Capítulo 15: Comprometidos
Opción ganadora:
* ("Creo que estorbaré si salgo a ayudar a los demás, no sé como se organizan. A lo mejor puedo ir a la cantina a ayudar a hacer comida para todos. Aunque no sé cocinar, no tiene que ser muy complicado hacer ciertas cosas")
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- Sí... creo que si voy a la cantina podré hacer algo útil por ayudar. Manos extras siempre son bienvenidas.
Y tras este pensamiento, bajó las escaleras dando pequeños saltos, en dirección a la cantina. Allí, las mujeres enanas preparaban grandes cantidades de comida, pues el dragón estaba siendo una increíble fuente de alimento, pero perecedero, y había que comer todo lo que no se pudiese hacer cecina o guardar en sal. Beretta dio unos golpes en la puerta asomándose.
- ¡Buenos días! ¿Puedo ayudar en algo? - preguntó desde la puerta.
- Aquí siempre hay cosas que hacer - dijo una mujer regordeta y ruda, con dos largas trenzas anchas, que parecía la jefa de cocina - Pasa, cariño, y ponte a pelar unas patatas para el caldo.
Beretta pasó contenta, yendo hacia la mesa donde unas mujeres más jóvenes pelaban varias verduras. Otras, más rudas con grandes bíceps y de cuerpo fuerte como los mismos hombres, partían la carne con unas pequeñas hachas, pues parecía que la carne de dragón era increíblemente dura, y había que partirla y asarla a fuego lento para ablandarla. Si no, eso no se podía tragar.
Beretta observó a la enana a su lado, la forma de tomar el cuchillo y de deslizar la patata, y trató de imitarla, lenta pero segura. Sin embargo, era mejor que fuese lenta y no dejase la patata lisa que desperdiciase. Rápidamente se dieron cuenta a su alrededor de que esa chica no había pelado nunca una verdura.
- Hija, ¿qué formas son esas de usar el cuchillo? - preguntó una a su lado - ¿Tu madre no te ha enseñado a hacerlo bien?
- Esto... - ella puso una sonrisa incómoda - No es eso, es que nunca he cocinado nada de nada...
- ¿Nada de nada? - preguntaron alarmadas - ¿Una mujer que no sabe cocinar? Pues vaya mundo el tuyo, chiquilla.
Beretta puso una mirada excusada. No eran unos argumentos muy feministas, pero comprendía la situación que llevaban y no quería molestar ni hacer un discurso digno de una dictadora feminista.
- En realidad, ni siquiera recuerdo haber entrado nunca a una cocina. Esta es la primera vez... - dijo tomando otra patata - Mi trabajo era el de reparadora, estaba siempre en el taller.
- ¿Hacías trabajos de hombres? Debes ser muy inteligente...
- Eso no tiene nada que ver - comentó con una sonrisa - Todos somos capaces de todos si se nos enseña. En mi época puede cocinar tanto un hombre como una mujer, lo mismo pasa para la fabricación de armas, la guerra o la limpieza. Si sabes, puedes hacer lo que quieras.
Eso causó revuelo entre las mujeres, que empezaron a comentar unas con otras en voz alta lo que les decía, olvidando que la pobre estaba ahí en medio, pelando patatas lentamente. No hablaban exactamente de que no fueran capaces de ir a la forja como los hombres, si no que los hombres no serían capaces de cocinar nada.
Luego, tras terminar, la dejaron hacer unos paquetes, como si fueran unas fiambreras de madera, donde cada una tenía un poco de carne y unas verduras asadas, además de una pieza de fruta y litros de agua, dejando el caldo que se preparaba para la noche, siendo mejor para conciliar el sueño. Eso era bastante fácil, pues las cajas cuadradas se podían apilar una encima de otra, y como el trabajo de la muralla era bastante cansado, les llevarían la comida hasta allí para que no tuvieran ellos que venir a la cantina.
Tras atar unos paquetes para mantenerlos juntos, Beretta escuchó el sonido de unos caballos andar, y vio como la mayoría de las enanas más jóvenes corrían hacia las ventanas de la cantina a asomarse.
- ¡Ya han vuelto! - dijo una con ilusión, llamando al resto.
Beretta las observó, pareciendo un grupo de adolescentes emocionadas, y no pudo evitar acercarse con curiosidad.
- ¿Quién ha venido? - preguntó a una de ellas.
- Ese hombre tan alto y apuesto - dijo juntando las manos entrecruzando los dedos.
- Es muy educado, nos encanta... - comentó otra susurrando.
Beretta miró la ventana al ver movimiento. Kid pasaba por ahí llevando a los dos caballos tomados de las riendas hacia el carro, que estaba aparcado en ese callejón para atarlos. Ellas le seguían con la mirada como quiénes miraban a un famoso, y él las saludaba con un cabeceo tocando su sombrero, aunque sí les parecía extraño su comportamiento hacia él. Beretta se acarició el mentó mientras miraba de lejos.
- ¿Os gusta mirar a Kid? - preguntó.
- Es muy guapo... - confesó una joven.
- Estamos cansadas de tanto enano y marido canijo y barbudo - comentó una más gorda y ruda - Ver a este mozo esbelto de cabello cuidado y de ojos claros es un regalo del cielo. Además de que siempre nos saluda educadamente, no como su amigo. Ese no tiene modales y tiene siempre esa sonrisa rastrera en la cara.
Beretta sonrió. Desde luego, esos dos no podían ser más diferentes y más parecidos a la vez. Al observar a Kid atar a los caballos, tuvo un recuerdo.
- ¿Sabéis, chicas, que aunque ya sea un hombre maduro... le dan mucha vergüenza los piropos?
Ellas se miraron con curiosidad, con murmuros de expectación y alguna sonrisa que expresaba ternura. Beretta se acercó abriendo una ventana.
- Bueno, esto si fuera al revés estaría muy mal visto, pero bueno, sólo vamos a molestarle un poquito...
Ella se apoyó en el alféizar mirando cómo acariciaba a una caballo tras terminar de engancharlo.
- ¡Kid! - le llamó con ímpetu - ¡Guapo!
El forajido se giró, mirándola con algo de sorpresa en sus ojos azules, mientras en sus labios tenía un cigarrillo casi terminado. Las enanas se sorprendieron también, pero reían con disimulo. Nadie estaba acostumbrado a ver a una mujer piropear descaradamente. Ella sonrió poniendo un puño apoyado en su mejilla con su mirada pícara.
- ¿Qué? ¿Te gusta pasearte por aquí y lucirte delante de estas chicas? Ay, que tunante eres...
- Tu... ¿Tunante? ¿Yo? - se preguntó en voz baja.
- Sí, tú, que tienes a mis compañeras locas y vas provocando - Beretta sonreía con tranquilidad.
Kid desvió la mirada con vergüenza al escuchar a las enanas reír dentro, pasándoselo bien de verle en esa situación. Butch estaba apoyado en la puerta del establo, sonriendo de brazos cruzados, disfrutando de la vergonzosa situación a la que estaba expuesto su amigo.
Luego Beretta se estiró desde la ventana, tomándolo de la manga de la chaqueta y lo acercó un poco, tomándolo de las dos manos... pero era para que no se escondiese bajo el sombrero.
- Neh, Kiddy... - dijo con su voz melosa y una mirada juguetona - Quiero tener hijos... quiero que me hagas gemelos... ¿por favor?
- E-Esto... Beretta... - el forajido tenía bajo sus ojos un leve color rosado que quería esconder, además de su expresión confusa.
- Pero tienes que hacerme gemelos hasta que salgan impares.
Las enanas rieron de ver al hombre avergonzado, que tardó en comprender que si ya de por sí no es fácil que salgan gemelos, gemelos impares sería imposible, por lo que supondría mantener relaciones sexuales muchas veces. Cuando Beretta ya le vio incómodo, soltó sus manos para dejarle ir con vergüenza a esconderse en el establo. En realidad le daba mucha ternura, pero le encantaba molestar.
Butch vio a su amigo pasar por su lado al entrar al establo, y con su sonrisa socarrona de siempre, se apartó del marco de la puerta y descruzó los brazos yendo hacia ella. Beretta le plantó cara mirándole fijamente, mientras que las enanas se tensaban un poco. No les gustaba Butch.
- Ya viene mi celoso... - murmuró con una sonrisa tranquila.
- ¿Te diviertes molestando así a mi amigo? - preguntó apoyándose al otro lado de la ventana, de la misma forma que ella.
- Como si tú no lo hicieras... además, estoy segura de que me perdonará - ella sonreía mirándole - ¿Acaso he dicho algo que no sea verdad? Ah, si, es cierto... no quiero hijos.
- ¿No quieres? Yo tampoco - confesó acercándose un poco - Pero contigo haría la excepción de hacerte los gemelos. ¿No te gustan tanto mis ojos? ¿No quieres unos que los tengan?
- No, gracias, querido, me arriesgo a que salgan con tu sonrisa de lagarto - ella soltó la persiana, cayendo fuertemente entre ellos y separándolos con un fuerte ruido - Ahora salimos a cargar el carro.
Butch parpadeó sorprendido viendo la ventana cerrada con la persiana, y luego dio un bufido divertido alzando las manos con despreocupación.
- Ayer me besa y hoy me da calabazas... que complicada es esta mujer - admitió.
- Que no te oiga... - Kid había salido con el ala de su sombrero más baja tapando sus ojos.
- Esa es la gracia de esta mujer. Si no son complejas, me aburren. Beretta es ideal.
Kid giró los ojos dejándolo con sus fantasías mentales, mientras salían las enanas a cargar el carro con las pequeñas cajas de madera con comida, que ellos llevarían con el carro a todas las partes de la ciudad para que comiesen todos.
Beretta volvió dentro y movió la sopa un poco, viendo cómo hervía. Vio por el rabillo del ojo la puerta, y a Aníbal sentado en una de las mesas tomando su comida con mucha tranquilidad. Cuando estaba casi sola en la cocina, Yoichi vino corriendo por la entrada que daba a la cantina.
- ¡Beretta! - la llamó buscándola con la mirada - ¡Hay una emergencia! ¡Saca comida, rápido!
Ella le miró con tranquilidad meneando la olla.
- ¿Qué ocurre, Yoichi? No te alteres, no es bueno para el cuerpo.
Tras eso, se escuchó algo parecido a un rugido, haciendo que todos se pusieran alerta. Tras ello, un gran grito que replicaba y exigía algo en concreto.
- ¡¡¡TENGO HAMBREEE!!!
Por la puerta apareció la silueta envuelta en vendas de un chico de cuerpo atlético y ojos brillantes, con la boca abierta babeante como un perro. Detrás, Nobunaga intentaba agarrarle y detenerle.
- Madre mía, la maldición de Toyonkamón... - comentó Beretta mirándole desde la puerta.
- Eso es lo que ocurre cuando no se entierra a los muertos como se debe - Aníbal le señaló con el tenedor - Vuelven a la vida para atormentar a los vivos*.
* (Incluso en las culturas antiguas como la ibera o la cartaginesa existían lo que llamamos zombies modernos. Si alguien no era enterrado como debía y respetando las normas, existían la creencia de que su espíritu se volvería malvado y volvería a acosar a los vivos)
- ¡¿Qué dices, abuelo Frambuesa?! - Nobunaga le miró alterado, sujetando aún a Toyohisa - ¡Toyohisa no murió!
Toyohisa empezó a caminar hacia la cocina, con su aspecto de muerto viviente, siendo más fuerte que Nobunaga.
- ¡El olor de la carne es demasiado fuerte! - comentó el moreno mayor agarrándolo - Beretta, ¡aparta que va!
Tras no poder sostenerlo más, le soltó, saliendo el samurái vendado corriendo hacia la puerta de la cocina realmente poseído por el espíritu del hambre voraz. Beretta frunció el ceño y no se apartó, plantándole cara, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó el cucharón de la olla y le dio con él fuertemente en la cabeza, parándole en seco. Toyohisa dio un paso atrás, poniéndose las manos donde le golpeó en la cabeza. Luego ella le apuntó a la cara con el cucharón doblado.
- ¿Qué clase de modales son esos? - preguntó duramente - Todos tienen hambre, no sólo tú. Si quieres comer, te comportas como una persona, no como un animal. Te sientas en una mesa - dijo moviendo el cucharón rápidamente hacia una mesa - Y esperas a que te sirva. Si prefieres seguir comportándote así, te vas al establo a comer paja con los animales.
Toyohisa la miraba, con las manos aún en el chichón que le empezaba a salir en la cabeza por doblar el cucharón de metal. Sus ojos seguían brillando, pero aún con menos intensidad, y su garganta emitía sonidos guturales como si de verdad fuera un ser de ultratumba.
- ¿Cómo puedes levantarte de la cama así? - preguntó regañándole - ¿Quieres que se te abran los puntos de sutura o qué? He visto tu cuerpo, y lo maltratas de sobremanera, ¡Descansa, maldita sea!
Tras una guerra de miradas bastante incómoda en la que Beretta no iba a ceder de ninguna manera, finalmente Toyohisa dio un paso atrás, y sin darle la espalda ni perderle de vista, se dirigió a la mesa vacía más cercana a sentarse. A un lado, Nobunaga y Yoichi miraban con los ojos muy abiertos. Aníbal soltó el tenedor.
- ¡Como era de esperar! - festejó el anciano con una sonrisa - ¡La diosa Tánit usa su poder para calmar a los no muertos!
- ¡Que Toyohisa no está muerto! ¡Abuelo Frambuesa, no diga tonterías de sus delirios seniles! - Nobunaga le regañaba, pero no surtía efecto.
Mientras las enanas comían y recogían la cocina, Beretta puso una de las cajitas de madera con comida delante de Toyohisa, pero la retiró antes de que la agarrase. Se sentó enfrente de él con seriedad y la abrió, tomando un cuchillo y un tenedor, empezó a cortar la carne en trozos, como si fuera para un niño pequeño.
- Deja los brazos quietos - dijo con sequedad - Mira, esos puntos de sutura se han roto - dijo señalando con un cubierto.
Toyohisa, con los ojos más humanos, se miró el hombro, donde la venda estaba manchada de sangre. Luego observó a Beretta preparar el plato y pinchar un trozo de carne de dragón, poniéndoselo delante de la boca.
- Abre la boca - ordenó seria - Y come como una persona o te hago otro chichón en la cabeza para enderezar el cucharón.
Para amenazarle, puso el cucharón a su lado, para que lo viese. Toyohisa la miró con la mirada oscura entre sus vendas y mechones despeinados, y se acercó al tenedor a abrir la boca sin ansias para poder comer. Beretta dio una sonrisa victoriosa, y continuó dándole de comer así. En la puerta de la cantina, a punto de irse, Nobunaga y Yoichi miraban.
- Que suerte tienen algunos... - murmuró el menor.
- ¡Adjudicado! ¡En la próxima pelea estoy encabezando la infantería! - se quejó Nobunaga - ¡Yo quiero herirme los brazos para que Beretta-chan me dé de comer!
Ambos iban a marcharse, pero un comentario de Toyohisa les detuvo en seco.
- Aún no estamos comprometidos... ¿pero me seguirías cuidando así cuando lo estemos?
Esa frase hizo que los dos hombres que se marchaban dieran media vuelta rápidamente y corrieran hasta su mesa. Luego golpearon la mesa con la palma a la vez.
- ¿¡Cómo que comprometidos?! - preguntó Nobunaga alterado - ¡Y eso que Toyo no es demasiado listo en ese aspecto!
Yoichi miró a Beretta, pero ella también estaba en shock con esas palabras, y tenía en su mano el tenedor con un trozo de verdura pinchado.
- Toyohisa... - le llamó sin mover su rostro en shock - ¿Cómo que... cuando estemos comprometidos?
Nobunaga y Yoichi giraron la cabeza rápidamente hacia Toyohisa, exigiendo respuesta.
- Claro, cuando te bese estaremos comprometidos. Tú me pediste que lo hiciera - explicó el samurái.
Los dos volvieron a mirar a Beretta rápidamente.
- ¿¡Le pediste que te besara?! - Nobunaga era un escandaloso.
- Sí, te pedí un beso, cierto, pero eso no significa que quiera un compromiso contigo - explicó ella tendiéndole el tenedor y que coma - Un beso es una muestra de un cariño atractivo, no quiero ser tu futura esposa. No me van los compromisos.
- Pero es lo que se debe hacer - indicó el samurái - Un beso es una unión, pasas a mi cargo, es lo normal.
Beretta reprimió una risa.
- Toyohisa, ya se que tienes edad de sobra para casarte, pero te repito que no quiero compromisos. Sólo un beso. El día en el que pida que un hombre se haga cargo de mí, no estaré en mi sano juicio.
Toyohisa pareció meditarlo, pensando en la manera de ser de la chica, y finalmente asintió masticando. Yoichi dio un suspiro de alivio con disimulo, pues estaba realmente tenso. Luego miró a Nobunaga, que ahora se acariciaba la barbilla mientras pensaba con una sonrisa maligna.
- Ciertamente... si Toyo se comprometiese con un prodigio futurista del armamento, ambos dominarían finalmente todo este mundo, dando lugar a una nueva generación de gobierno que pasaría de padres a hijos... eso tiene mucha más estabilidad que un sólo cabeza de mandatario...
Pensando esas cosas con una malvada sonrisa, Nobunaga se marchó finalmente. Yoichi los miró después.
- Entonces... ¿no os vais a comprometer de verdad? Aunque os beséis...
- Tranquilo, Yoichi - Beretta sonrió terminando de dar de comer a Toyohisa.
Esa sonrisa relajó al joven samurái, que con otro suspiro, se despidió y salió de la cantina a asegurar que todos los elfos recibieran la comida. Beretta cerró la caja de madera cuando terminó.
- Tengo más hambre - comentó él.
- No vas a comer más - le contestó - Esta noche comerás más por estar recuperándote, pero no puedes empacharte o no te sentará bien. Ahora te vas a dormir y a coserte esa herida.
- Ya he dormido bastante, no tengo sueño...
Tras eso, el samurái no pudo evitar dar un bostezo, y Beretta se cruzó de brazos mirándole con una sonrisa al haberse delatado.
- Eres como un adorable niño pequeño, te da hambre después de comer. "Mal del puerco", creo que lo llaman en otras zonas...
Beretta se levantó recogiendo la cajita y se acercó a Toyohisa, dejando un beso sobre la zona de la cabeza donde le dio con el cucharón.
- Sana, sanita, si no sana hoy... te mueres mañana. Buenas tardes, Toyohisa.
Y con una sonrisa, Beretta volvió a la cocina. Cuando tuvo un rato libre, tomó una de las cajas que sobraba y se fue a la parte trasera, que daba a un pequeño patio al aire libre. Se sentó en el bordillo suspirando, y se dispuso a comer, notando el nuevo sabor de la carne de dragón, algo realmente delicioso e indescriptible. Al rato, cuando estaba a punto de terminar, vio por el rabillo del ojo cómo Yoichi bajaba de un salto del techo y aterrizaba sin hacer ruido a su lado.
- Wow... - comentó ella - Que sigilo.
Él sonrió amistosamente.
- ¿Ha sobrado alguna caja para mí? - preguntó.
- ¿Pero aún no has comido? - ella se levantó, yendo hacia la cocina.
Luego apareció con una caja igual a la suya y le dio unos cubiertos.
- ¿Te importa si me siento contigo?
- En absoluto, ya estaba terminando.
Yoichi se sentó a su lado, y le quitó la tapadera de madera.
- Que bien, aún está caliente...
Tras eso, el joven samurái, que tenía que comer con cubiertos occidentales, empezó a cortar el trozo de carne en trozos pequeños, preparándolo. Beretta le miró de reojo, y luego sonrió.
- Ooohh... típico de los niños... - dijo con una sonrisa traviesa.
- Oye, no es por eso... - se excusó Yoichi - Es... otra cosa...
Yoichi se refugió bajo su flequillo mirando su comida, mientras Beretta le observaba. Tras verle terminar de cortarlo todo, ella sonrió.
- Aaahh... ya entiendo, ya entiendo... te han dado celos de que le dé de comer a Toyohisa... - comentó con su sonrisa traviesa.
- ¿Q-Qué dices? - preguntó intentando poner un gesto molesto, pero Beretta podía leer en el gesto que había sido descubierto.
- No soy tonta, Yoichi... -dijo tomando el tenedor de su mano, con un trozo de carne pinchado - Venga ven... acércate...
- Yo tengo los brazos bien, puedo comer solo... - dijo intentando tomar el cubierto.
Pero Beretta no le dejaba y movía el tenedor haciendo maniobras.
- Abre la boca, Yoichi, que viene el avióoon - decía moviendo el tenedor.
- ¿Qué es un avión? - preguntó él.
- Uh, perdón... abre la boca que viene el halcóoon - dijo con una sonrisa.
Yoichi dio una pequeña sonrisa resignada con un leve sonrojo y se acercó un poco a ella obedeciendo, sin ver la comisura de los labios de Beretta levemente alzados que ponía siempre que planeaba algo malvado.
Cuando Yoichi estuvo suficientemente cerca de ella, se lanzó hacia él a juntar sus labios con los suyos, haciendo que el joven arquero abriese los ojos todo lo que podía y que su cabello recogido en una cola se pusiera de punta. Beretta estaba siendo gentil con el joven chico, juntando sólo los labios con cariño sin llegar a más, pues sabía que era joven y que no quería sobrepasarse con él.
Tras apartarse y dar una suave risa por la cara que se le había quedado, metió el tenedor con la carne en su boca y se levantó, sacudiendo sus pantalones.
- Te dije que no soy tonta, Yoichi, no sólo estabas celoso de haberle dado de comer a Toyohisa - dijo con una sonrisa de las suyas - Que aproveche, ¡nos vemos!
Y recogiendo sus cosas, volvió dentro de la cocina, dejando al pobre samurái sosteniendo el tenedor con los labios, y siguiéndola con la mirada, con ese sonrojo que quería esconder tras su largo flequillo. Luego dio una sonrisa con un suspiro, sacando el cubierto de su boca y masticando.
- Es una pena que no quieras ningún compromiso... - dijo el joven mirando al suelo con esa pequeña sonrisa - Yo sí que estaría dispuesto a tenerlo con alguien como tú...
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