Realmente... me ha dolido saber esto, aunque también me preparaba para la llegada de este día - se escuchó un suspiro por la pulsera - Por favor... si todo sale bien, avísame mañana... te estaré esperando.

Beretta notó como le dolían las encías superiores y dejaba caer dos rápidas lágrimas de sus ojos.

 - ¿Sabe lo que haré mañana temprano? Por una vez en mucho tiempo voy a madrugar... y ver el amanecer... ¿puedo contar con que usted también lo estará viendo desde el Hiryu? Así no me sentiré tan sola al hacerlo...

 - Por supuesto que lo haré. Te acompañaré en eso, si es lo que deseas. Y por favor... Beretta... no llores...

 - Pero si yo no estoy llorando... - ella se frotó la cara con las manos, con los ojos rojizos.

 - He notado tu voz quebrarse. Lo sé. Conozco ese sonido.

 - Oh, no puedo engañarle de ninguna manera... lo que pasa es que... no recuerdo la última vez que lloré. Es más, no recuerdo haber llorado nunca... estaba prohibido en mi brigada.

 - No entiendo cómo han podido prohibir algo tan humano. Llorar puede hacer que te desahogues mucho mejor que cualquier otra cosa que os permitan.

 - Gracias, almirante Yamaguchi... usted de verdad me entiende... por favor, espéreme mañana. Si al final no le llamo, fúmese un cigarrillo por mi descanso.

 - Buenas noches, Beretta... intenta descansar...

Ella sonrió, colgando la llamada. El almirante hizo lo mismo presionando un botón, y luego se quedó sentado en el asiento mirando al suelo, en silencio. Tras varios minutos en esa posición, abrió la puerta y bajó por la escalera con cuidado, se colocó bien la ropa y se encaminó hacia los dormitorios. Él nunca se había casado, nunca había tenido pareja ni mucho menos hijos... pero si alguna vez quería saber cómo se sentía la paternidad... recordaba el tiempo en el que había estado con Beretta.

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